El soci¨®logo Rafael Ruiz: ¡°La descristianizaci¨®n de Espa?a tiene cosas muy curiosas¡±
El profesor de la Universidad Complutense de Madrid publica un libro que analiza el gran cambio religioso que ha experimentado el pa¨ªs. La secularizaci¨®n pas¨® a ser m¨¢s efectiva cuando empez¨® a basarse en la indiferencia, asegura
Rafael Ruiz (Palencia, 30 a?os) es profesor de Sociolog¨ªa en la Universidad Complutense de Madrid y acaba de publicar La secularizaci¨®n en Espa?a (C¨¢tedra), un libro que analiza el gran cambio religioso que ha llevado al pa¨ªs a ser una de las sociedades europeas donde m¨¢s ha retrocedido el cristianismo en las ¨²ltimas d¨¦cadas.
Pregunta. Sit¨²a el inicio de la secularizaci¨®n en Espa?a a finales del siglo XIX, en una primera ola marcadamente anticat¨®lica.
...
Rafael Ruiz (Palencia, 30 a?os) es profesor de Sociolog¨ªa en la Universidad Complutense de Madrid y acaba de publicar La secularizaci¨®n en Espa?a (C¨¢tedra), un libro que analiza el gran cambio religioso que ha llevado al pa¨ªs a ser una de las sociedades europeas donde m¨¢s ha retrocedido el cristianismo en las ¨²ltimas d¨¦cadas.
Pregunta. Sit¨²a el inicio de la secularizaci¨®n en Espa?a a finales del siglo XIX, en una primera ola marcadamente anticat¨®lica.
Respuesta. Hay quien remonta el inicio mucho m¨¢s atr¨¢s, pero las muestras de secularizaci¨®n se aprecian con m¨¢s claridad en esa ¨¦poca. Tienen como correlato, m¨¢s que el anticatolicismo, el anticlericalismo, lo cual est¨¢ relacionado con el hecho de que el poder de la Iglesia en la estructura social del pa¨ªs era inmenso. El Estado liberal se construye en parte, como en otros pa¨ªses de tradici¨®n cat¨®lica, sustrayendo espacios que controlaba la Iglesia, sus instituciones hospitalarias, educativas, etc¨¦tera. Ese car¨¢cter anticlerical, a veces tambi¨¦n antirreligioso, empez¨® siendo intelectual y pas¨® a los movimientos obreros.
P. Asegura que la recristianizaci¨®n del Franquismo fue m¨¢s aparente que real. Y que la segunda ola de secularizaci¨®n comenz¨® en plena dictadura.
R. El catolicismo estaba muy extendido durante el franquismo, particularmente en algunas regiones. Y en los a?os cuarenta y cincuenta s¨ª hubo una cierta recristianizaci¨®n de las l¨®gicas cotidianas, aunque no fue total, como en el mito que planteaba el r¨¦gimen, sino que tuvo como l¨ªmite la memoria de la primera oleada de secularizaci¨®n; el franquismo fue m¨¢s efectivo en silenciar a los que estaban en contra de su ideolog¨ªa nacionalcat¨®lica que en convencerlos. Y en los a?os sesenta empez¨® la segunda ola de secularizaci¨®n. La Espa?a del desarrollismo y m¨¢s tecnocr¨¢tica tuvo como efecto no deseado la promoci¨®n de una secularizaci¨®n que m¨¢s que conectar con el anticlericalismo anterior, fue protagonizada por unos j¨®venes que experimentan nuevas formas de socializaci¨®n y de plantear la sexualidad, que en algunos casos practican un activismo pol¨ªtico y, m¨¢s en general, cortan, no tanto con la identidad cat¨®lica, como con un modo de vivir el catolicismo muy marcado por la moral, la pr¨¢ctica y la apariencia.
P. ?La descristianizaci¨®n de Espa?a pasa a basarse a partir de ese momento sobre todo en la indiferencia?
R. S¨ª. La corriente anticlerical no desaparece, siempre ha tenido un peso importante, quiz¨¢ porque al menos hasta finales del siglo XX la presencia del catolicismo en Espa?a ha sido mayor que en otros pa¨ªses del entorno, pero es minoritaria. A partir de los a?os sesenta, como en otros pa¨ªses occidentales, lo que hay es un movimiento mucho m¨¢s tranquilo y a la vez mucho m¨¢s masivo. Un ¡®ir dej¨¢ndolo¡¯ que fue mucho m¨¢s efectivo como din¨¢mica de secularizaci¨®n, porque se situaba fuera del debate del catolicismo. El indiferente puede ir a un bautizo o una comuni¨®n, pero en realidad ya ha salido del campo religioso.
P. ?El vaciamiento de la Espa?a rural aceler¨® el abandono del catolicismo?
R. S¨ª, sobre todo en la Espa?a rural del norte, donde la vida cotidiana estaba regida en gran medida por la Iglesia y el cura, y era uno de los focos m¨¢s importantes de preservaci¨®n del catolicismo. A partir de los a?os sesenta, muchos de sus habitantes se van a vivir a las ciudades y se instalan normalmente en suburbios, donde la Iglesia no tiene ese papel definitorio, y muchos cortan. Iban a misa porque formaba parte de lo que se hac¨ªa en el pueblo, pero al no sentir esa presi¨®n social, lo dejan. Hay testimonios de curas que dicen: ¡®Este chico ha ido a la ciudad, y dice que como ha visto mundo ya no va a la iglesia¡¯. Quiz¨¢ al volver al pueblo de visita acompa?a a sus padres a misa el domingo, pero su vida va por otro lado. Un dato interesante es que mientras Espa?a se fue convirtiendo en un pa¨ªs cada vez m¨¢s urbanizado, la extracci¨®n principal de los seminaristas sigui¨® siendo rural, lo cual es una de las explicaciones de por qu¨¦ los seminarios pierden tanta fuerza a partir de los sesenta.
P. Menciona algunas diferencias territoriales sorprendentes en el proceso de descristianizaci¨®n.
R. Hay cosas muy curiosas. Tendemos a pensar en evoluciones lineales, pero la secularizaci¨®n es fruto, en realidad, de muchos procesos, y seg¨²n c¨®mo se mezclen los ingredientes salen platos muy distintos. El Pa¨ªs Vasco, que es una de las zonas m¨¢s secularizadas hoy, junto a Catalu?a y Madrid, en los a?os sesenta era profundamente religioso. Hay estudios que hablan, y es una idea que puede funcionar parcialmente, del nacionalismo como religi¨®n de sustituci¨®n. En Andaluc¨ªa, en cambio, pas¨® al rev¨¦s. En las primeras estad¨ªsticas religiosas, de los a?os cincuenta y sesenta, Andaluc¨ªa, donde el anticlericalismo hab¨ªa sido muy poderoso, era una de las zonas menos religiosas de Espa?a. Y hoy es una de las que presenta mayores muestras de religiosidad. Se ve, por ejemplo, en el porcentaje de matrimonios cat¨®licos. La fusi¨®n entre identidad local, religiosidad popular y catolicismo ha sido en cierto modo una receta de ¨¦xito. Otra cosa ser¨ªa analizar hasta qu¨¦ punto es efectiva esa religiosidad un martes de noviembre, es decir, en un d¨ªa cotidiano. Pero ese catolicismo cultural estructurado alrededor de la cofrad¨ªa y la hermandad, con una serie de ritos a lo largo del a?o, ha permitido all¨ª una pervivencia mayor de la identidad cat¨®lica.
P. ?Qu¨¦ efecto espera que tengan los esc¨¢ndalos por los abusos sexuales a menores?
R. Antes de los esc¨¢ndalos, la confianza de la sociedad en la Iglesia ya estaba en m¨ªnimos hist¨®ricos, y esto ser¨¢ otro motivo de desafecci¨®n frente a la instituci¨®n, que ha sido una de las din¨¢micas de la secularizaci¨®n. Tambi¨¦n habr¨¢ que ver c¨®mo reacciona la Iglesia en este momento cr¨ªtico. Si muestra un corte tajante con las pr¨¢cticas del pasado y un repensar la Iglesia a partir de esta crisis, como ha planteado el papa Francisco, quiz¨¢ incluso pudiera recuperar un poco de confianza, pero de momento lo que va a pesar es el impacto.
P. ?Cree que quitar la religi¨®n del horario escolar generar¨ªa pol¨¦mica social o que pasar¨ªa m¨¢s bien desapercibido?
R. Hay una parte de la sociedad que no se activa f¨¢cilmente por la conflictividad social, pol¨ªtica o medi¨¢tica. La mayor parte de los ciudadanos lo que quieren es trabajar, descansar, ocio, llegar a fin de mes. Pero desde hace unos a?os nuestra realidad tambi¨¦n est¨¢ marcada por cierto efecto de polarizaci¨®n. Eliminar la asignatura de religi¨®n, para una amplia parte de la sociedad podr¨ªa no significar nada. Pero creo que de una forma no tan inmediata podr¨ªa alimentar esa din¨¢mica de polarizaci¨®n.
P. Se?ala que hay una creciente corriente de espiritualidad en Espa?a, sobre todo entre personas j¨®venes, que ya no cat¨®lica.
R. En las ¨²ltimas d¨¦cadas, el catolicismo, entendido como pr¨¢ctica religiosa, ha perdido peso. Como identidad tambi¨¦n, aunque menos. Es dif¨ªcil encontrar en Espa?a una sola identidad que tenga tanta representaci¨®n; dependiendo de la estad¨ªstica, se habla del 60%, 65%, 59%¡ Los dem¨¢s, ese otro 40%, no son cat¨®licos, pero solo una parte de ellos son ateos. No nos hemos parado a analizar y a pensar a fondo en estos otros fen¨®menos de religiosidad y espiritualidad, que son interesant¨ªsimos.