Atrocidades de guerra en el norte de Mozambique
Los desplazados por el conflicto relatan decapitaciones y pueblos arrasados a manos de los yihadistas y ejecuciones extrajudiciales y bombardeos indiscriminados por parte de los militares y mercenarios
El relato de Eduardo Roca, religioso espa?ol que lleva una d¨¦cada en Mozambique, es estremecedor. ¡°Cuando atacan una aldea queman todas las casas y asesinan a los hombres que se niegan a unirse a su causa. Dos mujeres que escaparon de una masacre contaron que los yihadistas preguntaban por las madres de esos hombres, las iban a buscar y les obligaban a presenciar c¨®mo cortaban la cabeza a sus hijos¡±. En su parroquia de Pemba, capital de la provincia de Cabo Delgado, Eduardo Roca escucha sobrecogido las historias de quienes llegan huyendo de la violencia extrema del norte de Mozambique, donde la insurgencia del grupo yihadista Al Shabab ha provocado m¨¢s de 2.000 muertos y 670.000 desplazados desde 2017. En respuesta, el ej¨¦rcito y mercenarios de una empresa de seguridad sudafricana cometen cr¨ªmenes de guerra, seg¨²n Amnist¨ªa Internacional.
La semana pasada, la ONG Save the Children revelaba, a partir del testimonio de dos madres, que ni?os de hasta 11 a?os tambi¨¦n hab¨ªan sido decapitados. El profesor de Historia e investigador Eric Morier-Genoud, de la Universidad de la Reina de Belfast, asegura que esta brutal pr¨¢ctica contra menores existe, pero es marginal. ¡°No es la norma. Los insurgentes del norte de Mozambique, en general, no matan a mujeres y ni?os¡±, explica. Seg¨²n Roca, los menores no suelen ser asesinados, sino que son reclutados como ni?os soldado. ¡°Dos religiosas que estuvieron secuestradas contaban c¨®mo estos chavales se vanagloriaban delante de ellas de haber eliminado a cinco o seis personas en un solo d¨ªa¡±, comenta.
Desde que en 2007 se detectara la presencia de una secta islamista en Cabo Delgado hasta la actualidad ha habido un proceso de radicalizaci¨®n que pas¨® por varias etapas desde sus primeros enfrentamientos con las autoridades religiosas locales hasta su salto a la violencia armada en 2017 y su declaraci¨®n de lealtad al Estado Isl¨¢mico (ISIS). ¡°Hace unos seis a?os vimos la llegada de muchos extranjeros, tanzanos, congoleses, somal¨ªes y kenianos, y un d¨ªa, de repente, mujeres y ni?as empezaron a usar el niqab. Muchos j¨®venes desaparecieron de los barrios y escuchabas que hab¨ªa un millar de ellos entrenando en el bosque. Circulaban de un tel¨¦fono a otro v¨ªdeos terribles de terroristas del ISIS degollando a personas en Siria¡±, recuerda Roca.
En su reciente art¨ªculo La insurgencia yihadista en Mozambique, or¨ªgenes, naturaleza y comienzo, publicado por el Instituto de Estudios Sociales y Econ¨®micos (IESE) de Maputo, Morier-Genoud asegura que el paso de secta religiosa a grupo terrorista obedeci¨® tanto a un proceso de radicalizaci¨®n interno como a la represi¨®n que sufri¨®, primero por parte de las organizaciones musulmanas moderadas y luego desde el Estado. La pobreza generalizada entre la poblaci¨®n de Cabo Delgado, donde la empresa francesa Total desarrolla un proyecto millonario de extracci¨®n de gas natural, y el sentimiento de discriminaci¨®n por parte de la etnia mwani, de mayor¨ªa musulmana, tambi¨¦n fueron terreno abonado.
¡°El descontento facilita el reclutamiento, pero la pobreza no explica por s¨ª sola la insurrecci¨®n. Todo Mozambique es pobre y tambi¨¦n hay radicalismo en otras regiones del pa¨ªs¡±, matiza el profesor Morier-Genoud. A juicio de Eduardo Roca, ¡°existe un agravio ¨¦tnico comparativo, los makonde, de mayor¨ªa cristiana, son tan pobres como los mwani y los makua, pero est¨¢n m¨¢s protegidos por el Estado. Viven en una situaci¨®n de pobreza extrema y encima ven c¨®mo se extraen sus recursos, la madera y ahora el gas, sin recibir nada a cambio. La miseria y la injusticia son un caldo de cultivo¡±, comenta.
Desde su primer ataque en Mocimboa da Praia en octubre de 2017, los j¨®venes radicalizados de Al Shabab fueron aumentando su capacidad militar. ¡°Siempre fueron muy violentos, pero al principio ten¨ªan machetes y un fusil por grupo y atacaban peque?as aldeas. Luego empezaron con pueblos m¨¢s grandes y en 2020 pasaron a una escala superior, con mejores armas y hostigando sobre todo los edificios del Estado, al que declararon la guerra¡±, explica Morier-Genaud. Durante a?os titubeante, la respuesta militar del Gobierno mozambique?o tambi¨¦n ha ido ganando en contundencia. En los ¨²ltimos tres meses los ataques de los yihadistas, que llegaron a controlar una vasta zona en el extremo norte del pa¨ªs, han ido disminuyendo.
¡°El ej¨¦rcito ha entrenado a nuevas tropas en t¨¦cnicas antiguerrilleras y a finales del a?o pasado se hicieron con nuevos helic¨®pteros y material. El Gobierno ha pasado a una fase m¨¢s ofensiva en la que probablemente se ha visto ayudado por divisiones internas en el seno de Al Shabab o incluso por el ciclo agr¨ªcola, es complejo¡±, asegura el profesor de Historia. En su respuesta militar, las Fuerzas Armadas mozambique?as cuentan con la ayuda de mercenarios sudafricanos del Dyck Advisory Group (DAG), conocidos por su violencia. Seg¨²n Amnist¨ªa Internacional, efectivos militares y de esta compa?¨ªa privada est¨¢n cometiendo ejecuciones extrajudiciales de civiles, bombardeos indiscriminados y otros cr¨ªmenes de guerra.
El pasado 10 de marzo, el Departamento de Estado norteamericano inclu¨ªa a Al Shabab, tambi¨¦n llamado Estado Isl¨¢mico de ?frica Central (ISCA) tras su declaraci¨®n de lealtad al ISIS, en la lista de organizaciones terroristas internacionales y declaraba a su l¨ªder, Abu Yassir Hassan, como uno de los yihadistas m¨¢s peligrosos. Dos d¨ªas m¨¢s tarde, el Centro para los Estudios Estrat¨¦gicos e Internacionales (CSIS) se mostraba cr¨ªtico con esta decisi¨®n, al considerar que dicha inclusi¨®n ¡°corre el riesgo de obstaculizar los esfuerzos humanitarios y entorpecer las posibles actividades de desarme, desmovilizaci¨®n y reintegraci¨®n. Adem¨¢s, es poco probable que suponga un avance significativo en los esfuerzos de contraterrorismo y contrainsurgencia de Estados Unidos¡±.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.