Coto a los gigantes tecnol¨®gicos
El sector debe tomar conciencia de lo mucho que sus productos est¨¢n modificando la sociedad
Ya en 2004, mientras Google se preparaba para salir a Bolsa, Larry Page y Sergey Brin repet¨ªan la m¨¢xima que se supon¨ªa que defin¨ªa a su empresa: ¡°No seas malvado¡±. Pero ahora mismo, muchas personas ¡ªal menos, los simples mortales que no estamos en la sede de Google¡ª parecen tener sus dudas respecto a ese eslogan no corporativo. ?C¨®mo es que Google, una empresa repleta de sabios de la ingenier¨ªa, astutos expertos en marketing y duras mentes legales, sigue en medio de la pol¨¦mica?
La ¨²ltima controversia tiene que ver con la extra?a historia de Street View, un proyecto de Google que consiste en fotografiar el mundo entero, calle por calle, para su aplicaci¨®n de mapas. Pero resulta que, al parecer, Google estaba recopilando algo m¨¢s que simples im¨¢genes: las autoridades de EE UU acusan a la empresa de tomar tambi¨¦n datos personales de los sistemas wifi, como direcciones electr¨®nicas y contrase?as.
?Malvado? Es dif¨ªcil saberlo. Pero al menos es lo bastante como para hacerse acreedor de una multa de 25.000 d¨®lares por parte de la Comisi¨®n Federal de Comunicaciones y, lo que es mucho m¨¢s perjudicial, provocar las sonoras protestas del Congreso estadounidense y los defensores privados. Una portavoz de Google ha calificado el pirateo de ¡°error¡±.
Muchas personas podr¨ªan perdonar este episodio, si no fuese por otros inquietantes que suceden en Google. Se ha acusado a la empresa de infringir derechos de reproducci¨®n, aprovecharse del trabajo de otros en su propio beneficio y violar las protecciones europeas de la privacidad personal, entre otras cosas. Y Google, un desamparado convertido en cacique, no es ning¨²n gigante humilde. Tiende a encarar cualquier asunto pol¨¦mico con un aire que est¨¢ en un punto intermedio entre ¡°confiad en nosotros¡± y ¡°lo que es bueno para Google es bueno para el mundo¡±.
Pero achacar lo que est¨¢ pasando ¨²nicamente al poder o a la arrogancia de una sola empresa supone no tener en cuenta una dimensi¨®n importante del actual negocio de la alta tecnolog¨ªa, en el que se producen ataques frecuentes, reales o imaginados, contra diversas normas y pr¨¢cticas empresariales.
Mark Zuckerberg se ha disculpado muchas veces por las cambiantes pol¨ªticas de Facebook sobre la privacidad y la propiedad de los datos.
A Jeffrey P. Bezos se le ha criticado por el modo en que Amazon.com- comparte datos con otras empresas y por la informaci¨®n que almacena en su navegador. Y Apple, incluso antes de que se la criticase por sus pr¨¢cticas laborales en Foxconn en China, recibi¨® cr¨ªticas por su forma de manejar informaci¨®n personal al hacer recomendaciones musicales.
Cuando surgen problemas as¨ª, los ejecutivos suelen mirar a sus acusadores sin comprenderlos. Cuando, hace poco, se descubri¨® que una empresa llamada Path estaba recopilando las agendas digitales de sus clientes, por ejemplo, su fundador calific¨® el proceso de ¡°pr¨¢ctica recomendada en el sector¡±. Pero tuvo que dar marcha atr¨¢s una vez se desat¨® una tormenta de censuras.
Los ejecutivos no saben todav¨ªa lo que sus influyentes cambios conllevan y, como el resto de nosotros, sienten v¨¦rtigo por el ritmo del cambio. Cuando quienes construyen la tecnolog¨ªa apenas comprenden el efecto que puede tener, los reguladores del sistema quedan desorientados.
Una parte del problema de Google podr¨ªa no ser m¨¢s que un dilema empresarial corriente. ¡°Con la m¨¢xima ¡®no seas malvado¡¯, Google se expuso a ser acusado de hipocres¨ªa en cuanto se acercase al l¨ªmite¡±, explica Roger McNamee, que invierte en Silicon Valley desde hace mucho tiempo. ¡°Ahora est¨¢n a la defensiva, con un negocio debilitado, especialmente por Apple. Y cuando la gente se pone a la defensiva puede hacer cosas que son emocionales, no razonables, y empiezan los malos comportamientos¡±.
Pero ¡°no seas malvado¡± tambi¨¦n representa la imposibilidad de un c¨®digo social m¨¢s matizado, un problema al que se enfrentan muchas empresas de Internet. En teor¨ªa, eBay puede convertir a cualquier persona del planeta en comerciante. Amazon Web Services proporciona a cualquiera un superordenador barato. Twitter y Facebook hacen posible publicar para millones de personas. Y herramientas como el Traductor de Google nos permiten superar las barreras ling¨¹¨ªsticas.
Seg¨²n Reid Hoffman, fundador de LinkedIn, ¡°estas empresas regalan algo muy valioso, un bien p¨²blico, con productos gratuitos como el buscador de Google, que transforman las culturas¡±. ¡°Lo f¨¢cil es decir: ¡®Si intent¨¢is regularnos, causar¨¦is m¨¢s perjuicio que beneficio, no sois buenos arquitectos sociales¡¯. No lo respaldo, pero lo comprendo¡±, a?ade.
Los ejecutivos no saben todav¨ªa lo que sus influyentes cambios conllevan y, como el resto de nosotros, sienten v¨¦rtigo por el ritmo del cambio. Cuando quienes construyen la tecnolog¨ªa apenas comprenden el efecto que puede tener, los reguladores del sistema quedan desorientados.
Si la tecnolog¨ªa est¨¢ generando una nueva cultura, con nuevas nociones de lo privado y lo compartido, la incapacidad para sobrepasar los l¨ªmites nos obliga a aprender ad¨®nde se han trasladado esos l¨ªmites. Sin embargo, visto desde fuera, puede parecer que las empresas juegan a ¡°atr¨¢pame si puedes¡±.
Hoffman cree que el sector de la tecnolog¨ªa tiene que tomar conciencia de lo mucho que sus productos est¨¢n modificando la sociedad. ¡°Deber¨ªa haber un grupo que debata con los agentes pol¨ªticos los problemas generales relacionados con los datos y la privacidad. Algo que les convenza de que no son malvados, aunque se les permita husmear¡±.
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