¡°Nos encontramos con gente que tem¨ªa ser estigmatizada por pedir ayuda¡±
Retratos de la pandemia en Am¨¦rica
¡°Tener hambre no es un delito¡±
Daniela Cortez Ramos, de 22 a?os, es miembro de la organizaci¨®n Whipala, un colectivo juvenil que ha emprendido una campa?a de ayuda a las familias afectadas econ¨®micamente por la cuarentena en La Paz (Bolivia).
En cuanto comenz¨® la cuarentena en Bolivia, con otros j¨®venes pusimos en marcha el proyecto Tener Hambre no es un Delito. Recolectamos alimentos, medicamentos y tambi¨¦n tenemos un ala de ayuda a los animales callejeros. Somos j¨®venes organizados a causa de la crisis pol¨ªtica que sigui¨® a la ca¨ªda del presidente Evo Morales el a?o pasado para luchar contra la discriminaci¨®n de los m¨¢s pobres. Muchos de nosotros vivimos en zonas marginales. Entonces, empezamos por nuestros barrios.
Encontramos muchas familias con muchas necesidades. Nos toc¨®, en muchos casos, ir hasta donde ellas, conocerlas¡ En Bolivia, el 70% de la poblaci¨®n trabaja por cuenta propia, es decir, sus ganancias dependen del trabajo que realizan cada d¨ªa. La cuarentena empobreci¨® a mucha gente. No solo hablamos de la gente que viv¨ªa vendiendo comida o dulces en las esquinas, tambi¨¦n de los artesanos. Por ejemplo, un tapicero ya no tiene ning¨²n ingreso; un carpintero, tampoco. Muchos de estos trabajadores hab¨ªan sacado cr¨¦ditos para mejorar sus negocios, peque?os e informales, que hoy est¨¢n cerrados, mientras que las deudas siguen ah¨ª. La mayor¨ªa vive en alquiler. Los pocos ahorros que ten¨ªan los destinaron a comprar comida.
Nos encontramos tambi¨¦n con gente que sent¨ªa verg¨¹enza, que tem¨ªa ser estigmatizada por pedir ayuda. Siempre hab¨ªa ganado su propio dinero y de pronto ya no pod¨ªa. Ahora mismo estas familias no logran llevar un plato de comida a su casa. El hambre no espera. Sus hijos no pueden esperar que todo se estabilice para comer. Adem¨¢s, al igual que todos, estas personas est¨¢n muy preocupadas por la poscuarentena: ellas gastaron el capital de sus negocios en comida, entonces ?c¨®mo se van a recuperar?
Tengo un compa?ero del colectivo, muy activo con el proyecto, que siempre ayuda con lo que puede, ya sea con medio kilo de az¨²car, con un poquito de arroz, con cualquier cosa¡ Me enter¨¦ de que su familia estaba muy necesitada de ayuda; entonces fui a su casa y en efecto se trataba de una familia con escasos recursos. Fue muy conmovedor saber que existen personas que a pesar de la situaci¨®n extrema en la que viven piensan que pueden existir otros en peor situaci¨®n y que, a¨²n siendo pobres, dan lo que tienen. Me sorprendi¨® mucho ver que, a pesar de sus necesidades, esta familia no dej¨® nunca de ayudar a otras familias. Y no fue la ¨²nica experiencia as¨ª. Lo que vi me ense?¨® que la solidaridad no es dar lo que te sobra. Se trata de una redistribuci¨®n. Es lo que nos han dejado nuestras culturas ancestrales: compartir es compartir todo lo que se tiene.
Hubo casos de personas que tuvieron que internarse por no haber comido en 10 d¨ªas. Hemos tenido hasta suicidios por hambre. Los montos de los bonos que ha dado el Gobierno oscilan entre 400 y 500 bolivianos [de 58 a 72 d¨®lares]. En muchos casos, este dinero se destina a pagar un mes de alquiler. Cuando no, igual no alcanza para alimentar a familias numerosas. ?C¨®mo 500 bolivianos les va alcanzar para comer 10 semanas! Tendr¨ªa que haber una ayuda m¨¢s integral a las familias vulnerables.
Muchas personas son criminalizadas por no cumplir la cuarentena, pero conozco casos en los que no han tenido otra alternativa. Salieron a vender sus productos en todas las ciudades, y fueron reprimidos y detenidos por las autoridades. Fueron estigmatizados y atacados por los medios de comunicaci¨®n y las redes sociales. El Gobierno aplic¨® ocho horas de arresto en celdas policiales y una multa de 1.000 bolivianos [145 d¨®lares]. ?Imag¨ªnate, el doble que cualquiera de los bonos! Esto precariz¨® a¨²n m¨¢s la econom¨ªa de estas personas.
Fue la represi¨®n a la gente que m¨¢s necesitaba lo que nos llev¨® a ponernos manos a la obra. Los que sufrimos alguna vez de hambre en carne propia, sabemos que sentirla no es un delito. Para m¨ª, esos que reprimen y estigmatizan nunca han pasado hambre, as¨ª que no entienden la situaci¨®n en la que se encuentran estas personas que se ponen en riesgo y salen a la calle. Nunca sintieron la impotencia de no tener un centavo para llevar un pan a sus hijos.
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