La violencia machista se oculta mejor en la aldea
Un estudio destapa c¨®mo el aislamiento, el f¨¦rreo control social y familiar y la escasez de servicios de ayuda silencia a las v¨ªctimas en zonas rurales
A Ana Saavedra su pareja y padre de su hija le clav¨® un cuchillo en el cuello y le raj¨® la tiroides. Era 2001, no hab¨ªa ley ni ayudas y el agresor solo fue condenado a seis fines de semana de arresto domiciliario. A ella, vecina de Betanzos, municipio gallego de 13.000 habitantes, la gente la miraba con reprobaci¨®n y desconfianza: ¡°Me dec¨ªan: 'Algo har¨ªas¡¡± Logr¨® salir a flote, estudi¨® Derecho y fund¨® la asociaci¨®n Mirabal, que desde hace una d¨¦cada atiende a v¨ªctimas de violencia machista en 17 Ayuntamientos rurales de la provincia de A Coru?a. Ahora es testigo todos los d¨ªas de ...
A Ana Saavedra su pareja y padre de su hija le clav¨® un cuchillo en el cuello y le raj¨® la tiroides. Era 2001, no hab¨ªa ley ni ayudas y el agresor solo fue condenado a seis fines de semana de arresto domiciliario. A ella, vecina de Betanzos, municipio gallego de 13.000 habitantes, la gente la miraba con reprobaci¨®n y desconfianza: ¡°Me dec¨ªan: 'Algo har¨ªas¡¡± Logr¨® salir a flote, estudi¨® Derecho y fund¨® la asociaci¨®n Mirabal, que desde hace una d¨¦cada atiende a v¨ªctimas de violencia machista en 17 Ayuntamientos rurales de la provincia de A Coru?a. Ahora es testigo todos los d¨ªas de las dificultades a?adidas que se sufren en los pueblos para combatir esta lacra.
La Delegaci¨®n del Gobierno contra la Violencia de G¨¦nero ha presentado este viernes un estudio sobre la violencia machista en el mundo rural realizado por la Federaci¨®n de Asociaciones de Mujeres Rurales (Fademur). Recoge sendas encuestas a 167 vecinas de municipios de menos de 20.000 habitantes de Andaluc¨ªa, Arag¨®n, Castilla y Le¨®n, Castilla-La Mancha, Extremadura, Galicia y La Rioja y a 333 profesionales de los servicios de atenci¨®n, as¨ª como el testimonio de 23 supervivientes. Sus conclusiones dibujan un panorama poco alentador, con relaciones de maltrato m¨¢s escondidas por culpa del aislamiento geogr¨¢fico, la presi¨®n social y familiar y la escasez y poca accesibilidad de los recursos de ayuda.
El calvario de las v¨ªctimas que participan en el estudio dur¨® de media 20 a?os. En su relato de horrores vividos, la palabra ¡°verg¨¹enza¡± es la que m¨¢s se repite para explicar su largo silencio. ¡°Me daba verg¨¹enza denunciar y que todo el pueblo se enterara¡±, explica una. ¡°No denunci¨¦ por no hacer pasar esa verg¨¹enza a mi familia¡±, coincide otra. En un mundo donde todos se conocen, abunda el miedo a la estigmatizaci¨®n. ¡°Te sientes juzgada por tus vecinos, amigos, pocas personas entend¨ªan lo que me pasaba¡±, dice una superviviente.
Los modos de vida de las zonas rurales ayudan al maltratador a tapar sus delitos. El estudio incide en que el aislamiento de las casas, las distancias, la dispersi¨®n poblacional y la dependencia que tienen muchas mujeres de sus parejas para poder trasladarse dificultan la detecci¨®n y atenci¨®n de los casos. ¡°Est¨¢bamos en el campo a dos kil¨®metros fuera del pueblo¡ Si me mata, ?qui¨¦n se va a enterar?¡±, se pregunta una de las v¨ªctimas entrevistadas.
Tampoco ayuda a denunciar la presi¨®n que supone convivir con el maltratador y el resto de la familia en un entorno pr¨®ximo en el que el machismo y los roles tradicionales de g¨¦nero se transmiten m¨¢s f¨¢cilmente entre generaciones. Las supervivientes describen que las agresiones se sucedieron en familias ¡°invasivas¡±, ¡°autoritarias¡± y ¡°posesivas¡±. ¡°Hija, hoy no se aguanta nada¡± o ¡°un cachete a tiempo tampoco pasa nada¡± son algunas de las frases que les soltaban sus suegros.
Tras una d¨¦cada de experiencia, la presidenta de la asociaci¨®n Mirabal de Betanzos reclama servicios sociales m¨¢s potentes y con mayor formaci¨®n en violencia de g¨¦nero para poder detectar ese maltrato invisibilizado en los pocos lugares donde puede dejar rastro. Los agresores llevan en coche a sus v¨ªctimas al m¨¦dico y entran con ellas en la consulta, ejemplifica Saavedra. Estas mujeres tampoco pueden lanzar un SOS en la botica pidiendo una ¡°mascarilla 19¡± porque la farmac¨¦utica suele ser conocida o incluso pariente de su marido. ¡°Ellas est¨¢n en asociaciones de mujeres, hacen bolillos, van a pilates¡ Ah¨ª es adonde tienen que ir los servicios sociales¡±, sostiene. ¡°Se gasta mucho dinero en campa?as que no les llegan a las mujeres del rural y lo que habr¨ªa que hacer es mejorar los servicios sociales, que en los ¨²ltimos a?os se han recortado¡±.
¡°Te marean de un lugar a otro¡±
Teresa L¨®pez, presidenta de Fademur, la entidad que elabor¨® el estudio, reclama una perspectiva de ¡°ruralidad¡± a la hora de dise?ar las pol¨ªticas y las campa?as. Las mujeres de estos entornos, esgrime, necesitan ¡°respuestas adaptadas y accesibles¡±. El informe revela un ¡°grave¡± desconocimiento entre las habitantes de municipios peque?os de los recursos disponibles y los t¨¦cnicos que atienden a las v¨ªctimas coinciden en que la atenci¨®n ¡°personalizada y discreta¡± es ¡°b¨¢sica¡± en estas zonas. Estos profesionales denuncian horarios demasiado reducidos en las oficinas de asistencia, ausencia de transporte p¨²blico, falta de coordinaci¨®n con otros organismos y planes de centralizaci¨®n de servicios en grandes localidades que amenazan con agravar m¨¢s una situaci¨®n nada halag¨¹e?a.
Las v¨ªctimas que cuentan sus historias en el estudio han echado en falta m¨¢s formaci¨®n en los servicios de asistencia, en los centros de salud, en los juzgados y en las fuerzas de seguridad. ¡°Te marean de un lugar a otro, tienes que contar la misma historia muchas veces, a muchas personas y en muchos sitios y al final no te dan soluciones para nada¡±, rememora una de ellas. ¡°Es que el abogado de oficio y la jueza¡. Recuerdo estar llorando, llorando, y ellos trat¨¢ndome como una adolescente rebelde¡±.
En el tiempo que lleva ayudando a otras v¨ªctimas de la violencia machista en 17 ayuntamientos rurales de la provincia de A Coru?a, Saavedra se ha tenido que enfrentar al negacionismo ¡ª"en este pueblo no hay v¨ªctimas", le dec¨ªa un alcalde¡ª y al vac¨ªo de vecinos que evitaban relacionarse con ella para no ser marcados bajo la sospecha de ser v¨ªctimas o verdugos. Ha sufrido amenazas y le han pinchado las ruedas del coche. Hubo un maltratador que al verla le grit¨® a un juez: ¡°?Esa feminazi que salga de mi juicio!¡±. Todav¨ªa para muchos, dice, ella es ¡°la rubia que le come la cabeza a las mujeres¡±.