Calma tensa en una residencia que conoci¨® el infierno: ¡°Aqu¨ª entraban ambulancias y sal¨ªan coches f¨²nebres¡±
El hogar de mayores Paz y Bien, de Tui (Pontevedra), resiste libre de covid a la sexta ola mientras las bajas masivas de personal desbordan otros centros
La hermana Isabel Lomba rememora con ojos vidriosos el ¡°infierno¡± que padeci¨® hace justo un a?o el centro de mayores que dirige en Tui (Pontevedra). Solo unos d¨ªas antes de ser vacunados, el coronavirus invadi¨® el cuerpo de casi todos los 72 residentes, trabajadores y monjas. Una veintena de enfermos ni siquiera lo han podido contar. ¡°Entraban ambulancias y sal¨ªan coches f¨²nebres¡±, musita esta enfermera franciscana, sentada en la sala de visitas del hogar Paz y Bien, hoy un remanso libre de covid. La explosi¨®n de contagios que ha tra¨ªdo ¨®micron ha entrado de lleno en muchas residencias de Espa?a, desbordadas por las bajas en la plantilla, pero en Tui los cribados semanales no han detectado de momento positivo alguno. El recinto resiste la sexta ola, pero con tensi¨®n, confiesa la religiosa: ¡°En cuanto vemos que alg¨²n residente tiene catarro, ?prueba! Quiz¨¢s estamos martiriz¨¢ndolos, pero tenemos miedo. Si [el virus] entra, hay que cogerlo pronto¡±.
Al sol de enero, la maestra zaragozana Pilar Sanz, de 85 a?os, revive el miedo, la soledad y la tristeza que sinti¨® durante el mes eterno aquel que, hace solo un a?o, se pas¨® enclaustrada en su habitaci¨®n con la covid en el cuerpo. ¡°Aqu¨ª hac¨ªan lo que pod¨ªan¡±, defiende, pero era tal el caos que los t¨¦cnicos de la Xunta tuvieron que intervenir la residencia privada que ha sido su hogar desde hace dos a?os y medio. Una compa?era falleci¨® en el cuarto de al lado: ¡°La o¨ªa con la voz apagada diciendo: ¡°Por favor, por favor¡'. Y no pod¨ªan atenderla¡±.
Hoy Sanz respira ¡°con cierta tranquilidad¡± porque lo ve todo ¡°controlado¡±. Incluso m¨¢s que fuera de la residencia, incide. Agarrada al andador, vigila las rosas que ella misma ha plantado y disfruta del arrullo del riachuelo que pasa junto al jard¨ªn. Las visitas de su hija ya no son con una pantalla de por medio y con los besos y abrazos prohibidos, pero a¨²n echa de menos la libertad de horario y ¡°poder ir a donde quiera¡±.
En este hogar de mayores, privado pero con 14 plazas concertadas con la Xunta, la pandemia ha acabado con las excursiones y los encuentros intergeneracionales con los ni?os del municipio. Las fiestas se hacen por grupos separados. Los residentes son muy carnavaleros, apunta la hermana Isabel, pero augura que esta celebraci¨®n llegar¨¢ tambi¨¦n con cors¨¦ a finales de febrero. Los mayores tampoco pueden ya bajar al pueblo a tomarse un caf¨¦ y charlar con sus conocidos. Como mucho, pasean por la orilla del r¨ªo Mi?o porque ¡°es una zona amplia y sin aglomeraciones¡±, explica la directora. Una encuesta realizada hace un par de meses entre los usuarios revel¨® que estos son los placeres anteriores al coronavirus que m¨¢s a?oran.
La ¨®micron est¨¢ ya entrando con fuerza en las residencias en Espa?a, aunque no ha golpeado la salud de los mayores con la virulencia de anteriores olas. La semana pasada se notificaron 12.866 contagios en estos centros, seg¨²n datos del Instituto de Mayores y Servicios Sociales (Imserso), la cifra m¨¢s alta desde que hay registros semanales (de 2020 no hay datos). Se aprecia, sin embargo, una diferencia fundamental: hoy son casi el triple los infectados que en la peor semana de enero de 2021, mientras que entonces murieron 759 usuarios y ahora los fallecidos son 169. El problema que afrontan actualmente estos centros es la falta de personal por los contagios masivos. ¡°No hay profesionales para sustituirlos¡±, alerta Maite Rodr¨ªguez Rivas, secretaria t¨¦cnica de la asociaci¨®n gallega de residencias de mayores de iniciativa social Acolle.
En las residencias con brotes, el personal que sigue al pie del ca?¨®n ¡°est¨¢ dando el mil por mil para atender a los mayores¡±, a?ade Rodr¨ªguez. Para cubrir las bajas, en algunas comunidades como Galicia o Madrid se permite contratar a trabajadores sin titulaci¨®n homologada pero con experiencia acreditada en la atenci¨®n a dependientes. Los centros reconocen que es un alivio, pero piden m¨¢s medidas, como cambios en los protocolos. ¡°Hay que normalizar la situaci¨®n de alguna manera. Los protocolos de ahora son los mismos que los de hace un a?o y no puede ser, son un trastorno¡±, sostiene Rodr¨ªguez.
Las patronales de la dependencia urgen medidas para paliar la saturaci¨®n. El C¨ªrculo Empresarial de Atenci¨®n a las Personas exige una bolsa de empleo espec¨ªfica para las residencias de mayores porque, dice, est¨¢n ¡°al l¨ªmite y sin posibilidad de hacer frente a las elevadas bajas en las plantillas¡±. La escasez de profesionales es ¡°un problema end¨¦mico en Espa?a¡±, advierte, y los que hay ¡°est¨¢n agotados tras 22 meses luchando contra el virus¡±. La Federaci¨®n Empresarial de la Dependencia tambi¨¦n alerta de la complicada situaci¨®n, aunque ¡°est¨¢ remitiendo¡±, apunta su presidente, Ignacio Fern¨¢ndez. Seg¨²n sus estimaciones, la primera semana de enero un 20% de sus trabajadores estaban aislados, una cifra que ahora ha ca¨ªdo al 12%. ¡°Mientras, a?ade, se sigue buscando nuevo personal, suspendiendo vacaciones y doblando turnos¡±.
Para atender a sus 72 residentes, muchos de ellos dependientes, Paz y Bien cuenta con 50 trabajadores (cuatro son enfermeras) y 13 monjas realizan tareas de apoyo ¡°como voluntariado¡±, explica la hermana Isabel. ¡°Las chicas que trabajan aqu¨ª son maravillosas. Ellas se desviven y se desgastan, trabajan a todo correr¡±, ensalza la residente Pilar Sanz. Los responsables del centro atribuyen la ausencia actual de contagios a la vacuna y a que ¡°las familias quiz¨¢s tengan m¨¢s cuidado y concienciaci¨®n¡±. Respondiendo a las cr¨ªticas recibidas hace un a?o, cuando la Asociaci¨®n Galega de Familiares e Usuarias de Residencias (Rede) atribuy¨® el brote a misas sin mascarilla ni distancia, la directora sostiene que dispon¨ªan de protocolos, plan de contingencia y personal formado en covid, pero ¡°no sirvi¨® de mucho¡± ante la repentina avalancha de casos. ¡°Fue horrible. Empez¨® uno, luego dos, tres¡ No daba tiempo, era incontrolable¡±, esgrime. ¡°Est¨¢bamos m¨¢s que preparados, pero esto se desbord¨®. Ten¨ªamos una planta para infectados, pero se contagiaron todos¡±.
Fueron semanas traum¨¢ticas y la herida sigue abierta en Paz y Bien. No hay monja de la congregaci¨®n a la que no se le empa?en los ojos cuando se les pregunta por la tragedia. Solo esquivaron la infecci¨®n una decena de trabajadores, entre los que no hab¨ªa ninguna enfermera. Fueron los que se quedaron ¡°tirando del carro¡±, todos hac¨ªan de todo, alojados en una vivienda de la residencia y renunciando a ir a sus casas. Se merecen ¡°gracias infinitas¡±, repite la hermana Isabel, que tuvo que ver c¨®mo su residencia se asomaba al abismo mientras ella no pod¨ªa hacer nada porque tambi¨¦n estaba infectada: ¡°No poder ayudar cuando pas¨® me hizo mucho da?o¡±.
El brote que desbord¨® a la residencia de Tui llev¨® directamente al hospital a Jos¨¦ Manuel Garc¨ªa ?lvarez, de 81 a?os. Aquellos fueron los peores d¨ªas de la vida de este tubero de motores nacido en C¨¢diz, que trabaj¨® en el astillero Barreras de Vigo. Recalca que como superviviente de la tragedia no le tiene miedo al virus, sino ¡°precauci¨®n¡±. ¡°Cuando se conduce con miedo se pierden habilidades¡±, propugna. ?l va a su casa continuamente, aunque ahora no le permiten quedarse a dormir con los suyos. Las Navidades fueron una excepci¨®n. ¡°Las pasaron en sus casas m¨¢s residentes que nunca¡±, cuenta la hermana Isabel. Ella piensa que el temor a otro encierro los empuj¨® a lanzarse en brazos de sus seres queridos.
Con informaci¨®n de Mar¨ªa Sosa Troya.
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