¡°Esta casa siempre fue de familia. Ahora quedamos los dos que no nos podemos valer¡±
Retratos de la pandemia en Am¨¦rica
¡°Cuando oigo que los ancianos son los que m¨¢s sufren pienso en nosotros¡±
Martina Rodr¨ªguez naci¨® en Espa?a pero lleva 62 de sus 87 a?os en Venezuela. Desde Caracas, cuenta c¨®mo vive la pandemia en un pa¨ªs atravesado por la crisis y la soledad que deja la migraci¨®n.
Pienso que durante este a?o al menos no se va poder andar tranquilo, no creo que esto se controle. El primer caso se supo el 17 de noviembre y mira todo el mont¨®n de casos que hay desde entonces para ac¨¢, esa enfermedad est¨¢ regada como el fuego. Este a?o no va a haber posibilidades de movimiento de nada. Y cuando oigo decir que los ancianos y la gente que padece de tensi¨®n son los que m¨¢s sufren con la enfermedad, pienso que justo esos somos nosotros dos en esta casa. Yo s¨¦ que la vida ya la pasamos, pero claro que este virus me angustia mucho. Yo tengo cumplidos 87 a?os y Donato, mi esposo, tiene 92.
Estoy encerrada sin salir desde el 10 de marzo. Las compras me las hace una de mis hijas que sigue ac¨¢, Raida, o mi sobrina Heredia que vive cerca. Por ahora tengo bastantes provisiones en casa, las cosas de uso m¨¢s corriente las tengo. Lo que necesito es la fruta y los huevos, pero con el precio malo que agarraron los huevos no se sabe. Heredia est¨¢ a dos cuadras de casa y viene cuando yo la llamo, como anoche que me dieron unos mareos. Raida est¨¢ m¨¢s lejos. Solo ha podido venir una vez durante estos dos meses y hoy, que lleg¨® a pie, luego de una hora de caminata, porque no hay gasolina. Las medicinas nos las da todos los meses Espa?a Salud (una entidad financiada por el gobierno espa?ol que ofrece servicios m¨¦dicos a los emigrantes espa?oles de bajos recursos en Venezuela). Aqu¨ª en Venezuela ahora hay de todo, la dificultad es el dichoso dinero que no alcanza para nada. Heredia me compr¨® una mortadela de la m¨¢s barata y medio cart¨®n de huevos y eso fueron 750.000 bol¨ªvares (4 d¨®lares, casi todo el monto de su pensi¨®n). Parece cosa de loco. Recibo mi pensi¨®n y la de Donato y eso no da para nada. Imag¨ªnate las papas a 150.000 bol¨ªvares el kilo y ?qu¨¦ es un kilo de papas? Nada. Tambi¨¦n tenemos los bonos que da el Estado. S¨ª, estamos mantenidos. Pero inmediatamente llega el dinero, hay que ir y comprar lo que se necesite porque al d¨ªa siguiente est¨¢ m¨¢s caro.
Cuando paso por el espejo digo: ¡°Mi madre, ?qui¨¦n es esa vieja?¡±. Ya tengo dos cent¨ªmetros de pelo blanco como una servilleta. Con este encierro lo tengo en un descuido, porque antes Heredia ven¨ªa a pint¨¢rmelo. Esa es otra cosa que me falta en estos d¨ªas.
Nac¨ª en La Palma, que es como la isla de Margarita pero m¨¢s alta, pero escog¨ª Venezuela para vivir. Mi tierra es esta. Llegu¨¦ el 17 de febrero de 1958. El dinero ac¨¢ ten¨ªa un valor tan grande cuando yo vine. Las noticias que llegaban de este pa¨ªs eran que todo el mundo quer¨ªa vivir aqu¨ª. El padre de Donato se vino en uno de esos barcos ilegales, el Nuevo Teide. Nosotros est¨¢bamos casados y ten¨ªamos el proyecto de hacer familia; ¨¦l se vino antes y cuando yo llegu¨¦ ya hab¨ªa ca¨ªdo Marcos P¨¦rez Jim¨¦nez y en el centro de Caracas, donde vivimos, eso era un revoltillo de marchas y manifestaciones para celebrar la democracia. Todo eso era desconocido para m¨ª. A m¨ª Venezuela me gust¨® tanto porque ven¨ªa de aquellos campos y aquella pobreza. Aqu¨ª es donde yo me siento bien. Como viv¨ª la escasez extrema de la guerra en Espa?a, para m¨ª las cosas no son tan dif¨ªciles aqu¨ª, que antes ten¨ªamos agua y ahora nos las ponen dos veces al d¨ªa, por ejemplo. El que tiene una larga vida puede estar mal dos veces.
En este apartamento llegamos a vivir hasta 11 personas. Aqu¨ª se criaron los cinco ni?os de mi hija mayor, el padre y la madre, mis otras dos hijas, nosotros y tambi¨¦n criamos a Heredia. Hace a?os tej¨ª un portaretratos con hoja de palma en donde los tengo a todos, a los que tuve y a los que todav¨ªa tengo.
Ahora estoy como un pajarito en una jaula. Tuve gallinas y ya no las pude atender m¨¢s, porque la comida de ellas tampoco se puede comprar de lo caro que est¨¢ todo. A m¨ª no me gusta la soledad. Siempre viv¨ª con mucha gente. Y esta casa siempre fue de familia. Ahora quedamos los dos que no nos podemos valer. Los dem¨¢s, hija, nietas y bisnietas, volaron en los ¨²ltimos a?os buscando estar mejor. Pero ahora mismo est¨¢n en apuros all¨¢ en Espa?a. Con la crisis del virus nada m¨¢s qued¨® con trabajo mi nieta mayor. No nos hablamos todos los d¨ªas. Pero ellas compran una tarjeta y me llaman. Cuando vienen Raida o Heredia, que tienen los tel¨¦fonos modernos, s¨ª nos comunicamos mejor.
De la gripe espa?ola nunca o¨ª hablar en las islas. No s¨¦ si la frecuencia de ir y venir a la pen¨ªnsula no era tanta, que solo iban los que ten¨ªan que cumplir el servicio militar. Pero no hab¨ªa escuchado nada as¨ª hasta ahora. Est¨¢bamos aislados de alguna manera. Ahora veo las noticias de Espa?a y eso ha sido una desgracia con este virus. Creo que la experiencia previa en otros pa¨ªses, ese sobresalto, ha permitido que ac¨¢ en Venezuela esto no sea una calamidad todav¨ªa. No digo yo que 10 muertos sea poco, porque hay a quien les duelen. El ¨²ltimo fue un vecino de Raida, por cierto. Alguien la llam¨® para decirle que estaban dos personas vestidas de astronautas en el edificio. Hab¨ªa dos contagiados. El hijo se salv¨® y el padre se muri¨®. Raida se puso angustiada y miedosa con eso, pero comparado con los dem¨¢s pa¨ªses, ac¨¢ no ha sido tan fuerte. Creo que la mayor¨ªa se lo ha tomado en serio tanto que uno abre la puerta del apartamento y es como si no viviera nadie en este edificio.
Uno est¨¢ miedoso de este peligro que hay con el virus. Es una cosa que ni la ves venir y que trae una mortandad en todo el mundo. No conozco a nadie con el virus, pero s¨¦ que de Santa Cruz de La Palma se llevaron a unos ancianos de una casa hogar de turismo a Madrid y parece que regresaron todos contaminados y se murieron no s¨¦ cu¨¢ntos. Nayibe, una de mis nietas que est¨¢ all¨¢, me cuenta que all¨¢ ve que la gente va con descuido, que no est¨¢n conscientes del peligro que esto implica.
Coser es lo que m¨¢s me hace falta ahora y lo que me entretiene con mi duelo. Van cuatro meses de que se me muri¨® la ni?a. Raquelita, la gemela de Raida, naci¨® con un fuerte retraso mental, nunca habl¨® ni comi¨® por s¨ª misma, aunque s¨ª lleg¨® a caminar. Cumpli¨® los 55 a?os y amaneci¨® muerta el D¨ªa de Reyes. Reconozco que cuando naci¨® fui d¨¦bil, hasta que un d¨ªa reaccione. La vida nos cambi¨® para siempre. Tenemos que hacer los ajustes que tengamos que hacer, con lo bueno y con lo malo. Tenemos que renunciar a todo lo que no podamos hacer sin queja y sin lamentos. Le dije a Donato que a donde no pudi¨¦ramos ir con la ni?a no ¨ªbamos y punto. Yo solo le ped¨ªa a Dios que me diera vida para cuidarla yo siempre, porque aquello era solo para una madre. Y as¨ª fue. Esa ni?a era una prolongaci¨®n de m¨ª misma. Ahora pienso que me tiene que doler m¨¢s lo que la vi sufrir que su muerte.
A una de las m¨¢quinas de coser se le rompi¨® la correa. Ahora est¨¢ todo cerrado y no puedo reponerla. Al menos pude hacer tapabocas para todos. Cos¨ª como veinte, dos para cada uno y hasta para un muchacho del edificio donde vive mi hija. Todav¨ªa me quedan, puedes llevarte uno si te hace falta. No he podido coser m¨¢s porque me toca subir al segundo piso, al taller donde tuve la f¨¢brica de gorras y est¨¢n guardados todos los materiales. Pero me da miedo dejar a Donato solo, ¨¦l ya no est¨¢ bueno. Parado est¨¢ muy poco, todo es la cama y la cama. Le digo que salga a la terraza para que oiga el bullicio de la calle, pero dice que quiere estar todo el tiempo en cama.
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