¡°La pregunta es qu¨¦ se hace con el virus del capitalismo¡±
El soci¨®logo argentino Alejandro Horowicz, profesor de Los cambios en el sistema pol¨ªtico mundial, explica por qu¨¦ las crisis de los mercados han superado los l¨ªmites de lo real
A comienzos de este a?o, cuando Alejandro Horowicz volvi¨® a Buenos Aires despu¨¦s de celebrar su cumplea?os 70 en Nueva York, el nuevo coronavirus era apenas una ¡°misteriosa neumon¨ªa china¡± y el adjetivo ¡°hist¨®rico¡± reci¨¦n empezaba a saltar de los titulares sobre los incendios en Australia a las noticias sobre la decisi¨®n del pr¨ªncipe Harry y Meghan Markle de ser normales. En febrero estall¨® el contagio en Europa, pero las noticias sobre el virus tardaron casi un mes en volverse algo ¡°hist¨®rico¡±: el 28 de febrero, despu¨¦s de siete d¨ªas en picada, los mercados burs¨¢tiles de todo el mundo informaron sus mayores ca¨ªdas en una semana desde la crisis financiera de 2008. Una ca¨ªda hist¨®rica, la primera de varias en la carrera descendente de los mercados, seguida por otro r¨¦cord hist¨®rico en Estados Unidos, en este caso ascendente: el de los n¨²meros de desempleo.
¡°Los mercados practican el socialismo al rev¨¦s: las p¨¦rdidas son de todos, las ganancias son de los mercados¡±, dir¨¢ despu¨¦s Horowicz, un mi¨¦rcoles por la ma?ana, del otro lado de la pantalla. Horowicz es ensayista, doctor en Ciencias Sociales, profesor en la Universidad de Buenos Aires y autor de varios libros, entre ellos Los cuatro peronismos, un cl¨¢sico del pensamiento pol¨ªtico en Argentina. El a?o pasado public¨® su ¨²ltimo libro, El hurac¨¢n rojo (un estudio sobre las revoluciones desde la de Francia en 1789 hasta la de Rusia en 1917), fruto de a?os de investigaci¨®n y escritura. El trabajo, que ten¨ªa previsto lanzarse en Espa?a este a?o, ¡°no es una visita al museo de las revoluciones¡±, advierte la sinopsis; por el contrario, la obra lee las revoluciones en tiempo presente: como condici¨®n de posibilidad de la democracia pol¨ªtica, la transformaci¨®n tecnol¨®gica o la educaci¨®n masiva que conocemos hoy.
El escritor Rodolfo Fogwill dec¨ªa que siempre se escribe en contra de algo; Horowicz parece la prueba de que siempre se piensa y se ense?a (mejor) en contra de algo. En esta entrevista, por ejemplo, contra las explicaciones vac¨ªas y las miradas ahist¨®ricas del presente.
Pregunta. Desde que empez¨® la crisis por el coronavirus, todo el tiempo leemos que tal Bolsa de valores o tal moneda se han desplomado por el temor de los mercados. ?Qui¨¦nes son ¡°los mercados¡±? ?De qui¨¦nes estamos hablando?
Respuesta. Los mercados forman parte del g¨¦nero literario de los an¨®nimos, a los cuales se les puede hacer decir pr¨¢cticamente cualquier cosa, porque uno los ¡°interpreta¡± como le viene en gana. Existen los llamados supuestos datos objetivos de los mercados, que son el precio al que cotizan los valores. Pero para poder creerles a los mercados es preciso ser, fundamentalmente, muy ignorante. ?Por qu¨¦ digo esto? Si vos mir¨¢s la deuda p¨²blica soberana del conjunto de los pa¨ªses de este mundo y sum¨¢s ese valor, y sum¨¢s los productos brutos, el ingreso de esos mismos pa¨ªses, vas a ver un fen¨®meno por lo menos muy curioso que no registran los mercados: que la deuda soberana es cuatro veces mayor a la producci¨®n anual de riqueza del planeta Tierra. Entonces, la pregunta es: ?c¨®mo puede ser que se deba cuatro veces lo que existe?
Los economistas tienen un modo muy divertido y encantador de explicar lo que no explican y que consiste en decir que eso es capital ficticio. Entonces, la pregunta se traslada: ?qu¨¦ es el capital ficticio? Porque convengamos en que, cuando yo digo que esto es una ficci¨®n, sabemos que no rige el estatuto de la verdad.
Los mercados te muestran simplemente una aspecto, que es la compra y la venta de un bien, y parten de la presuposici¨®n de que ese precio es el precio justo. Pero esto surge de transformar en abstractas y en igualdades cuestiones que de ninguna manera son iguales entre s¨ª. Por ejemplo, a nadie se le ocurre que un se?or que vende su fuerza de trabajo es igual al capitalista que se la compra. Porque ah¨ª estamos frente a lo que Marx llamaba ¡°la libertad de morirse de hambre¡±. Esa es la libertad de los mercados: la de que te pod¨¦s morir democr¨¢tica y libremente de hambre, de coronavirus o de cualquier otra maldita peste. La primer cuesti¨®n, cuando decimos ¡°los mercados¡±, es que estamos hablando de procesos que ignoramos, cuya profundidad desconocemos, que no nos proponemos averiguar y que simplemente estamos formulando una respuesta que vale tanto como el abracadabra.
P. ?Qu¨¦ significan entonces las crisis de los mercados?
R. ?Qu¨¦ es una crisis en t¨¦rminos de mercado? Una ruptura de un conjunto de determinados equilibrios. ?Cu¨¢l es ese equilibrio? Pues bien, que el gasto p¨²blico est¨¦ por encima de las posibilidades de esa determinada sociedad. Por lo tanto, en aceptaci¨®n al dictamen de los mercados, la Uni¨®n Europea, por ejemplo, tiene reglas extremadamente duras sobre cu¨¢l debe ser el comportamiento de cada uno de sus Estados nacionales miembro respecto del gasto p¨²blico. Ahora, ese gasto p¨²blico tiene algunas curiosidades inenarrables. La primera curiosidad es que en 2010, la deuda de los pa¨ªses respecto del gasto era de la mitad. Esto es: deb¨ªan la mitad de lo que produc¨ªan. Uno puede decir que est¨¢ bien, que est¨¢ mal, pero todav¨ªa no es ficci¨®n literaria pura. No estamos frente a una esquizofrenia. Estamos frente a algo que se comporta seg¨²n patrones convenidos previamente. Pues bien, entre el 2010 y el 2020, ?viste esa transformaci¨®n de 0,5 a 4,2? [la deuda soberana de los pa¨ªses pas¨® de ser la mitad a ser cuatro veces lo que produc¨ªan]. Lo que vos ves es una fenomenal transferencia de ingresos de los sectores productivos al sistema financiero internacional. ?Esta es la primera vez que lo ves? No, de ninguna manera. Esto es una pol¨ªtica constante.
Si vos mir¨¢s la crisis de 2008 en los Estados Unidos, ves que un conjunto de bancos quiebran. ?Por qu¨¦ quiebran? Porque hicieron pr¨¦stamos chatarra, acumularon los pr¨¦stamos chatarra, emitieron t¨ªtulos sobre los pr¨¦stamos chatarra, no ten¨ªan ninguna clase de control, prestaban a cualquiera de cualquier modo, hac¨ªan diferencias siderales hasta que, por supuesto, la bola de nieve... pas¨® lo que ten¨ªa que pasar; es decir, se cay¨® a pique. El dislate consiste en que el valor de mercado no tiene nada que ver con el de la producci¨®n de bienes reales, porque el mercado no registra la producci¨®n de bienes reales en rigor de verdad, sino las operaciones y los flujos financieros.
?Cu¨¢l es el sentido de esos flujos financieros? Pues bien, como los bancos hicieron lo que hicieron, quebraron. En el momento en que quiebran los bancos descubrimos qu¨¦ es el mercado: el mercado es la incapacidad de autorregularse; porque si la l¨®gica del mercado funciona librada a su propio modo de operar, lo que sucede es que el mercado y las sociedades reguladas de este modo se van al mism¨ªsimo carajo. ?Qu¨¦ hace el Gobierno de los Estados Unidos, que tiene una cierta comprensi¨®n fan¨¢tica de algunos principios econ¨®micos, pero que no se suicida tan sencillamente? Establece una inyecci¨®n de 750.000 millones de millones de fondos p¨²blicos para rescatar a los bancos. ?Qu¨¦ nos ense?a la econom¨ªa de mercado? Que si yo pongo la plata, yo soy el due?o. Ustedes, muchachos, quebraron, entonces los bancos son p¨²blicos, son de aquellos que pagamos los impuestos. Pero no, los mercados practican el socialismo al rev¨¦s: las p¨¦rdidas son de todos, las ganancias son de los mercados; es decir, del sistema financiero internacional.
Entonces, cuando hablamos de los mercados no hablamos de ninguna otra cosa que del sistema financiero internacional. Y cuando hablamos del coronavirus, de lo que hablamos es del efecto que una gram¨¢tica mercantil que se extiende sobre todo, produce como efecto destructivo sobre todo. Yo no soy un infect¨®logo, no soy m¨¦dico y no pretendo dar lecciones de aquello que ignoro, ni mucho menos. No s¨¦ c¨®mo se combate espec¨ªficamente esta pandemia, pero s¨¦ como se combate el sistema y la l¨®gica de las pandemias. Es decir: si los mercados siguen regulando la producci¨®n, y el planeta Tierra se explota como una especie de granja sin l¨ªmites, donde el ¨²nico concepto de los mercados, que es la rentabilidad, puede destruir todo, incluido el mercado, lo van a hacer. Sin ninguna duda. Entonces, zafemos o no zafemos del coronavirus, la pregunta es qu¨¦ se hace con el virus del capitalismo. Ese es un virus altamente peligroso.
P. Cuando empezaron a colapsar los mercados, recuerdo haber visto varios posteos en redes sociales que dec¨ªan: de pronto estamos descubriendo que, al final, a la econom¨ªa la sosten¨ªan los cuerpos que trabajan. ?Esto es as¨ª o gran parte de las ganancias de los flujos de capital que vemos son simplemente ficticias? O sea, no se corresponden con¡
R. Se corresponden con las necesidades del capital, no con las necesidades de la actividad. Y las necesidades del capital tienen que ver con la rentabilidad. Y esto tiene una ecuaci¨®n matem¨¢tica enormemente sencilla. Tomemos el ejemplo de los autos de F¨®rmula 1. Cuando vos mir¨¢s los corredores de autos F¨®rmula 1, ves que la diferencia entre el primero y el ¨²ltimo son unas cent¨¦simas de segundo, un segundo. Entonces vos dec¨ªs: ?qu¨¦ relevancia tiene esto en andar en auto? Ninguna. Es decir: si tu auto tiene un pique de una fracci¨®n de segundo sobre 400 kil¨®metros respecto del m¨ªo y hace que tengas una ventaja de cuatro segundos en llegar. ?Qu¨¦ es lo que sucede con tu auto? ?Por qu¨¦ es mejor que el m¨ªo? ?Se puede usar ese auto? ?Vos pod¨¦s subirte al auto y usarlo en una carretera? No. Esta es la fantas¨ªa de los mercados y de la productividad infinita a cualquier precio.
La idea de tardar menos para hacer una cosa es importante si yo tardo 30 d¨ªas en llegar desde Madrid a Buenos Aires en barco; cuando yo voy en avi¨®n, la cosa cambia. Y si el avi¨®n, en lugar de ir a 900 kil¨®metros por hora, puede ir a 1.800 kil¨®metros por hora, est¨¢ bien. Pero hay un momento en que se constituye lo que se llama un l¨ªmite fisiol¨®gico; esto es: a esa velocidad los cuerpos se desintegran. Por lo tanto no es una velocidad ¨²til, no nos sirve, le sirve a otra cosa. La sociedad humana ha llegado a un punto donde la econom¨ªa de tiempo ha alcanzado, en muchos de sus elementos ¡ªno digo en todos¡ª, topes imposible de superar, por as¨ª decirlo. Vos f¨ªjate que esto hasta nos produce un efecto subjetivo. Una carta tardaba, en alguna ¨¦poca, cuando el correo funcionaba de verdad, seis d¨ªas, cinco d¨ªas en llegar de Buenos Aires a Londres. Ida y vuelta, 15 d¨ªas. Hoy, cuando yo tengo que esperar 15 segundos en la computadora para entrar a mi charla de Zoom con vos, digo: ¡°?Qu¨¦ lenta que est¨¢ esta m¨¢quina, carajo!¡±. Ahora, esta percepci¨®n es una percepci¨®n real. No es un disparate. Pero someter a esta percepci¨®n el conjunto de las decisiones de la existencia de un planeta s¨ª es un disparate. Este es el punto.
Tenemos estructuras de medici¨®n y evaluaci¨®n absolutamente arbitrarias. Y estamos acostumbrados a un ejercicio que destruye todas las especificidades. Ah¨ª vemos el final de esta l¨®gica, que es b¨¢sicamente una l¨®gica teol¨®gica. Una l¨®gica que no admite sino un Dios ¨²nico todopoderoso. Hemos construido un Dios ¨²nico, todopoderoso, que es la gram¨¢tica mercantil y su altar son los mercados.
P. ?Cu¨¢l ha sido el comportamiento de los mercados en otros momentos cr¨ªticos de la historia reciente? M¨¢s all¨¢ de la crisis de 2008, ?ha habido momentos que hayan sido esenciales para transformar la relaci¨®n entre el capital y los Estados nacionales?
R. Sin duda. Cuando vos ves el fen¨®meno que arranca en 1890, que desemboca en la Primera Guerra Mundial, ves la ampliaci¨®n del mercado nacional como un mercado insuficiente. Viene la l¨®gica de esto que estamos planteando como l¨®gica de los mercados. ?Cu¨¢ndo es insuficiente el mercado nacional? Yo puedo decir que es insuficiente porque hay una sobreoferta. Esa es una lectura. La segunda lectura es que la demanda es demasiado pobre, es demasiado incapaz.
Cuando vos mir¨¢s al interior de los Estados nacionales y ves, por ejemplo, una comparaci¨®n entre Alemania y Francia, ves que Alemania, teniendo un mercado mucho m¨¢s grande que Francia ¡ªnum¨¦ricamente la poblaci¨®n alemana es casi dos veces la poblaci¨®n francesa¡ª al mismo tiempo tiene una demanda muy baja. ?Por qu¨¦? Porque las sociedades campesinas que no han hecho la revoluci¨®n democr¨¢tica son muy incapaces de comprar. En consecuencia, vos necesit¨¢s vender fuera lo que no pod¨¦s vender dentro. Esta necesidad de ampliaci¨®n de mercado se expresa como imperialismo geogr¨¢fico, como el imperialismo m¨¢s elemental y obvio. Y entonces ves en ese mismo per¨ªodo previo, entre 1860 y 1890, que Gran Breta?a quintuplica sus posesiones coloniales. Y se mastica, ni m¨¢s ni menos, que a la India. No estamos hablando de una peque?a cuesti¨®n, no estamos hablando de las Falklands [las Islas Malvinas], estamos hablando de la India, de un tama?o descomunal, con una sociedad que tiene varias decenas de veces la poblaci¨®n y la extensi¨®n de Gran Breta?a. Entonces nos damos cuenta de que estamos frente a un fen¨®meno de otro nivel.
Cuando vemos c¨®mo ingresa el mercado y el capitalismo en Jap¨®n, vemos que ingresa con las ca?oneras. Cuando vemos c¨®mo ingresa el capitalismo en China, vemos que ingresa con una guerra de opio. Cuando vemos c¨®mo se ampl¨ªa el mercado mundial, vemos exactamente mecanismos pol¨ªtico-militares relativamente atroces. Este ajuste es permanente y para cada ciclo ten¨¦s nuevos ajustes. Porque no es que vos ingresaste al mercado mundial en 1848 y por lo tanto, en la crisis posterior de 1946, te va bien. En 1848 Gran Breta?a hegemonizaba el mercado mundial. En 1946, Gran Breta?a era la gran perdedora del mercado mundial. Termina endeudada con los Estados Unidos y, de la potencia colonial imperial que era, tiene que retroceder, perder la India, perder su lugar, poner fin al imperio de la reina Victoria. Entonces no hay ninguna duda de que hay una relaci¨®n directa entre una cosa y la otra. Lo que tenemos que tener muy, muy en claro, es que esta relaci¨®n no es amable.
Cuando Marx escribe ¡°hay un adentro y un afuera del mercado mundial¡±, el afuera del mercado mundial es todav¨ªa m¨¢s grande que el mercado mundial. Con la ca¨ªda del Muro de Berl¨ªn y la implosi¨®n de la Uni¨®n Sovi¨¦tica, el mercado mundial y el planeta Tierra se han vuelto lo mismo. Tenemos un dominio globalizado que no tiene ninguna forma de control democr¨¢tico. ?Qui¨¦n elige al presidente del Fondo Monetario Internacional, al presidente del Banco Mundial, al conjunto de sistemas que en rigor son los que gobiernan y deciden en ¨²ltima instancia?
Hemos visto c¨®mo el mercado mundial cambiaba al primer ministro de Italia, al primer ministro de Grecia. Hemos visto cuestiones que, con los est¨¢ndares que us¨¢bamos para caracterizar los golpes de Estado en Am¨¦rica Latina, se llamaban golpe de Estado. Sin embargo, nadie se inmut¨® demasiado. Nadie crey¨® que esto era particularmente grave. Nadie se plantea que el problema... el problema sigue siendo cu¨¢l es el d¨¦ficit, el d¨¦ficit fiscal es lo que nos quita el sue?o, porque esto es lo que pone nervioso a los mercados. ?Y qu¨¦ es, en definitiva? Lo que te est¨¢ diciendo es que lo ¨²nico que se propone es garantizar que pagues lo que debes, no que clausures la deuda. Est¨¢n planteando una transferencia sist¨¦mica de bienes, permanente, que no tiene modo de ser soportada por esa estructura sin derrumbarse.
En Marx, la noci¨®n de competencia y la noci¨®n de crisis son pr¨¢cticamente iguales. La competencia entre capitales supone, obviamente, la derrota de los m¨¢s d¨¦biles, la reconcentraci¨®n y la crisis como modo de saldar esta actividad. Lo que tenemos que entender es que el volumen, la importancia, la intensidad y la calidad de todo esto ha llegado a un punto en que, desde la bomba at¨®mica para ac¨¢, militarmente, y ahora financieramente, somos capaces de poner fin a la existencia de la vida en el planeta Tierra. Esta es la novedad que los diarios no ponen en tapa.
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