Perros perplejos

El Aplauso fue tan contundente, con tanta gente, que no quer¨ªamos que terminara nunca. Como si nos mantuviera en pie. Quitad el como s¨ª. Nos mantiene en pie. Parecido a aquella ¨²ltima hoja de ¨¢rbol, en un cuento de O¡¯Henry, cuya visi¨®n promete a la enferma que se pondr¨¢ bien. Un pariente (?su hermana?) la pinta para fingir que permanece. Al otro lado de la ventana, la enferma sobrevive.

Segu¨ªa el Aplauso y un caballero mostraba dificultades para mantener la correa de su perro y aplaudir a la vez. Los asomadores tenemos la suerte de poder admirar a bastantes perritos. Desde el principio los he visto recibir asombrados las novedades. Eso de tenerse que privar de escudri?ar el culo de tu contempor¨¢neo. El silencio. El vac¨ªo. A cada rato giran la cabeza, como suelen, para cerciorarse de que el due?o trota tras ellos, pero adem¨¢s, ahora, con una especie de perplejidad en las orejas. Alg¨²n jovenzuelo, impaciente, avanza sin pensar que en estos d¨ªas hay que conservar la calma, y entonces su humano, un poco cojo, le reconviene: ¡°?Que pares, te he dicho! ?Te vas a enterar!¡±. Pero el perro sigue y mueve alegre la cola, se?al de que el amo no es un maltratador. Los canes maltratados llevan siempre el rabo entre las piernas.

El caballero se detuvo en mitad de la calle, le dio instrucciones a su compa?ero, y se puso a aplaudir a gusto. El perro, sentado en pleno asfalto, por primera vez en su vida, sin coches, miraba alrededor, sin salir de su asombro.

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