EE UU bate r¨¦cords de contagios con m¨¢s de 160.000 en un d¨ªa
Nueva York restringe horarios y aforos para evitar retroceder a los niveles de primavera, cuando fue el epicentro de la pandemia en el pa¨ªs
Nueva York es una ciudad acostumbrada a las colas. Hay que armarse de paciencia incluso para entrar a un supermercado, pero la pandemia ha a?adido dos modalidades tumultuosas, masivas: las colas del hambre de los m¨¢s afectados por el cierre de la econom¨ªa en primavera, y las largas esperas ante laboratorios u hospitales que realizan la prueba de la covid-19. Estas ¨²ltimas filas engordan a diario, ¨¢vidamente, mientras la ciudad parece abocada a una segunda ola si no se toman medidas; ¡°est¨¢ peligrosamente cerca¡±, ha advertido este lunes el alcalde, Bill de Blasio. A ras de calle, lo que resulta sorprendente para cualquier observador extranjero no es ya que la ciudad se est¨¦ viendo salpicada por otra ola, sino que no la engulla por completo un tsunami: gente sin mascarilla en el metro, en ascensores, en tiendas o salas de embarque; tambi¨¦n en aviones, taxis y trenes; entre los que se cubren, la mitad olvida taparse la nariz.
La descripci¨®n no refleja solo el ambiente en la ciudad de los rascacielos, tambi¨¦n el de gran parte de Estados Unidos, a tenor de los siniestros registros de contagios, al alza. Desde el d¨ªa 4, cuando por primera vez se alcanzaron los 100.000 nuevos casos confirmados en todo el pa¨ªs en un solo d¨ªa, todos los d¨ªas se ha superado esa cifra ¨Den seis de ellos batiendo un nuevo r¨¦cord¨D, hasta alcanzar m¨¢s de 160.000 este jueves (m¨¢s de un mill¨®n en lo que va de mes); 1.450 muertes, el martes, y unos 67.000 ingresos hospitalarios, m¨¢s que en primavera. Expertos en salud p¨²blica advierten del infierno literal que puede provocar la llegada del invierno, con el fr¨ªo como coadyuvante del pat¨®geno. Desde febrero se han registrado m¨¢s de 10,5 millones de casos y la cifra total de muertes supera los 242.000. El peor balance del mundo.
Las ¨²ltimas restricciones en Nueva York, adoptadas este mi¨¦rcoles por el gobernador, Andrew Cuomo, limitan el aforo en reuniones sociales (10 personas en interiores, 25 al aire libre) y obligan a cerrar bares, restaurantes y gimnasios a las diez de la noche, por considerarlos una importante fuente de contagios ¡°dada la inminencia de las navidades¡±, y cuando el ¨ªndice de positividad ha alcanzado el 2,9% (el 2,4% en la media de los ¨²ltimos siete d¨ªas frente al 2,52% en la ciudad), record¨® Cuomo, seg¨²n datos de los departamentos de Sanidad del Estado y de la ciudad, respectivamente. El 3% es el umbral te¨®ricamente infranqueable, dice la OMS, el que, de traspasarse, obligar¨ªa a cerrar de nuevo las escuelas, incluso este mismo lunes, o a ¡°un nuevo cierre parcial de la econom¨ªa¡±, ha alertado el alcalde.
Las nuevas medidas, que entran en vigor este viernes, llegan un d¨ªa despu¨¦s de que California y varios Estados del Medio Oeste incrementaran las restricciones para evitar un mal mayor. Nada m¨¢s gr¨¢fico ni aterrador que el despliegue de morgues m¨®viles en El Paso (Texas): 10 camiones frigor¨ªficos para aliviar la presi¨®n sobre las funerarias y hospitales. Pero tambi¨¦n asusta el 19% de positividad registrado en Newark (Nueva Jersey), importante nudo de comunicaciones que irradia a Nueva York y al noreste del pa¨ªs, y que los epidemi¨®logos temen por su efecto difusor. En la ciudad, la m¨¢s grande de Nueva Jersey, se decret¨® hace dos semanas un toque de queda: todo cerrado a las ocho de la tarde, salvo los negocios esenciales.
El hecho de que el Estado de Nueva York se halle encajonado entre otros dos con alarmantes ratios, Nueva Jersey y Connecticut, y la dificultad a la hora de identificar brotes ¨Dla transmisi¨®n es ya comunitaria¨D son factores que complican la evoluci¨®n de la enfermedad en la ciudad de los rascacielos, que fue epicentro de la epidemia en sus albores, pero que se cre¨ªa a salvo tras el confinamiento de la primera ola, que ataj¨® la transmisi¨®n. El mensaje de De Blasio del lunes fue muy claro: esta es la ¨²ltima oportunidad de evitar retroceder a los niveles de primavera.
Tras el repunte detectado en septiembre y octubre en Brooklyn, originado en comunidades jud¨ªas ultraortodoxas, rastrear el origen de los contagios se ha vuelto tarea imposible, sostienen las autoridades locales. Barbara Felt, dise?adora web, era este jueves por la ma?ana la ¨²ltima en una fila de un centenar de personas ante un dispensario del Upper West Side. ¡°Mi novio ha dado positivo, aunque usa mascarilla. Pero ha tenido que volver al trabajo, y son 60 personas en su departamento. Tampoco nos hemos cortado mucho a la hora de ver a amigos, salimos casi todos los d¨ªas¡±, explicaba, mientras la cola rodeaba dos manzanas bajo una fina lluvia. ¡°He le¨ªdo que es malo que la ventilaci¨®n de los edificios sea tan deficiente, pero no sabemos qu¨¦ ha podido pasar. Tal vez en la oficina, o quiz¨¢s en una fiesta en casa de amigos, la verdad es que nos quitamos la mascarilla porque somos ¨ªntimos y nos fiamos unos de otros¡±, confesaba. Un sondeo difundido esta semana sostiene que los neoyorquinos son los m¨¢s reticentes a volver a sus puestos de trabajo, pero no hay m¨¢s que ver las toneladas de cart¨®n, envases y latas de refresco que se acumulan cada tarde al t¨¦rmino de la jornada laboral en las aceras del Midtown para comprobar que los edificios de oficinas funcionan a buen ritmo.
Al lado del dispensario, que da servicio a la mayor¨ªa de las aseguradoras, un centro privado (200 d¨®lares la PCR, unos 169 euros) registra una afluencia discreta. Porque la cobertura sanitaria de cada uno tambi¨¦n discrimina a la hora de encarar la pandemia. La red de hospitales p¨²blicos de Nueva York, que hacen la prueba gratis, no da abasto. Ante el de Gotham-Syndeham, en Harlem, unas 60 personas se agolpaban este jueves media hora antes de la apertura del laboratorio. ¡°Va muy lento porque aqu¨ª venimos desde asegurados a gente que no tiene cobertura, y eso lo retrasa mucho. Lo s¨¦ porque vengo cada dos semanas, me obligan en el trabajo¡±, explicaba Roberta, fisioterapeuta. Serena, profesora de educaci¨®n infantil, acud¨ªa por los mismos motivos: ¡°tengo que realizarme la prueba cada semana, pero llevo mascarilla todo el rato, me lavo las manos y evito los lugares cerrados; son medidas de protecci¨®n muy simples que no todos contemplan. Es incre¨ªble que la gente a estas alturas siga neg¨¢ndose a llevar mascarilla, se han cre¨ªdo las patra?as de Trump y lo ven como una declaraci¨®n pol¨ªtica. Es absurdo, adem¨¢s de peligroso¡±.
Mary Loise, due?a de un peque?o restaurante a un par de calles de Central Park, se debat¨ªa entre un mar de dudas. ¡°Si los clientes enferman no vamos a hacer ning¨²n negocio, eso lo tengo claro. Pero obligarnos a cerrar a las diez no va a remediar nada. Nos hemos gastado una fortuna en improvisar y acondicionar una terraza, y ahora tendremos que habilitarla para el invierno, con el considerable gasto a?adido¡±, explicaba. ¡°Y todo en v¨ªsperas de un periodo muy bueno para la caja, Acci¨®n de Gracias, Navidad¡ Si quien sea decide volver a confinar la ciudad, ser¨¢ el desastre, pero peor es morirse, de eso no hay duda¡±.
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