Glasgow: entre la decepci¨®n y la esperanza
El fracaso de la cumbre del clima refleja la dificultad del movimiento ecologista para seguir empujando sin caer en el catastrofismo
Poco m¨¢s que una declaraci¨®n de buenas intenciones. Los optimistas se esfuerzan por se?alar los avances de la Cumbre de Glasgow sobre el clima, pero apenas pueden ofrecer compromisos vagos, no cuantificables. Tanto en la declaraci¨®n final como en los acuerdos parciales sobre el metano o la desforestaci¨®n, se hacen prop¨®sitos de cambio, pero la concreci¨®n se deja para m¨¢s adelante y eso es grave en una crisis en la que el contador no se para y el tiempo se acaba: lo que no hagamos en los pr¨®ximos diez a?os, ser¨¢ ya irremediable.
?Cuantas cumbres m¨¢s como esta podemos permitirnos? Lo ocurrido en Glasgow refleja bien el tipo de ambivalencias en las que nos movemos. Entre la inercia y la urgencia del cambio, entre la evidencia cient¨ªfica y los intereses econ¨®micos inmediatos, entre las necesidades y el poder real de intervenci¨®n. Quienes luchan contra el cambio clim¨¢tico se debaten de nuevo entre la decepci¨®n y el voluntarismo, entre el catastrofismo y la esperanza. Saben que un discurso que enfatice la cat¨¢strofe que se avecina sirve para despertar conciencias, pero puede acabar siendo paralizante. Dibujar un horizonte de impotencia puede ser desmovilizador. Por eso han tratado de criticar la falta de avances sustanciales pero evitando promover la idea de que las inercias son tan fuertes, los intereses econ¨®micos concernidos tan poderosos y los gobiernos tan d¨¦biles, que nada se puede ya esperar.
El reconocimiento expl¨ªcito de los gobiernos de que hasta ahora no han hecho lo suficiente solo es una muestra de mala conciencia ante un fracaso colectivo del que son responsables. Con una mano firman compromisos de reducci¨®n de emisiones y con la otra aprueban cuantiosas subvenciones a los combustibles f¨®siles. Para ver en qu¨¦ direcci¨®n nos movemos, solo hay que seguir al dinero. Un informe de la organizaci¨®n norteamericana Friends of the Earth y de Oil Change International revel¨® en octubre pasado que entre 2018 y 2020 los pa¨ªses del G20 destinaron 188.000 millones de d¨®lares a financiar proyectos de petr¨®leo, gas y carb¨®n a trav¨¦s de sus instituciones financieras de desarrollo, agencias de cr¨¦dito a la exportaci¨®n y bancos multilaterales de desarrollo. Esa cifra era 2,5 veces mayor que la destinada a proyectos de energ¨ªa renovable. Entre los veinte pa¨ªses que han firmado en Glasgow un compromiso de no seguir financiando este tipo de proyectos en el exterior no figuran muchos de los que m¨¢s lo hacen, entre ellos China y Jap¨®n. Y por supuesto, el acuerdo no incluye ninguna limitaci¨®n a las ventajas fiscales y las subvenciones directas dentro de cada pa¨ªs.
Haber colocado el cambio clim¨¢tico en el centro de la agenda pol¨ªtica es justamente el logro m¨¢s sustancial del movimiento ecologista. Pero una vez despertada la conciencia general, lo que ha de permitir transformar el miedo en acci¨®n pol¨ªtica es la esperanza. La certeza de que el cambio es posible. Por eso, en el eterno dilema de si la botella est¨¢ medio llena o medio vac¨ªa, todos se han esforzado estos d¨ªas en situarla en el punto medio. En palabras de Barack Obama, ¡°se han hecho avances importantes, pero no estamos ni siquiera cerca de donde deber¨ªamos estar¡±.
Si no hubi¨¦ramos hecho nada hasta ahora, al final de este siglo la temperatura media del planeta ser¨ªa 4,5 grados superior a la de la era preindustrial. Un infierno. Con los compromisos actualmente firmados de reducci¨®n de emisiones el aumento ser¨¢, si todos cumplen, de 2,9 grados. Y con las promesas de Glasgow, todav¨ªa por concretar, podr¨ªan bajar a 2,4. Una diferencia sustancial. El problema es que no es suficiente y ya no tenemos margen. El tiempo de actuar se acaba. Para alcanzar el objetivo fijado en el Acuerdo de Par¨ªs de que la temperatura media no suba a final de siglo m¨¢s de 1,5?C, las emisiones tendr¨ªan que caer un 45% respecto a las de 2010. C¨®mo hacerlo es justo lo que se ha evitado concretar.
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