Encender el ordenador para visitar a los abuelos
Su abuelo quer¨ªa jugar a tomar el t¨¦, pero Alexandra Geosits, de 2 a?os, insist¨ªa en que solo ten¨ªa zumo de manzana. Sosten¨ªa una taza de pl¨¢stico, dejando escapar unas risitas mientras esperaba a ver si su abuelo aceptaba el cambio.
El hecho de que estuviesen a m¨¢s de mil kil¨®metros de distancia y que su visita semanal tuviese lugar en sendas pantallas de ordenador en sus respectivas casas, no desconcertaba a ninguno de los dos. Como muchos otros nietos y abuelos que viven lejos , Alex y Joe Geosits, de 69 a?os, se han acostumbrado a manejar con soltura la c¨¢mara web.
"Riqu¨ªsimo", exclama Geosits desde Florida, haciendo como que bebe un sorbo de la taza que sujeta la peque?a mano de Alex en Nueva York.
Las videollamadas, anta?o cosa de ciencia ficci¨®n, se est¨¢n colando en la vida cotidiana. Y dos grupos demogr¨¢ficos que no son precisamente conocidos por ser expertos en nuevas tecnolog¨ªas figuran entre sus primeros usuarios.
La c¨¢mara web, en comparaci¨®n con las fotos enviadas por e-mail, brinda la posibilidad de superar tanto la distancia como la incapacidad de los peque?os para sostener la parte que les corresponde de una conversaci¨®n telef¨®nica.
Algunos abuelos entusiastas afirman que esta ¨²ltima moda de comunicaci¨®n virtual hace que la separaci¨®n real sea m¨¢s dura. A otros, las visitas mediante webcam usando servicios como Skype e iChat les ayudan tanto que hacen menos visitas en persona. Y nadie sabe con certeza lo que supone para una generaci¨®n de ni?os de 2 a?os que unas versiones ligeramente pixeladas de sus abuelos sean figuras habituales en sus vidas.
Pero en una ¨¦poca en que millones de personas de todo el mundo est¨¢n empezando a transmitir sus im¨¢genes a trav¨¦s del ¨¦ter, las peripecias con la c¨¢mara web de los p¨¢rvulos y sus abuelos dan una idea de lo que puede conseguirse ?y lo que puede perderse? al estar casi juntos. "Ser¨ªamos unos desconocidos para ellos si no tuvi¨¦semos la c¨¢mara web", dice Susan Pierce, de 61 a?os y residente en Shreveport, Louisiana, refiri¨¦ndose a sus nietos de Jersey City, NuevaJersey.
A lo largo del a?o pasado, Pierce y su marido vieron a trav¨¦s de la c¨¢mara web c¨®mo Dylan, de 17 meses, aprend¨ªa a andar y a hablar, y fueron testigos de c¨®mo los dibujos de personas que hac¨ªa Kelsie, su nieta de 4 a?os, pasaban de manchas amorfas a figuras con brazos y dedos en las manos y los pies.
Pero la intensa ilusi¨®n de proximidad f¨ªsica tambi¨¦n hace que se agudice su dolor por la ausencia de lo real. "Est¨¢s deseando acercarte a ellos y abrazarles", dice Pierce, catedr¨¢tica de enfermer¨ªa. "El verles hace que les a?ores a¨²n m¨¢s".
Casi la mitad de los abuelos estadounidenses vive a m¨¢s de 320 kil¨®metros de al menos uno de sus nietos, seg¨²n la Asociaci¨®n Estadounidense de Jubilados. Merril Silverstein, catedr¨¢tico de Sociolog¨ªa en la Universidad de Southern California, ha averiguado que aproximadamente dos tercios de los nietos ven a sus abuelos maternos o paternos s¨®lo una vez al a?o, o incluso menos.
Pero muchos abuelos opinan que la c¨¢mara web facilita la transici¨®n que se produce durante las visitas en persona, cuando los nietos pueden mostrarse reacios a sentarse en sus rodillas o rechazar sus abrazos porque no les reconocen. Como escrib¨ªa una defensora de la c¨¢mara web en su blog, www.nanascorner.com: "Puedes retomar la relaci¨®n donde la dejaste sin esos momentos de adaptaci¨®n tan inc¨®modos".
Los hijos adultos de la familia tienen sus propios motivos para favorecer el entusiasmo por la c¨¢mara web de las generaciones m¨¢s j¨®venes y m¨¢s mayores. Cuando Martha Rodenborn descubri¨® que Elena, que ahora tiene 4 a?os, se sentaba alegremente delante del ordenador en su apartamento de la ciudad de Nueva York mientras su abuela le le¨ªa montones de libros con dibujos desde Ohio, la c¨¢mara se convirti¨® r¨¢pidamente en un sistema para tener una canguro a distancia.
"Me salv¨® la vida", dice Rodenborn, que termin¨® sus estudios en la facultad de Derecho de Columbia (Nueva York) la primavera pasada.
Dado que la conexi¨®n mediante c¨¢mara web es gratis, los padres suelen dejarla hasta que el abuelo se cansa de poner caras graciosas e imitar sonidos de animales.
La reciente inclusi¨®n de c¨¢maras web en la mayor¨ªa de los ordenadores port¨¢tiles explica el crecimiento del 20% que han experimentado las videollamadas durante el ¨²ltimo a?o, seg¨²n Rebecca Swensen, analista de la empresa de investigaci¨®n tecnol¨®gica IDC.
Swensen afirma que, durante el ¨²ltimo mes, alrededor de 20 millones de personas de todo el mundo han realizado una videollamada por motivos personales. Los soldados estadounidenses destinados en Irak transmiten im¨¢genes a sus hogares mediante c¨¢maras web; los padres en viaje de negocios (incluido el presidente electo Barack Obama) dan las buenas noches a sus hijos trav¨¦s de una pantalla.
Los abuelos tambi¨¦n usan a sus propios hijos como sustitutos para salvar la distancia f¨ªsica. En una ocasi¨®n, Barbara Turner estuvo cantando desde Ottawa para su lloroso nieto reci¨¦n nacido hasta que se durmi¨®, mientras ve¨ªa c¨®mo su hijo le acunaba en Indiana.
Pero, hace poco, Turner y su marido se marcharon a Indiana para estar a mano cuando naciese su segundo nieto. "Para eso no vale la c¨¢mara. Hay que estar all¨ª", dice.
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