Benedicto XVI pierde el oremus
El ex prefecto de la Congregaci¨®n para la Doctrina de la Fe ajusta cuentas a Francisco por el tratamiento de los casos de pederastia
Lo que menos esperaba Francisco es que su predecesor Benedicto XVI se uniera tan destempladamente a los poderosos enemigos del papa argentino, cada vez m¨¢s vociferantes. Cuando renunci¨® en 2013 al trono del llamado Estado de la Santa Sede, quien de civil se llam¨® Joseph Ratzinger prometi¨® recluirse entre los muros del Vaticano, con discreci¨®n, para orar y para culminar libros que ten¨ªa entre manos. Cumpli¨® su palabra muchos a?os. En argentina correspondencia, Francisco lo visitaba con frecuencia en tardes de largas conversaciones y muchos silencios.
Se cree que la orden de Francisco de romper con el secretismo que encubri¨® incontables abusos sexuales de eclesi¨¢sticos sobre menores de ambos sexos, colm¨® la paciencia del pont¨ªfice em¨¦rito, poco acostumbrado a que le contradigan desde que ejerci¨®, durante d¨¦cadas, como prefecto de la Congregaci¨®n para la Doctrina de la Fe, que es como se llama ahora la siniestra Inquisici¨®n. Acabar con el secretismo era precisamente derogar una circular firmada por Ratzinger, que ordenaba a todos los obispos enviar los casos de pederastia a la congregaci¨®n doctrinal romana, sin m¨¢s miramientos. La idea de Ratzinger entonces, y durante muchos a?os, era que los esc¨¢ndalos de los abusos entre eclesi¨¢sticos, que minimizaba, se deb¨ªan a una campa?a de la prensa anticat¨®lica. Insisti¨® en ello en la Universidad Cat¨®lica de Murcia, en noviembre de 2002.
Lo cierto es que Benedicto XVI, cumplidos ya 93 a?os, conced¨ªa ¨²ltimamente entrevistas, publicaba art¨ªculos, opinaba sobre el cambio clim¨¢tico para poner sordina al S¨ªnodo sobre la Amazonia y, lo m¨¢s llamativo, lleg¨® a decir en abril pasado que el origen de los abusos sexuales hay que buscarlo en el Mayo del 68 y en c¨®mo se interpret¨® el para ¨¦l desastroso Concilio Vaticano II. La suposici¨®n de que Francisco se dispone a autorizar la ordenaci¨®n sacerdotal de hombres casados, como primer paso hacia el celibato opcional, le ha debido colmar la paciencia. La cierto es que, pese a una justificaci¨®n posterior, poco convincente, el Papa em¨¦rito escribi¨® y envi¨® al cardenal Sarah los textos que este recoge en el libro que se publica ahora, una enmienda a la totalidad de las ¨®rdenes y deseos del Papa actual. Es una injerencia clamorosa en quien durante d¨¦cadas castig¨® a cientos de te¨®logos por no someterse al magisterio del "Vicario de Cristo en la Tierra". Ya Papa, Ratzinger remach¨® esa idea publicando una "instrucci¨®n" advirtiendo a los te¨®logos de que deb¨ªan someterse tambi¨¦n a los obispos (y no solo al Papa).
Entrando en el fondo de la cuesti¨®n, Ratzinger est¨¢ mal informado. Tambi¨¦n yerra Sarah, nacido en Guinea Conakry en 1945 y obligado a una disciplina mayor por formar parte desde 2014 del gobierno de Francisco como prefecto de la Congregaci¨®n para el Culto Divino y de la Disciplina de los Sacramentos. No es cierto que Francisco vaya a acabar con el celibato obligatorio (ha dicho que de momento no: un "de momento" en la Iglesia romana puede durar cien a?os, v¨¦ase la obligaci¨®n de las mujeres de acudir a misa tapados la cabeza y los hombros, o la amenazadora creencia de que la Tierra ni era redonda ni giraba alrededor del Sol). Lo que propone el Papa es remediar que decenas de millones de sus fieles no tengan acceso a la misa dominical ni a la eucarist¨ªa (no ir a misa cada domingo era pecado muy mortal hasta hace poco). La alarma son¨® con clamor en octubre pasado al desvelarse que el 70% de las comunidades ind¨ªgenas en la Amazonia padecen ese abandono eclesial.
Que para ello haya que ordenar a hombres casados le parece a Francisco pecata minuta. Los hay ya, por cientos, en Espa?a, llamados por los obispos para atender a los cat¨®licos inmigrados de la Europa del Este. Tambi¨¦n ejercen muchos de los curas casados espa?oles (unos 6000), discretamente en parroquias sin cura oficial, casi siempre con el consentimiento, tambi¨¦n discreto, de los prelados. El propio Ratzinger autoriz¨® en 2005 la ordenaci¨®n de un hombre casado en la di¨®cesis de Tenerife, celebrada por el obispo, entonces Felipe Fern¨¢ndez, con gran aparato medi¨¢tico. Fue la Conferencia Episcopal Espa?ola quien invit¨® a Evans D. Gliwitzki y a su esposa Patricia, padres de dos chicas, nacido en Zimbabue y pastor all¨ª de la Iglesia anglicana, a venir a ordenarse a Tenerife. Lo hab¨ªa autorizado la Congregaci¨®n para la Doctrina de la Fe, presidida entonces por el hoy Benedicto XVI.
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