¡°?C¨®mo se te ocurre tener tres hijos con el hombre que te maltrataba?¡±: V¨ªctimas de violencia machista denuncian el trato en casas de acogida andaluzas
Siete mujeres relatan su experiencia en estas viviendas, donde se controla sus movimientos, cu¨¢ndo pueden hablar, qu¨¦ y cu¨¢nto pueden comer o gastar de un producto, adem¨¢s del desprecio por la situaci¨®n vulnerable que atraviesan ellas y sus ni?os
Lorena tiene una sonrisa franca. Cuando r¨ªe, r¨ªen sus ojos. Pero cuando recuerda su paso por la casa de acogida para v¨ªctimas de violencia de g¨¦nero de Granada, su mirada se enfr¨ªa. Quienes necesitan estos pisos para residir durante un tiempo vienen del infierno: buscan el refugio f¨ªsico de los golpes, los insultos, del dolor. No tienen otra red, una familia, un lugar donde quedarse. Cuando llegan a estas casas, la vulnerabilidad es extrema. Por eso, le duelen a Lorena frases como las que escuch¨® de una trabajadora al llegar a su nueva vida lejos de la violencia: ¡°?C¨®mo se te ocurre tener tres hijos con el hombre que te maltrataba?¡±. A otra compa?era, Pilar, le dec¨ªan a menudo: ¡°Esto no es un hotel¡±. ¡°Te destrozan la autoestima¡±, cuenta Lorena. ¡°Imag¨ªnate a un civil que viene de la guerra y en lugar de tratar de sanarlo, lo meten en otra. Con menos bombas, quiz¨¢, pero otra guerra. Lo mismo hacen con nosotras¡±, afirma.
El trato despectivo que describe Lorena coincide con el que denuncian las otras seis mujeres entrevistadas, cuyos nombres, edades y lugares de procedencia han sido omitidos o modificados para preservar su intimidad. Todas han pasado, desde 2019, por alguna de las nueve casas de acogida que hay en Andaluc¨ªa, unos centros que dependen en toda Espa?a de las autonom¨ªas, que a su vez contratan, con fondos del Ministerio de Igualdad, a empresas que se dedican a la gesti¨®n. En el caso andaluz, desde 2003 la administraci¨®n ha corrido a cargo de Agise S.L. Los testimonios de las mujeres que han pasado por algunos de estos centros, parte de ellas acompa?adas por sus hijos, no solo incluyen ejemplos de falta de empat¨ªa de las trabajadoras. Denuncian tambi¨¦n deficiencias en la atenci¨®n psicol¨®gica y el asesoramiento jur¨ªdico, el mal estado de las instalaciones, el control de la cantidad de productos de higiene y comida y los horarios poco racionales. En una de las casas de acogida, por ejemplo, no se abre a nadie la puerta entre las 15.00 y las 16.40, salvo que tengan que recoger a los ni?os de los centros educativos, acudir al m¨¦dico u otra causa justificada.
Hablan de un d¨ªa a d¨ªa crudo y lleno de impotencia: ¡°La ¨²nica diferencia entre vivir en la casa de acogida y vivir con mi agresor son las hostias que no te pegan¡±, afirma Pilar. La historia de las siete converge en el d¨ªa en que ingresaron en viviendas de acogida situadas en ciudades distintas a las suyas, lejos de todo lo que conocen. Ese es un momento muy delicado, ya que, huyendo de la violencia, primero recalan en un centro de emergencia en el que permanecen aisladas y luego en una de estas casas. Viven escondidas, en direcciones que no se hacen p¨²blicas para evitar que las encuentre su maltratador. Es un peligro real: dos fueron localizadas en el tiempo en el que estaban all¨ª. Las medidas de seguridad son estrictas, pero ellas explican que poco tiene que ver su protecci¨®n con el racionamiento de la comida o el trato degradante.
Pilar fue expulsada a principios de septiembre de la casa de acogida de M¨¢laga, a la que lleg¨® en agosto, tras haber denunciado en el juzgado de guardia ¡°las amenazas constantes¡±. ¡°Me encontr¨¦ en el infierno m¨¢s absoluto, hasta el punto de echar de menos a mi maltratador¡±, asegura. Ha regresado a la ciudad en la que reside su agresor. Cuando acudi¨® al Instituto Andaluz de la Mujer (IAM) de esa localidad, le negaron la opci¨®n de entrar en otro alojamiento por haber sido expulsada de la casa, seg¨²n ella cuenta. Tambi¨¦n all¨ª ha acudido a los juzgados para denunciar el desamparo en el que se ha visto envuelta.
El IAM, al menos en la delegaci¨®n de C¨¢diz, ten¨ªa noticia del trato deficiente desde mucho antes. Fue por Liz, que en 2019 le traslad¨® lo que suced¨ªa en el centro a la entonces delegada provincial del IAM en C¨¢diz, Ana Fidalgo, tras marcharse a los dos meses de la casa de acogida gaditana porque ¡°ya no pod¨ªa m¨¢s¡±. Lo hizo acompa?ada de las presidentas de las asociaciones Las Desamparadas y Amazonas Intercultural, a las que acudi¨® en busca de ayuda. ¡°Dijo que lo iba a investigar y a aplicar correctivos¡±, cuenta Rosa Mar¨ªa N¨²?ez, presidenta de Las Desamparadas.
¡°La gesti¨®n no es perfecta ni intachable¡±
En Andaluc¨ªa, el circuito de los centros del servicio integral de atenci¨®n y acogida de mujeres v¨ªctimas de violencia de g¨¦nero ¡ªcentros de emergencia, casas de acogida y pisos tutelados¨D est¨¢ externalizado desde 1998. Su prestaci¨®n se adjudic¨® a Segramaal y se prorrog¨® hasta 2003, cuando asumi¨® el servicio Agise S.L, cuyo gerente, Alberto Arnaldo, era socio de la primera adjudicataria.
En diciembre de 2020, el Gobierno andaluz, formado por el Partido Popular y Ciudadanos, volvi¨® a adjudicar a Agise la gesti¨®n para los pr¨®ximos cuatro a?os, con posibilidad de dos pr¨®rrogas de dos a?os cada una por 26,4 millones. En respuesta a un cuestionario enviado por este diario, Arnaldo reconoce que ¡°la gesti¨®n de los centros de acogida no es perfecta e intachable¡±. ¡°Entendemos que el modelo vigente pueda generar situaciones de malestar y quejas entre las personas acogidas¡±, indica. Asegura que con el IAM se est¨¢ trabajando en ¡°un replanteamiento del modelo de atenci¨®n y acogida¡±. Fuentes de la Consejer¨ªa de Igualdad suscriben que se est¨¢ trabajando en adaptar el r¨¦gimen interno a la situaci¨®n actual y en modificar los pliegos de contrataci¨®n de este servicio para recoger los nuevos perfiles de mujeres que son atendidas en estos centros y que, en algunos casos, dificultan la convivencia al coincidir realidades complejas como adicciones, problemas sociales y de salud mental. Los protocolos relacionados con estos perfiles estar¨¢n listos a finales de este a?o, se?alan las fuentes.
Las madres alertan de c¨®mo se las amenazaba con perder la custodia de sus hijos. Cuando M¨®nica ¡ªque vivi¨® dos a?os entre la casa de Granada y otro recurso al que fue trasladada cuando su maltratador la localiz¨®¡ª escuch¨® a una de las responsables de la vivienda granadina espetarle ¡°?eres una mala madre!¡±, explot¨®. El d¨ªa anterior hab¨ªa dejado a su hijo en la guarder¨ªa y se fue a trabajar. Silenci¨® el m¨®vil y no vio las llamadas que le hicieron porque el peque?o se hab¨ªa puesto malo. ¡°Al volver, la responsable me dijo: ¡®Tu hijo ha estado vomitando y ni nos lo agradeces¡¯. En los ocho meses que llevaba all¨ª, era la primera vez que me hab¨ªan echado una mano. ¡®Gracias a los golpes que yo he recibido, t¨² est¨¢s en esa silla¡¯, le dije¡±. Asegura que la responsable le advirti¨® de que iba a hacer todo lo posible para que estuviera en la calle. ¡°Me disculp¨¦ por miedo a que me quitaran al beb¨¦. Eso no lo voy a olvidar nunca¡±, apostilla, con la voz quebrada.
Poco despu¨¦s, a M¨®nica y a su ni?o los trasladaron a un piso con una pared que solo era una ventana. ¡°Hac¨ªa mucho fr¨ªo y el beb¨¦ estaba casi siempre malo¡±, recuerda. La pediatra le pregunt¨® que por qu¨¦ ten¨ªa tanta fiebre. ¡°Le cont¨¦ c¨®mo viv¨ªamos y al d¨ªa siguiente me colocaron una estufa¡±.
Pese a que los ni?os son reconocidos como v¨ªctimas de violencia de g¨¦nero desde 2019, las casas no cuentan con un servicio espec¨ªfico que se ocupe de los menores, aunque s¨ª tienen programas de refuerzo escolar de una hora diaria y talleres en verano y Navidad. ¡°Las educadoras dec¨ªan que eso no era un parque y que si quer¨ªan hacer ruido, ten¨ªan que salir¡±, cuenta Liz. ¡°A los peque?os o nos los llevamos con nosotras si est¨¢n malos o si no tienen cole, o los dejamos al cuidado de otras mujeres de la casa¡±, abunda Lorena. Al trasladarle estas quejas, Arnaldo alega que lo que se busca en los centros es ¡°favorecer la autonom¨ªa de las mujeres para que sean capaces de gestionar el cuidado de sus hijos¡±, y puntualiza que en los pliegos del contrato no se hace referencia a la obligaci¨®n de cubrir las necesidades de conciliaci¨®n. Las mujeres tampoco reciben orientaci¨®n sobre c¨®mo abordar con sus hijos el hecho ¡°de que sus padres sean maltratadores¡±, a?ade Lorena.
La Consejer¨ªa de Igualdad asegura que realiza labores de inspecci¨®n y supervisi¨®n de las casas de acogida. Esgrime que en 2022 solo llegaron cuatro hojas con quejas referidas, en su mayor¨ªa, a la convivencia, pero ninguna al trato hacia las mujeres. Tambi¨¦n, destaca que, en las encuestas de calidad, que se efect¨²an de forma an¨®nima cuando abandonan la casa, las mujeres valoran con una nota alta los alojamientos. En las casas de Agise residen ahora 148 personas ¡ª75 mujeres y 73 menores¡ª. En 2022 vivieron en ellas 635 personas ¡ª300 mujeres y 335 menores¡ª. Y recibieron alg¨²n tipo de atenci¨®n 2.438. Las fuentes oficiales consultadas instan a que se presenten ¡°denuncias o quejas formales para que la administraci¨®n pueda atajar cualquier tipo de anomal¨ªa y establecer las respuestas pertinentes¡±.
Elena ¡ªque pas¨® tres meses en el centro de C¨®rdoba, hasta que tuvo que trasladarse al de Algeciras porque su agresor tambi¨¦n dio con ella¡ª y M¨®nica sonr¨ªen al escuchar esta petici¨®n. La primera acudi¨® a la polic¨ªa local para preguntar c¨®mo pod¨ªa abandonar el alojamiento. Le recomendaron que acudiera al Instituto Andaluz de la Mujer. M¨®nica tambi¨¦n fue all¨ª, despu¨¦s de hablar con la polic¨ªa que le hab¨ªan asignado de protecci¨®n. Cuando regresaron a sus centros de Granada y Algeciras les recriminaron lo que hab¨ªan hecho. Pilar recuerda que expuso su situaci¨®n al Ayuntamiento de M¨¢laga y al Servicio Andaluz de Atenci¨®n a V¨ªctimas y que por presentar una denuncia ante los juzgados fue expulsada.
Las mujeres tambi¨¦n refieren deficiencias en las casas. ¡°Dentro del microondas y detr¨¢s del frigor¨ªfico hab¨ªa cucarachas, adem¨¢s de humedades y un aire acondicionado para todo el piso¡¡±, sostiene Marina, que pas¨® seis meses en la casa de acogida de C¨®rdoba en 2021. ¡°Entendemos que el estado de las instalaciones pueda generar insatisfacci¨®n, pero estamos invirtiendo continuamente en mantenimiento y en reposici¨®n de elementos de uso cotidiano¡±, argumenta el gerente.
F¨¦rrea disciplina y horarios imposibles de cumplir
La rigidez de las normas, contin¨²an las mujeres entrevistadas, fomenta, adem¨¢s, su aislamiento. ¡°No nos permiten relacionarnos entre nosotras y hay unos horarios estrictos, si los incumples te ponen un parte¡±, indica Pilar. Arnaldo explica que ¡°las usuarias pueden relacionarse en los espacios comunes. La ¨²nica prohibici¨®n hace referencia a las visitas a los apartamentos para evitar problemas con la compa?era que no quiera recibir visitas de otra mujer con la que conviva, o para evitar que los ni?os se queden solos sin supervisi¨®n porque la madre est¨¦ en otra vivienda¡±. Liz aclara que solo pod¨ªan hablar en las zonas comunes si las educadoras estaban presentes. ¡°Si yo un d¨ªa estoy mal, no tengo con qui¨¦n estar e invito a una compa?era a mi piso para hablar y tomar un caf¨¦, es motivo de parte¡±, ejemplifica.
Trabajar con v¨ªctimas en una fase tan vulnerable requiere una capacitaci¨®n espec¨ªfica por parte de las trabajadoras de las casas. Agise asegura que todas ellas, desde la direcci¨®n a las auxiliares, pasando por las asesoras jur¨ªdicas y monitoras, cuentan con las horas de formaci¨®n de violencia de g¨¦nero y experiencia exigidas en los pliegos de contrataci¨®n, pero Arnaldo precisa que si ¡°la persona candidata cumple todos los requisitos para el puesto, pero no dispone de un curso de formaci¨®n que cumpla los criterios establecidos, se le ofrece la posibilidad de firmar una declaraci¨®n responsable de compromiso de realizaci¨®n del curso¡±. ¡°Son situaciones muy extremas para las mujeres. Los procesos de intervenci¨®n y acompa?amiento debieran hacerse con profesionales extremadamente preparados¡±, se?ala Raquel Mill¨¢n, miembro del Consejo General del Trabajo Social.
El convenio colectivo de Agise, de 2018, recoge unas bases salariales de 1.020 euros para los monitores, 1.498 para los trabajadores sociales, 1.559 para psic¨®logos y abogados, y 1.820 en el caso de los directores.
¡°Hab¨ªa sufrido maltrato, pero no estaba dispuesta a sufrir abuso por quienes se supone que me ten¨ªan que ayudar¡±, dice Catalina, que a principios del a?o pasado tambi¨¦n abandon¨® la casa de acogida de C¨®rdoba, en la que estuvo dos meses. Llama la atenci¨®n sobre las visitas nocturnas de las trabajadoras. El reglamento permite revisar las habitaciones para comprobar que no hay alimentos en mal estado, productos peligrosos o alcohol, pero no estipula cu¨¢ndo. ¡°No puedes dormirte porque est¨¢s esperando a que lleguen y lo hacen sin llamar¡±, a?ade. ¡°Abr¨ªan la puerta de tu piso sin llamar, aunque pudieras estar desnuda. Ni siquiera respetaban la privacidad¡±, corrobora Liz.
Otra queja compartida son los estrictos horarios de las casas. Los alimentos se recogen los lunes, mi¨¦rcoles y viernes de 16.40 a 18.20. Si alguna trabaja, tiene que hacer gestiones o se siente mal y no puede acudir, se queda sin comida. Entre las 15.00 y las 16.40, en al menos una de las casas, ¡°te obligan a permanecer en silencio, pero c¨®mo hacerlo si tienen ni?os¡±, se?ala Elena. Las llamadas a los abogados tambi¨¦n est¨¢n pautadas y las horas de regreso var¨ªan, pero, en general, no pueden ser despu¨¦s de las diez de la noche.
¡°Son horarios imposibles. Experimentas la misma sensaci¨®n de control que con tu maltratador¡±, lamenta Lorena. ¡°Y la comida te la dan en bolsas, la congelada est¨¢ fuera de su envase original, por lo que no sabes la fecha de caducidad¡±, a?ade. ¡°Es normal que tengamos gastroenteritis¡±, subraya Pilar. ¡°Es un sistema carcelario¡±, resume Pilar. Arnaldo asegura que ¡°los men¨²s cumplen con la normativa exigida para los centros de atenci¨®n social de la Junta, cuya carta mensual se expone en los tablones de anuncios¡±. Adem¨¢s, se?ala que el reparto se realiza de manera equitativa y que existe un control sobre el hist¨®rico de procesos de los alimentos para garantizar su salubridad.
Las mujeres no pueden comprar comida ¡°para evitar situaciones desiguales en virtud del poder adquisitivo¡±, explica Arnaldo, que alega que puede promover las dietas no supervisadas o la entrada de pat¨®genos que deriven en enfermedades ¡°de las que tendr¨ªa que hacerse cargo la empresa¡±. Tampoco est¨¢ bien visto que compren ropa para sus hijos o para ellas ¡ªaunque las donen las ONG¡ª para evitar ¡°un exceso de acumulaci¨®n o un incumplimiento de los planes de ahorro establecidos para cada usuaria¡±, agrega el gerente.
El reglamento del servicio integral de atenci¨®n y acogida de mujeres v¨ªctimas de violencia de g¨¦nero en Andaluc¨ªa, de 2010, garantiza la atenci¨®n psicol¨®gica, legal y social, pero ese acompa?amiento tambi¨¦n falla. ¡°El psic¨®logo solo me preguntaba sobre mi vida sexual, y yo pensaba: ¡®Oiga, me han roto la cara, ?se cree que tengo ganas de pensar en eso?¡±, cuenta Liz. ¡°La abogada me confirm¨® que la asesora legal no impuls¨® el proceso de custodia de mi hija, aunque me estuvo diciendo que todo iba para adelante¡±, dice Marina, que pas¨® seis meses en la casa de acogida de C¨®rdoba. Y Catalina afirma que, por haber ido por su cuenta a una ONG a buscar trabajo, la amenazaron con no luchar legalmente por la custodia de sus hijos ¡ªen manos del padre, distinto de su agresor¨D.
Arnaldo destaca, por su parte, el caso de las mujeres que logran alcanzar una vida independiente. ¡°Esos peque?os grandes logros son los que hacen que gestionar este servicio merezca la pena¡±, subraya. Mientras, Pilar espera que las dos denuncias interpuestas prosperen. Lorena quiere olvidar su paso por la casa de Granada, pero la cicatriz en la nariz de uno de sus hijos ¡ªque se cort¨® con una mesa que ella hab¨ªa advertido que era peligrosa y no acudi¨® a tiempo al hospital porque, asegura, le aconsejaron una cura casera en el centro¨D le remueve los malos recuerdos. Otras acumulan rabia porque sienten que se ha abusado de su dolor. ¡°No todas nos trataron mal ni todo es malo y, cuando est¨¢s sin techo, agradeces que te lo den¡±, dice M¨®nica, ¡°pero no es justo que se aprovechen de esa situaci¨®n, no nos lo merecemos¡±.
En lo que va de a?o, 50 mujeres han sido asesinadas por sus parejas o exparejas. Desde que arranc¨® la estad¨ªstica oficial, en 2003, son 1234 mujeres.
El tel¨¦fono 016 atiende a las v¨ªctimas de violencia machista, a sus familias y a su entorno las 24 horas del d¨ªa, todos los d¨ªas del a?o, en 53 idiomas diferentes. El n¨²mero no queda registrado en la factura telef¨®nica, pero hay que borrar la llamada del dispositivo. Tambi¨¦n se puede contactar a trav¨¦s del correo electr¨®nico 016-online@igualdad.gob.es y por WhatsApp en el n¨²mero 600 000 016. Los menores pueden dirigirse al tel¨¦fono de la Fundaci¨®n ANAR 900 20 20 10. Si es una situaci¨®n de emergencia, se puede llamar al 112 o a los tel¨¦fonos de la Polic¨ªa Nacional (091) y de la Guardia Civil (062). Y en caso de no poder llamar, se puede recurrir a la aplicaci¨®n ALERTCOPS, desde la que se env¨ªa una se?al de alerta a la Polic¨ªa con geolocalizaci¨®n.
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