Dominique Pelicot, condenado a la pena m¨¢xima: 20 a?os de c¨¢rcel por violar, drogar y grabar a su mujer
Los otros 50 acusados de agredir a Gis¨¨le Pelicot han sido tambi¨¦n declarados culpables, en su inmensa mayor¨ªa, por violaci¨®n agravada, aunque con penas inferiores a lo que solicitaba la Fiscal¨ªa
Dominique Pelicot, de 72, ha sido declarado culpable de violaci¨®n agravada de Gis¨¨le Pelicot; tentativa de violaci¨®n y violaci¨®n agravada de C. Marechal [la mujer de Jean-Pierre Marechal, el llamado ¡°disc¨ªpulo¡± de Pelicot], de otros delitos derivados como la difusi¨®n de im¨¢genes en perjuicio de su exesposa; y por fotografiar a su hija Caroline, y a sus dos ex nueras. Su condena ser¨¢n 20 a?os de c¨¢rcel, la m¨¢xima para estos delitos. Viol¨® a su esposa durante, al menos nueve a?os, mientras se encontraba sedada con tranquilizantes que le suministraba escondidos en la comida o en la bebida. Mientras el tribunal le¨ªa el fallo, esta ma?ana en los juzgados de Avi?¨®n, Pelicot ha escuchado su sentencia sin expresar ninguna emoci¨®n. Y ha comenzando a llorar, encorvado en la silla, cuando el tribunal ha procedido a la lectura de las penas de los otros 50 hombres que han sido procesados en este juicio. Todos han sido tambi¨¦n declarados culpables, en su mayor¨ªa, por violaci¨®n agravada; y tambi¨¦n en su mayor¨ªa las penas est¨¢n por debajo de lo que hab¨ªa solicitado la fiscal¨ªa. La familia, en la sala, dice que no con la cabeza mientras el tribunal lee las condenas.
Algunos de los condenados saldr¨¢n libres por atenuantes o condenas que permiten cumplirse en libertad y todos ser¨¢n inscritos en el registro de delincuentes sexuales. A esos hombres, Pelicot los conoci¨® por Internet. La investigaci¨®n contabiliz¨® en total 71, aunque solo medio centenar pudieron ser identificados. A todos los contactaba y les ofrec¨ªa acudir a su domicilio familiar, entrar sigilosamente y agredir sexualmente a su esposa, con la que llevaba 50 a?os casado. Gis¨¨le Pelicot solo fue consciente de todo ello cuando vio los v¨ªdeos en comisar¨ªa. Hoy tiene 72 a?os, tres hijos y una vida atravesada por un agujero negro de medio siglo. Tambi¨¦n, esa es su victoria particular en medio de un sufrimiento indescriptible, la sensaci¨®n de que el horror vivido no habr¨¢ sido en balde.
La sentencia pone fin a un juicio en el que, en el fondo, el veredicto es lo de menos porque no hay dudas sobre cuestiones de culpabilidad. Todos los acusados fueron grabados por Dominique Pelicot. Sobre todos ellos hay pruebas irrefutables, aunque solo 16 pidieran disculpas a la v¨ªctima y alguno siguiese al t¨¦rmino del juicio sin reconocer lo que hizo, aun a pesar de estar grabado. Da igual. Lo que importaba eran dos cosas fundamentales. Primero, entender los motivos del horror. Algo a lo que dif¨ªcilmente se podr¨¢ dar respuesta. Pero el tribunal ha distinguido netamente el papel de Pelicot, a quien condena como el director de orquesta del horror vivido por su esposa, lament¨® su abogada, sin aclarar todav¨ªa si recurrir¨¢, y el resto de acusados. En total, la acusaci¨®n hab¨ªa solicitado 652 a?os de prisi¨®n contra los 51 acusados, quienes finalmente fueron condenados a 428 a?os tras las rejas.
El papel otorgado a Pelicot se observa en las condenas: la segunda pena m¨¢s alta es de 15 a?os. Fue impuesta a Romain V., quien acudi¨® seis veces a Mazan, a pesar de ser seropositivo. Bajo tratamiento durante veinte a?os, Romain V. presentaba una carga viral baja y, por lo tanto, no era contagioso en el momento de los hechos, seg¨²n afirm¨® su abogado, respaldado por documentos m¨¦dicos. Las otras tres penas m¨¢s severas ¨C13 a?os de reclusi¨®n criminal¨C fueron dictadas contra acusados que tambi¨¦n acudieron seis veces a Mazan: Charly A., J¨¦r?me V. y Dominique D. El otro aspecto clave que se esperaba de este juicio era observar el impacto y la capacidad de transformaci¨®n que podr¨¢ tener en la sociedad este caso. Y eso se debe, fundamentalmente, a c¨®mo la v¨ªctima decidi¨® que se desarrollase.
Gis¨¨le Pelicot, que escuch¨® la sentencia acompa?ada de sus tres hijos, profundamente emocionados, opt¨® al comienzo del proceso por la posibilidad de que este fuera abierto. Es decir, que p¨²blico y periodistas pudieran entrar, tomar notas y contarlo. Algo completamente inusual en este tipo de juicios, donde las v¨ªctimas suelen sentirse injustamente avergonzadas de lo sucedido y prefieren el anonimato. ¡°Es la hora de que la verg¨¹enza cambie de bando¡±, proclam¨® ella el primer d¨ªa en el tribunal ante las c¨¢maras, una de las pocas veces que ha hablado para los medios. La frase, un viejo eslogan del feminismo, se convirti¨® inmediatamente en una bandera del proceso y de una lucha, o m¨¢s bien un primer asalto, que ha durado 5 semanas (comenz¨® el lunes 2 de septiembre en Avi?¨®n y se alarg¨® hasta este pasado lunes, 16 de diciembre).
Todo empez¨® en un supermercado de Carpentras, en la regi¨®n francesa de la Provenza. O m¨¢s bien, todo termin¨® ah¨ª. El 12 de septiembre de 2020, el vigilante de seguridad del establecimiento, uno de esos personajes secundarios que en realidad determinan la profundidad de las historias, vio a un hombre filmando por debajo de la falda a varias mujeres con su tel¨¦fono. ¡°Su tel¨¦fono graba bien desde ah¨ª, ?eh?¡±, inquiri¨® a aquel supuesto cliente. El guardia jurado alert¨® a las mujeres, sigui¨® increpando al hombre que grababa y le encerr¨® en una estancia del supermercado hasta que lleg¨® la polic¨ªa. Aquel hombre era Dominique Pelicot y acababa de llegar al final del viaje al horror al que hab¨ªa arrastrado a su esposa durante al menos una d¨¦cada.
La polic¨ªa interrog¨® a Pelicot y le dej¨® en libertad. Parec¨ªa un simple mir¨®n. Un viejo con impulsos voyeuristas. Pero otro personaje secundario, Laurent Perr¨¦, uno de los polic¨ªas que se encarg¨® del caso, decidi¨® pedir al juez un registro de la casa de aquel hombre. Cuando entraron los agentes, encontraron un ordenador y un disco duro con m¨¢s de 20.000 v¨ªdeos y fotograf¨ªas en las que, principalmente, aparec¨ªa Gis¨¨le Pelicot, esposa de aquel jubilado, siendo violada por decenas de hombres distintos mientras ella, aparentemente, se encontraba dormida o sedada. Ese mismo polic¨ªa fue el encargado de llamar a la v¨ªctima, que ignoraba absolutamente todo lo que le hab¨ªa ocurrido durante aquellos a?os en los que sufri¨® mareos, enfermedades de transmisi¨®n sexual y una extra?a somnolencia provocada por los somn¨ªferos que consumi¨® inconscientemente. ¡°Tiene que ver unas im¨¢genes¡±, escuch¨® al otro lado del tel¨¦fono. Y ah¨ª los ¨²ltimos 50 a?os de su vida dejaron de tener sentido.
El primer ataque, orquestado por la persona a la que ella defini¨® el d¨ªa que la llamaron a comisar¨ªa como ¡°un tipo genial¡±, se remonta a septiembre de 2013, seg¨²n el an¨¢lisis del material inform¨¢tico: varias tarjetas SIM, una videoc¨¢mara, una c¨¢mara y un disco duro con m¨¢s de veinte mil fotograf¨ªas y v¨ªdeos. La investigaci¨®n revela tambi¨¦n que al menos 72 hombres pasaron por esa casa de Mazan, un pueblo al suroeste de Francia. Pero solo 51, incluyendo Dominique Pelicot fueron imputados.
El caso sali¨® a la luz hace cuatro a?os, pero fue en septiembre, al inicio del proceso, cuando se conocieron todos los detalles. Dominique Pelicot hab¨ªa estado ofreciendo a decenas de hombres en una web de citas e intercambio de parejas a su esposa, con la que llevaba 50 a?os casado. No ped¨ªa dinero ni otra remuneraci¨®n. Solo discreci¨®n y poder filmar o fotografiar a aquellos hombres que entraban en su casa de forma peri¨®dica para violar a su esposa mientras se encontraba sedada con los tranquilizantes que le administraba escondidos en la comida. Hac¨ªan lo que quer¨ªan con ella, muchos incluso evitaban usar protecci¨®n, a pesar de tener enfermedades contagiosas como el VIH.
Los perfiles de los 50 acusados ¡ª32 en libertad y 18 detenidos¡ª son variados en lo personal y profesional: periodista, obrero, enfermero, jardinero, bombero¡ Sus vidas, en general, parecen corrientes y adscritas de forma simple al sistema, aunque los a?os que llevan en la c¨¢rcel muchos de ellos hayan oscurecido su aspecto. Los acusados ten¨ªan entre 27 y 74 a?os de edad, la mayor¨ªa era de pueblos a no m¨¢s de una hora de Mazan ¨Del lugar donde viv¨ªan los Pelicot y donde se produjeron las violaciones. El juicio ha dado altavoz a la idea de que el monstruo, a menudo, se esconde en la puerta de al lado. Tambi¨¦n que la mayor¨ªa de agresiones se producen en un ¨¢mbito dom¨¦stico o que las armas utilizadas son, simplemente, el botiqu¨ªn de casa.
El monstruo podr¨ªamos ser todos, viene a se?alar el rumor que emana de las defensas de los acusados. Y ese ha sido, en parte, el clamor de lo que en Francia suele llamarse neofeminismo, una de las varias corrientes que a menudo viven enfrentadas dentro del activismo por la defensa de los derechos de las mujeres. Una idea que sigue dividiendo a un pa¨ªs que, sin embargo, no volver¨¢ a ser igual tras este juicio, al que la prensa de todo el mundo (unos 200 medios est¨¢n presentes en la lectura de la sentencia) puso nombre, apellidos y rostro durante estos cuatro meses.
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