La mentira de las verdades
Hay aparatos para cada cosa, pero a¨²n falta por inventar el aparato tecnol¨®gico perfecto, aquel que nos permite realizar todas las cosas
El mejor curso de literatura no lo recib¨ª en el colegio. Tampoco en la universidad. Fue hace unos a?os y lo impart¨ªa Mario Vargas Llosa, con su libro La verdad de las mentiras. En ese ensayo, tan ameno que parece una novela, repasa las mejores, a su juicio, obras de ficci¨®n del siglo anterior. Para ello se fija no solo en la calidad de la prosa, en el estilo, que ser¨ªa lo suyo, sino que describe en qu¨¦ circunstancias se mov¨ªa el autor de la novela o el tiempo pol¨ªtico vivido; es decir, Mario Vargas Llosa cuenta lo que hay de verdad detr¨¢s de esas mentiras, las novelas.
Durante cinco d¨ªas, dos periodistas de EL PA?S hemos visitado Las Vegas para cubrir la informaci¨®n del CES, la feria del consumo electr¨®nico, una locura de casi 3.000 empresas, con m¨¢s de 20.000 productos desparramados por el centro de convenciones de la ciudad y por varias urbes, que aqu¨ª llaman hoteles. M¨¢s de 140.000 visitantes, dice la organizaci¨®n, todos profesionales, pues no se abre al p¨²blico, llegados de 40 pa¨ªses para ver maravillas. Las hemos contado durante estos d¨ªas y, ley¨¦ndonos, a cual parece mejor. Impresoras 3D, televisores como mesas de pimp¨®n, lectores de libros como cajas de cerillas... todo lo que se le podr¨ªa ocurrir a alguien, ya existe. Y si un ordenador lleva procesador de doble n¨²cleo, el otro de cuatro; si una c¨¢mara tiene 16 megas, la de al lado 22; si una tableta baila, la otra canta, y si hab¨ªa miniport¨¢tiles ahora son ultraligeros. Todo ello es verdad.
Sin embargo, los visitantes de la feria , exhibidores, periodistas, compradores circulan por los pasillos arrastrando maletones, mochilones, carretillas, bolsos como el de Mary Poppins, pues de ellos salen objetos inveros¨ªmiles: tr¨ªpodes de tres cabezas, micr¨®fonos extensibles, mara?as de cables -cuando escribimos que el mundo es wireless-, viejos radiotransmisores para eludir las locas tarifas del moderno smarthpones....Es la parte oculta de esos objetos tecnol¨®gicos maravillosos que cantamos. Es la mentira de las verdades.
De los 6,8 kilogramos de equipaje, 3,8 eran de ropa y el resto para los aparatos tecnol¨®gicos que -gracias a los avances en materiales y dise?o- pesan hoy mucho menos que una d¨¦cada atr¨¢s-, sin embargo a estos hay que a?adirle sus cables y sus bater¨ªas y los cargadores de las bater¨ªas que, a su vez, llevan su cable para la corriente el¨¦ctrica. S¨ª,cierto, hemos hablado mucho de los cargadores solares.
Exhibidores, periodistas, compradores... circulan por los pasillos arrastrando maletones, mochilones, carretillas, bolsos como el de Mary Poppins, pues de ellos salen objetos inveros¨ªmiles: tr¨ªpodes de tres cabezas, micr¨®fonos extensibles, mara?as de cables..
En la mochila entra un ordenador port¨¢til HP, por supuesto maravilloso, con su teclado y su pantalla grande -por alg¨²n lado se habr¨¢ metido el rat¨®n porque moverse con un trackball o cosa de esas nunca ha resultado igual de c¨®moda. El ordenador maravilloso tambi¨¦n tiene 3G, pero espa?ol, as¨ª que mejor ni conectarse. Por lo dem¨¢s el ordenador va bien durante tres horas como m¨¢ximo. Su bater¨ªa no da para m¨¢s, con lo cual en actos p¨²blicos o en ausencia de enchufes se corre el peligro de quedarse sin la m¨¢quina de escribir. Pero para eso est¨¢ la tecnolog¨ªa, soluci¨®n: que entre en la maleta tambi¨¦n una tableta de Apple. Ligera, lista como ella sola para captar las redes wifi, que se enciende y se apaga en un plisplas, y una bater¨ªa que dura y dura un d¨ªa entero. La tableta, ya lo habr¨¢n le¨ªdo ustedes miles de veces, es maravillosa, sin embargo se escribe en ella fatal y se apoya fatal (?Ah, que esto no lo han le¨ªdo tanto?). Pero la tecnolog¨ªa tiene remedio para todo, pues es maravillosa. As¨ª que incluyo en la maleta un teclado Logitech con funda-apoya tabletas incorporado y as¨ª poder escribir con ciertas garant¨ªas-, y su respectiva bater¨ªa. La tableta ser¨ªa casi completa si, aparte de no dejarte marca en el ombligo, tampoco te dejara la vista en su pantalla cuando se lee mucho tiempo. Porque con los vuelos low cost arrastrar cuatro o cinco libros de papel va pasando a la historia. Como uno se puede quedar ciego leyendo Ana Karenina en el iPad, entra en la maleta el Kindle de Amazon, qu¨¦ son 200 gramos m¨¢s, aparte su fundita para que no se raye la pantalla, m¨¢s su cablecito por si acaso, aunque dice que la bater¨ªa dura un mes. Gracias al Kindle hay lectura para vuelos transatl¨¢nticos de ida y vuelta, o casi, porque la realidad es que durante el despegue y el aterrizaje -en total una hora, seguro-, con todo su proceso, hay que apagar el libro. Efectivamente, ahora los libros se apagan. Con todo ello el equipaje parece completo, si no fuera porque habr¨¢ que fotografiar esas maravillas. La del iPad no vale para multitudes, la c¨¢mara del smartphone de Samsung tampoco da una calidad exagerada, aunque saca de m¨¢s de un apuro, as¨ª que incorporo una Olympus con buen zoom, m¨¢s sus memorias, sus bater¨ªas y su cargadores de bater¨ªas y cable. Ahora s¨ª que est¨¢ todo en uno, en un bolso, digo.
De los miles de periodistas que han aparecido en Las Vegas, s¨®lo dos iban ligeros de equipaje, con un boli y su cuaderno. Ignoro si hicieron algo o simplemente eran restos de la KGB. Los dem¨¢s, en la primera conferencia de prensa, desde sus asientos de un lugar mal iluminado, dispar¨® r¨¢fagas de fotos sobre un se?or de corbata que iba a dar cifras y estad¨ªsticas y a la mil¨¦sima de segundo, antes de que dijera buenas tardes, su imagen estaba ya por Internet. Al acabar, sudorosos, cargados de la c¨¢mara, el ordenador, el tel¨¦fono, la tableta, el kindle, el teclado y los cables, los periodistas se van a contar el siguiente cuento de una industria tecnol¨®gica que a¨²n le falta crear ese objeto que pueda hacer de todo. De momento aguanta la ¨²nica m¨¢quina que ha conseguido la polivalencia absoluta. Se llama hombre.
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