Mi gran boda jud¨ªa
Banquetes nupciales multitudinarios provocan un repunte de la covid-19 entre las comunidades ultraortodoxas de Nueva York
Libre del trazado de tiral¨ªneas que los rascacielos dejan en el cielo de la ciudad, la atm¨®sfera opresiva de Borough Park y sus casitas bajas podr¨ªa pasar por un rinc¨®n del hierosolimitano Mea Sharim, o de Bnei Brak, bastiones ultraortodoxos de Israel: hombres con tirabuzones, levitas negras y filacterias; la viva imagen del recato en las mujeres, con tristes sayas monjiles. Pero aunque la mayor parte de los r¨®tulos est¨¦n en hebreo, pese a la presencia de numerosas sinagogas y yeshiv¨¢s (escuelas talm¨²dicas), Borough Park es un distrito de Brooklyn y zona roja de la pandemia en Nueva York, con una tasa de positividad que multiplica por cuatro la de la ciudad, de solo el 1%. La tasa de contagios es de 7,1 por 100.000 habitantes en la ¨²ltima semana en la ciudad, mientras en el barrio es el doble. De ah¨ª que las autoridades locales decidieran reintroducir hace tres semanas severas restricciones, como el cierre de colegios y negocios no esenciales, mientras los vecinos siguen a cara descubierta, sin mascarilla, como si lo humano les resultase ajeno.
Ellos dicen que no, pero a los salones de banquetes nupciales que se arraciman entre las calles 43 y 44 ¡ªy que hoy lucen sus ventanas cegadas con papeles para evitar miradas¡ª se les considera el epicentro del repunte de casos que oblig¨® a reconfinar Borough Park, hogar de la mayor comunidad jas¨ªdica de la ciudad, y otros ocho populosos distritos. Cada lunes por la noche se celebraron durante el verano multitudinarios convites, sin distancia de seguridad entre los invitados ni mascarillas; hay profusi¨®n de fotos y v¨ªdeos en Internet. En agosto, la temporada de bodas se reanudaba tras el periodo no h¨¢bil de tres semanas que marca el calendario jud¨ªo, y los ultraortodoxos neoyorquinos se entregaron tan desaforadamente a festejar las nupcias que el 15 de agosto se registr¨® el primer repunte desde primavera, con Borough Park a la cabeza.
La semana pasada las autoridades locales impidieron el enlace del nieto de un conocido rabino de la secta jas¨ªdica Satmar (la misma a la que pertenece la protagonista de la serie Unorthodox) al que ten¨ªan previsto acudir 10.000 personas, cuando la regulaci¨®n anti covid-19 marca un l¨ªmite de 50. La boda iba a celebrarse en Williamsburg, un barrio cercano y tambi¨¦n de mayor¨ªa jud¨ªa. ¡°Eso aqu¨ª no sucede, aqu¨ª se siguen celebrando bodas, pero con los padres y hermanos y pocos m¨¢s, en las casas¡±, se?ala Frimet, de negro, mientras pasea a su beb¨¦ por Borough Park. La presencia por doquier de carricoches es la sola nota de color del barrio, tambi¨¦n del elevado ¨ªndice de natalidad de la comunidad.
Frimet es la ¨²nica vecina que accede a hablar, el resto huye despavoridamente o incluso da un respingo al ser interrogados, pero lo hace deconstruyendo su relato hasta quedar en nada: ¡°Esas bodas con cientos de invitados no han sido aqu¨ª, y adem¨¢s no fue para tanto, se sacaron las cosas de contexto y una foto con un enfoque determinado puede transmitir una imagen que no se corresponde con la realidad. No, definitivamente no, aqu¨ª no pasan esas cosas¡±. ?Y por qu¨¦ no lleva mascarilla? ¡°Es que hoy se me ha olvidado en casa¡±.
Dos barbilampi?os de uniforme cuchichean antes de responder a la pregunta. ¡°No llevamos mascarilla porque es inc¨®modo¡±, recitan la lecci¨®n entre un amago de risa mientras driblan apresurando el paso la menci¨®n de las bodas. Solo un ultraortodoxo que dir¨ªase hipster, kip¨¢ y tapabocas sellado en la mand¨ªbula, surca la calle con la libertad que le da una tabla de skate. El resto reh¨²ye las preguntas. ¡°Quiere saber si siguen funcionando las salas de banquetes nupciales, ?usted las ha visto, ve actividad? ?No, verdad? Pues ya est¨¢ dicho todo¡±, espeta una mujer con tono de pocos amigos.
Aunque esta semana se han suavizado las restricciones en otros enclaves de la ciudad, en Borough Park todo sigue en suspenso. Los pocos negocios existentes est¨¢n cerrados, y solo funcionan con normalidad los supermercados y los fragantes hornos de pan, cuyos propietarios son sin excepci¨®n jud¨ªos, y sus empleados, un¨¢nimemente latinos: la estratificaci¨®n social y ¨¦tnica tan com¨²n en la ciudad. El sopor de una tarde plomiza convierte el paseo en procesi¨®n, y solo una furgoneta con una gran banderola animando por megafon¨ªa a votar a Trump sacude la modorra anacr¨®nica de este shtelt (poblado, en yidis) neoyorquino. No es casualidad que la propaganda electoral sea la que es, pues el recelo anticient¨ªfico de los ultraortodoxos se acerca al negacionismo del presidente. Mientras, las tensiones entre la comunidad y la ciudad de Nueva York han ido en aumento tras la reintroducci¨®n de la cuarentena, con la primera denunciando el estigma social de verse se?alados.
No pocos l¨ªderes de la comunidad arguyen que sus caracter¨ªsticas ¡ªaislada, sin interacci¨®n social fuera de sus l¨ªmites, un gueto en la pr¨¢ctica¡ª son el ¨¢mbito perfecto para alcanzar la inmunidad de reba?o, pero con los datos en la mano tanta promiscuidad se paga: las bodas como eventos ultracontagiadores han demostrado ser un hecho cient¨ªficamente probado. Y no solo las fiestas, sino tambi¨¦n la vida cotidiana (familias en las que conviven varias generaciones; hacinamiento demogr¨¢fico, sinagogas peque?as y atestadas; interconexi¨®n continua en ritos y celebraciones) aparece en las ant¨ªpodas de la distancia social necesaria para prevenir la covid-19. Al final, por culpa del coronavirus, de las bodas jud¨ªas no quedar¨¢ eco de la algarab¨ªa y la fiesta, de los bailes en c¨ªrculo, solo el regusto amargo de la esposa a la fuerza de Unorthodox, o del joven ingenuo de otra serie televisiva, Shtisel, que pensaba que el amor espont¨¢neo exist¨ªa.
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