24 horas de terror machista
El lunes har¨¢ un a?o del asesinato de cuatro mujeres en cuatro localidades. De haber muerto en atentados, se recordar¨ªa como una fecha se?alada. Pero las mataron sus novios o sus maridos. Esta es la cr¨®nica de ese d¨ªa sangriento
A las tres y cuarto de la ma?ana, un hombre bajo, moreno, de pelo rizado y de 30 a?os llamado Eduardo S¨¢nchez acude, a pie, al servicio de urgencias del centro de salud de Piedrabuena, su pueblo, en Ciudad Real. All¨ª avisa de que su pareja, Bel¨¦n Palomo, de 24, est¨¢ gravemente herida. Los m¨¦dicos corren a la casa, tratan in¨²tilmente de reanimar a la mujer, que al menos tiene una cuchillada en el pecho de muy mal pron¨®stico. En poco tiempo, a pesar de la hora, un buen n¨²mero de los 4.000 habitantes de Piedrabuena sabe que algo pasa en el piso de Bel¨¦n y Eduardo. Lo saben por los rumores que cir...
A las tres y cuarto de la ma?ana, un hombre bajo, moreno, de pelo rizado y de 30 a?os llamado Eduardo S¨¢nchez acude, a pie, al servicio de urgencias del centro de salud de Piedrabuena, su pueblo, en Ciudad Real. All¨ª avisa de que su pareja, Bel¨¦n Palomo, de 24, est¨¢ gravemente herida. Los m¨¦dicos corren a la casa, tratan in¨²tilmente de reanimar a la mujer, que al menos tiene una cuchillada en el pecho de muy mal pron¨®stico. En poco tiempo, a pesar de la hora, un buen n¨²mero de los 4.000 habitantes de Piedrabuena sabe que algo pasa en el piso de Bel¨¦n y Eduardo. Lo saben por los rumores que circulan ya, por el revuelo de m¨¦dicos y de enfermeros, por el resplandor azul de las luces de alarma encendidas de los coches de la Guardia Civil aparcados a la puerta.
A las cinco de la madrugada de ese domingo ocho de enero que se acaba de estrenar, Bel¨¦n Palomo muere de una insuficiencia respiratoria. Poco despu¨¦s, Eduardo S¨¢nchez entra detenido en el cuartel de la Guardia Civil, situado a menos de 250 metros del portal de su casa, acusado de haber asesinado a su pareja en su casa con un cuchillo de cocina. ?l se declara inocente.
A esa hora, la Guardia Civil pide a unas cuantas amigas de la v¨ªctima que est¨¢n despiertas que vayan al cuartel a declarar. Todas pertenecen al equipo femenino de f¨²tbol sala del pueblo, el FSF Piedrabuena, del que Bel¨¦n tambi¨¦n formaba parte. Esa noche han celebrado la cena de Navidad. Las amigas explican que Bel¨¦n se fue sola en coche a casa a las dos y media y que ah¨ª la esperaba solo su marido porque la hija peque?a de ambos estaba con los abuelos maternos.
A esas mismas cinco de la madrugada, en un calabozo de la comisar¨ªa del Puerto de Santa Mar¨ªa, en C¨¢diz, un hombre arrestado tras una pelea a tiros en el apartamento de un vecino se despeja de la borrachera de coca¨ªna y alcohol y llama a gritos a los guardias. Al principio, la polic¨ªa del Puerto, acostumbrada a este tipo de rabietas y de subidones y bajadas de la coca de los s¨¢bados por la noche, no le hace mucho caso. Pero el hombre, que se llama Jos¨¦ Carlos D¨ªez Mateos y que tiene 41 a?os, insiste a gritos en que vayan a verlo. Cuando lo tienen enfrente, les dice: ¡°Por favor, pegadme un tiro, por favor, que he matado al amor de mi vida¡±. Los guardias no entienden bien a qu¨¦ se refiere ¡ªla causa de su detenci¨®n no tiene nada que ver en principio con ninguna mujer ni con nada de lo que cuenta¡ª y atribuyen la frase al alcohol. Pero D¨ªez insiste: ¡°En mi casa, id a mi casa, me he buscado la ruina, he matado a la mujer de mi vida¡±.
Poco despu¨¦s, convencidos al fin de que el relato de D¨ªez guarda, con todo, cierta coherencia, los polic¨ªas se desplazan hasta su casa, un apartamento en la quinta planta de un edificio de 15 del barrio de Valdelagrana, en el Puerto de Santa Mar¨ªa, a un paso de la playa. Se trata de una urbanizaci¨®n tur¨ªstica, deshabitada en invierno, con muy pocos residentes fijos como D¨ªez. Abren la puerta con la llave que el mismo detenido les ha prestado. Dentro encuentran el cad¨¢ver de una mujer, tumbada de lado en el sof¨¢, con el rostro ensangrentado y las piernas en el suelo. Mientras examinan el cuerpo oyen que el tel¨¦fono m¨®vil de la v¨ªctima, colocado muy cerca del cad¨¢ver, no deja de sonar.
Hacia las ocho de la ma?ana amanece en Piedrabuena. El d¨ªa es fr¨ªo, gris, feo, con rachas de lluvia helada. A esa hora llega al pueblo el primer periodista. Es An¨ªbal de la Beldad, de la agencia Efe. Se encuentra un pueblo vac¨ªo, conmocionado, incr¨¦dulo, entristecido. Habla con alg¨²n vecino ocasional que se resiste a comentar el incidente, que se limita a lamentar la tragedia que destruir¨¢ la vida de dos familias muy conocidas del pueblo, la de la v¨ªctima, por supuesto, pero tambi¨¦n la del asesino.
Bel¨¦n y Eduardo comenzaron a salir cuando ella ten¨ªa 15 a?os y ¨¦l, 21. Hace dos, cuando naci¨® la hija de ambos, se fueron a vivir juntos al piso de la plazoleta. ?l, que proviene de una familia acomodada del pueblo, trabajaba como camionero ocasional y como agricultor. Ella, de procedencia m¨¢s humilde, desempe?aba trabajos espor¨¢dicos en una peluquer¨ªa o hac¨ªa de camarera. Alguien del entorno familiar de la v¨ªctima comenta que Eduardo, desde el primer d¨ªa que salieron juntos, estuvo muy pendiente de Bel¨¦n. ¡°Demasiado pendiente. Te crees que el amor consiste en que alguien est¨¦ muy preocupado por ti, porque es lo ¨²nico que has conocido, porque no has conocido a otro hombre. Y eso, con el tiempo, se vuelve otra cosa. A Bel¨¦n, Eduardo la atosigaba a llamadas y a mensajes cuando no estaba con ¨¦l¡±, a?ade. Esa misma noche, la de la cena del equipo de f¨²tbol, tambi¨¦n lo hizo: decenas de mensajes y llamadas. ¡°Era celoso, controlador, machista. Ella nunca hab¨ªa hecho viajes sin ¨¦l porque ¨¦l no la dejaba. No solo era celoso de los hombres, tambi¨¦n de las mujeres, de las amigas de Bel¨¦n, de sus compa?eras en el equipo de f¨²tbol¡±, insiste. Porque el equipo de f¨²tbol, el FSF Piedrabuena, que serv¨ªa y sirve de refugio para las chicas del pueblo, de excusa para formar una pi?a femenina alrededor de los partidos, de v¨¢lvula de escape de un pueblo a veces demasiado peque?o, tampoco le gustaba a Eduardo.
A esa hora, la polic¨ªa del Puerto de Santa Mar¨ªa conoce ya la identidad de la mujer encontrada en el sof¨¢ y las circunstancias relacionadas con su muerte: se llamaba Eva Aza, ten¨ªa 46 a?os, viv¨ªa en Chiclana y trabajaba de enfermera en el Hospital Puerta del Mar, en C¨¢diz. Estaba divorciada y ten¨ªa dos hijos, de 13 y 18 a?os, de su exmarido. Su asesino, Jos¨¦ Luis D¨ªez, el hombre que grita y lloriquea en el calabozo, era su actual pareja y la ha matado de dos disparos a bocajarro con un rev¨®lver sin licencia que guardaba en su casa. Ocurri¨® tras una discusi¨®n entre los dos en el apartamento de Valdelagrana, despu¨¦s de que un amigo, que hasta entonces hab¨ªa estado con ellos, se marchara. Este amigo es el que llamaba insistentemente al m¨®vil de Eva. La hora de la muerte, las tres de la madrugada, es la misma a la que acuchillaron a Bel¨¦n Palomo.
A las 10 de la ma?ana, en Marbella, una mujer colombiana, Natalia Mosquera, interna en una casa donde cuida a un matrimonio espa?ol, ultima las tareas del domingo para poder llegar a la hora a la misa de 12 de su iglesia evang¨¦lica.
Tambi¨¦n a las 10 de la ma?ana, la polic¨ªa del Puerto de Santa Mar¨ªa avisa a la familia de Eva Aza de que han encontrado su cad¨¢ver. No precisan mucho por tel¨¦fono. Poco despu¨¦s, el padre, la madre, el hermano y la cu?ada vuelan en coche desde Chiclana. Francisco Aza, el padre, piensa al principio que se trata de un accidente de tr¨¢fico. Cuando, ya en la comisar¨ªa, les aclaran que Eva ha muerto asesinada, una de las preguntas del bueno de Francisco es: ¡°?Y qu¨¦ le han hecho a Jos¨¦ Carlos?¡±, ya que est¨¢ convencido de que la pareja de su hija es tambi¨¦n v¨ªctima del asalto o lo que quiera que haya pasado. Cuando le aclaran que el novio de su hija est¨¢ detenido en un calabozo y que ha confesado el crimen, el padre, simplemente, pierde pie porque no puede cre¨¦rselo. Eva y ¨¦l llevaban casi un a?o juntos, tras conocerse en febrero de 2022, aunque cada uno viv¨ªa en su casa, ¨¦l en el apartamento de Valdelagrana, ella en Chiclana, en un piso cercano al de sus padres.
Francisco hab¨ªa visto a Jos¨¦ Carlos 14 o 15 veces, siempre en reuniones familiares y, sinceramente, pensaba que ese hombre y su hija hac¨ªan buena pareja. Eva era una mujer guap¨ªsima, con unos ¡°ojos celestes que no le cab¨ªan en la cara¡±. Tambi¨¦n con mucho car¨¢cter, de las que no se arredra en una discusi¨®n. Al otro, que trabaja en un concesionario de coches, el padre de Eva siempre lo vio como un tipo afable, tranquilo, sonriente, que nunca se enfadaba, un hombre callado y agradecido, de esos que no olvidan nunca alabar la comida que les ofreces cuando los invitas a casa. ¡°Demasiado bueno¡±, a?ade ahora Francisco en Jerez, en el despacho del abogado que los representa, Antonio D¨ªaz. La ¨²ltima vez que vio a su hija, pocos d¨ªas antes del asesinato, fue una tarde en que salieron juntos a comprar los regalos de Reyes (Francisco le compr¨® a Jos¨¦ Carlos un pijama). Esa tarde, Eva le confes¨® que se encontraba muy bien con su pareja, que haber dado con ¨¦l hab¨ªa sido una verdadera suerte. Ella se mostraba optimista y extend¨ªa esa misma actitud a otras ¨¢reas de su vida: acababa de matricularse para un curso de radiolog¨ªa a fin de promocionarse en el hospital. Hab¨ªa m¨¢s: a Jes¨²s Aza, el hermano menor de Eva, esta le hab¨ªa contado que quer¨ªa dejar su piso de Chiclana y marcharse a vivir al apartamento de Valdelagrana de Jos¨¦ Carlos. Se lo hab¨ªa revelado ese s¨¢bado por tel¨¦fono, horas antes de que su novio la matara. Jes¨²s lo recordaba la ma?ana del domingo en que tuvieron que reconocer el cad¨¢ver y lo recordar¨ªa muchos d¨ªas despu¨¦s, cuando ¡ªobsesionado por entender¡ª se puso a investigar por su cuenta y descubri¨® que Jos¨¦ Carlos hab¨ªa estado en la c¨¢rcel por malos tratos durante una relaci¨®n anterior. A¨²n ahora se pregunta si su hermana lo sab¨ªa. Y si sab¨ªa tambi¨¦n que guardaba una pistola cargada en su casa.
A las once y media de la ma?ana, la Guardia Civil de Piedrabuena traslada a la pareja de Bel¨¦n Palomo a los calabozos de Tomelloso. Dos d¨ªas despu¨¦s, la jueza lo enviar¨¢ a prisi¨®n preventiva como presunto autor de un homicidio de violencia de g¨¦nero y otro de maltrato habitual. El cotejo de los mensajes de los m¨®viles constituye una prueba de esto ¨²ltimo. Amigos del entorno familiar aseguran que ¨¦l le pegaba ocasionalmente a su pareja. El mismo d¨ªa del asesinato de Bel¨¦n, las chicas del equipo de f¨²tbol femenino deciden, con tanta tristeza como rabia, que a pesar de lo ocurrido y de que siempre va a faltar una, van a seguir jugando todos los partidos que les toque en esa temporada. Lo har¨¢n en homenaje a su compa?era.
A las 12 de la ma?ana, la colombiana Natalia Mosquera llega puntualmente a la iglesia evang¨¦lica de Marbella. Tiene 46 a?os (los mismos que la gaditana Eva Aza). Es guapa, morena, religiosa, muy trabajadora. Tambi¨¦n lo suficientemente echada para adelante como para separarse de su marido en Colombia, harta de sus desplantes y lo suficientemente decidida para emigrar en 2018 a Espa?a a fin de darles un futuro universitario a sus dos hijos. Lo ha cumplido. Su hijo V¨ªctor Hugo se graduar¨¢ en Administraci¨®n de Empresas el pr¨®ximo marzo y ella se ha prometido acudir a la ceremonia. Ser¨¢ la primera vez que viaje a Colombia desde que sali¨® de all¨ª. Su hermano Jorge, que vive en Espa?a desde hace m¨¢s de 10 a?os y que la conoce bien, le ha pedido varias veces que se vaya antes. Desde hace tiempo la encuentra agotada, deprimida, vulnerable, sin el ¨¢nimo que la empuj¨® a llegar a Marbella. Pero Natalia se niega porque se siente responsable de los dos espa?oles que atiende. Este ocho de enero desapacible y ventoso, en la puerta de la parroquia, ve que la espera un hombre colombiano al que conoci¨® una noche de tres meses atr¨¢s al ir a tirar la basura. Se llama Leonel Herrera, se dedica a la construcci¨®n y a la electricidad, lleg¨® a Espa?a en septiembre y tiene su misma edad.
A las 12 y pocos minutos, Natalia, en vez de entrar a la misa y sin que se aprecie violencia de ning¨²n tipo, se sube a una furgoneta con Leonel. Al volante va un conocido de este que cree, enga?ado, que se dirigen a hacer una chapuza en una casa. La furgoneta arranca y en pocos minutos llega a la playa Real de Zaragoza, un rinc¨®n paradis¨ªaco situado a unos kil¨®metros al este del casco urbano de Marbella. El viento h¨²medo y lluvioso bate fuertemente desde el mar. Leonel y Natalia se bajan de la furgoneta y se encaminan hacia la playa, solitaria a esas horas y con ese tiempo gris. El due?o de la furgoneta, que ya se ha dado cuenta de que Leonel solo lo quer¨ªa para que los transportara hasta all¨ª, se marcha.
Desde aquella ma?ana, una pregunta obsesiona a Jorge, el hermano de Natalia: ?Por qu¨¦, despu¨¦s de todo lo que hab¨ªa pasado con Leonel, Natalia quiso subirse esa ma?ana a la furgoneta?
Leonel, en pocos meses de relaci¨®n, hab¨ªa llegado a pedirle a Natalia 800 euros a fin de traer a su esposa desde Colombia. Y Natalia se los prest¨®. Desde que la esposa lleg¨® a Marbella, vivi¨® en la casa de su marido, aunque Leonel le promet¨ªa a Natalia que se iban a separar. Natalia le crey¨®. Despu¨¦s, se produjo el primer golpe: una cachetada, como la recuerda Jorge, el hermano, a quien Natalia aseguraba: ¡°Yo a este ya lo voy a dejar¡±, sin hacerlo jam¨¢s. ¡°Este fue el diablo que yo me encontr¨¦¡±, a?ad¨ªa, para justificarse. Hubo un segundo golpe: el 19 de diciembre, Leonel, en plena discusi¨®n en la puerta de la casa de Marbella donde trabajaba Natalia, le peg¨® un cabezazo en la nariz. La mujer, acompa?ada de su hermano, lo denunci¨®. Jorge recuerda que al cruzarse ese d¨ªa con Leonel en la comisar¨ªa lo vio re¨ªrse. El juicio r¨¢pido se celebr¨® dos d¨ªas despu¨¦s. Leonel fue condenado por malos tratos a seis meses de c¨¢rcel, sin cumplir pena, y se le impuso una orden de alejamiento: a partir de ese momento le estaba prohibido acercarse a ella a menos de 500 metros, llamarla o contactarla de cualquier manera e, incluso, residir en la misma ciudad que ella. Lo incumpli¨® todo escrupulosamente. La sigui¨® llamando. La mensajeaba insistentemente. Natalia le contaba a su hermano que ten¨ªa miedo de ese hombre. Jorge lo amenaz¨® con volver a denunciarlo y mandarlo a la c¨¢rcel si segu¨ªa llamando a su hermana y si no lo denunci¨® ya en ese momento ¡ªcosa de la que se arrepentir¨¢ siempre¡ª fue porque nunca se imagin¨® lo que pod¨ªa pasar y porque crey¨® que bastar¨ªa esa advertencia. La respuesta de Leonel fue significativa: ¡°Yo solo le tengo miedo a la ira de Dios¡±.
El 3 de enero, Natalia volvi¨® a llamar a su hermano: ¡°Esto va a m¨¢s con este tipo¡±. ?Por qu¨¦ se subi¨® entonces a la furgoneta? El asesino sostiene que porque quiso, porque segu¨ªan juntos. El abogado de la familia Mosquera, Emilio Mart¨ªn, del despacho gaditano de Ricardo ?lvarez, cree que, aunque se subi¨® voluntariamente, lo hizo enga?ada por algo. Su hermano Jorge piensa que tal vez Leonel la amenaz¨® con hacer da?o a sus hijos, amenaza que hab¨ªa proferido ya alguna vez. O que tal vez le prometi¨® que iba a devolverle por fin los 800 euros que le deb¨ªa.
Entre las 12 y media y la una, en C¨¢diz ya corre la noticia de que Eva Aza, una participante activa del Carnaval, compositora de la espacialidad de romancero, conocida y apreciada por todo ese mundo, ha sido asesinada a manos de su pareja en un apartamento de Valdelagrana.
A esa misma hora, entre las decenas de personas que llenan el tanatorio de Piedrabuena donde reposa Bel¨¦n Palomo hay miembros del entorno familiar, conocedores de lo que pasaba dentro de la pareja, que responden a otra pregunta clave: ?Por qu¨¦ no lo dej¨®?: ¡±Por su hija, por miedo a perder a su hija¡±.
Y entre las 12 y media y la una de esa ma?ana, seg¨²n la propia confesi¨®n de Leonel Herrera, tras acostarse con Natalia en la playa, en un momento en que ella le da la espalda, piensa: ¡°Ahora o nunca¡±. Y la estrangula. Despu¨¦s, con un c¨²ter de los que emplea en sus trabajos de electricista, la eviscera, le amputa los pies y las manos y la deg¨¹ella. Lo hace desnudo para no mancharse. Arroja separadamente las partes del cad¨¢ver al mar, convencido de que as¨ª no las encontraran o, de si se encuentra alg¨²n pedazo, no habr¨¢ manera de relacionarlo con Natalia ni, a la larga, con ¨¦l. Despu¨¦s, se viste y vuelve a Marbella en autob¨²s.
A esa misma hora, Hayat Lazar, de 46 a?os (los mismos que Natalia Mosquera, los mismos que Eva Aza) prepara la comida en su casa de Adeje (Tenerife), donde vive sola con sus cuatro hijos, separada de su marido. Despu¨¦s ir¨¢ al hotel donde trabaja de recepcionista. Acaba de regresar de un viaje de vacaciones a Madrid con sus dos hijos menores y con la familia de su hermana Nora, que vive en Melilla. Se lo ha pasado muy bien.
A las dos de la tarde, Jorge, el hermano de Natalia Mosquera, que emplea el domingo en pintar una habitaci¨®n de su casa de Algeciras, recibe la llamada de una vecina de la casa de Marbella donde trabaja su hermana. Le informa de que Natalia no ha regresado de la iglesia para dar de comer a los se?ores. A Jorge le extra?a y se inquieta, porque es muy raro que su hermana falte al trabajo, pero no se alarma demasiado todav¨ªa. La llama, pero el tel¨¦fono est¨¢ fuera de cobertura.
Una hora m¨¢s tarde, en el telediario, Jorge escucha la noticia de que han asesinado esa noche a dos mujeres a manos de sus parejas, una en un pueblo de Ciudad Real y otra en el Puerto de Santa Mar¨ªa, en C¨¢diz. La noticia lo sobrecoge, piensa en Leonel y empieza a temer por Natalia y a preguntarse de nuevo por ella. La llama otra vez in¨²tilmente por tel¨¦fono.
A las cuatro menos 10 de la tarde, Hayat Lazar sale de casa. Se monta en su coche y se dirige al hotel de playa Para¨ªso, al sur de Tenerife, donde llegar¨¢ en 10 minutos, para empezar a las cuatro en punto. Trabajar¨¢ hasta las 11 de la noche. Hayat naci¨® en Sal¨¦, Marruecos, pero vivi¨® hasta los 23 a?os en Nador. All¨ª trabaj¨® en una tienda de coches. Lleg¨® a Tenerife hace 23 a?os. Ha trabajado de cajera, de camarera, de limpiadora de hotel y, en los ¨²ltimos a?os, tras un ascenso, de recepcionista. Habla espa?ol como una canaria y se desenvuelve perfectamente, adem¨¢s, en ¨¢rabe, en ingl¨¦s, franc¨¦s y alem¨¢n. Lleg¨® soltera, pero tres a?os despu¨¦s, con 26, se cas¨® con un hombre de origen marroqu¨ª. Tuvo dos hijos antes de separarse, que hoy tienen 18 y 16 a?os. Hace 10 a?os se volvi¨® a casar, con otro hombre de origen marroqu¨ª llamado Walim, el padre de sus dos hijos menores, un ni?o y una ni?a, que ahora tienen 10 y seis a?os.
La hermana mayor de Hayat, F¨¢tima, que vive tambi¨¦n en el sur de Tenerife y ha compartido la vida de su hermana desde el primer d¨ªa que pis¨® la isla, define al primer esposo como un hombre malo. Al segundo, como mucho peor. F¨¢tima cuenta que Hayat era la que conduc¨ªa en esa familia porque Walim era un in¨²til que no sab¨ªa ni llevar un coche, que Hayat era la que cuidaba de los hijos, la que trabajaba, la que le buscaba los trabajos a ¨¦l, la que le consigui¨® el ¨²ltimo empleo de camarero en el mismo hotel en el que ella se ganaba la vida de recepcionista. F¨¢tima tambi¨¦n describe escenas turbias de celos, como cuando su hermana se present¨® en su casa llorando porque Walim, que no la dejaba ponerse pantalones, le hab¨ªa roto unos que ella acababa de comprar; y escenas de malos tratos y de golpes, como cuando su marido le peg¨® una patada estando embarazada, o de despotismo machista absoluto, como cuando le rob¨® el pasaporte para que Hayat no pudiera viajar a Marruecos para asistir a la boda de otra hermana.
F¨¢tima detalla que Walim jam¨¢s les regal¨® nada a los ni?os, ni a los suyos ni, por supuesto, a los mayores, fruto del anterior matrimonio de Hayat. Y a?ade que Walim se gastaba el dinero en las m¨¢quinas tragaperras, que beb¨ªa, que era violento, que insultaba, que ella misma le prohibi¨® la entrada a su propia casa porque no lo soportaba como cu?ado, porque era el t¨ªpico hombre que se cree que lo sabe todo de todo frente a todos. A diferencia de ¨¦l, cuenta F¨¢tima, Hayat era lista, trabajadora y valiente. A?ade para demostrarlo que su hermana rechazaba ponerse el velo, que sacaba adelante su casa sola con cuatro hijos, que se preparaba para el futuro estudiando idiomas. Hayat se separ¨® de Walim varias veces. Lo ech¨® de casa otras tantas. Pero lo readmit¨ªa siempre despu¨¦s de un tiempo. Lo denunci¨® por malos tratos al menos en dos ocasiones. La ¨²ltima, el 29 de diciembre, hac¨ªa poco m¨¢s de una semana. Dos d¨ªas despu¨¦s, en un juicio r¨¢pido, Hayat decidi¨® no proseguir con la denuncia, se acogi¨® a su derecho de no declarar y Walim dej¨® el calabozo libre de toda acusaci¨®n, pero, seg¨²n F¨¢tima, resentido en lo m¨¢s ¨ªntimo porque Hayat no lo hab¨ªa readmitido en casa y se iba de vacaciones de Navidad a Madrid con sus hijos. ¡°Yo no s¨¦ por qu¨¦ lo perdonaba siempre, yo sab¨ªa que eso era malo, que hac¨ªa mal, que le iba a pasar algo¡±, se pregunta F¨¢tima sin encontrar una respuesta que la convenza.
A las cuatro de la tarde, Hayat llega al hotel situado en playa Para¨ªso y se pone a trabajar en su puesto de recepcionista.
A las cinco, en C¨¢diz, Nazareth Jim¨¦nez, amiga de Eva Aza, compa?era de Carnaval, se entera de su muerte y se lo tiene que repetir a ella misma porque no se lo cree, porque no lo puede ni imaginar. D¨ªas despu¨¦s recordar¨¢ a su amiga como a una persona alegre, fuerte, con car¨¢cter, con ganas de todo siempre, tan agarrada a la vida que le parece simplemente imposible que est¨¦ muerta.
Y a esa hora, las cinco de la tarde, Jorge, el hermano de la colombiana Natalia Mosquera ve en la p¨¢gina de Facebook Marbella se queja un v¨ªdeo en el que aparece el cad¨¢ver de una mujer decapitada y sin pies ni manos, encontrado hace poco en la playa Real de Zaragoza. El viento que sopla desde el mar y el oleaje encrespado de ese d¨ªa lluvioso han devuelto varias partes del cuerpo a la playa. Jorge observa el v¨ªdeo y al repasarlo despacio siente la tiritona de un presagio oscuro. No reconoce al cuerpo ¡ªnadie puede reconocerlo as¨ª¡ª pero vuelve a llamar a Natalia y, al comprobar que el tel¨¦fono sigue sin cobertura, se monta en el coche y enfila directamente a Marbella a poner una denuncia en una comisar¨ªa. All¨ª le cuenta a la polic¨ªa que sospecha que la mujer encontrada en la playa de la que todo el mundo habla puede ser su hermana. Los polic¨ªas le responden que van a pedir fotos a los compa?eros que llevan la investigaci¨®n, dado que el cad¨¢ver ha sido trasladado a M¨¢laga.
Cuando llegan las fotos, Jorge reconoce al momento los parches m¨¦dicos en los pies que llevaba su hermana, la figura de sus pantorrillas, y sabe ya sin ninguna duda que el cuerpo pertenece a Natalia y que el presentimiento funesto que lo estremeci¨® hace unas horas ha resultado cierto. Sabe tambi¨¦n que tiene que avisar a los hijos, que viven en Cali, desesperadamente ajenos a lo que ocurre. Antes, le dice a la polic¨ªa el que para ¨¦l es el nombre del asesino: Leonel Herrera. Lo detendr¨¢n al d¨ªa siguiente, en su casa, mientras desayuna con su mujer.
Poco despu¨¦s de las 11 de la noche, Hayat sale del hotel, se monta en su coche y conduce hasta su casa de Adeje. All¨ª, en el segundo piso, la esperan sus tres hijos menores. Tambi¨¦n, sin que ella lo sepa, apostado en el portal, espera Walim, armado con un cuchillo. Sabe a qu¨¦ hora llegar¨¢ porque al trabajar en el mismo hotel conoce los horarios de la mujer. Hayat aparca y cuando sale del coche lo descubre. Trata de huir, grita, pide socorro, pero no puede evitar que el hombre la acorrale entre dos coches y la acuchille en el costado ah¨ª mismo.
A las 11 y media de la noche de ese d¨ªa que est¨¢ a punto de acabar, al o¨ªr los gritos que vienen de la calle, Giusseppe Valent¨ªn Chinea, vecino de Adeje, sale de casa para ver qu¨¦ pasa. Al llegar a la calle de Juan de Austria se encuentra a un par de vecinos sujetando a Walim en el suelo y a Hayat tumbada en la acera, desangr¨¢ndose. Se tumba a la derecha de la mujer y trata, in¨²tilmente, de taponar la herida. Mientras lo hace, se fija en los dos hijos menores, Omar y Amira, que tambi¨¦n han bajado de casa al o¨ªr los gritos, y que caminan en la acera de un lado a otro, desconcertados, asustados, sin saber qu¨¦ hacer.
Un a?o despu¨¦s, la ni?a peque?a de Bel¨¦n Palomo, de tres a?os, vive en casa de sus abuelos maternos en Piedrabuena; los hijos colombianos de Natalia Mosquera, de 19 y 20 a?os, siguen a trompicones su vida. Eso s¨ª: V¨ªctor Hugo, el mayor, se gradu¨® sin la presencia de su madre en la ceremonia. El hijo mayor de Eva Haza, de 19 a?os, estudia en C¨®rdoba y la menor, de 14, vive con su padre en Chiclana. Los dos hijos mayores de Hayat estudian en un centro de acogida de Tenerife; los m¨¢s peque?os, de 11 y siete a?os, se han ido a vivir con la familia de su t¨ªa Nora en Melilla. Como una de las hijas de Nora se llama tambi¨¦n Amira, para no confundir a las dos primas ¡ªahora hermanas¡ª, a la que vino de Tenerife todos la llaman Amira Hayat.