¡°Estamos viviendo la misma tormenta desde diferente barco¡±
Dos m¨¦dicos del hospital privado ABC en la capital mexicana, de los primeros en observar el incremento de casos de la covid-19, cuentan lo que viven sus compa?eros estos d¨ªas en los centros p¨²blicos: ¡°All¨¢ tienen condiciones de guerra¡±
Cuando la pandemia en la mayor parte de M¨¦xico solo se ve¨ªa en las noticias, en los hospitales colapsados de Italia o Espa?a, en los vuelos cancelados que interrump¨ªan las vacaciones de los m¨¢s adinerados, en el hospital privado ABC Observatorio de Santa Fe ¡ªel coraz¨®n financiero y residencia de la clase alta de la capital¡ª comenzaba a cundir el p¨¢nico. Todo aquel con un seguro m¨¦dico, que solo una peque?a proporci¨®n del pa¨ªs se puede permitir, acudi¨® con terror para hacerse una prueba pagada de covid-19 (de unos 150 a 200 d¨®lares) por un dolor de cabeza sospechoso, por un vecino que hab¨ªa viajado en los ¨²ltimos meses, porque regresaban de esquiar de las pistas de Vail (Colorado, Estados Unidos) donde se hab¨ªan reunido en cenas o fiestas con otras decenas de casos posiblemente contagiados. Y porque pod¨ªan.
Mientras el resto de la capital mexicana hac¨ªa vida normal a finales de febrero y principios de marzo, solo hab¨ªa un rinc¨®n donde la epidemia se hab¨ªa colado hasta ese momento: los barrios ricos. Seg¨²n los datos del avance del coronavirus en la capital, el virus lleg¨® por las delegaciones del suroeste y oeste, en Cuajimalpa y Miguel Hidalgo ¡ªque incluyen exclusivos barrios residenciales de Santa Fe y Polanco¡ª, para despu¨¦s extenderse con mucha m¨¢s letalidad entre las clases populares, en la otra punta de la ciudad: en el sureste. La zona con m¨¢s contagios detectados hasta la fecha.
¡°Todos los pacientes que llegaban en ese momento hab¨ªan comenzado a somatizar por todo lo que o¨ªan en las noticias. Cuando un paciente paga por un servicio se siente con el derecho de exigir. Pero incluso en ese momento tuvimos que poner limitantes, como por ejemplo, no hac¨ªamos la prueba sin receta m¨¦dica, para la cual se necesitaba un cuadro de s¨ªntomas muy sospechosos, que hubiera viajado al extranjero o que hubiera estado en contacto directo con un paciente contagiado¡±, explica desde el otro lado del tel¨¦fono el m¨¦dico internista del hospital privado ABC, Eduardo Fern¨¢ndez. Una compa?era del mismo centro, anestesista, que prefiere no dar su nombre, recuerda que cuando cruzaba urgencias durante esos d¨ªas de principios de marzo era una ¡°locura¡±: ¡°Los pacientes llegaban y llegaban, que ten¨ªan fiebre, miedo, se gener¨® p¨¢nico. Vengo de viaje, dec¨ªan, me duele la garganta. Llegaban olas de pacientes buscando la prueba. Despu¨¦s de eso, determinaron que no se entrara al ¨¢rea de urgencias y mandaron el triage hacia atr¨¢s del hospital¡±.
En cualquier caso, la doctora se?ala: ¡°La verdad es que todos cre¨ªamos que iba a ser un caos rotundo. Pero ha sido todo tan genialmente arm¨®nico. Estamos llenos, pero controlado. Est¨¢, digamos en t¨¦rminos cl¨ªnicos: cr¨ªtico, pero manejable¡±. Unas semanas despu¨¦s de que decenas de pacientes acudieran al ABC a hacerse pruebas, en los hospitales p¨²blicos de la capital, la epidemia entraba con fuerza: ¡°Nos llegaban mensajes de Whatsapp de grupos de m¨¦dicos donde se?alaban que viv¨ªamos la misma tormenta, pero est¨¢bamos en diferente barco. Es una realidad dif¨ªcil, pero en los hospitales p¨²blicos ya trabajaban en condiciones de guerra¡±, a?ade la anestesista.
El internista Eduardo Fern¨¢ndez se contagi¨® de la covid-19 en el momento en el que la pandemia aceleraba su paso por el pa¨ªs. ?l hab¨ªa atendido en el hospital ABC a los primeros contagiados, muchos de ellos que hab¨ªan viajado al extranjero. Hace como un mes, comenz¨® con los s¨ªntomas. Adem¨¢s de los m¨¢s comunes, como la fiebre, Fern¨¢ndez recuerda un ¡°dolor ardoroso, esa sensaci¨®n en el pecho cada vez que respiras. Mentalmente sientes que no est¨¢s bien, te aturdes, te vuelves lento. Y obviamente te entra el miedo¡±, cuenta.
En su piel ha vivido los dos lados de la pandemia. El de sanitario y la v¨ªctima. Y para ambos casos sinti¨® algo similar: frustraci¨®n, impotencia. ¡°Llega un momento en el que sabes que no puedes hacer m¨¢s de lo que est¨¢s haciendo, que est¨¢ fuera de tu control. Haces lo que tienes que hacer, pero cruzas los dedos y esperas. A la suerte, o si crees en Dios, pues a Dios. Porque no est¨¢ en tus manos. Ves a gente morir que no estaba tan grave, mucho m¨¢s joven y sana que t¨²¡±, cuenta Fern¨¢ndez, de 42 a?os, que desde que enferm¨® no ha tratado a ning¨²n paciente directamente por precauci¨®n.
La realidad de la atenci¨®n en un hospital privado como el ABC de Santa Fe, pese a la gravedad de la enfermedad, ha sido muy distinta a la del resto de centros p¨²blicos del pa¨ªs. Las tasas de muertes por ingresos en estos hospitales son mucho m¨¢s bajas. Y a su vez, las condiciones de trabajo de los m¨¦dicos, enfermeros y personal sanitario, son, seg¨²n sus trabajadores, un caso privilegiado. ¡°S¨¦ que es uno de los hospitales donde les ha ido mejor con respecto a otros en el mundo. Sobre todo por la gente de terapia intensiva, hay m¨¢s recuperados. Adem¨¢s, entre nosotros no hubo desesperaci¨®n ni la sensaci¨®n de que nos ¨ªbamos a quedar sin protecci¨®n ni materiales. Hubo mucha coordinaci¨®n de personal para que no hiciera falta nada, por prepararse¡±, se?ala Fern¨¢ndez.
Las cifras les dan la raz¨®n: entre los pacientes que pasan por Unidades de Cuidados Intensivos en centros privados, de PEMEX o de Sedena y Semar (clase media-alta), el ratio de muertes es del 29,5%. Esta cifra sube hasta el 44% para quienes entraron al registro por IMSS o ISSSTE (trabajadores asegurados en hospitales p¨²blicos), y alcanza el 55% entre los pacientes, en su mayor¨ªa pobres y trabajadores informales, que acuden a los hospitales de Gobierno en el resto de centros p¨²blicos.
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