Y la conciliaci¨®n vol¨® por los aires
El virus obliga a 4,5 millones de familias con ni?os peque?os a una sobrecarga que se suma a un problema cr¨®nico. Expertos y afectados reclaman ayudas urgentes
¡°Enlazamos una cosa con otra. Todo mezclado y todo mal: teletrabajo, teleeducaci¨®n, la comida, la casa, los ni?os, y ya toca irse a dormir. No tenemos tiempo de nada, ni para salir con los cr¨ªos ni para nosotros¡±. Este es el d¨ªa a d¨ªa de Francisco Reinaldo. ?l y su esposa, Olga P¨¦rez, desempe?an cuatro trabajos: profesores, padres de mellizos de ocho a?os, inform¨¢ticos a distancia y organizadores dom¨¦sticos. Ella se conecta por la ma?ana en el sal¨®n, con los ni?os. Pero no puede atenderlos. Focalizarse en su tarea es esencial: ¡°As¨ª, un d¨ªa tras otro, sintiendo que pasas de tus hijos, que neces...
¡°Enlazamos una cosa con otra. Todo mezclado y todo mal: teletrabajo, teleeducaci¨®n, la comida, la casa, los ni?os, y ya toca irse a dormir. No tenemos tiempo de nada, ni para salir con los cr¨ªos ni para nosotros¡±. Este es el d¨ªa a d¨ªa de Francisco Reinaldo. ?l y su esposa, Olga P¨¦rez, desempe?an cuatro trabajos: profesores, padres de mellizos de ocho a?os, inform¨¢ticos a distancia y organizadores dom¨¦sticos. Ella se conecta por la ma?ana en el sal¨®n, con los ni?os. Pero no puede atenderlos. Focalizarse en su tarea es esencial: ¡°As¨ª, un d¨ªa tras otro, sintiendo que pasas de tus hijos, que necesitan tu ayuda y no puedes d¨¢rsela¡ Que la casa es un desastre¡ No puedo con mi vida¡±. Como ellos, cuatro millones y medio de familias con ni?os menores de 14 a?os lidian con el caos dom¨¦stico rodeados de peque?os alterados por la encerrona del coronavirus. Sin abuelos, sin ayuda externa. Tras dos meses de confinamiento, esta situaci¨®n que se antoja insostenible ¡ªy que se suma en muchos casos a la penuria econ¨®mica¡ª amenaza con extenderse m¨¢s all¨¢ de la vuelta al cole.
Elisa, con dos ni?os, es profesora: ¡°Hasta tal punto no llego que el otro d¨ªa se me olvid¨® dar una de mis clases¡±. Eva Colera, sola con su beb¨¦ de 12 meses, se siente mala en todo. Aisha vive en un cuarto de un piso compartido con su hijo de 11 a?os. Comen gracias a los bonos para comida de Save The Children y la Fundaci¨®n Bancaria La Caixa y volver¨¢ al trabajo el lunes. No sabe qu¨¦ har¨¢ con ¨¦l. Las madres son aut¨¦nticas navajas suizas. Trabajan, limpian, ponen la lavadora ¡ªhasta aqu¨ª, lo de siempre, dedican a tareas no remuneradas el doble de tiempo que los hombres, 25 horas semanales¡ª y ahora se ponen la gorra de profesoras y cuidadoras en jefe. Una encuesta de Funcas lo confirma: durante el confinamiento emplean 3,6 horas al d¨ªa a apoyar a los hijos en los deberes y entretenerles. Los hombres, 2,4. Laura Baena, del Club de las Malasmadres, clama: ¡°Este no es pa¨ªs para madres ni para familias, que no han sido una prioridad en esta crisis. Se nos carga con la responsabilidad sin ofrecernos ninguna soluci¨®n, y al final acabaremos renunciando, y las que renunciamos siempre somos las mismas¡±. Empar Aguado, profesora de Sociolog¨ªa de la Universidad de Valencia, codirige una investigaci¨®n sobre estas circunstancias excepcionales: ¡°Las madres est¨¢n agotad¨ªsimas", dice, "la mayor¨ªa lleva el peso del seguimiento escolar de los hijos. Es habitual que, si tienen flexibilidad, trabajen de madrugada¡±.
Es el caso de la escritora Ana Bel¨¦n Nieto, que teclea hasta las cuatro de la ma?ana mientras sus tres peque?os duermen. Se apa?a a base de una rutina cuartelaria. Duerme hasta las 10. ¡°Mi marido deja hecho el desayuno antes de las 7, cuando se pone a teletrabajar, y los ni?os se autogestionan hasta que me levanto¡±. Estudia con ellos por la ma?ana y limpia por la tarde. El padre hace la comida. Aguado asegura que los hombres se han incorporado en parte al nuevo tinglado dom¨¦stico, ¡°pero ahora, pasado el tiempo, ellas tienen que estar record¨¢ndoles las tareas¡±. Espa?a ya era un pa¨ªs d¨¦bil en t¨¦rminos de conciliaci¨®n. M¨¢s de la mitad de los trabajadores no pod¨ªan flexibilizar su horario para cuidar de sus hijos y las mujeres interrump¨ªan su carrera laboral por ese motivo siete veces m¨¢s que los hombres, seg¨²n datos del INE. ¡°Cuando aumentan las necesidades de cuidado es la mujer la que deja los proyectos para coger la carga extra¡±, afirma Nieto. ¡°En esta crisis hemos perdido en tres meses los avances de diez a?os que hab¨ªamos hecho las mujeres. Y la brecha de g¨¦nero se puede agrandar indefinidamente si las instituciones no asumen la carga de cuidados¡±.
La investigadora del CSIC Mar¨ªa ?ngeles Dur¨¢n ha cuantificado el trabajo invisible, no remunerado, de los cuidados. En una situaci¨®n normal, las mujeres hacen un esfuerzo equivalente a 28 millones de empleos. Y eso con datos de hace una d¨¦cada. Entonces ese tipo de trabajo era un 30% m¨¢s alto que todo el mercado laboral anual ?Y ahora? ¡°Los hogares han contribuido a sostener a la econom¨ªa, produciendo bienes y servicios fuera del mercado mientras el Estado y las empresas interrump¨ªan la producci¨®n. Ese trabajo ha aumentado mucho, y se hace en peores condiciones¡±, asegura la soci¨®loga, ¡°pero me resulta dif¨ªcil ponerle una cifra, se reparte entre m¨¢s miembros, ha aumentado la participaci¨®n de los varones. No se trata tanto de la cantidad de trabajo como de las condiciones en que se realiza, que ahora son bastante peores, m¨¢s tensas y conflictivas¡±.
¡°Si esto se alarga un a?o m¨¢s, me pego un tiro. Me arrepentir¨ªa mucho de haberme quedado embarazada¡±, exclama Eva, que ha tenido que atender a sus alumnos con la ni?a en brazos. Est¨¢ al frente de uno de los 1,8 millones de hogares con un solo progenitor que hay en Espa?a, los m¨¢s vulnerables ahora. ¡°No puedo pasar m¨¢s tiempo as¨ª, es inasumible. Y no puedo arriesgar mi trabajo por estar a mil cosas¡±, se exaspera Francisco, ¡°contratar¨ªamos a un profesor que se quede con los ni?os¡± Tambi¨¦n los peque?os acusan la situaci¨®n. Ana, la hija de cuatro a?os de Susana Herreras, ha vuelto a tartamudear. ¡°No para de llorar, de decir que no quiere hacer m¨¢s deberes. La profesora nos ha propuesto ?que los hagamos en verano!¡±.
En el verano puede continuar la pesadilla. O no. Campamento es la palabra m¨¢gica de la conciliaci¨®n. En algunas comunidades, como Catalu?a, ya han abierto el plazo de inscripci¨®n de los Casals, las colonias de verano, y trabajan en protocolos de seguridad. Los campamentos privados, que acogen a cerca de cuatro millones de ni?os, pretenden abrir si se lo permite el Gobierno. Contemplan recintos aislados, con extrema higiene y sin tiendas de campa?a. Prescindir¨¢n de excursiones a lugares concurridos.
?Qu¨¦ soluciones hay para escapar a este infierno dom¨¦stico? Una apelaci¨®n al Estado, de los sufridos padres y de los expertos. El economista y consultor Jos¨¦ Mois¨¦s Mart¨ªn Carretero asegura: ¡°El sistema est¨¢ pensado para darnos derechos en el espacio p¨²blico. Si este se tiene que cerrar, permanecer en las casas no tendr¨ªa que ser ¨®bice para obtener la misma protecci¨®n. Si el colegio no se abre, este tendr¨¢ que acercarse a casa. Y deber¨ªa existir un ERTE de cuidados, si tienes que pasar de trabajar 40 horas a la semana a 20 porque los hijos est¨¢n encerrados contigo, deber¨ªas tener derecho a una ayuda p¨²blica¡±.
La profesora Aguado coincide. El Estado, cree, deber¨ªa apoyar a las empresas para que redujeran las jornadas de sus empleados sin rebajarles el sueldo. Esa es una de las medidas del manifiesto que prepara la plataforma Malasmadres con otras entidades. Piden tambi¨¦n regular el teletrabajo (antes del confinamiento, dicen, apenas el 18% de las madres teletrabajaba), flexibilidad horaria por imperativo legal ¡ªuna aspiraci¨®n com¨²n entre los progenitores entrevistados¡ª y ayudas econ¨®micas para quienes no puedan realizar sus tareas a distancia. ¡°Ya hay madres que tienen que dejar a sus hijos solos o con los abuelos para ir a trabajar¡±, dice Baena, ¡°el Gobierno debe legislar un plan de medidas de conciliaci¨®n urgente¡±. Ahora, en el escenario del estado de alarma, se puede pedir a las empresas cambio de turno o reducci¨®n de jornada. Pero con la consiguiente p¨¦rdida de salario.
Septiembre se vislumbra como otro nubarr¨®n. La vuelta al colegio ser¨¢ previsiblemente semipresencial y los hogares se tornar¨¢n aulas algunas horas o d¨ªas regentados por los padres-orquesta. Sin ordenadores para todos. O sin conexi¨®n a Internet para el 10% de los escolares. El distanciamiento ¡ª15 alumnos por clase¡ª y el desdoblamiento virtual implicar¨¢ m¨¢s dinero. Para los colegios y para las familias. Estas reclaman, de nuevo, ayuda. ¡°Que al menos me pueda desgravar el coste del profesor para mis hijos¡±, pide Francisco, el padre inform¨¢tico, ¡°o que la administraci¨®n d¨¦ ayudas para pagarlo¡±. Comisiones Obreras, el sindicato mayoritario en la ense?anza, trabaja en un informe de lo que costar¨ªa el nuevo curso. ¡°Ser¨ªan m¨¢s de 4.000 millones, sumando profesorado, su formaci¨®n, inversiones para atajar la brecha digital e infraestructuras¡±, desgrana Francisco Garc¨ªa, secretario de la Federaci¨®n de Ense?anza.
Adem¨¢s de dinero, se precisar¨¢n ideas. Alberto Cateura cuida a sus cuatro hijos ¡ªorganiza eventos ahora suspendidos¡ª mientras su mujer trabaja a distancia. ¡°Se tendr¨ªan que dar soluciones en el colegio, por ejemplo, que se llevaran a la mitad de los alumnos de excursi¨®n o a hacer deporte¡±. Camilo Jan¨¦, de la asociaci¨®n de padres FAPA de la ense?anza p¨²blica, cree que ¡°habr¨¢ que buscar otros espacios fuera de los centros educativos¡±. Y apoyo por barrios con mediadores escolares, sugiere el economista.
Las familias, de momento, no tienen nada en la mano. Educaci¨®n trabaja en un plan que presentar¨¢ a las comunidades para la vuelta al colegio del que no ha dado detalles.
Mientras, los padres ya no saben qu¨¦ herramienta sacar. Una mujer le dijo a la investigadora Empar Aguado en una entrevista:
¡ªLos estudios de mis hijos est¨¢n saliendo a precio de madre.
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