Para aliviar el miedo de los invisibles
Varias asociaciones tratan de ayudar a quienes carecen incluso de un techo donde pasar el confinamiento
Hay una multitud de personas que no tienen techo, que sufren hambre, que no tienen donde esconderse de la intemperie que ahora son las calles de Espa?a. Y hay j¨®venes que, desde distintas asociaciones, tratan de rescatarlos. Les buscan amparo y luz, a los desamparados, a las v¨ªctimas de violencia de g¨¦nero, a los ni?os pobres, a los solitarios enfermos. No tienen ni donde confinarse. Huyen con un hatillo buscando lecho por las calles vac¨ªas. Son invisibles.
Invisibles. As¨ª los llaman, por ejemplo, Felipe Campos (Hospitalet de Llobregat, 1984), que desde los 22 a?os dirige ?taca; H¨¦ctor Colunga (Gij¨®n, 1981), que siempre ha trabajado, como Felipe, para los barrios, y que ahora, en su ciudad natal, ejerce esa pulsi¨®n de ayudar en el barrio de La Calzada, y Bego?a Arana. Esta ¨²ltima naci¨® en C¨¢diz, en 1985, puso en marcha en 2011 el Nuevo Hogar Bethania, que ejerce labores parecidas a las de sus compa?eros en el Campo de Gibraltar, buscando c¨®mo quitarle pena a la desgracia. Todos han sido premiados por esto que hacen por la Fundaci¨®n Princesa de Girona, que nos los puso en contacto.
Bego?a viajaba este mi¨¦rcoles a Algeciras, a abrir un albergue de emergencia. All¨ª, como en C¨¢diz, Sevilla o M¨¢laga, la esperaba este momento ¡°duro, en que la gente deprimida y vulnerable es tratada como invisible. La exclusi¨®n social existe, no es una estad¨ªstica, son personas, una a una¡±. Pero ¡°la solidaridad y la ciudadan¨ªa est¨¢n llegando¡±. En el peor hueco de la crisis ¡°nuestra mano pretende ser m¨¢s que un saludo. Ahora tenemos que estar m¨¢s que nunca al pie del ca?¨®n¡±.
Su trabajo est¨¢ en la calle, no en la oficina. Por eso a ella y a sus compa?eros les resulta ins¨®lito que los servicios sociales oficiales est¨¦n cerrados o teletrabajando. ¡°?C¨®mo ves t¨² teletrabajando el horror en las calles!¡±. Es la contradicci¨®n entre la ley y la vida: piden que la gente se quede en casa, ¡°?si hay cientos de miles que no tienen casa, si son gente de la calle, si de ah¨ª es de donde hay que sacarlos para darle lugar donde vivir el confinamiento¡±.
Son invisibles. ¡°Es doloroso, injusto y evitable¡±, dice Felipe Campos. ¡°Depende de donde t¨² naces la esperanza de vida var¨ªa hasta siete a?os... La crisis est¨¢ haciendo mella en esos colectivos, y esto hace imprescindible que los gobiernos inviertan m¨¢s en servicios sociales, en salud¡±. Es una poblaci¨®n que necesita alimentaci¨®n, medicaci¨®n, farmacia, ¡°ser tenidos en cuenta, que la ley no parezca una mano de hierro, sino la oportunidad de que se les vea¡±. ?taca proporciona a los desprotegidos tarjetas para que hagan la compra. Les quita el estigma de la caridad.
Quieren ¡°ganarle al miedo, multiplicar la esperanza¡±. Colunga maneja el dato: en Espa?a hay un 26% de personas en riesgo de exclusi¨®n social. Doce millones, pues, a punto de ser definitivamente invisibles. ¡°La sociedad tiene que buscar el bienestar de todos. Ahora hay quienes viven en un s¨®tano, en lo m¨¢s ¨ªnfimo de la calle. Acorralados, tristes, un n¨²mero, nada¡±. Colunga y sus compa?eros quieren rescatar a los que ya han sufrido la exclusi¨®n, est¨¢n a punto de entrar en ella por el hurac¨¢n de esta crisis o la sufren como una piel. Un gent¨ªo solidario que ofrece luz en el propio t¨²nel. ¡°Es dram¨¢tico¡±, dice Colunga, ¡°c¨®mo esta crisis ha mostrado lo desnudo, lo fr¨¢gil, que era el estado del bienestar¡±. Tan desnudo que a veces tambi¨¦n es invisible.
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