Nadie se r¨ªe de dios
Basta de ventanas aburridas que conservan la vida. Que nadie se olvide de qui¨¦n manda
Me imagino que cada ventana es un canal de entretenimiento para dios y este hace zapping todo el tiempo. Me gusta pensarlo as¨ª porque me quito un peso de encima y siento que nadie me observa; todas estamos bien en casa, somos aburridas. Dios se va a otro canal. Lo de pintarme los labios de rojo y ducharme todos los d¨ªas es m¨¢s por salud mental que por impresionar.
No tengo balc¨®n y estoy en un segundo piso de un edificio construido en 1934 seg¨²n los datos catastrales de la declaraci¨®n de la renta del ejercicio 2019. As¨ª que mi visi¨®n es corta. No hago zapping vecinal porque la oferta es poca: el vecino que se asoma poco y de vez en cuando sale desde su balc¨®n a aplaudir al personal sanitario. O la pareja que abre de par en par sus persianas y que dan muestra de su habilidad para construir rompecabezas. De ah¨ª en fuera, nada, el barrio suele ser silencioso, por eso, cuando un auto pasa por nuestra calle se escucha con claridad: el otro d¨ªa, en menos de media hora pasaron tres patrullas sin sirenas pero con sus colores distinguibles y su mensaje claro: te estamos observando. Dios no es nuestra ¨²nica audiencia.
Antes, cuando la rutina en las calles era abrumadora y la mano invisible de dios no ten¨ªa restricciones, miraba el n¨²mero contiguo a mi edificio, donde hay un espacio que promete ocho viviendas de al menos cien metros cuadrados, dos habitaciones y alg¨²n lujo poco memorable desde 249.000 euros, y me preguntaba cu¨¢ndo es que empezar¨ªan a escucharse los trabajadores rompiendo bloques y construyendo otros.
En todo el tiempo que he vivido aqu¨ª, no hubo movimientos hasta hace unos d¨ªas, en pleno confinamiento. Antes de las nueve de la ma?ana el golpeteo incesante y algunos vecinos gritando que se detuvieran hasta que se detuvieron, pero prometieron regresar pronto porque tienen el permiso para trabajar, el Gobierno lo ha sentenciado adem¨¢s: dios no quiere esperar, se siente d¨¦bil, teme por su existencia, necesita retomar las riendas, ver acci¨®n. Basta de ventanas aburridas que conservan la vida. Que nadie se olvide de qui¨¦n manda.
Desde que empez¨® todo esto no puedo evitar tener en modo loop dentro de mi cabeza, la canci¨®n de Regina Spektor Laughin with:
No one laughing at God in hospital
No one's laughing at God in a war
No one's laughing at God when they're starving or freezing or so very poor
Pero dios s¨ª se r¨ªe de nosotras. Sabe que tiene adeptos y f¨¦rreos defensores que lo pondr¨¢n por encima de las vidas para que sus centros de adoraci¨®n financieros sigan. Nosotras, en casa, escuchamos sus carcajadas entre un golpeteo y otro de la maquinaria. Y aunque seguimos siendo las de la ventana aburrida, por dentro, hay una trama que se teje, ya le avisaremos, por si se quiere asomar a nuestro canal: seguimos vivas y le exigiremos cuentas. Ya ver¨¢ lo divertido que va a ser. Nadie se r¨ªe de dios, hasta que se r¨ªe y vaya, qu¨¦ contagiosa ser¨¢ nuestra risa. Nadie se r¨ªe de nosotras, ni de nuestros vecinos, sin consecuencias.
Brenda Navarro es escritora mexicana afincada en Madrid. Su ¨²ltimo libro es Casas vac¨ªas (Sexto Piso)
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