?Por qu¨¦ le llamamos "revoluci¨®n"?
Los peri¨®dicos de Occidente tratan de dar respuesta a las grandes preguntas que suscitan las revueltas en el mundo ¨¢rabe
?Por qu¨¦ llamamos "revoluci¨®n" a los acontecimientos de estas semanas en el mundo ¨¢rabe? El mismo d¨ªa de la ca¨ªda del aut¨®crata tunecino Ben Al¨ª, el pasado 14 de enero, numerosos periodistas, arabistas y expertos en pol¨ªtica internacional comenzaron a usar el t¨¦rmino revoluci¨®n para lo sucedido en el peque?o pa¨ªs magreb¨ª. ?Por qu¨¦? Pues porque, como escribe hoy en EL PA?S el fil¨®sofo franc¨¦s Andr¨¦ Glucksmann, "un levantamiento popular que acaba con un r¨¦gimen desp¨®tico se llama revoluci¨®n".
Una subida del precio de tal o cual bien b¨¢sico, una impopular medida gubernamental o una controvertida decisi¨®n judicial pueden suscitar "protestas" aqu¨ª o all¨ª. Pero cuando estas "protestas" no se detienen ni con la represi¨®n ni con ninguna concesi¨®n del poder, exigen su ca¨ªda inmediata y su sustituci¨®n por un nuevo orden pol¨ªtico, tenemos que hablar de "revoluci¨®n". M¨¢xime cuando triunfa.
Al caso tunecino se le ha dado en llamar la "revoluci¨®n del jazm¨ªn". Los tunecinos han pagado un elevado precio en sangre para derrocar a Ben Al¨ª, pero su lucha y su victoria han inspirado de inmediato a los sectores m¨¢s informados y combativos de la juventud urbana egipcia. Su fuego ha prendido en el Valle del Nilo.
?Puede haber "revoluci¨®n" sin un partido y un dirigente que la lideren? Edwy Plenel, en Mediapart, ha dado el 2 de febrero una excelente respuesta a esta pregunta: "Que sea imprevisible es, precisamente, su primera virtud: quiebra lo que parec¨ªa inquebrantable, agita lo que parec¨ªa inm¨®vil, desestabiliza lo que parec¨ªa inmutable. Y esto es lo que la historia llama una revoluci¨®n: no porque pueda preverse o controlarse, sino porque llega sin advertir e inventa su propio camino, sin programa, partido o l¨ªder preestablecidos. Una verdadera revoluci¨®n no es el golpe de fuerza de alguna autoproclamada vanguardia: se desarrolla y se inventa al modo de una apuesta pascaliana, sin otra garant¨ªa que la esperanza".
M¨¢s que con organizaciones o l¨ªderes, una revoluci¨®n tiene que ver con ideas, es la encarnaci¨®n en un movimiento popular de determinadas ideas. Los franceses saben de esto: su rep¨²blica es la biznieta de la revoluci¨®n de 1789 y sus ideas de libertad, fraternidad e igualdad. Por eso el arabista Henry Laurens, en la ¨²ltima edici¨®n de Le Nouvel Observateur (3 de febrero de 2011), ha recordado: "Las revoluciones crean sus propios cuadros. Los que destruyeron la Bastilla ignoraban que estaban desencadenando la Revoluci¨®n Francesa". Y Glucksmann acoge los sucesos de T¨²nez y Egipto con la "simpat¨ªa" rayana en "el entusiasmo" con que Kant acogi¨® la Revoluci¨®n Francesa.
?Por qu¨¦ la calificamos de "democr¨¢tica"? Tanto en T¨²nez como en Egipto los manifestantes dejaron claro desde el primer minuto que luchaban por la libertad, la dignidad y la justicia, por la sustituci¨®n en sus respectivos pa¨ªses de la autocracia por la democracia. Los pueblos ¨¢rabes toman su Bastilla, titulaba Rosa Meneses su an¨¢lisis en El Mundo del 7 de febrero. Y subtitulaba: "Las revueltas de T¨²nez y Egipto beben de la Revoluci¨®n Francesa y no de la iran¨ª". "Estas sociedades (las norteafricanas) han demostrado estar m¨¢s cerca de nosotros de lo que pens¨¢bamos", escribe. "Tienen nuestros mismos anhelos: aspiran a encontrar un lugar en el mundo, a tener oportunidades para ganarse la vida, a cuidar de sus familias, a ser libres... Como razonara el escrito sudan¨¦s Tayeb Saleh, "son exactamente como nosotros". Y en este sentido, nos han dado una lecci¨®n".
?Teher¨¢n 1979 o Berl¨ªn 1989? As¨ª titula hoy (8 de febrero de 2011) Roger Cohen su columna en el International Herald Tribune. Escribe Cohen: "?Es esto un amplio alzamiento contra la dictadura cuyo objetivo de libertad y democracia puede ser usurpado por islamistas organizados? ?O supone el final de ese Parque Jur¨¢sico ?rabe donde, desde Yemen a T¨²nez, han gobernado d¨¦spotas envejecidos, y el principio de un florecimiento democr¨¢tico que cambie el mundo como lo cambi¨® el colapso del imperio sovi¨¦tico? Si es esto ¨²ltimo, como yo creo, es crucial comprenderlo correctamente".
Lo que dice Cohen es que una actitud decidida de Estados Unidos y la Uni¨®n Europea a favor del cambio democr¨¢tico, como la que adoptaron en el colapso del imperio sovi¨¦tico, puede decidir que la balanza caiga del lado de 1989. La pasividad asustada jugar¨ªa en sentido contrario. Timothy Garton Ash lo expres¨® as¨ª el lunes 7 de febrero en EL PA?S: "El futuro de Europa est¨¢ en juego esta semana en la plaza de Tahrir de El Cairo, igual que lo estaba en la plaza de San Wenceslao de Praga en 1989".
Una revoluci¨®n puede fracasar, por supuesto. Incluso en el caso de triunfar puede orientarse en uno y otro sentido no s¨®lo en funci¨®n de las circunstancias internas sino tambi¨¦n de las fuerzas externas.
?Debe el miedo a los islamistas condicionar la actitud occidental? Los islamistas no han desempe?ado ning¨²n papel en el desencadenamiento de las revueltas tunecina y egipcia. En este ¨²ltimo caso, el protagonismo inicial habr¨ªa que d¨¢rselo a grupos de j¨®venes dem¨®cratas muy activos en las redes sociales como Kefaya (Basta ya), Khaled-Said y 6 de abril.
Ahora bien, ?pueden terminar capitaliz¨¢ndolas? No necesariamente. El 7 de febrero Xavier Antich escribi¨® en La Vanguardia: "Estos d¨ªas han vuelto a aparecer los tics coloniales habituales en estos lares. Escuchamos c¨®mo se elogian las ansias de libertad y a la par c¨®mo se expresa el miedo por lo que vaya a pasar despu¨¦s, ese miedo al que siempre se le pone nombre, "fundamentalismo isl¨¢mico", sin saber, ni remotamente, el peso que eso, sea lo que sea, tiene entre la poblaci¨®n de Egipto".
Negar a los ¨¢rabes la posibilidad de acceder a la democracia s¨®lo porque cabe la posibilidad de que ganen los islamistas es, como observa Antich, una actitud colonialista. Por el contrario, Occidente deber¨ªa asumir sin mayores angustias la posibilidad de que, en algunos pa¨ªses ¨¢rabes, partidos islamistas contrarios a la violencia y respetuosos del marco democr¨¢tico obtengan buenos resultados electorales. Lo explica as¨ª Plenel: "?Por qu¨¦, en la transici¨®n democr¨¢tica del mundo ¨¢rabe, no puede haber un lugar para familias pol¨ªticas que se reclaman de la religi¨®n dominante, tal como fue el caso, y sigue si¨¦ndolo, de los dem¨®cratas cristianos en Europa?". Y contin¨²a pedag¨®gicamente: "A comienzos de los a?os 1980. ?hab¨ªa que desear la represi¨®n del sindicato Solidaridad en Polonia porque grandes ceremonias cat¨®licas se celebraban bajo su ¨¦gida en los astilleros de Gdansk? ?Hab¨ªa que desear el mantenimiento del dominio sovi¨¦tico sobre Europa del Este porque su hundimiento amenazaba con liberar fuerzas conservadoras, reaccionarias o religiosas, como as¨ª ocurri¨®?"
?Es Turqu¨ªa el modelo que podr¨ªan seguir las revoluciones ¨¢rabes? En declaraciones a Le Monde (8 de febrero de 2001), Ghassan Salam¨¦, polit¨®logo y ex ministro de Cultura liban¨¦s, cree que el momento en el que la Turqu¨ªa contempor¨¢nea comenz¨® a llamar la atenci¨®n del mundo ¨¢rabe fue cuando, en enero de 2009, en plena ofensiva militar israel¨ª contra Gaza, su primer ministro Erdogan abandon¨® una mesa redonda en Davos enfadado por las justificaciones a la violencia que estaba dando Shimon Peres. "La autopista hacia el coraz¨®n de los ¨¢rabes es una actitud emp¨¢tica, solidaria con los palestinos", dice. A partir de ah¨ª, los ¨¢rabes comenzaron a interesarse por el modelo turco: su democracia, su crecimiento econ¨®mico, el menor protagonismo de su Ej¨¦rcito. "De este modo", afirma Salam¨¦, "Turqu¨ªa se ha convertido en el modelo dominante. Ir¨¢n ya no es el ¨²nico modelo. Y el modelo turco", remata, "es el equivalente a la democracia cristiana".
?Mubarak o el caos? Esta es la carta suprema que est¨¢ jugando el rais egipcio y que ya le han comprado Israel, algunos pol¨ªticos occidentales y parte del pueblo egipcio. En su columna Una rep¨²blica llamada Tahrir, Roger Cohen escribe en el Tribune del 7 de febrero: "Aceptar el argumento Mubarak o el caos es una falta de respeto al civismo de la plaza Tahrir. Es una muestra del fracaso occidental ante la explosi¨®n de la sed ¨¢rabe en pro de la dignidad y un gobierno representativo". Cohen recuerda como los manifestantes que reclamaban la salida de Mubarak formaron una cadena humana alrededor del Museo Egipcio para protegerlo. En esa misma edici¨®n del Tribune, David Kirpatrick informaba: "En el d¨ªa cristiano de oraci¨®n (el pasado domingo) los coptos celebraron una misa en la plaza (Tahrir) mientras los musulmanes, devolviendo un favor, les proteg¨ªan. El viernes los coptos hicieron la guardia durante las plegarias musulmanas". ?Y si el caos fuera Mubarak?
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