Calleja, maestro
¡°Contar a la gente lo que le pasa a la gente sin dejar de ser gente¡±, es la herencia que deja en las aulas donde formaba a los futuros periodistas
Calleja fue mi primer maestro con escolta. Y el ¨²nico en muchos otros aspectos desde el primer d¨ªa de clase. Llegaba a la Universidad Carlos III acompa?ado por dos personas que se le adelantaban a echar un vistazo al aula y lo dejaban libre una hora. Aquel hombret¨®n sin miedo m¨¢s que a la mentira era el ¨²nico que ...
Calleja fue mi primer maestro con escolta. Y el ¨²nico en muchos otros aspectos desde el primer d¨ªa de clase. Llegaba a la Universidad Carlos III acompa?ado por dos personas que se le adelantaban a echar un vistazo al aula y lo dejaban libre una hora. Aquel hombret¨®n sin miedo m¨¢s que a la mentira era el ¨²nico que nos trataba sin condescendencia. No ¨¦ramos sus alumnos, ¨¦ramos sus compa?eros. Por una hora tampoco era la universidad, sino la redacci¨®n. Le sobraba el p¨²lpito para ense?ar el oficio desde el borde de la mesa. Se le quedaba peque?o todo. No dictaba lecciones, no quer¨ªa ser magistral, ni profesor. Era maestro y apestaba a redacci¨®n. Y una vez lo hueles ya no quieres otro olor: credibilidad, adrenalina, compromiso, responsabilidad, dignidad, todo eso que hab¨ªa tra¨ªdo al pasillo a esos dos hombres armados.
He vuelto a sacar sus apuntes para escucharle. ¡°La realidad descarnada da la impresi¨®n de que es ficci¨®n¡±. Con esa frase se col¨® Calleja en mi vida. M¨¢s de 20 a?os despu¨¦s descubro que todo lo que necesitaba saber de este oficio cabe en 11 folios por las dos caras. Su asignatura fue la ¨²nica que debimos haber cursado. Lo dem¨¢s, pastoreo. No hab¨ªa teor¨ªa, no hab¨ªa ideales inalcanzables. Hab¨ªa zapatilla, calle y complicaciones que se resolv¨ªan con buen oficio: ¡°La objetividad deber¨ªa ser sustituida por la profesionalidad¡±, dec¨ªa. Cre¨ªa en el trabajo bien hecho y en la b¨²squeda de la verdad, no en su posesi¨®n. ¡°La dificultad de contar los hechos no puede ser una coartada para no contar la verdad¡±. Esta tambi¨¦n est¨¢ subrayada. Bajar de los altares a la objetividad le abr¨ªa un amplio abanico de posibilidades ¨¦ticas y estil¨ªsticas: ¡°Los periodistas no podemos ser neutros, eso es para los detergentes. Y seg¨²n qu¨¦ temas tampoco podemos ser neutrales¡±, sol¨ªa decir. Se refer¨ªa, claro, a ETA.
Era un hombre que hablaba en titulares, que es lo que se dice de quien llega sin rodeos al centro de la diana, con una ret¨®rica cristalina y contundente. Por eso le incomodaba tanto el aburrimiento y la grasa: ¡°Buscad el rigor profesional, huid del rigor mortis¡±. Nos ped¨ªa que no mat¨¢semos al lector en el primer p¨¢rrafo. En ese espacio se juega el partido, porque ¡°al ¨²ltimo p¨¢rrafo no llegan ni los correctores¡±. Recurr¨ªa a Juan Ram¨®n Jim¨¦nez para hablar de la inteligencia de la palabra exacta y no soportaba el ¡°periodismo onanista¡±, que es el que satisface al periodista y a la fuente, no al lector. Hablaba de un oficio sin instrucciones, pero con algunas normas. Hay una en estos folios que est¨¢ m¨¢s subrayada que el resto: ¡°Contar a la gente lo que le pasa a la gente sin dejar de ser gente¡±.
Con Calleja aprend¨ª que con ciertas personas ¡ªMiguel ?ngel Bastenier y F¨¦lix Monteira¡ª es mejor llevar cerca una libreta. Un d¨ªa, al final de la clase, reconoci¨® que la clave de esta profesi¨®n es la tenacidad y la paciencia. No dijo nada de la precariedad porque se estaba cociendo. Y se refiri¨® al ¡°periodismo de subid¨®n¡±, que es lo que te pasa cuando est¨¢s ¡°encantado de los nervios¡± y sales a dejar que la realidad te cambie los planes. En eso insist¨ªa mucho, en el arte de la observaci¨®n, mucho m¨¢s que en el arte del entrecomillado (ojal¨¢ me perdone): ¡°Hay que ir a los sitios con los ojos nerviosos¡±. ¡°El periodista tiene licencia para mirar¡± y ¡°barra libre¡± para preguntar y para sospechar de lo obvio. Para escuchar a veces con ternura y otras con iron¨ªa. As¨ª lo hac¨ªa ¨¦l. Calleja era un hombre sin esdr¨²julas lleno de matices, formado en una ¨¦poca en la que ¡°los muertos viajaban en un breve¡± y harto del ¡°periodismo Coronel Tapioca¡±. Ya saben, el de las cr¨®nicas desde mi ombligo (ojal¨¢ me perdone).