Comer palomos

De entre los no pocos hallazgos que me impresionan en La l¨ªnea invisible, valiente y sutil serie de Mariano Barroso sobre los or¨ªgenes de ETA (y muy recomendable, en especial para j¨®venes), posiblemente lo que m¨¢s me conmueva sea la peripecia del joven guardia civil Jos¨¦ Antonio Pardines hasta caer abatido por la primera acci¨®n asesina de los terroristas.

La presentaci¨®n del personaje, aparte de la idoneidad del actor X¨®an F¨®rneas, es de esas que marcan. Ocurre en el tramo segundo de la serie, el mejor, en mi opini¨®n. Llega el muchacho de controlar el tr¨¢fico, guapet¨®n, inocente, con dos palomos que le ha regalado un camionero, y se los obsequia a la camarera (otra estupenda actriz, Alba Loureiro) que se convertir¨¢ en su novia (y en casi su viuda): parece que entregue lo m¨¢s grande del mundo. Y es que aun en los sesenta, en este pa¨ªs, para alguien de humild¨ªsima extracci¨®n campesina lo m¨¢s grande era comer carne, cualquier carne. En mi infancia urbana, 10 a?os antes, hubo no pocas discusiones en casa sobre si pod¨ªamos o no alimentarnos de palomas. La plaza de Catalu?a estaba llena. Era una soluci¨®n prote¨ªnica gratuita, pero mi madre siempre se opuso. Qu¨¦ asco, dec¨ªa.

En la expresi¨®n ilusionada del guardia Pardines, tendi¨¦ndole las aves a Amalia, en su r¨²stica candidez, se refleja la atrocidad que van a cometer los iluminados se?oritos habituales, auto nombrados salvadores de patrias. Tambi¨¦n, o sobre todo, se retratan sus descendientes, los asesinos de dem¨®cratas, proletarios o no, obst¨¢culos en su deriva hacia ninguna parte.

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