En la fila para las ¡°vacunas que sobran¡±, una estrategia contra la falta de dosis en S?o Paulo
La escasez de dosis en Brasil y la escalada de casos promueven intentos por recibir los excedentes de cada jornada
¡°?Cree que todav¨ªa puedo recibirla hoy?¡±, pregunta una mujer a un trabajador sanitario, mientras dirige los ojos hacia la sala de vacunaci¨®n contra la covid-19. A sus 60 a?os, a¨²n no forma parte del grupo prioritario en S?o Paulo y no sabe cu¨¢ndo le tocar¨¢ vacunarse. Por eso conf¨ªa en conseguir un sobrante al final de su jornada laboral. Son las cinco de la tarde del lunes 29 de marzo. Poco a poco empiezan a llegar otras personas con la misma esperanza: conseguir la vacuna.
Los frascos de vacunas disponibles en el sistema p¨²blico (CoronaVac y AstraZeneca) tienen 10 dosis. Las que no se usan se vuelven inservibles a las ocho horas y deben tirarse. Por eso, todos los d¨ªas los vecinos cruzan la puerta azul de la unidad de salud para probar suerte. La mayor¨ªa de ellos ponen su nombre y contacto en un cuaderno que marca el orden en la fila. Si, al final del d¨ªa, sobra alguna dosis, los empleados de la unidad llaman al primer nombre de la lista para advertir de que puede inmunizarse y as¨ª evitar el desperdicio. El afortunado tiene 15 minutos para llegar hasta el lugar. Si pierde la llamada o no cumple con la hora, pierde su turno. Su nombre vuelve a la lista, pero al final. Por eso, hay quienes prueban suerte en la unidad de salud para hacerse con la dosis de los que no llegaron.
Las personas de cualquier grupo de edad pueden inscribirse por el ¡°sobrante¡± de la vacuna, pero los vacunadores tratan de dar prioridad a los mayores de 60 a?os cuando, rara vez, sobran dosis. No se sabe con exactitud cu¨¢ntas personas est¨¢n esperando ese sobrante en el centro de salud ubicado en el barrio de Santa Cecilia, regi¨®n central de la ciudad. Los vacunadores dicen que ya son casi 4.000, mientras que el Ayuntamiento de S?o Paulo calcula que son 800.
Los nombres ya llenan cuatro cuadernos, tres de ellos completos. Sin embargo, hasta ahora solo se han completado algunas p¨¢ginas del primer cuaderno del ¡°sobrante¡±. Solo 30 personas lo lograron. Quien lo consigue tiene derecho a tomar la segunda dosis con normalidad y completar el esquema de protecci¨®n contra el virus.
800 personas en lista de espera
¡°?A qu¨¦ hora sol¨¦is llamar para que pueda estar pendiente de mi m¨®vil?¡±, contin¨²a preguntando la mujer al vacunador. ¡°No hay forma de saberlo, casi nunca queda nada. Pero si lo hay, es al final del d¨ªa¡±, responde una vacunadora. El jubilado Wilson Neves Bezerra, de 64 a?os, dice que lleva esperando en la cola desde principios de a?o. ¡°Puse mi nombre hace m¨¢s de un mes y hasta ahora no he conseguido nada¡±, dice frente al centro de salud. El lunes volvi¨® al lugar para incluir en la lista el nombre de su esposa, Silvia Toth Bezerra, de 62 a?os. ¡°Lo intentamos porque la expectativa es grande. Cuando vi que era el n¨²mero 800 de la fila, hace m¨¢s de un mes, me di cuenta de que iba a tardar mucho¡±, afirma.
Neves cree que solo podr¨¢ vacunarse cuando se abra la campa?a para su grupo de edad, lo que espera que ocurra pronto. Aun as¨ª, no est¨¢ de m¨¢s intentar anticiparse. ¡°No estoy angustiado, pero estoy todo el tiempo con el m¨®vil y si me llaman, respondo. Vivo aqu¨ª en el barrio, en 10 minutos estoy aqu¨ª. Tengo miedo incluso de salir a dar un paseo en bicicleta para despejarme. Ojal¨¢ pudiera hacerlo con m¨¢s seguridad, ?verdad?¡±, justifica.
A pocos metros de all¨ª, una mujer de unos 50 a?os levanta su m¨®vil y muestra, al fondo, un cartel con la frase ¡°Aqu¨ª la vacunaci¨®n¡±. Sin auriculares, participa en una reuni¨®n de trabajo por videoconferencia y, al mismo tiempo, hace la cola del ¡°sobrante¡±. ¡°?Mirad d¨®nde estoy!¡±, les dice emocionada a sus compa?eros. ¡°?Vas a vacunarte ahora?¡±, pregunta alguien. ¡°Lo intentar¨¦, ?verdad?¡±, dice. La mujer cuenta que ya puso su nombre dos veces en el cuaderno en las ¨²ltimas semanas, pero como nunca recibi¨® la llamada decidi¨® ir a la unidad de salud y esperar en persona. ¡°Me quedar¨¦ hasta el final para ver si puedo¡±. Ella insiste en esperar afuera a pesar de que escucha repetidamente a los empleados que rara vez queda una vacuna y, que si esto sucede, se llamar¨¢ antes a las personas en el orden del cuaderno.
¡°Es in¨²til esperar. El riesgo de infectarse aqu¨ª es mayor. Su turno ya deber¨¢ llegar en abril¡±, dice uno de los trabajadores de la unidad a un hombre de 64 a?os, quien tambi¨¦n pregunt¨® por el sobrante. Pero sus palabras no parecen tener ning¨²n efecto. Una hora antes del final de la jornada, alrededor de las seis de la tarde, llegan tres personas m¨¢s. No hay aglomeraci¨®n. El establecimiento de salud es grande y est¨¢ relativamente vac¨ªo. Los ¨²ltimos en llegar se suman a otras cinco personas que estaban sentadas en sillas en el pasillo lateral. Todo el tiempo, los vacunadores tratan de explicar que no tiene sentido quedarse all¨ª. ¡°No priorizamos a qui¨¦n est¨¢ aqu¨ª. Hay personas que pusieron su nombre en enero y todav¨ªa no lo han logrado¡±, explica un profesional de la salud. Es en vano.
Minutos despu¨¦s, un empleado advierte que solo queda una dosis en el frasco y a¨²n falta media hora para que llegue alguien del grupo prioritario. ¡°No quedar¨¢ ninguna vacuna¡±, les dice a todos, pero nadie se va.
Son las 18.30, hace mucho calor y la expectativa solo crece. Ahora hay 12 personas esperando. Intentan crear una cola paralela por orden de llegada mientras hacen c¨¢lculos para convencerse a s¨ª mismos de que todav¨ªa existe la posibilidad de recibir una vacuna ese d¨ªa. ¡°Si llegan dos personas m¨¢s, quedar¨¢n nueve dosis¡±, dice una joven de aproximadamente 30 a?os. Una vez m¨¢s, un empleado de la unidad explica que tienen unos frascos de dosis ¨²nica y que, si aparece alguien m¨¢s, no se abrir¨¢n m¨¢s ampollas con 10 dosis. La Administraci¨®n municipal organiza la log¨ªstica de las vacunas con el objetivo de que, de hecho, no queden dosis al final de la jornada.
¡°Despu¨¦s de que comenz¨® la segunda ola y muchos j¨®venes empezaron a morir, me asust¨¦. Siempre he estado a favor de las vacunas, as¨ª que decid¨ª tratar de mantener la calma y protegerme¡±, dice Ilana Wurcelman, de 44 a?os. Dice que decidi¨® poner su nombre en el cuaderno del ¡°sobrante¡± despu¨¦s de que un vecino lograra vacunarse hace dos semanas. Como no la llamaron, decidi¨® probar suerte en persona en la unidad de salud. Se qued¨® all¨ª m¨¢s de una hora. Volvi¨® a poner su nombre en la lista, se pase¨® de un lado a otro, inquieta. Esper¨® y esper¨®. Nada. Cuando las puertas del centro de salud se cerraron al final del horario comercial, a las siete de la noche, se sinti¨® llena de frustraci¨®n. ¡°Creamos la esperanza de que nos vamos a vacunar y acabamos frustrados, disgustados. No voy a correr m¨¢s riesgos. Como no lo he conseguido hoy, no voy a volver¡±.
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