24 horas en Mozambique. La emergencia de Cabo Delgado
Esta regi¨®n costera del norte ha pasado en cuatro a?os de ser objeto de deseo de los turistas a una zona atemorizada por un grupo armado. 700.000 personas han huido ya de ella. Margarida Loureiro, jefa de la oficina de Acnur en Pemba, nos narra una jornada en el terreno
No hay conflicto m¨¢s cruel que el que se libra sin reglas. La poblaci¨®n de Cabo Delgado, una hermosa regi¨®n costera y muy tur¨ªstica del norte de Mozambique, sufre ataques indiscriminados desde 2017 sin saber muy bien lo que pasa. Grupos armados no estatales que declararon su lealtad al ISIS han provocado que 700.000 mozambique?os abandonen su tierra. Arrasan casas, torturan y violan; asesinan a hombres delante de sus familias y reclutan a menores. Tres cuartas partes de los desplazados son mujeres y ni?os. El 90% de los que huyen ha encontrado acomodo en casa de familiares y amigos con escasos recursos. Tienen muy poco. El resto, nada.
Margarida Loureiro, jefa de la oficina de Acnur en esta zona de ?frica oriental, lidera un equipo de 30 trabajadores para devolver la dignidad a los desplazados. ¡°Un derecho tan fundamental como la propia vida¡±, afirma esta portuguesa con dos d¨¦cadas de experiencia. Lo primero es protegerlos y garantizarles un techo. Lo siguiente, ayudarles a reconstruir su comunidad en el nuevo entorno. Esta es la narraci¨®n de una jornada en la vida de Loureiro, que aterriz¨® en Pemba (la capital de Cabo Delgado) en enero de 2020 para atender la emergencia humanitaria m¨¢s grande desde el final de la guerra civil de 1992 en un pa¨ªs pr¨¢cticamente olvidado.

24 horas entre Pemba y Montepuez
La prohibici¨®n de viajar de noche por motivos de seguridad obliga a Loureiro a aguardar en su casa a que amanezca, a las seis de la ma?ana. El plan previsto consiste en trasladarse con parte de su equipo a Montepuez, donde se hallan varios asentamientos de desplazados. El trayecto de 200 kil¨®metros en un 4x4 se cubre en tres horas, cuando no m¨¢s si la carretera est¨¢ encharcada. La semana anterior ¡ªla organizaci¨®n resulta capital para aprovechar al m¨¢ximo los recursos¡ª se cercior¨® de que cualquier compa?ero que tuviera que desplazarse a esa ciudad del interior lo hiciera este mismo d¨ªa a bordo de los coches habilitados. Las autoridades locales, encargadas de facilitar terrenos para levantar viviendas provisionales, est¨¢n avisadas de su visita. Nada m¨¢s llegar la reciben y acompa?an; la vital relaci¨®n con ellos est¨¢ siempre en permanente construcci¨®n. Los conductores de los veh¨ªculos, le toque a quien le toque esa funci¨®n ese d¨ªa, est¨¢n pendientes en todo momento de sus compa?eros con la ¨²nica tarea de brindarles apoyo para cualquier eventualidad.
Algunos campamentos como los de Montepuez llevan un a?o en funcionamiento, lo que implica que la organizaci¨®n y los servicios que se prestan sean cada vez mejores. Este distrito acoge a 67.000 desplazados; hasta que se les reubic¨® en estos asentamientos, viv¨ªan en casas con familiares o amigos. Al 95% se le ha reubicado en el mismo distrito. Cada familia mozambique?a tiene cinco miembros de media. Acnur empez¨® su respuesta a la emergencia en Cabo Delgado en 2019. La agencia de la ONU cuenta con una pol¨ªtica de preparaci¨®n y respuesta por la que califica de emergencia humanitaria situaciones en las que la vida, los derechos o la integridad de refugiados u otros colectivos a los que Acnur presta atenci¨®n corren peligro si no se act¨²a. En el caso de Mozambique, la organizaci¨®n ya ha atendido a m¨¢s de 50.000 desplazados.
Qu¨¦ son los puntos focales
En todos los campos provisionales de refugiados o asentamientos de desplazados existe la figura de lo que en el argot humanitario se llama punto focal (traducci¨®n literal de focal point). Son personas de referencia que viven en estos asentamientos. L¨ªderes comunitarios especializados en alg¨²n ¨¢mbito ¡ªpueden ser trabajadores humanitarios o poblaci¨®n desplazada o refugiada¡ª, relevantes y con influencia, a las que se le asignan tareas espec¨ªficas como la prevenci¨®n de abusos sexuales, la formaci¨®n y persuasi¨®n para que las j¨®venes no se casen prematuramente o la organizaci¨®n de actividades deportivas. Loureiro, acompa?ada de las autoridades, visita a estas personas influyentes al poco de llegar o aprovecha el d¨ªa para detectar a potenciales puntos focales siempre con la paridad en mente ¡ªa pesar de que en estas comunidades las mujeres llevan el mando de las familias, los hombres son los que se presentan con frecuencia como l¨ªderes¡ª. En ocasiones hace acto de presencia en capacitaciones que se est¨¢n impartiendo y pregunta:
¡ª?D¨®nde est¨¢n las mujeres?
Las primeras dos horas en el terreno, m¨¢s diplom¨¢ticas y agendadas, dan paso a un conocimiento profundo y org¨¢nico desde la observaci¨®n, el instinto, la experiencia. Se trata de caminar de forma activa acompa?ada de nacionales, con los ojos bien abiertos: acercarse, mezclarse con los lugare?os, conocerlos y entenderlos. Escuchar a los m¨¢s necesitados a fin de cuentas. ¡°Los que menos tienen son los m¨¢s silenciosos¡±, afirma esta lisboeta, que se sorprende por lo bien que habla portugu¨¦s una anciana. ¡°Pens¨¦ que ser¨ªa funcionaria¡±, a?ade. Muy pocos habitantes del norte del pa¨ªs, ocupado por tres etnias que profesan el islam o el cristianismo en funci¨®n de la zona, se manejan en portugu¨¦s.

Coordinaci¨®n con otras asociaciones
La mujer de 64 a?os con un excelente portugu¨¦s cuida de sus hijas y nietas y de cuatro ni?os hu¨¦rfanos. El mayor tiene 12 a?os. Todos han visto morir a sus padres delante de sus ojos. El conflicto iniciado hace cuatro a?os, que tuvo una escalada el pasado marzo en Palma, ha causado 2.000 muertos, seg¨²n Acnur. Los ataques perpetrados en este pueblo costero han obligado a huir a otros 60.000 desplazados en las ¨²ltimas semanas. El 43% son ni?os, de los que 300 no gozan del acompa?amiento de un adulto. La mujer anciana se mueve mal. Tiene malaria. Parte del trabajo de la jefa de la oficina de Acnur consiste en coordinarse con Unicef (para que esos ni?os tengan material escolar y apoyo psicol¨®gico) y con M¨¦dicos Sin Fronteras (para que presten atenci¨®n sanitaria). ¡°Nuestra presencia en el terreno es fundamental. No se trata solo de que organicemos la ayuda y de que validemos que el trabajo se est¨¢ haciendo bien sino de hablar con la poblaci¨®n, conocer sus necesidades de primera mano¡±, describe Loureiro.

Necesidades que pasan por una bomba de agua averiada, un reparto de comida insuficiente, la falta de documentaci¨®n a pesar de ser mozambique?os, anticiparse a los mosquitos que van a causar problemas a la poblaci¨®n despu¨¦s de unas lluvias torrenciales o la desprotecci¨®n de unos ni?os que juegan en una zona por la que pasan coches. Para solucionar esto ¨²ltimo se recurre de nuevo a las autoridades locales, que proveen un espacio seguro, y a los puntos focales, encargados de entretener a esos chavales y motivarlos para que hagan deporte.
Para recuperar la dignidad no basta tener cubiertas las necesidades b¨¢sicas, los desplazados quieren retomar sus oficios. Hay costureros, carpinteros, agricultores y tambi¨¦n profesores. ¡°Quieren sentirse ¨²tiles. No solo basta con levantar un pueblo f¨ªsico sino emocional, reconstruir la comunidad¡±, afirma. Las gentes de Cabo Delgado conocen lo que es la lucha: all¨ª comenz¨® la de la independencia de Portugal, conseguida en 1975.
Una adolescente est¨¢ haciendo las trenzas a otra en un corro formado por varias mujeres que no alcanzan la mayor¨ªa de edad. Loureiro se acerca.
¡ªHola
¡ª?Ja, ja! Muzungu.
Las chicas se refieren a ella como muzungu (blanca en los idiomas bant¨², hablados en muchos pa¨ªses de ?frica). Loureiro entabla conversaci¨®n con una joven que sostiene a un beb¨¦ de seis meses. Tiene 17 a?os.
¡ª?Est¨¢s casada? ?D¨®nde est¨¢ tu marido?
Cuatro millones de mujeres contrajeron matrimonio antes de los 18 a?os y 1,5 millones antes de los 15 a?os en un pa¨ªs de 31 millones de habitantes, seg¨²n Unicef.
Al rato, dos mujeres m¨¢s, ya relajadas, comienzan a dirigirse a ella en portugu¨¦s. Se quejan de que les falta capulana, un tejido con el que se elaboran sus vestidos tradicionales. ¡°Les gusta m¨¢s que la falda o los pantalones occidentales. Esos trajes suyos les dan dignidad¡±, afirma Loureiro.

Una de ellas le confiesa que intentaron que se casara con 16 a?os pero se neg¨®. La trabajadora de Acnur detecta una mujer fuerte, capacitada para convertirse en un punto focal y ejercer su liderazgo sobre el resto de j¨®venes. A estas personas se les imparte formaci¨®n o cursos de capacitaci¨®n antes de otorgarles la responsabilidad de manejar determinadas acciones. Acnur proporciona bicicletas y tel¨¦fonos a los l¨ªderes comunitarios para que act¨²en con rapidez ante emergencias, bien sea con una llamada a la propia organizaci¨®n o a las autoridades o resolvi¨¦ndolo los problemas por ellos mismos.
El tiempo disponible en el asentamiento de desplazados se reparte entre las 10 y las 14.30-15.00, momento en el que hay que preparar la salida para llegar a Pemba antes de que anochezca ¡ªla jornada de trabajo a¨²n se extender¨¢ hasta las 23¡ª. La falta de luz en las carreteras y en algunas zonas urbanas, sumado a que en ocasiones la conexi¨®n del m¨®vil falla y el hecho de encontrarse en la regi¨®n donde sucede el conflicto, aumenta el riesgo de cualquier desplazamiento nocturno. Tras salir de Montepuez no m¨¢s tarde de las 15, el coche se convierte en una oficina m¨®vil hasta la llegada a Pemba. ¡°Son horas de trabajo¡±, apunta Loureiro. Un tiempo valioso para contestar correos y mantener reuniones por la aplicaci¨®n de mensajer¨ªa y videollamadas Teams cuando la conexi¨®n lo permite.

La huida a otros pa¨ªses
Tres horas despu¨¦s, a las 18.00, Loureiro llega a Pemba. Se acerca a la oficina y all¨ª permanece una hora para realizar gestiones que lleva aparejado su cargo, como inspeccionar y firmar documentos para que prosperen acciones, ultimar las formaciones que se van a impartir en los campos, autorizar presupuestos, revisar informes¡ Ya en casa, con un t¨¦ en la mano, sobre las 20.00, aprovecha para mantener alguna reuni¨®n con la Oficina de Acnur de ?frica del Sur y para hacer seguimiento de esta multitud de correos que no van dirigidos a ella pero que en ocasiones requieren de una breve contestaci¨®n para reforzar alguna acci¨®n. La jornada puede concluir sobre las 10 u 11 de la noche. El trabajo en el terreno, similar al d¨ªa descrito y que puede tener lugar en otros distritos como Metuge o Chiure donde existen asentamientos provisionales, suele ocupar tres o cuatro d¨ªas de la semana. Los restantes se emplean en trabajo de oficina y en reuniones formales con los socios humanitarios y los administradores locales, con la Oficina Regional de Acnur o con Ginebra, donde se encuentra la sede de la organizaci¨®n.

Ha sido precisamente esta sede la que acaba de hacer un llamamiento para que se d¨¦ asilo en Tanzania, pa¨ªs vecino, a los mozambique?os que huyen de la violencia tras haber recibido informaciones de que 2.500 de ellos han sido devueltos a su pa¨ªs de origen este mayo. En una emergencia tan grande y tan prolongada en el tiempo, sin un atisbo de salida al conflicto, el trabajo de Loureiro y su equipo resulta muy necesario, vital, pero nunca del todo suficiente.
Yemen y Banglad¨¦s, emergencia doble por graves y por invisibles
Existen numerosas emergencias en otros lugares del mundo atendidas por Acnur. Y algunas de ellas tan invisibles como la de Mozambique. Yemen sufre un apag¨®n a pesar de que el conflicto civil originado en 2015 ha causado cuatro millones de desplazados, de los que el 80% son mujeres y ni?os. 24,3 millones de yemen¨ªs, el 80% del censo, requieren de ayuda exterior para sobrevivir en este territorio conocido en la antig¨¹edad como Felix Arabia (Arabia afortunada o f¨¦rtil). El equipo de Acnur que trabaja en el terreno lo forman 38 trabajadores internacionales y 222 nacionales. El presupuesto para combatir la emergencia que Acnur establece alcanza los 252 millones de d¨®lares (213 millones de euros), de los que faltan por cubrir en donaciones casi la mitad¡±.
Banglad¨¦s tambi¨¦n sufre una crisis de grandes dimensiones. Tres cuartas partes de la comunidad rohingy¨¢ (casi un mill¨®n), perseguida en Myanmar, abandona su tierra rumbo a Banglad¨¦s. El pa¨ªs de destino les ha procurado protecci¨®n y ayuda humanitaria desde que comenzaron las persecuciones en 2017. Banglad¨¦s acoge a 9 de cada 10 refugiados rohingy¨¢ registrados en la regi¨®n de Asia-Pac¨ªfico. Acnur hace un llamamiento para que esta generosidad se reconozca con una inversi¨®n continua tanto en los rohingy¨¢ como en las comunidades banglades¨ªes que los acogen.