El gremio de hoteleros del mundo, contra Airbnb
Un juez de Nueva York ha declarado ilegal que los particulares alquilen habitaciones a trav¨¦s de internet. Quebec tambi¨¦n promueve una limitaci¨®n. Barcelona y R¨ªo de Janeiro han pactado acuerdos.
?En castillo o furgoneta? ?Es usted m¨¢s de cueva o de avi¨®n? Airbnb ofrece miles de alternativas para pasar la noche. Exactamente 390.000 en m¨¢s de 192 pa¨ªses. Y a precios mejores que los de un hotel. Ese es el problema de Airbnb, un sitio que naci¨® hace siete a?os en Internet para buscar cobijo a unos amigos y que hoy ya ha encontrado cama a 10 millones de personas.
Un juez del estado de Nueva York ha prohibido que se arrienden habitaciones o apartamentos por menos de 29 d¨ªas, la actividad habitual de Airbnb. En Quebec (Canad¨¢) han tramitado una ley para poner coto al alquiler de corta estancia. El gremio hotelero de Madrid, Barcelona o Amsterdam tambi¨¦n se preocupan por el auge de Airbnb entre particulares. Y sus haciendas, por el posible foco de evasi¨®n de impuestos.
Los cereales les dieron la energ¨ªa
Como buen dram¨®n norteamericano Airbnb estuvo con un pie en la tumba. A mediados de 2008, cuando el sitio no pasaba de ser m¨¢s que un sitio por y para amigos, Joe Gebbi y Brian Chesky comenzaron a quedarse sin dinero para pagar los sueldos.
En medio de la desesperaci¨®n por encontrar fondos bajo las piedras, tuvieron una alocada idea. Ante la llegada de la elecciones se les ocurri¨® aprovechar el tir¨®n electoral de Barack Obama y su rival John McCain. Compraron a granel cientos de kilos de cereales de desayuno y tiraron de amigo dise?ador para que les pintara una caja azul (color del partido Dem¨®crata) con los Obama O, Esperanza en cada taz¨®n, y una caja roja (color del partido Republicano) para los cuadraditos de fibra, Con un inconformista en cada cucharada.
El triunfo, ya saben, fue para Obama, pero tambi¨¦n para Airbnb que, gracias a los 30.000 d¨®lares que recaud¨®, continu¨® con la aventura.
Su servicio surgi¨® en 2007 a partir de la necesidad: alojar a unos amigos. Joe Gebbi y Brian Chesky decidieron crear una web para que la gente ofreciera sus habitaciones. La llamaron Air, por el tipo de colch¨®n, hinchable, y Bnb, por bed and breakfast, cama y desayuno.
David Hantman, del equipo jur¨ªdico, desmiente que sean ilegales: ¡°El 87% de los que alquilan en Nueva York ofrecen una habitaci¨®n en su casa y eligen cuidadosamente a quien meten. Eso es una relaci¨®n particular. De hecho, el dinero que obtienen con este extra es lo que les permite llegar a fin de mes¡±. Airbnb insiste en que el pago de impuestos es una cuesti¨®n entre los ciudadanos y la administraci¨®n. Ellos nada tienen que ver.
Curiosamente, los mismos que protestan echan mano de Airbnb para sacarles de apuros. Hace pocas semanas el alcalde de Barcelona se pas¨® por sus oficinas. ¡°Durante el congreso mundial de m¨®viles o festivales como el S¨®nar notamos gran inter¨¦s de los viajeros pues los hoteles est¨¢n llenos¡±, expone Molly Turner, responsable jur¨ªdica de la start up. ¡°Es la ciudad donde m¨¢s alojamientos ofrecemos en Espa?a¡±.
R¨ªo de Janeiro tambi¨¦n llam¨® pidiendo socorro. ¡°Es muy probable que no tengan la infraestructura necesaria a tiempo para el Mundial de F¨²tbol y los Juegos, por lo que han recurrido a nosotros¡±, aclara Kay Kuehne, responsable de Espa?a, Portugal y Am¨¦rica Latina.
Airbnb no es la ¨²nica que ofrece alquileres entre particulares, pero s¨ª la m¨¢s especializada en estancias de uno o varios d¨ªas. ¡°No es l¨®gico que en este contexto se estrangule m¨¢s al ciudadano, sobre todo con el parque de viviendas vac¨ªas que hay¡±, explica Kuehne. ¡°La situaci¨®n econ¨®mica ha hecho que muchos se abran a alquilar su casa, algo que antes era impensable. Nos ven como una ayuda para salir adelante¡±.
El directivo va un paso m¨¢s all¨¢: ¡°Airbnb no es mercado negro. Al contrario, formalizamos una relaci¨®n que ya exist¨ªa. Si lo que quieren es recaudar impuestos lo tienen m¨¢s f¨¢cil¡±.
El viajero medio de Airbnb tiene 35 a?os, el anfitri¨®n 38. Esto los aleja del perfil mochilero e indica que no solo se trata de buscar un alojamiento de bajo coste, sino de tener una experiencia diferente a la hotelera. Despu¨¦s llegan los detalles como gu¨ªas para conocer el barrio, champ¨¢n en la nevera o un t¨¦ de bienvenida. ¡°Hemos dado un vuelco al turismo. Dejamos de lado la fr¨ªa experiencia de pedir la llave en recepci¨®n, por un hogar, con sus mascotas, su decoraci¨®n, sus libros... Se trate de vivir como un vecino¡±, dice John Zadeh, otro joven del equipo directivo. De cada reserva, Airbnb se queda entre un 6% y un 12%.
Turner insiste en que Airbn solo trae beneficios a la industria tur¨ªstica: ¡°Podemos demostrar que se distribuye la riqueza. De media nuestros viajeros pasan dos d¨ªas m¨¢s en el destino que si se alojan en un hotel; gastan m¨¢s dinero en cafeter¨ªas, tiendas y servicios de esos barrios¡±.
Airbnb se enmarca dentro una nueva ola de sitios que promueven el consumo colaborativo. "Pensamos que las casas est¨¢n para vivirlas, para usarlas", dice Kuehne. Otro fen¨®meno dentro de esta misma l¨ªnea son los coches compartidos de Zipcar o Lyft, muy populares en la bah¨ªa de San Francisco. Tambi¨¦n los espacio de coworking con oficinas con recursos y espacio comunes.
El ataque sufrido por Airbnb no es diferente, al experimentada por otros negocios de Internet frente a la competencia del mundo f¨ªsico, desde la venta de tabaco al cambio de divisas.
Las salas de reuniones en su sede de San Francisco reproducen algunos de los apartamentos m¨¢s populares. Desde el cobertizo seta que unos californianos construyeron para sus hijos a un apartamento vintage de Berl¨ªn Este, hasta parte de un avi¨®n como lugar de reuni¨®n. El espacio ya se ha quedado peque?o para m¨¢s de 200 empleados del cuartel general por lo que, parad¨®jicamente, Airbnb tambi¨¦n busca local.
Sus empleados solo tienen una obligaci¨®n, dejarse ver por el comedor una vez por semana. ¡°Comer juntos crea buen clima e intercambio de ideas¡±, subraya Kerr. Cada tres meses reciben 500 d¨®lares para gastarlo en alojamientos. Lo habitual es que se unan y alquilen un vi?edo en el valle de Napa o un castillo en la Provenza. En vista de que m¨¢s de la mitad de los empleados van a la oficina en bicicleta, una vez al mes se pasa por Airbnb un mec¨¢nico que les hace la puesta a punto gratis. ?Hoteleros del mundo, tiemblen!
Dudas m¨¢s frecuentes
?Qu¨¦ sucede si la casa no es como en las fotos? Peor a¨²n, el due?o del hogar descubre que en su ausencia, le han destrozado la casa. "Tomamos medidas para que no haya fraude por ninguna de las dos partes. Adem¨¢s de un seguro de un mill¨®n de d¨®lares para los espacios, tenemos una norma, el anfitri¨®n solo cobra 24 horas despu¨¦s de que el viajero confirma que todo fue como hab¨ªa contratado" expone Molly Turner, responsable legal de AirBnb.
?Y si hubiera una cancelaci¨®n a ¨²ltima hora? Tambi¨¦n contemplan esa posibilidad. Se soluciona o bien con una devoluci¨®n del dinero depositado, o bien con la propuesta de un nuevo lugar lo m¨¢s cercano y similar al contratado. "La idea es que nadie se quede desamparado", insiste Turner.
?Qu¨¦ referencias hay del hu¨¦sped? Siempre hay indicios para evitar disgustos. Junto a cada perfil aparece una ficha completa con la fiabilidad de cada anfitri¨®n, la frecuencia de respuesta de correos y el nivel de satisfacci¨®n en anteriores ocasiones. "Sabemos lo que significa meterse en casa de alguien", apunta Joe Zadeh, responsable de producto. No siempre se alquila una habitaci¨®n y no siempre est¨¢ el inquilino en ella.
?Ayudan las redes sociales? La conexi¨®n de su servicio con Facebook y Twitter les ha abierto las puertas al mundo a la difusi¨®n de una manera natural y basada en la confianza. En esa misma l¨ªnea y con la intenci¨®n de que anfitriones y hu¨¦spedes se sientan c¨®modos, permiten agregar los perfiles de redes sociales para ver si tienen amigos en com¨²n y recomiendan pasar unos d¨ªas con ellos.
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