La forma de afrontar la pederastia divide a los obispos: ?Qu¨¦ partido ganar¨¢?
En el combate contra los cl¨¦rigos pederastas, algunos de muy alto rango, siempre ha habido en la Iglesia cat¨®lica dos partidos: los partidarios de lavar la ropa sucia en casa, en la idea de que las informaciones sobre esos esc¨¢ndalos son cosa de anticlericales, y quienes quieren cortar por lo sano de una vez por todas
En el combate contra los cl¨¦rigos pederastas, algunos de muy alto rango, siempre ha habido en la Iglesia cat¨®lica dos partidos: los partidarios de lavar la ropa sucia en casa, en la idea de que las informaciones sobre esos esc¨¢ndalos son cosa de anticlericales, y quienes quieren cortar por lo sano de una vez por todas. Son dos posiciones irreconciliables; la disputa viene de lejos. Para los prelados desmemoriados, bastar¨ªa con recordarles lo que relat¨® el mism¨ªsimo papa Francisco en el avi¨®n de regreso a Roma desde Panam¨¢, el 27 de enero de 2019. Hablaba de un episodio de encubrimiento, uno de tantos. Dijo a los periodistas: ¡°El papa Benedicto tuvo todos los papeles. Pero hab¨ªa filtros por los cuales no pod¨ªa llegar al meollo. Con ganas de ver, hizo una reuni¨®n. Despu¨¦s, fue all¨ª [a ver a Juan Pablo II] con todos sus papeles. Cuando volvi¨®, dijo a su secretario: ¡®Archiva la carpeta, gan¨® el otro partido¡±.
En aquel momento, Benedicto XVI era el cardenal responsable de despachar los asuntos de pederastia, con la orden de hacerlo con la m¨¢xima discreci¨®n. No intervino, no denunci¨®. ?Disculpable? Por si hubiera dudas, el prefecto de la Congregaci¨®n para los Institutos de Vida Consagrada, el cardenal Jo?o Braz, preguntado meses antes sobre aquel asunto, en declaraciones a la revista cat¨®lica espa?ola Vida Nueva (15 de noviembre de 2018) hab¨ªa dicho una frase terrible: ¡°Quienes han encubierto abusos durante 70 a?os son una mafia; no son Iglesia¡±. Sin duda, ellos no eran Iglesia. Pero eran el Papa y su polic¨ªa de la fe y de las costumbres. Cuando ocurri¨® tan escandalosa situaci¨®n, se dec¨ªa una frase a¨²n m¨¢s extravagante. ¡°No se castiga a un amigo del Papa¡±. En Espa?a, la versi¨®n ser¨ªa: ¡°No se castiga a un amigo del obispo¡± (pues muchos de los pederastas han sido reputados profesores en seminarios diocesanos o en prestigiosos colegios religiosos).
Los obispos no se hacen idea de la irritaci¨®n o el pasmo que causan, y el desprestigio que acumulan, cada vez que hablan de la pederastia y se refugian en un indecente ¡°y t¨² m¨¢s¡± (su idea de que ¡°en otros sitios¡± se producen m¨¢s abusos). Como suele decirse, callado estar¨ªa dicho. Pero, ya puestos, un reto: que digan en qu¨¦ instituciones se han producido ocultamiento, encubrimiento o protecci¨®n a los pederastas y desprecio hacia las v¨ªctimas, como entre las altas esferas eclesi¨¢sticas. Hay ya sentencias del Tribunal Supremo que lo certifican.
Entre las quejas, llama la atenci¨®n la reiterada por su l¨ªder, el cardenal Omella. ¡°El n¨²mero mayor de abusos no se comete en la Iglesia. Pedir¨ªamos que tambi¨¦n se investiguen¡±, ha insistido. Esta ma?ana volvi¨® a hacerlo. Es tambi¨¦n la idea de su portavoz en la Conferencia Episcopal, el obispo Luis Arg¨¹ello. A¨²n peor, ¨¦ste ha dicho que la pederastia en los ¨¢mbitos eclesiales ¡°son peque?os casos¡±. Los dos, junto con el vicepresidente de la instituci¨®n, el cardenal Carlos Osoro, fueron a ver a Francisco el pasado 7 de abril. Buscaban entrar hoy en la asamblea episcopal con la fuerza que les da saberse respaldados por el sumo Pont¨ªfice. ?Les ser¨¢ suficiente?
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