Cuando la Espa?a rural abre sus puertas a los refugiados para salir adelante
Personas dezplazadas que provienen de Venezuela o Mal¨ª se asientan en zonas despobladas atra¨ªdas por trabajos en f¨¢bricas o en el sector de los cuidados y contribuyen a la supervivencia de los pueblos

Monleras, en el noroeste de Salamanca, es uno de esos municipios en los que la inscripci¨®n de un nuevo vecino en el padr¨®n se celebra por todo lo alto en el Ayuntamiento. En el caso de la llegada de los venezolanos Yohalet V. y Edgar P. y sus dos hijos, la alegr¨ªa se extendi¨® al pueblo entero: ¡°Nos trataron como si nos conocieran de toda la vida. Durante los dos primeros meses tocaban a la puerta para darnos enseres, comida, ropa, mantas... La gente se volc¨®¡±, reconoce este matrimonio que huy¨® en 2018 de su natal Anzo¨¢tegui, en el noreste de Venezuela, tras ser perseguidos. Aterrizaron en Madrid y se asentaron hace dos a?os en este pueblo de 226 habitantes que lucha contra la despoblaci¨®n. Ella, cuidadora de mayores, y ¨¦l, repartidor de comida a personas dependientes, desempe?an una labor social relevante en una regi¨®n envejecida. Menos evidente, pero tambi¨¦n fundamental, resulta el hecho de que tengan dos ni?os, lo que contribuye a que el colegio siga abierto, y a que la panader¨ªa cuente con m¨¢s clientes a los que vender pan o la farmacia, m¨¢s personas a los que entregar medicamentos.

El asentamiento de personas desplazadas como Yohalet y Edgar en Monleras y en otras zonas rurales de Espa?a que pierden habitantes no se produce de forma espont¨¢nea. Los Ayuntamientos cuentan con programas para atraer nuevos pobladores y se apoyan en entidades como Convive Fundaci¨®n Cepaim, que ayuda a los desplazados en los tr¨¢mites legales e imparte cursos en colaboraci¨®n con asociaciones locales. Yohalet asisti¨® a varias capacitaciones para formarse en la atenci¨®n a personas dependientes, al igual que Edgar. Aunque ya vuelan solos, la t¨¦cnica de Cepaim en Salamanca, Rosa Mart¨ªn, llama una vez al mes a la familia para asegurarse de que todo va bien. El seguimiento es constante y el esfuerzo por facilitar nuevas vidas a familias de refugiados y migrantes en la Espa?a despoblada no cesa.
Los que llegan y los que retornan
El Ayuntamiento de Monleras cuenta con seis viviendas municipales para nuevos moradores, a los que cobra una renta m¨®dica. El alcalde del pueblo, ?ngel Miguel Delgado, y sus concejales se afanan en la b¨²squeda de casas vac¨ªas, hablan con los propietarios y ejercen de avalistas para que las pongan en alquiler y esto impulse la llegada de m¨¢s pobladores: ¡°La gente de Monleras tiene una hospitalidad inmensa. Nosotros llevamos de la mano a los que llegan¡±, afirma el regidor de este pueblo lim¨ªtrofe con Zamora. Otras dos familias de venezolanos residen en ¨¦l. Entre las tres aportan cuatro ni?os al colegio y un adolescente al instituto, en Ledesma, la cabecera de la comarca de Tierra de Ledesma, que comprende 35 municipios: ¡°No solo resulta importante que llegue gente nueva de fuera, sino que no se vayan o que retornen algunos¡±, explica Delgado. Uno de los matrimonios venezolanos ten¨ªa familiares oriundos del pueblo, una forma de retorno.
Edgar, de 41 a?os, est¨¢ en plenitud. Conoce la comarca de maravilla. Su d¨ªa laboral arranca a las 9, cuando carga la furgoneta con bandejas herm¨¦ticas de comida caliente hecha en el d¨ªa. Recorre 230 kil¨®metros para repartir 42 men¨²s a otras tantas personas dependientes en una docena de pueblos. A las 15.30 termina su jornada ordinaria, pero a¨²n dedica dos horas al traslado de mayores en el centro de d¨ªa y le queda un rato para cuidar del huerto que le ha cedido el Ayuntamiento dentro del programa Huertos Vivos. Su mujer, Yohalet, de 42 a?os, se mueve solo dentro del pueblo. Atiende a una persona mayor en su casa ocho horas al d¨ªa. Como cualquier padre, llevan a los ni?os al colegio, lo que les sirve para relacionarse con el resto de vecinos: ¡°Asan casta?as y nos invitan. Queremos aprender sus tradiciones¡±, afirma Yohalet, que destaca la seguridad de Monleras y que sus hijos reciban educaci¨®n gratuita de calidad.
Les va tan bien, est¨¢n tan integrados y contentos de volver a llevar la vida rural a la que estaban acostumbrados en Venezuela, que se han comprado una casa y la est¨¢n reformando. Cuentan con la ayuda de la madre de Edgar, que vive con ellos. La familia de Yohalet a¨²n est¨¢ en Venezuela. ¡°Hay muchos pensionistas pero tambi¨¦n hay ni?os, por lo que tenemos futuro por delante¡±, comenta el alcalde. Nadie deja que muera el pueblo, descrito como din¨¢mico y con iniciativas de emprendimiento y proyecto sociales. La panader¨ªa iba a cerrar y han conseguido que se mantenga abierta: ¡°Hemos garantizado un servicio b¨¢sico, hay pan caliente reci¨¦n hecho cada d¨ªa¡±, afirma el regidor.
Una f¨¢brica de embutidos, centro de empleo
Otro pueblo que se ha beneficiado de la llegada de migrantes es San Pedro Manrique, en el noreste de Soria. En el mismo casco urbano se ubica la empresa de productos derivados del cerdo La Hoguera, que cuenta con 122 trabajadores. Su incesante expansi¨®n desde que cuatro amigos la fundaran en 1984 demanda constantemente mano de obra, que se ha cubierto con lugare?os y con migrantes del este de Europa, del Magreb, de Sudam¨¦rica y del ?frica subsahariana, como Moussa K. y Madiogue D., que proceden de Mal¨ª. A¨²n no tienen el estatus de refugiado, pues implica un largo proceso, pero s¨ª cuentan con la documentaci¨®n temporal como solicitantes de asilo (la conocida como tarjeta roja) que les permite residir y trabajar en Espa?a. Viven junto con otros dos amigos y compa?eros de trabajo (uno maliense y otro senegal¨¦s) en un piso que les ha facilitado La Hoguera y por el que pagan 100 euros al mes cada uno (algo m¨¢s cuando llegan las facturas de la luz y el agua). Su n¨®mina asciende a 1.100 euros.

Alba Abelleira, la responsable de Recursos Humanos en la f¨¢brica, reconoce que han crecido gracias a la incorporaci¨®n de trabajadores extranjeros. Estos nuevos pobladores traen a sus familiares o a amigos, lo que favorece que aguanten m¨¢s en este pueblo de 655 habitantes. ¡°Tenemos problemas para encontrar personal¡±, asegura. ¡°He recurrido a entidades como Cruz Roja o Cepaim y nos han presentado a gente con ganas de trabajar¡±, explica esta madrile?a de 34 a?os, que destaca la guarder¨ªa gratuita, una escuela para verano, las clases de gimnasia o una asociaci¨®n de mujeres muy activa como algunos servicios que no todos los pueblos del tama?o de San Pedro ofrecen.
C¨®mo favorecer el arraigo
Mar¨ªa Zabala, oficial de Soluciones Duraderas de Acnur en Espa?a, se?ala la importancia de acompa?ar a los refugiados y a los pueblos para que experiencias como las de Monleras y San Pedro Manrique prosperen: ¡°Hay que implicar a los alcaldes, los vecinos, las empresas y las propias personas que se trasladan a vivir a estos pueblos¡±, afirma Zabala. ¡°La vivienda y el trabajo son la clave para que estas iniciativas tengan ¨¦xito¡±, a?ade.
Abelleira insiste en la importancia de que los trabajadores llegados de fuera vivan con su familia o traben amistad con otros para que no abandonen el pueblo prematuramente. Moussa, que huy¨® por los conflictos b¨¦licos existentes en Mal¨ª, pretende traer a su madre: ¡°Me da igual si el pueblo es grande o no lo es. Lo que me importa es que tengo trabajo y que puedo ganar dinero¡±, cuenta este maliense de 22 a?os al que le gusta salir a tomar caf¨¦ con sus compa?eros de piso.
Juli¨¢n Mart¨ªnez es el alcalde de San Pedro Manrique. Tiene una empresa peque?a de reformas, que cuenta en n¨®mina con tres trabajadores. Lamenta que la ganader¨ªa, como actividad econ¨®mica local, haya ca¨ªdo en los ¨²ltimos a?os y algunos comercios hayan cerrado. ¡°Est¨¢n cambiando los pueblos. La gente prefiere vivir con algo seguro y sin preocupaciones¡±, afirma, en alusi¨®n a los empleos con un salario fijo que ofrece La Hoguera en contraposici¨®n a emprender o asumir la gesti¨®n de un negocio.
Ambos alcaldes se?alan que la falta de vivienda de alquiler en estas zonas rurales que pierden poblaci¨®n dificulta la llegada de nuevos vecinos. Sus ayuntamientos llevan ya un tiempo trabajando en facilitar el principio de todo. Las puertas de las casas, y de los pueblos, est¨¢n cada vez m¨¢s abiertas.