¡°Esta crisis es una prueba de fuego para nuestra especie¡±
El novelista y dramaturgo Ariel Dorfman, que explora en su obra los efectos del miedo, la violencia y el exilio, explica por qu¨¦ cree que los tiempos peligrosos no son incompatibles con la esperanza
La pandemia ha dejado a millones de personas atrapadas en un presente continuo. Impedidos de proyectar el futuro como antes, de basar nuestra marcha hacia adelante en un pu?ado de ilusiones m¨¢s pueriles o m¨¢s desesperadas ¡ªun trabajo mejor, cruzar vivo la frontera, abrir un negocio, cambiar una sociedad, que alguien nos espere¡ª el confinamiento nos obliga a mirar alrededor con crudeza, a evaluar la distancia entre nuestras ambiciones y nuestras posibilidades bajo una ...
La pandemia ha dejado a millones de personas atrapadas en un presente continuo. Impedidos de proyectar el futuro como antes, de basar nuestra marcha hacia adelante en un pu?ado de ilusiones m¨¢s pueriles o m¨¢s desesperadas ¡ªun trabajo mejor, cruzar vivo la frontera, abrir un negocio, cambiar una sociedad, que alguien nos espere¡ª el confinamiento nos obliga a mirar alrededor con crudeza, a evaluar la distancia entre nuestras ambiciones y nuestras posibilidades bajo una luz nueva y despiadada, como si de pronto hubi¨¦semos despertado a mediod¨ªa en medio del desierto. ¡°Un lugar de muerte y duras pruebas, un lugar que hay que evitar¡±, pensaba Ariel Dorfman sobre el desierto cuarenta a?os antes de viajar al Norte Grande de Chile, a la regi¨®n m¨¢s ¨¢rida que existe, por encargo de la National Geographic Society.
De aquella expedici¨®n que hizo con su esposa Ang¨¦lica en 2002 surgi¨® Memorias del desierto, un libro que es a la vez cr¨®nica documental y ensayo biogr¨¢fico. En su recorrido a trav¨¦s del desierto, all¨ª donde otros ven las ruinas de un pasado glorioso, Dorfman encuentra una advertencia sobre el futuro y un mensaje de resistencia. Para el escritor chileno-estadounidense que ha publicado ensayos, novelas, poes¨ªas y obras de teatro en m¨¢s de 30 idiomas, tal vez no existan tiempos y espacios m¨¢s productivos que los de transici¨®n: los que se abren entre lo que ha sido y lo que puede ser, pero todav¨ªa no es.
La biograf¨ªa de Dorfman, al igual que su obra, est¨¢ marcada por el desarraigo, por la tensi¨®n entre dos lenguas y dos pa¨ªses, por el duelo permanente entre la acci¨®n y la comprensi¨®n. El prol¨ªfico autor de La muerte y la doncella ¡ªla obra de teatro llevada al cine por Roman Polanski en los 90¡ª, naci¨® hace 78 a?os en Buenos Aires, pero creci¨® en Nueva York. Sus padres se mudaron a Chile cuando ¨¦l empezaba su adolescencia. Se enamor¨® del pa¨ªs, estudi¨® Literatura, se cas¨®, colabor¨® con el Gobierno de Salvador Allende y tuvo que exiliarse cuando irrumpi¨® la dictadura de Augusto Pinochet. Se fue a Francia y luego a Estados Unidos. Dos veces intent¨® volver a radicarse en Chile. La primera vez no pudo. La segunda ya no quiso. Era una persona distinta de la que hab¨ªa escapado de all¨ª dos d¨¦cadas atr¨¢s, y termin¨® regresando a vivir al pa¨ªs de su infancia, al Imperio, al idioma que alguna vez se neg¨® a usar y que en los ¨²ltimos a?os ha usado para denunciar la ¡°estupidez e ineficiencia surrealistas¡± de Donald Trump desde algunas de las tribunas m¨¢s le¨ªdas del mundo: The New York Times, The Washington Post y The Guardian, entre otros.
Dorfman ha sido profesor en ?msterdam y en Par¨ªs, en La Sorbona, pero desde mediados de los ochenta su hogar principal est¨¢ en Durham, Carolina del Norte, donde da clases de Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Duke. Desde all¨ª, entre la escritura de un cuento y un ensayo, respondi¨® a las preguntas de EL PA?S.
Pregunta. Con las primeras im¨¢genes de ciudades en cuarentena muchos recurrieron a la palabra ¡°distop¨ªa¡± para describir lo que ve¨ªan, y el discurso p¨²blico se llen¨® de met¨¢foras b¨¦licas para hablar de la lucha contra el coronavirus. Algunos gobiernos aprovechan esta situaci¨®n para aumentar el control ciudadano o implementar medidas que tendr¨ªan una resistencia natural en tiempos m¨¢s normales. ?Le preocupa este desplazamiento de la ¡°normalidad¡± o sus consecuencias para el futuro?
Respuesta. En efecto, reconozco que junto a la posibilidad de una renovaci¨®n del impulso liberador existe el peligro de que quienes ostentan el poder en algunos pa¨ªses utilicen esta crisis gigantesca para imponer una regresi¨®n autoritaria, una tendencia que ya se nota. Trump dice que est¨¢ ¡°en guerra¡± contra el virus, pero la guerra que de verdad quiere ganar es contra los inmigrantes, contra las mujeres que buscan un aborto, contra la regulaci¨®n de la industria y las grandes petroleras. Ya ha tomado medidas para perseguir estos objetivos.
El panorama en derechos humanos es desolador. Ah¨ª est¨¢n las medidas antidemocr¨¢ticas de [Viktor] Orb¨¢n en Hungr¨ªa, la persecuci¨®n de periodistas en Egipto, la detenci¨®n de activistas en Hong-Kong, el intento de Netanyahu de vigilar a sus compatriotas, el acoso de disidentes en Bolivia y Nicaragua, ni qu¨¦ hablar de los delirios de Bolsonaro en Brasil. He explorado, a lo largo de mi vida, en obras de teatro, novelas, cuentos, ensayos y poemas, el reino y reinado del miedo: c¨®mo tuerce a los seres humanos y los lleva a aceptar los peores cr¨ªmenes en nombre de la seguridad y el ¡°orden¡±.
No me extra?ar¨ªa que vastos sectores de la ciudadan¨ªa, presos de ese miedo, extenuados por el aislamiento y la ruptura de sus h¨¢bitos y rituales cotidianos pudieran verse tentados por soluciones autoritarias que prometen un retorno a ¡°c¨®mo eran las cosas antes¡±, que no les importe que queden escatimadas las libertades con tal de tener algo de ¡°normalidad¡±. Es un momento en que veremos el vigor y arraigue que tiene la democracia como pr¨¢ctica y como aspiraci¨®n o si, como lo advirti¨® la expresidenta Michelle Bachelet, ciertos gobiernos van usar el coronavirus como excusa para ¡°socavar el Estado de Derecho¡±.
P. La crisis global parece dejar en evidencia las actitudes pol¨ªticas m¨¢s indiferentes hacia lo que podr¨ªamos llamar ¡°el bienestar colectivo¡±, y tambi¨¦n los l¨ªmites de ciertos discursos (como el del populismo o el de la meritocracia). ?Cree que las formas de manejar esta crisis puedan cambiar la relaci¨®n que tenemos con la pol¨ªtica o con nuestros gobernantes?
R. A¨²n es temprano para hacer pron¨®sticos. Lo que me parece incontestable es que la ciencia ha salido fortalecida de esta cat¨¢strofe, no solo en el prestigio que alcanza el conocimiento cient¨ªfico y medicinal, sino tambi¨¦n en cuanto a la necesidad de efi-ciencia y, claro, con-ciencia. Esto ya significa una derrota de los mentirosos, los demagogos, los inmisericordes. Y es posible, aunque no seguro, que la incompetencia e idiotez que han mostrado a mansalva algunos gobernantes (Trump, Bolsonaro, Modi, Putin, Jeanine ??ez, entre otros) lleven a su derrota ignominiosa en pr¨®ximas contiendas electorales. Pero tengo, adem¨¢s, la esperanza de que este cataclismo que nos aterra y a¨ªsla pueda llevar a un intenso aprendizaje de lo que de veras importa, lo que es crucial para nuestra felicidad.
En vez de un consumo desenfrenado y la b¨²squeda de ganancias, valorar el amor y la bondad de los dem¨¢s, reconocer que todos necesitamos techo, comida, seguridad, paz, salud. Si quienes enfrentamos la pandemia hoy fu¨¦ramos capaces de aferrarnos a esas certezas m¨¢s all¨¢ de la crisis actual, tal vez podr¨ªamos salir de ella armados de un dejo de sabidur¨ªa, m¨¢s profundamente sintonizados con nuestra condici¨®n humana elemental. Tribulaciones que, al poner a prueba nuestra fortaleza y capacidad de resistir la adversidad, pueden terminar convirti¨¦ndose en un aliciente para crecer y madurar. Creo que ser¨ªa un desastre moral irreparable si, al dejar atr¨¢s este cataclismo, olvid¨¢semos la noche oscura del alma y del cuerpo por la que acabamos de pasar. Una tarea b¨¢sica es ponernos a generar entre todos un nuevo tipo de discurso, diferente del populismo (que todo lo promete sin plasmar formas reales de participaci¨®n) o la meritocracia (que todo lo promete sin explicar por qu¨¦ son tantos los que se desviven trabajando y no logran tener lo m¨ªnimo para subsistir). Si hoy proclamamos que ¡°todos estamos juntos en esta emergencia¡±, c¨®mo asegurar que tal frase no sea ma?ana pura ret¨®rica, c¨®mo desplegar la ¡°imaginaci¨®n responsable¡± de la que habla Alain Touraine para repensar el concepto mismo de humanidad, las modalidades liberadoras y no alienantes de la globalizaci¨®n.
P. ?Qu¨¦ tipo de experiencias cree que podr¨ªan dar lugar a esto?
R. En todo el mundo se ha rendido homenaje a los ¡°trabajadores esenciales¡±, aquellos que han estado en la ¡°primera l¨ªnea¡±, sea sanando y cuidando a la poblaci¨®n, sea asegurando que haya alimentos e insumos, aquellos que hacen funcionar la sociedad. ?A estos compa?eros, que suelen ser los m¨¢s maltratados de la sociedad, los vamos a devolver a la invisibilidad a la que se les hab¨ªa relegado en ¨¦pocas de menos riesgo y azar? En cuanto a los inmigrantes, por ejemplo, ?c¨®mo no abrirles nuestros corazones y nuestros pa¨ªses cuando muchos hemos pasado por una experiencia de naufragio y extra?eza que nos acerca a lo que tantos refugiados viven a diario? ?C¨®mo recibirlos, despu¨¦s de esta experiencia de desamparo, con murallas y represi¨®n? Estamos ante una oportunidad ¨²nica para concebir otra forma de relaci¨®n humana, una anticipaci¨®n del para¨ªso. Pero no se llega a tal futuro compasivo y supuestamente ut¨®pico sin una dosis potente de pragmatismo y buen liderazgo. Es una prueba de fuego para nuestra especie.
P. Aunque fueran anecd¨®ticas, las noticias sobre el descenso de la contaminaci¨®n en algunas ciudades y la aparici¨®n de animales en lugares in¨¦ditos tambi¨¦n revelan lo t¨®xica que es nuestra relaci¨®n con el mundo. ?Tiene esperanzas de que esta crisis pueda alterar en algo nuestra conciencia sobre la crisis clim¨¢tica en que vivimos?
R. Aparte de la preocupaci¨®n constante por la salud de la familia y amigos dispersos por el mundo y el desconsuelo de presenciar tanta muerte y sufrimiento en tantos lugares entra?ables, lo que constituye mi mayor inquietud es la forma en que la pandemia afecta la posibilidad de enfrentar el cambio clim¨¢tico.
Celebro los aires m¨¢s l¨ªmpidos y las visitas de animales varios a las ciudades s¨²bitamente vac¨ªas (en Chile han aparecido pumas y c¨®ndores; en Carolina del Norte, ciervos y zorros). Es un atisbo del mundo como podr¨ªa ser si no estuvi¨¦ramos contaminando la atm¨®sfera, dedicados a extinguir especies y extraer y consumir petr¨®leo a destajo. Y podr¨ªa transformarse, cuando salgamos de esta cat¨¢strofe, en un acicate para emprender, con m¨¢s ah¨ªnco, pol¨ªticas que nos lleven a encarar de una vez por todas la amenaza apocal¨ªptica que nos plantea el calentamiento global.
De hecho, est¨¢bamos bien encaminados a imaginar e implementar esas pol¨ªticas antes de la pandemia, gracias a un movimiento ciudadano, especialmente de j¨®venes, que reclamaba soluciones dr¨¢sticas ¡ªtecnol¨®gicas, econ¨®micas, de estilo de vida¡ª al problema. Mi temor es que la crisis que ha creado esta enfermedad dificulte esas soluciones. Cuando tantos millones han perdido su empleo y tenemos un diluvio de industrias y negocios en bancarrota, cuando la vida cotidiana que nos da alg¨²n sentido de estabilidad se ha visto corro¨ªda y menoscabada, cuando hemos padecido una situaci¨®n en que los paradigmas que cre¨ªamos eternos tambalean y los cimientos de nuestra identidad se debilitan, pedir cambios radicales como los que exige confrontar la destrucci¨®n del medioambiente puede parecer irreal y excesivo. Primero, se dir¨¢, retornemos a alguna semblanza de ¡°normalidad¡±, antes de hacer experimentos que nos van a producir a¨²n m¨¢s estr¨¦s, que van a cuestionar costumbres que por lo menos nos dan la ilusi¨®n de permanencia despu¨¦s de meses (?a?os?) de vaivenes y fluctuaciones.
Es probable que todas nuestras energ¨ªas, todos los recursos de que disponemos, se vuelquen a urgencias inmediatas, el intento de que el mundo como lo conoc¨ªamos vuelva a funcionar y fluir como antes. Hay que tomarse un respiro, se dir¨¢. Sin tomar en cuenta de que se trata justamente de que cada vez va a ser m¨¢s dif¨ªcil respirar, que se aproxima la hora vengativa de los oc¨¦anos y las tempestades, las sequ¨ªas y las hambrunas, la hora de los desenlaces aterradores. Porque solo nos queda una d¨¦cada para resolver este trance existencial. Es probable que esta epidemia mate menos gente que las anteriores (pensemos en las p¨¦rdidas ocasionadas por la viruela entre los pueblos originarios de Am¨¦rica, para no ir m¨¢s lejos), pero llega en una encrucijada ¨²nica en la historia humana, cuando necesit¨¢bamos toda nuestra tenacidad e ingenio para deshacer el da?o que le hemos hecho y seguimos haciendo a la naturaleza. Ser¨ªa una tragedia que las secuelas de esta enfermedad nos llevara a desviar nuestra atenci¨®n de la tarea verdaderamente impostergable del momento: sobrevivir a un desastre incalculablemente mayor y m¨¢s letal que este virus t¨®xico.
En los ¨²ltimos tiempos, dir¨¢ despu¨¦s el coautor de Para leer el Pato Donald ¡ªel ensayo c¨¦lebre sobre el colonialismo cultural en las historietas de Disney que public¨® en 1971 junto con Armand Mattelart¡ª ha estado pensando en Cervantes. En Estados Unidos acaba de publicarse su nueva novela, Cautivos, que se enfoca en los meses en que el creador de El Quijote pas¨® en la c¨¢rcel de Sevilla. ¡°?Qui¨¦n podr¨ªa haber presagiado que esa obra, que ¡®se engendr¨® en una c¨¢rcel donde toda incomodidad tiene su asiento y todo triste ruido hace su habitaci¨®n¡¯, inaugurar¨ªa el g¨¦nero de la novela moderna que conquist¨® el mundo y es todav¨ªa el fundamento de nuestra mirada actual sobre la condici¨®n humana? Tengo fe de que en este momento de m¨²ltiples confinamientos, incomodidades y tristes ruidos, hay alguien, y m¨¢s que alguien, que va elaborando una visi¨®n sobre la vida que nos va a ayudar a imaginar qui¨¦nes somos en estos tiempos de pandemia y esperanza".
Despu¨¦s de contestar a las primeras preguntas, Ariel Dorfman recibir¨ªa un correo electr¨®nico que le ped¨ªa si pod¨ªa responder una m¨¢s: su diagn¨®stico de la situaci¨®n es, simult¨¢neamente, sombr¨ªo y luminoso; las razones para desesperar parecen f¨¢ciles de asumir, pero ?en qu¨¦ tipo de experiencia se origina su esperanza? ?O cree que es la ¨²nica actitud posible frente a esta situaci¨®n?
R. Es una pregunta que me han hecho a menudo: ?c¨®mo puedes tener esperanza en el g¨¦nero humano, habiendo presenciado tantas vilezas y ultrajes, tantas traiciones y complicidades de hombres y mujeres que, mal que nos pese, no son monstruos sino que gente com¨²n y corriente? Mi respuesta, tal vez obcecada, ha sido siempre: es justamente por mis experiencias y dolores que tengo esperanza. ?C¨®mo dejar que gane la partida ese lado maldito nuestro, aceptar que vamos a repetir eternamente esos errores y desmanes, como lo profetiza Orwell hacia el final de 1984 (¡°Si quieres hacerte una idea de c¨®mo ser¨¢ el futuro, fig¨²rate una bota aplastando un rostro humano... incesantemente¡±)?
Asiento ese optimismo en la existencia de avances irrefutables: ah¨ª est¨¢n la abolici¨®n de la esclavitud, la promoci¨®n de los derechos de minor¨ªas, ni?os y pueblos originarios, nuestra creciente conciencia ecol¨®gica, la lucha por la igualdad de g¨¦nero, evidencia de que otro mundo s¨ª es posible, que si pudimos dejar atr¨¢s cantidad de aberraciones del pasado, ?qui¨¦n nos impide hacer lo mismo con los problemas que nos aquejan hoy? La energ¨ªa y la bondad no faltan, como lo manifiestan las ¨²ltimas muestras de sacrificio en el combate contra la pandemia. Reconozco, de todas maneras, que mi fe, que a veces parece ciega y emocional, fruto de mi voluntad m¨¢s que de un an¨¢lisis fr¨ªo de lo real, puede terminar siendo una mera ilusi¨®n, un espejismo que me ayuda a sobrellevar cada d¨ªa con alg¨²n sabor de alegr¨ªa y sanidad.
No dudo de que ese empecinamiento en hallar lo positivo en las peores circunstancias puede que se origine en circunstancias personales, como una infancia en que mis padres me brindaron un amor incondicional. Tuve la suerte de renovar esa confianza en los otros seres humanos por medio de tantos amigos y compa?eros y sobre todo por la lealtad de Ang¨¦lica y la familia maravillosa que tenemos, una convicci¨®n que se confirm¨® durante los mil d¨ªas de Allende, cuando vi c¨®mo mis compatriotas m¨¢s olvidados y menospreciados iniciaron transformaciones ¨¦picas, probando que la injusticia y la desigualdad no son condiciones eternas, que podemos cambiar nuestro destino.
A veces pienso, sin embargo, que una mirada m¨¢s descarnada (mi mujer dir¨ªa m¨¢s realista) sobre nuestra desolaci¨®n actual podr¨ªa ser lo que precisamos para despertar de la pesadilla y amenazas que nos acechan, es decir, hacer el aprendizaje de lo mucho que sigue fallando en vez de seguir entregando la consolaci¨®n de una esperanza que no merecemos. La visi¨®n que plasmo en mis escritos no est¨¢ exenta de dudas, tonos oscuros, ambig¨¹edades. De hecho, creo que la ambig¨¹edad es una de las armas est¨¦ticas m¨¢s potentes y necesarias en una sociedad global que busca y abraza soluciones simplistas, sentimentales y formul¨ªsticas, una situaci¨®n comunicacional reductiva que ha empeorado con el imperio de los medios sociales. As¨ª que mi optimismo no es algo dado. Tengo que luchar cada vez que me levanto de la cama en las ma?anas para seguir creyendo que la especie lograr¨¢ superar este momento tan peligroso.