Cuando el divorcio estalla en el umbral de la vejez
M¨¢s de mil personas mayores de 70 a?os se separan cada a?o en Espa?a. La jubilaci¨®n suele suponer un punto de ruptura para las parejas
Esther y Mar¨ªa no se conocen de nada, pero tienen m¨¢s o menos la misma edad, las dos est¨¢n jubiladas, se dedicaron a un trabajo relacionado con la cultura, disfrutan de una situaci¨®n econ¨®mica desahogada y se acaban de divorciar. La primera descubri¨®, digamos accidentalmente, que el hombre con el que hab¨ªa compartido la vida durante casi medio siglo llevaba una vida paralela. La segunda tambi¨¦n decidi¨® dar el paso por una cuesti¨®n de infideli...
Esther y Mar¨ªa no se conocen de nada, pero tienen m¨¢s o menos la misma edad, las dos est¨¢n jubiladas, se dedicaron a un trabajo relacionado con la cultura, disfrutan de una situaci¨®n econ¨®mica desahogada y se acaban de divorciar. La primera descubri¨®, digamos accidentalmente, que el hombre con el que hab¨ªa compartido la vida durante casi medio siglo llevaba una vida paralela. La segunda tambi¨¦n decidi¨® dar el paso por una cuesti¨®n de infidelidad, pero en este caso consigo misma:
¨DHac¨ªa a?os que yo sent¨ªa que no estaba siendo fiel a m¨ª misma ¡ªexplica Mar¨ªa en una terraza a las afueras de Madrid¡ª. Llevaba mucho tiempo d¨¢ndole vueltas a una frase que se repet¨ªa en mi cabeza: esto no es lo que tiene que ser, esto no es lo que tiene que ser... ?l quer¨ªa estar a toda costa a mi lado, pero a m¨ª no me parec¨ªa honesto, ya no solo por m¨ª, seguir junto a una persona con la que no era feliz.
M¨¢s de mil personas mayores de 70 a?os se divorcian cada a?o en Espa?a. No es una novedad ni representan la franja de edad predominante en las separaciones, tampoco son ya piedra de esc¨¢ndalo ni sienten la amenaza del fuego eterno, pero siguen despertando en su entorno una serie de reacciones de sorpresa, incredulidad y hasta de rechazo: ?a estas alturas?, ?os lo hab¨¦is pensado bien?, ?qu¨¦ necesidad ten¨¦is cuando lo que necesit¨¢is ahora es tranquilidad¡?
Trinidad Bernal, doctora en Psicolog¨ªa y fundadora de la Fundaci¨®n Atyme, lleva 30 a?os mediando entre parejas que, de forma unilateral o de com¨²n acuerdo, se enfrentan a una separaci¨®n. ¡°Casi siempre se intenta buscar una explicaci¨®n para la ruptura¡±, explica, ¡°intenta achacarse a una causa concreta, un caso de infidelidad o de malos tratos, pero la gran experiencia que tenemos nos dice que en la mayor¨ªa de los casos no tiene que ver con nada de eso, ni siquiera con la infidelidad. Tambi¨¦n est¨¢n muy equivocados los que piensan que la gente se separa por modas o por capricho. Generalmente es una decisi¨®n que lleva a?os madur¨¢ndose. A?os en los que uno va mascullando su historia, apoy¨¢ndose en cosas que ocurren en la pareja para decirse a s¨ª mismo: ?ves c¨®mo tengo que separarme? Y por eso es tan diferente la historia que vive esa persona de la de su pareja, que un d¨ªa escucha con asombro: ¡®Vamos a separarnos¡±.
A Trinidad Bernal y a Francisco Iglesias, tambi¨¦n psic¨®logo de Atyme, les sigue llamando la atenci¨®n un aspecto en particular: ¡°A veces t¨² escuchas la historia de ambos por separado y te preguntas: ?pero han vivido juntos durante toda una vida? Son la misma pareja y te est¨¢n contando historias absolutamente distintas, y sabes que son ellos porque coinciden los nombres de los hijos y los lugares donde van de vacaciones, porque si no pensar¨ªas que te has equivocado de expediente¡±.
Es el caso de Esther y de su ya exmarido de toda la vida, llam¨¦mosle V¨ªctor. Todos los nombres de este reportaje, salvo los de los mediadores y la secretaria de una asociaci¨®n de separados de Madrid, est¨¢n cambiados por el deseo de los prot agonistas de no da?ar a sus familiares con sus testimonios. Pero aqu¨ª, al contrario que en las pel¨ªculas, cualquier parecido con la realidad no es pura coincidencia. Cuando el divorcio estalla en los umbrales de la vejez, la sensaci¨®n de vac¨ªo, de v¨¦rtigo y de incertidumbre no es comparable a la de las parejas de mediana edad.
¨DMe ha robado la vejez.
Esther tiene todos los cansancios reunidos en su rostro, y aun as¨ª acompa?a sus frases con una sonrisa. ¡°Mi psic¨®logo me dice que me han pasado por encima tres apisonadoras: la separaci¨®n, el c¨¢ncer, la pandemia¡ Me he pasado meses llorando, y no soy llorona. Ahora ya estoy mejor, incluso quiero ver todo esto como una nueva oportunidad. Tal vez me ayude que no es la primera vez que me tengo que reinventar. Ya lo tuve que hacer de joven, cuando me impuse al deseo de mis padres, que no era el de que estudiara¡±.
Esther relata la historia de lo que pas¨®. Estaban viendo una pel¨ªcula juntos. ?l chateaba con su tel¨¦fono. Ella se levant¨® a hacer algo y al salir de la habitaci¨®n roz¨® el ordenador de V¨ªctor, la pantalla se encendi¨® y dej¨® al descubierto los mensajes que ¨¦l estaba enviando y recibiendo en el m¨®vil. Ese fue el hilo, con nombres, con datos, con fechas, del que Esther fue tirando hasta descubrir que toda su vida hab¨ªa estado con un hombre del que apenas sab¨ªa nada. ¡°Le pregunt¨¦ que por qu¨¦ no me lo hab¨ªa dicho y me respondi¨® que porque entonces me habr¨ªa separado. Y a?adi¨®, a modo de atenuante: pero has vivido bien¡ S¨ª, tal vez, pero yo no quer¨ªa vivir como una mujer enga?ada. No fue esa mi decisi¨®n¡±.
V¨ªctor llega con antelaci¨®n a la cita. Cuenta su historia de corrido, sin necesidad apenas de preguntas. Dice que el d¨ªa a d¨ªa de su matrimonio con Esther era bueno: ¡°Segu¨ªa habiendo cari?o, pero se hab¨ªa apagado l¨®gicamente la pasi¨®n de otros tiempos y choc¨¢bamos en las cosas cotidianas¡±. Su versi¨®n es que tanto ¨¦l como ella eran personas de mente abierta, que hab¨ªan sido conscientes de que por su vida hab¨ªan pasado otras personas y que, si no hubiera sido por aquel mensaje expl¨ªcito que ella ley¨® en la red, seguramente habr¨ªan seguido juntos: ¡°Pod¨ªa haberle dicho que era una cosa puntual, intentar haber salido del apuro con el menor destrozo posible, pero me pregunt¨® y yo le cont¨¦. Todo¡±. Esther y V¨ªctor descubrieron, cada uno por su lado, que la red que hab¨ªan tejido juntos de familia, comodidades y amigos se derrumbaba con la violencia inesperada de un terremoto. La cuesti¨®n econ¨®mica se resolvi¨® antes que la del relato compartido. ¡°?l est¨¢ en una operaci¨®n de blanqueo¡±, acusa Esther, ¡°su versi¨®n es que se acab¨® el amor, fue una separaci¨®n de com¨²n acuerdo y luego conoci¨® a otra persona. Y eso no es verdad¡±.
To?i Flores, secretaria de la asociaci¨®n mixta de separados, divorciados y viudos de Madrid, responde con desparpajo a la pregunta de por qu¨¦ se rompen las relaciones a edades avanzadas: ¡°Unos porque llevan muchos a?os tragando quina y cuando los hijos vuelan, se separan. Otros, porque descubren infidelidades, algunas muy largas, de 20 a?os y m¨¢s, incluso con hijos de las otras parejas. Y hay todav¨ªa otro grupo al que tambi¨¦n le gustar¨ªa separarse pero siguen juntos porque no tienen m¨¢s remedio, normalmente por motivos econ¨®micos, pero tambi¨¦n hay casos de enfermedad¡±. Uno de sus asociados, sentado a su lado en una cafeter¨ªa pr¨®xima al centro cultural Matadero, en Madrid, apunta a un fantasma que asusta a muchos de aquellos que, ya con 70 o m¨¢s a?os cumplidos, empiezan a plantearse un futuro por primera vez sin pareja:
¨DLa soledad, lo que peor se lleva es la soledad. El ?y ahora qu¨¦ hago yo? Cuando me qued¨¦ solo, me iba a la Gran V¨ªa, miraba a la gente y ve¨ªa a todo el mundo emparejado menos yo. Luego, con el tiempo, te das cuenta de que no, de que tambi¨¦n hab¨ªa gente sola en las calles, pero a m¨ª al principio se me ca¨ªa el mundo encima. Los s¨¢bados por la tarde son matadores. La soledad es muy mala. Es una barbaridad quedarse solo, tambi¨¦n por la presi¨®n social. Mi pueblo est¨¢ en un foso y el foso son tambi¨¦n las personas. El qu¨¦ dir¨¢n¡ Sobre todo para las mujeres. M¨ªrala, d¨®nde ir¨¢ tan compuesta, qu¨¦ pronto se le ha olvidado¡
Trinidad Bernal, la fundadora de Atyme, explica que, efectivamente, algunas de las personas que se separan tan mayores ¡°no lo hicieron en su momento¡± debido a la presi¨®n social e incluso religiosa: ¡°La separaci¨®n estaba muy estigmatizada en este pa¨ªs. Yo recuerdo que en los primeros a?os se viv¨ªa con verdadero pavor el momento de decirlo en la familia. Incluso mucha gente lo hac¨ªa y no lo dec¨ªa ni en su trabajo ni en ning¨²n sitio para que no trascendiera. Ahora muchos se deciden a dar un paso largamente meditado porque el peso social es menor. Te quedas con el peso propio, pero no arrastras adem¨¢s los comentarios de tu familia dici¨¦ndote ¡®?t¨² qu¨¦ vas a hacer, te lo has pensado bien? Est¨¢s loca, vas a romper tu familia, ?qu¨¦ va a ser de tus hijos?¡¯. Era tremendo¡¡±.
La situaci¨®n ha cambiado radicalmente. Dicen Trinidad Bernal y Francisco Iglesias que, ya sin tanto peso social a sus espaldas y con la cuesti¨®n de los hijos resuelta, un momento cr¨ªtico en el que se producen las separaciones es el de la jubilaci¨®n: ¡°Hay personas que est¨¢n acostumbradas a pasar el d¨ªa fuera por el trabajo y cuando la vida laboral se termina, se dan cuenta de que no quieren compartir su vida con una persona con la que ya no comparten aficiones o chocan por cuestiones que a los dem¨¢s nos pueden parecer insignificantes. El hombre que pens¨® que con la jubilaci¨®n llegar¨ªan los viajes y se da cuenta de que ella no se quiere separar de los nietos. O uno que lleg¨® y nos dijo: ¡®Me encanta esta mesa tan ordenada. No aguanto el desorden de mi casa¡¯. Y aquel de las alitas de pollo. Le dijo a su mujer que se separaba porque se empe?¨® en ponerle una alita de pollo m¨¢s en el plato. Le dijo: ¡®?Me separo!¡¯. Y ella, claro, se qued¨® sorprendida. Pero aquello fue para ¨¦l la gota que colm¨® el vaso, su manera de sacar a relucir que no pod¨ªa m¨¢s. Tambi¨¦n hay mujeres que deciden terminar la relaci¨®n despu¨¦s de superar una enfermedad grave, de un c¨¢ncer de pecho, por ejemplo. O de la muerte de un familiar muy querido. Se dan cuenta de que el hombre que ten¨ªan al lado no supo o no pudo o no quiso darles cari?o y compa?¨ªa. Y si alguien no sabe responderte en esos momentos, te cambia radicalmente la visi¨®n que ten¨ªas de esa persona y decides separarte¡±.
Mar¨ªa, sentada en su terraza de las afueras de Madrid, pronuncia una frase lapidaria: ¡°Yo ten¨ªa una alegr¨ªa fuera de mi casa, en mi trabajo, que no ten¨ªa cuando regresaba¡±. Y a?ade: ¡°Mi coraz¨®n ya ten¨ªa decidido que ten¨ªa que irme de casa un par de a?os antes de que me marchara. El paso lo di cuando lo tuve clar¨ªsimo y cuando decid¨ª que quer¨ªa ser un ejemplo para mis hijos. Ya son mayores, pero quer¨ªa demostrarles que uno tiene que luchar para encontrar su equilibrio y su lugar en la vida. No tiene por qu¨¦ conformarse con una vida en la que no est¨¢ bien. Pero tambi¨¦n para m¨ª fue importante dejarlo a ¨¦l cuando sent¨ª que ya estaba preparado para afrontarlo¡±.
¨D?Y qu¨¦ sinti¨® cuando se fue?
¨DFue como soltar una mochila llena de piedras.
La ¨²ltima pregunta para Trinidad Bernal y Francisco Iglesias, que llevan muchos a?os tendiendo puentes en un pa¨ªs tan aficionado al desencuentro, es qu¨¦ pasa despu¨¦s de la separaci¨®n, ?hay separaciones felices?
¨DA largo plazo, s¨ª. Y a veces el que no lo hab¨ªa pedido dice, bueno, no era el fin del mundo. Otras veces, en cambio, quien lo decidi¨® reconoce que la separaci¨®n no fue la soluci¨®n de todos sus males.