Las madres yanomamis suplican por los cuerpos de sus beb¨¦s en Brasil
La indignidad con la que se trata a los ind¨ªgenas en la pandemia de la covid-19 ha abierto un nuevo y atroz cap¨ªtulo en la violaci¨®n de los derechos de los pueblos originarios por parte del Estado brasile?o
Tres mujeres viven un horror para el que ser¨¢ necesario inventar un nombre. Son san?mas, un grupo de la etnia yanomami, y su pueblo, Auaris, se encuentra en lo que los blancos llaman Roraima, en la frontera entre Brasil y Venezuela. No entienden la idea de frontera, para ellas solo hay una tierra, en la que no hay vallas. No hablan portugu¨¦s, hablan su idioma. En mayo, estas mujeres y sus beb¨¦s fueron trasladados a Boa Vista, la capital de Roraima, con s¨ªntomas de neumon¨ªa. En los hospitales, los ni?os se habr¨ªan contagiado de la covid-19. Y murieron. Sus peque?os cuerpos desaparecieron, posiblemente fueron enterrados en el cementerio de la ciudad. Dos de las madres tienen la enfermedad, est¨¢n amontonadas en la Casa de Salud Ind¨ªgena, abarrotada de infectados. All¨ª, corro¨ªdas por el virus, suplican por sus beb¨¦s.
Con la ayuda de varias personas, una de ellas logr¨® enviarme un mensaje, grabado en san?ma, en el que cuenta lo que vive. Y dice: ¡°Sufr¨ª por tener este ni?o. Y estoy sufriendo. Mi gente est¨¢ sufriendo. Necesito llevar el cuerpo de mi hijo a la aldea. No puedo volver sin el cuerpo de mi hijo¡±. Escucho el mensaje antes de la traducci¨®n. No entiendo las palabras. Pero comprendo el horror. El lenguaje universal de quien est¨¢ siendo arrancada del mundo de los humanos.
Ser arrancada de una aldea en el interior de la selva amaz¨®nica porque tu hijo tiene s¨ªntomas de una enfermedad, neumon¨ªa, transmitida por los primeros blancos que diezmaron la poblaci¨®n yanomami el siglo pasado, es violencia. Pasar de ese mundo al espacio de un hospital, un hospital abarrotado debido a la covid-19, es m¨¢s violencia. Que tu beb¨¦ se contagie de una segunda enfermedad, cuando estaba all¨ª para curarse de la primera, que todav¨ªa era una hip¨®tesis, es a¨²n m¨¢s violencia.
Y entonces ella pierde a su hijo. Cada una de ellas pierde a su hijo.
Las madres san?mas no entienden portugu¨¦s. Aunque Roraima es el Estado m¨¢s ind¨ªgena de Brasil y casi 200 yanomamis ya se han contagiado de coronavirus, no tiene traductores para esta poblaci¨®n. Nadie les explica nada. Las mujeres no entienden lo que dicen los blancos. Y los cuerpos de sus hijos desaparecen. Una de las l¨ªderes de la comunidad, que entiende portugu¨¦s, explica que los tres beb¨¦s pueden haber sido enterrados en el cementerio. Pero no est¨¢n seguros. Nadie les asegura nada, ni a ellas ni a las l¨ªderes.
El fiscal federal de Boa Vista, Alisson Marugal, envi¨® un oficio al Distrito Sanitario Especial Ind¨ªgena Yanomami para obtener informaci¨®n sobre el paradero de los cuerpos de los beb¨¦s. ¡°La situaci¨®n es muy complicada, especialmente con respecto a la poblaci¨®n yanomami. Hemos tenido cuatro muertes oficiales y, en todas ellas, hemos tenido problemas. El primer caso fue el de un adolescente de 15 a?os. No nos atendieron bien, nos daban poca informaci¨®n o contradictoria, y tambi¨¦n estamos investigando si hubo falta de asistencia m¨¦dica¡±, afirma. ¡°El caso de los beb¨¦s san?mas se est¨¢ empezando a investigar ahora. No sabemos si se diagnostic¨® covid-19 y, de ser as¨ª, qu¨¦ protocolo se aplic¨® y d¨®nde fue el entierro¡±.
Marugal asumi¨® el cargo en plena pandemia, dice que est¨¢ trabajando de lunes a lunes para enfrentar un escenario que presenta grandes desaf¨ªos. ¡°No descarto la posibilidad de presentar, en el futuro, una acci¨®n civil p¨²blica pidiendo da?os morales, no solo para los padres, sino para toda la etnia yanomami¡±, afirma.
Enterrar el cuerpo de un yanomami es arrancarlo del mundo de los humanos
La cantidad de violencia contenida en esta serie de actos infligidos a las mujeres san?mas es enorme, incluso para los est¨¢ndares del Estado brasile?o, un hist¨®rico agente de agresiones contra los pueblos ind¨ªgenas. Pero la violencia va mucho m¨¢s all¨¢. Porque si, para un blanco, el dolor es lo que viven muchas familias en esta pandemia ¡ªsin poder despedirse de sus seres queridos, sin poder enterrarlos debidamente por el protocolo de bioseguridad¡ª, para una mujer yanomami, para un hombre yanomami, enterrar a uno de los suyos es incomprensible e inaceptable.
Los yanomamis no se entierran. Nunca, en ninguna circunstancia, se entierra un cuerpo. Los cuerpos se incineran y se celebra un largo ritual para que el muerto pueda morir para s¨ª mismo y para la comunidad. Los yanomamis no son individuos, como lo es un blanco que vive en Brasil, M¨¦xico o Espa?a. Un yanomami se entiende como parte de una comunidad y se entrelaza con varias dimensiones de mundos visibles e invisibles en relaciones mediadas por chamanes. Los rituales de muerte deben seguirse con pelos y se?ales y tardan meses, e incluso a?os, en completarse. Varias aldeas acuden a la comunidad del muerto para participar en la cremaci¨®n, en un primer momento. Luego, las cenizas se guardan.
Meses despu¨¦s se celebra la segunda parte, cuando vuelven los visitantes. El muerto se recuerda por sus hechos, sus rencillas, todas las marcas importantes de su trayectoria. Se recuerda para poder ser olvidado, para que sus marcas se borren y la comunidad pueda seguir adelante. En el ¨²ltimo acto, las cenizas de los muertos se mezclan en gachas de pl¨¢tano para que el que muri¨® se disipe en el cuerpo de todos.
El ritual hace que el recuerdo del muerto tambi¨¦n muera, para que los vivos puedan vivir. Si el ritual no se lleva a cabo, el muerto no puede ser olvidado ni se dejar¨¢ olvidar, lo que causa un gran da?o a sus familiares y a toda la comunidad. El ritual de muerte yanomami es extremadamente complejo y sabio en su simbolog¨ªa. El rito es colectivo y tambi¨¦n es un momento para establecer relaciones sociopol¨ªticas e incluso amorosas. Al final, solo hay un muerto, el que muri¨® ¡ªy no los vivos que siguen muertos porque no pudieron hacer el luto, como sucede tan a menudo en el mundo de los blancos, que ya no tienen el tiempo ni el espacio para transmutar la falta en la ausencia de la que hablaba el poeta Carlos Drummond de Andrade¡ª.
Enterrar el cuerpo de un muerto es un horror absoluto para el pueblo yanomami. Es arrancarlo del mundo de los humanos. ¡°Para estas madres, saber que sus hijos est¨¢n enterrados en el cementerio de la ciudad es equivalente a que una mujer blanca tenga que vivir con la idea de que el cuerpo de su hijo ha sido arrojado y expuesto en una plaza p¨²blica¡±, dice S¨ªlvia Guimar?es, profesora de antropolog¨ªa de la Universidad de Brasilia, que estudia al pueblo san?ma hace muchos a?os. Es una de los 40 investigadores y simpatizantes de la Red de Apoyo a los Yanomamis y Ye¡¯kwanas, formada para enfrentar la invisibilidad del sufrimiento de los yanomamis durante la pandemia, por medio de la difusi¨®n de an¨¢lisis cualificados.
Sin un plan de emergencia, el 40% de los yanomamis pueden estar infectados
La Tierra Ind¨ªgena Yanomami cubre un ¨¢rea de aproximadamente 9,6 millones de hect¨¢reas en la frontera entre Brasil y Venezuela, en los Estados de Amazonas y Roraima. M¨¢s de 26.000 ind¨ªgenas est¨¢n esparcidos por m¨¢s de 300 aldeas. El subgrupo san?ma est¨¢ compuesto por 3.164 personas, seg¨²n datos de 2018 del Instituto Socioambiental. Algunos grupos viven voluntariamente aislados, lo que significa que prefieren no convivir con los blancos. Desde los primeros contactos, a partir de 1910, los yanomamis han sido diezmados por enfermedades, a las que llaman xawara, y tambi¨¦n por los disparos de los garimpeiros (buscadores de oro y diamantes), que invaden sus tierras.
Davi Kopenawa, el gran intelectual y l¨ªder yanomami, ha denunciado al mundo que su pueblo corre el riesgo de ser exterminado. Llama a los blancos ¡°el pueblo de las mercanc¨ªas¡±. Su hijo, Dario Kopenawa, de la Hutukara Asociaci¨®n Yanomami, lidera la campa?a ¡°?Fuera los garimpeiros! ?Fuera la covid!¡±. En plena pandemia, hay m¨¢s de 20.000 garimpeiros en la tierra de los yanomamis, considerados los m¨¢s vulnerables al coronavirus en la Amazonia. Un estudio realizado por la Universidad Federal de Minas Gerais, el Instituto Socioambiental y la Fundaci¨®n Oswaldo Cruz muestra que, si no se crea un plan de emergencia para evitar la transmisi¨®n entre los yanomamis, el 40% de la poblaci¨®n que vive en aldeas cercanas a las explotaciones mineras ilegales podr¨ªa contagiarse de la covid-19.
Seg¨²n el bolet¨ªn m¨¢s reciente de la Red de Apoyo a los Yanomamis y Ye¡¯kwanas, del 21 de junio, hay 168 contagiados y cinco muertos. La Casa de Salud Ind¨ªgena, donde llevan a los yanomamis, se ha convertido en uno de los principales focos de contagio. Seg¨²n la red de investigadores, m¨¢s de 80 ind¨ªgenas ya se han contagiado all¨ª, el 48% de los casos de la covid-19 detectados entre los yanomamis y los ye¡¯kwanas. Hay casos de pacientes yanomamis que fueron dados de alta de otras enfermedades y hac¨ªa m¨¢s de dos meses que esperaban para volver a la Tierra Ind¨ªgena. Acabaron contagi¨¢ndose de la covid-19 en la Casa de Salud Ind¨ªgena.
Desde que el primer adolescente yanomami, de 15 a?os, muri¨® por coronavirus, el 9 de abril, la desesperaci¨®n se ha multiplicado. V¨ªctimas de masacres de todo tipo perpetradas por los blancos, parec¨ªa imposible que hubiera alguna forma de violencia a¨²n desconocida. Pero siempre hay una. Los yanomamis comenzaron a ver c¨®mo desaparec¨ªan los cuerpos, las autoridades les daban explicaciones vagas sobre entierros que apenas pod¨ªan entender. ¡°Es una tremenda falta de respeto por nuestra cultura. Se est¨¢n enterrando los cuerpos sin que nadie explique nada, sin consultar a las familias, sin pedir permiso a las madres. Ellas no saben d¨®nde est¨¢n enterrados sus hijos. Yo, que soy su representante, no tengo ni idea de d¨®nde est¨¢n enterrados¡±, dice Dario Kopenawa. ¡°Queremos saber d¨®nde est¨¢n y cu¨¢ndo podremos desenterrar los cuerpos para llevarlos a la aldea, donde nacieron y crecieron, donde viven sus padres, sus t¨ªos, sus primos, donde el alma de los ni?os puede ser feliz. Entendemos la necesidad de que haya protocolos [de bioseguridad], pero necesitamos tener informaci¨®n y entender qu¨¦ va a suceder. Necesitamos saber cu¨¢ndo se nos devolver¨¢n los cuerpos. Queremos saber cu¨¢nto tiempo sobrevive el virus en el cuerpo. Si los infect¨®logos nos lo explican, lo entenderemos y podremos respetarlo. Y podremos transmitir esa informaci¨®n a la comunidad¡±.
Seg¨²n la Red de Apoyo a los Yanomamis y Ye¡¯kwanas, el protocolo de bioseguridad determina que pasen tres a?os antes de exhumar un cuerpo, pero hasta ahora ni siquiera hay pruebas de que los ni?os tuvieran la enfermedad. ¡°?Por qu¨¦ tres a?os? ?Por qu¨¦ no m¨¢s? ?Por qu¨¦ no menos? ?Qui¨¦n se lo explica a las mujeres yanomamis?¡±, pregunta S¨ªlvia Guimar?es, en una entrevista a EL PA?S.
La antrop¨®loga Braulina Baniwa es una de las mujeres ind¨ªgenas que, a pesar de pertenecer a otro grupo ¨¦tnico, se ha solidarizado con las madres san?mas: ¡°Estas mujeres sufren una violencia desmedida. Una parte de cada una de ellas permanecer¨¢ fuera del territorio¡±, dice. ¡°Adem¨¢s de todo lo que est¨¢n viviendo, no hablan portugu¨¦s y pocos tienen la sensibilidad para entenderlas¡±, a?ade. Baniwa forma parte del Laboratorio Matula, creado a partir del grupo de investigaci¨®n ¡°Sociabilidades, diferencias y desigualdades¡±, del Consejo Nacional de Desarrollo Cient¨ªfico y Tecnol¨®gico.
En una carta p¨²blica, el Laboratorio Matula declar¨®: ¡°En el caso de las mujeres san?mas, destaca el dolor de la mujer ind¨ªgena en esta pandemia, que deja el cuerpo de sus hijos sin la posibilidad de negociar los t¨¦rminos de las ceremonias de clausura de esta vida, lo que viola sus derechos como pueblo. Esta escena se repite en varios lugares en Brasil, pero ?cu¨¢l es el peso de este dolor para una mujer ind¨ªgena, que no domina el portugu¨¦s, que est¨¢ lejos de su red de apoyo y espera para saber si se ha contagiado? ?Cu¨¢l es la posibilidad de que se le escuche, de que su experiencia sobre la muerte se comparta y se decida? Estamos de acuerdo en que las formas de contagio son m¨²ltiples y arriesgadas, pero todav¨ªa hay algunas preguntas por hacer: ?es posible ser transparente, abierto al di¨¢logo, compartir conocimientos y decisiones? ?Con qu¨¦ criterios ¨¦ticos viviremos en esta pandemia? Esta pandemia evidencia la desigualdad social y lo que se normalizaba. La infraestructura de los servicios p¨²blicos se ha desentendido de esta parte de la poblaci¨®n, el riesgo de que mueran ni?os y sus madres ind¨ªgenas aumenta. Y la acci¨®n est¨¢ paralizada. Las mujeres san?mas son la fuerza de esta mujer ind¨ªgena, del territorio, de la selva, de las labranzas, de la comida, de los r¨ªos, que tratan para cuidar la vida y merecen respeto, cuidado y admiraci¨®n por parte del Estado¡±.
Los l¨ªderes yanomamis exigen un protocolo ind¨ªgena para los muertos de covid-19. ¡°Queremos que puedan higienizarse los cuerpos o, si eso no es posible, que se incineren. Entonces podremos llevar las cenizas a las aldeas¡±, dice Dario Kopenawa. No hay crematorio en Boa Vista. Y tampoco parece haber ganas de comprender el drama de los ind¨ªgenas en una sociedad donde impera el racismo contra los pueblos originarios: 896.917 personas, el equivalente al 0,47% de la poblaci¨®n total de Brasil, seg¨²n el Censo de 2010 del Instituto Brasile?o de Geograf¨ªa y Estad¨ªstica. La riqueza cultural que representan se expresa en 256 pueblos que hablan m¨¢s de 150 lenguas diferentes. Diezmados por virus y balas hace cinco siglos, han resistido hasta nuestros d¨ªas. Y entonces ha llegado la covid-19. El Gobierno de Bolsonaro, que tiene como uno de sus principales proyectos permitir la explotaci¨®n privada de las tierras ind¨ªgenas, no hace nada para detener la enfermedad, que ya atraviesa la selva amaz¨®nica y est¨¢ produciendo una nueva masacre.
Seg¨²n Dario Kopenawa, los garimpeiros han contagiado a los yanomamis de la covid-19. En Boa Vista, los garimpeiros no solo circulan y se infiltran en el sector p¨²blico, por varias puertas, sino que tambi¨¦n se convierten en monumento de plaza p¨²blica. Esta realidad cotidiana expresa la tensi¨®n entre los pueblos originarios y los blancos que llegaron all¨ª primero gracias a proyectos estatales y luego por su propio pie. ¡°Antes de la pandemia, ya ten¨ªamos la enfermedad de la explotaci¨®n minera ilegal, nuestros r¨ªos estaban contaminados de mercurio, nuestra gente mor¨ªa de tuberculosis y neumon¨ªa. Ahora tambi¨¦n nos han tra¨ªdo la covid-19¡±, dice. Con los garimpeiros, la malaria tambi¨¦n se est¨¢ propagando y produce v¨ªctimas entre los ind¨ªgenas de todo el territorio. ¡°Y despu¨¦s de todo eso, encima nos entierran¡±, dice Dario Kopenawa. ¡°Nunca se hab¨ªa enterrado a un yanomami. Nunca. Creo que, s¨ª, es violencia. Pero creo que no habernos consultado o no haber pedido nuestra autorizaci¨®n tambi¨¦n es un delito¡±.
EL PA?S entr¨® en contacto por tel¨¦fono con el coordinador interino del Distrito Sanitario Especial Ind¨ªgena Yanomami, Antonio Pereira. Al enterarse del tema del reportaje, aleg¨® que no pod¨ªa responder las preguntas porque estaba en una reuni¨®n y se comprometi¨® a entrar en contacto tras sus compromisos. Ante la insistencia del peri¨®dico de fijar una hora para la entrevista, le pas¨® el tel¨¦fono a un asistente, que afirm¨® que llamar¨ªan. Hasta la publicaci¨®n de este reportaje, no ha sido posible restablecer el contacto con el responsable del Distrito Sanitario Especial Ind¨ªgena Yanomami.
El beb¨¦ que naci¨®, muri¨® y desapareci¨®
Hay tambi¨¦n una cuarta mujer yanomami que sufre covid-19, a la que llevaron al hospital para que diera a luz y nunca m¨¢s volvi¨® a ver el cuerpo de su beb¨¦. El reci¨¦n nacido, seg¨²n el fiscal Alisson Marugal, habr¨ªa muerto por complicaciones no relacionadas con la covid-19, pero un empleado del hospital habr¨ªa escrito indebidamente en el documento que se sospechaba que ten¨ªa la enfermedad. Seg¨²n la informaci¨®n obtenida por EL PA?S, la familia pertenece a otro grupo yanomami, que vive en la regi¨®n llamada Misi¨®n Catrimani, en la aldea Nara Uhi. El beb¨¦ prematuro, de siete meses, naci¨® y muri¨® el 28 de abril. Y tambi¨¦n desapareci¨®.
El relato del padre de este beb¨¦ a la Red de Apoyo a los Yanomamis y Ye¡¯kwanas muestra c¨®mo el virus ha empezado a diezmar a los yanomamis, y tambi¨¦n c¨®mo el Estado perpet¨²a la violencia al producir nuevos sufrimientos. A este yanomami se le conoce entre los blancos como Remo:
¡°Sucedi¨® as¨ª... Primero, el cham¨¢n Andr¨¦ present¨® s¨ªntomas de covid. Es el mayor, fue el primero en enfermar. Entonces, Miguel hizo chamanismo para curar a su padre y tambi¨¦n cay¨® enfermo. El d¨ªa despu¨¦s de que Miguel comenzara a sentirse mal, se fue caminando al ambulatorio de Misi¨®n Catrimani. La tercera persona que enferm¨® en nuestra comunidad fue mi mujer, Zita Rosinete, que estaba embarazada. Ten¨ªa tos, diarrea, fiebre, dolor de cabeza, dolor en el pecho y mucho dolor en el vientre. Los chamanes no le hicieron ning¨²n trabajo, porque ten¨ªan miedo de enfermar, ya que esta enfermedad es muy fuerte.
¡°Al d¨ªa siguiente, despu¨¦s de que Zita Rosinete tuviera fiebre, fuimos andando al ambulatorio de Misi¨®n. All¨ª me puse muy triste. Rosinete se desmay¨® tres veces. Estaba muy d¨¦bil y ten¨ªa mucha fiebre. El 27 de abril, nos trasladaron en avi¨®n de Misi¨®n Catrimani a la maternidad de Boa Vista. Cuando llegamos al hospital, se desmay¨® otra vez y la cog¨ª en brazos... Por lo tanto, quiz¨¢s tengo la covid dentro de m¨ª. Pero me hice la prueba por la nariz y la boca, y dio negativo. [Remo m¨¢s tarde se contagi¨® en la Casa de Salud Ind¨ªgena y dio positivo.]
¡°Mi esposa estaba teniendo dificultades para respirar, estaba muy d¨¦bil y ?casi muere! Y le pregunt¨¦ al m¨¦dico: ¡®?Se morir¨¢?¡¯ ¡®No. Todav¨ªa est¨¢ un poco fuerte por dentro¡¯, dijo. En la maternidad, nos pusieron a dormir separados de otras personas.
¡°Mi hijo muri¨®. El mismo 28 [de abril], el mismo d¨ªa en que naci¨®, muri¨®. Naci¨® por la ma?ana y muri¨® por la tarde. Zita Rosinete estaba muy d¨¦bil, pero todav¨ªa estaba un poco fuerte, porque no quer¨ªa morir. Si hubiera pensado en morir, habr¨ªa muerto.
¡°No vi a mi hijo. Zita Rosinete dio a luz al beb¨¦, los m¨¦dicos lo tomaron y dijeron: ¡®Ll¨¦venlo al hospital, a la UCI¡¯. Y se muri¨®. Me puse muy triste. Todav¨ªa estoy triste. El m¨¦dico no dijo por qu¨¦ muri¨®. Solo me pregunt¨®: ¡®Oye, ?eres el padre?¡¯. ¡®S¨ª, soy el padre¡¯. ¡®Lo siento, tu hijo ha muerto. Le costaba mucho respirar y por eso ha muerto¡¯.
¡°Creo que muri¨® a las 14.00, pero no lo s¨¦... Est¨¢ en el documento. Le dije al enfermero: ¡®?Quiero ver a mi hijo!¡¯. Pero ¨¦l dijo: ¡®Espera, solo m¨¢s tarde. Los m¨¦dicos a¨²n lo est¨¢n examinando¡¯. Entonces esper¨¦, esper¨¦, esper¨¦ y despu¨¦s lleg¨® la informaci¨®n: ¡®Tu hijo ha muerto durante el d¨ªa¡¯. El cuerpo creo que todav¨ªa est¨¢ all¨ª, en la UCI, no s¨¦ d¨®nde est¨¢. En la Casa de Salud Ind¨ªgena tampoco dijeron d¨®nde est¨¢ el cuerpo de mi hijo. No dan informaci¨®n sobre d¨®nde est¨¢ el cuerpo. Tengo un papel que habla de mi hijo [Declaraci¨®n de nacido vivo] y aqu¨ª, en la Casa de Salud Ind¨ªgena, la enfermera me pregunt¨®: ¡®?D¨®nde est¨¢ tu hijo?¡¯. Le dije: ¡®?Muri¨®!¡¯. ¡®?D¨®nde est¨¢ el documento que dice que muri¨® en la maternidad el d¨ªa 28?¡¯. ¡®?No lo s¨¦! ?Los m¨¦dicos no me lo dieron!¡±.
Remo y Rosinete solo pudieron volver a su pueblo el 19 de junio. Sin el cuerpo de su hijo. Y de esta forma se produjo otro desgarro de violencia en el pueblo yanomami. La Fiscal¨ªa est¨¢ investigando el caso y tambi¨¦n el de otras muertes de adultos cuyo cuerpo piden los yanomamis.
¡°Robar los muertos ajenos es la fase suprema de la barbarie¡±
El antrop¨®logo franc¨¦s Bruce Albert compara ¡°el entierro secreto y obligatorio (¡®?bioseguro!¡¯)¡± de las v¨ªctimas yanomamis de la covid-19 con la ¡°desaparici¨®n¡± de los cuerpos de las v¨ªctimas de los torturadores en la dictadura militar de Brasil (1964-1985). ¡°Robar los muertos ajenos y negar su luto siempre ha sido la fase suprema de la barbarie, en el desprecio y la negaci¨®n del otro (¨¦tnico y/o pol¨ªtico)¡±, afirma en una entrevista a EL PA?S. Albert escribi¨® en 2010, junto con Davi Kopenawa, un libro que es un hito en la historia de la antropolog¨ªa: La ca¨ªda del cielo.
En 1993, el episodio conocido como la Masacre de Haximu, en la que 16 ind¨ªgenas fueron asesinados por garimpeiros, muestra la importancia innegociable que los yanomamis dan a sus rituales funerarios. ¡°Incluso con el terror de ser cazados por los garimpeiros, no dudaron en arriesgar su vida para recuperar a sus muertos, llorarlos y quemarlos debidamente mientras hu¨ªan¡±, recuerda Albert. ¡°Para los yanomamis, es mejor morir que dejar a sus muertos sin sepultura¡±.
En las guerras antiguas, los guerreros yanomamis siempre daban una tregua para que las mujeres de sus enemigos pudieran recuperar a sus muertos en la selva y llorarlos debidamente. Hacer ¡°desaparecer¡± a los enemigos muertos, seg¨²n el antrop¨®logo, se consideraba ¡°un deshonor y una manifestaci¨®n de hostilidad literalmente inhumana: digna de los animales feroces o los esp¨ªritus malignos de la selva¡±.
Al final de la entrevista, Bruce Albert todav¨ªa dice: ¡°Espero que sea ¨²til para que tus lectores lo entiendan: no hay peor afrenta y sufrimiento para los yanomamis que hacer ¡®desaparecer¡¯ a sus muertos¡±.
El caso de los beb¨¦s san?mas abre un nuevo cap¨ªtulo de violencia del Estado brasile?o contra los pueblos originarios. La falta de respeto y la indignidad con que las autoridades p¨²blicas tratan la muerte son las mismas con las que tratan la vida. No basta matar contagiando el virus, tambi¨¦n tienen que torturar a mujeres y hombres. Este cap¨ªtulo solo est¨¢ empezando, pero las v¨ªctimas ya le han dado un t¨ªtulo: genocidio.
Traducci¨®n de Meritxell Almarza.
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