Morozov: ¡°Si no est¨¢s en Facebook, la NSA probablemente sospeche¡±
El ensayista plantea la desprivatizaci¨®n de gigantes como Google y la red social
Se acomoda las gafas, mira hacia la pared mientras gime con desgana y dispara. A Evgeny Morozov (Bielorrusia, 1984) le bastan pocos segundos para armar en su cabeza respuestas que se traducen en prolongados discursos en los que agrupa una amplia variedad de ideas que descarga a ritmo de metralleta. Se sacude la etiqueta de tecn¨®fobo con tedio, como un adolescente empoll¨®n acostumbrado a quitarse los letreros de ¡°Pat¨¦ame¡± que le pegan en la espalda los abusones del instituto. ¡°Es una acusaci¨®n est¨²pida. Soy activo en Twitter y Tumblr, tengo dos tabletas, un libro electr¨®nico, dos port¨¢tiles y la mayor parte de mi investigaci¨®n la hago en la red¡±, aclara. Y, sin embargo, se erige como uno de los cr¨ªticos m¨¢s feroces de las compa?¨ªas desarrolladoras de redes sociales, aplicaciones, gadgets, plataformas y todas esas herramientas que el ciudadano com¨²n prefiere resumir bajo el t¨¦rmino gen¨¦rico de Internet, para la exasperaci¨®n de este doctorando en Harvard y antiguo profesor de Stanford.
A sus 28 a?os, Morozov debe reservar unos d¨ªas para giras por universidades e instituciones culturales cada vez que visita Europa. Sus art¨ªculos se publican con regularidad en The New York Times, The Economist, Financial Times, The Guardian y EL PA?S, entre otros. Su campo de estudios se centra en las implicaciones pol¨ªticas y econ¨®micas de la tecnolog¨ªa, o mejor dicho, de las empresas tecnol¨®gicas. Su primer libro, El desenga?o de Internet (Planeta de Libros), se public¨® en Espa?a en 2012 y cuestiona el supuesto papel de aliada de la democracia que se le achaca a la red. Su ¨²ltimo trabajo, To save everything, click here (Para guardar todo, hacer clic aqu¨ª), sali¨® a la venta en ingl¨¦s en 2013 y se espera su edici¨®n en castellano este a?o. En ¨¦l, aborda los riesgos de lo que ¨¦l llama ¡°solucionismo¡±: la confianza cada vez m¨¢s creciente de que todos los problemas se podr¨¢n resolver con una app. Tambi¨¦n plantea que Facebook y Googgle deber¨ªan desprivatizarse.
Pregunta. ?C¨®mo definir¨ªa su relaci¨®n con la tecnolog¨ªa?
Respuesta. Razonada. Intento decidir de forma deliberada si quiero estar conectado o no, si quiero usar un papel o una tableta. Pero tambi¨¦n creo que es peligroso reflexionar demasiado en esto, porque uno termina tomando salidas como darse un descanso de la tecnolog¨ªa. Esa es una soluci¨®n privada e individualista a un problema que deber¨ªa ser atajado de forma colectiva.
Yo no critico a la tecnolog¨ªa, sino a un proyecto econ¨®mico particular que surge de la cesi¨®n a un grupo de compa?¨ªas en Estados Unidos de infraestructuras que deber¨ªan ser p¨²blicas
P. ?Dir¨ªa que es contagiosa?
R. No por el factor tecnol¨®gico, sino por el de los mercados: se crean incentivos particulares para que se utilice esa tecnolog¨ªa. Adem¨¢s, las instituciones sociales empiezan a cambiar su modo de trabajar porque asumen que alguien que reh¨²se utilizar cierta aplicaci¨®n o aparato tiene algo que esconder. As¨ª que, ahora, si no usas un m¨®vil o no est¨¢s en Facebook, es muy probable que la Agencia Nacional de Seguridad de Estados Unidos (NSA) sospeche que ocultas intenciones peligrosas porque no est¨¢s utilizando tecnolog¨ªa que haga transparente todo lo que haces. Una compa?¨ªa de seguros, por ejemplo, sabr¨ªa que las personas que gozan de buena salud tienen incentivos para usar aplicaciones que les permitan monitorizarse a ellos mismos: controlar su presi¨®n, peso, etc. Estas podr¨ªan acudir a la compa?¨ªa, demostrar que est¨¢n en mejor estado de lo que la empresa cre¨ªa y, tal vez, hasta conseguir¨ªan pagar menos. Pero si alguien se negara a hacerlo, se presumir¨ªa de forma autom¨¢tica que tiene algo que esconder. Y este es el giro en la l¨®gica que podr¨ªa explicar ese efecto de contagio que tiene a veces la tecnolog¨ªa.
P. ?De qui¨¦n ser¨ªa la culpa, de los creadores o de los usuarios?
R. La responsabilidad nunca es de uno solo. Es posible que los ciudadanos no hayamos debido permitir que compa?¨ªas privadas puedan ejercer todas las funciones que en la actualidad realizan en los ¨¢mbitos de servicios sociales, p¨²blicos o econ¨®micos. Hemos dejado que el sector privado se apodere de muchas responsabilidades del Estado y hemos descubierto que dise?adores e inform¨¢ticos ahora desempe?an un rol que¡ No quiero culparlos, pero estamos avanzando lentamente hacia un mundo donde la profesi¨®n de desarrollador de programas inform¨¢ticos puede politizarse, tal y como sucedi¨® con el papel del f¨ªsico durante la Guerra Fr¨ªa. Cuando tuvimos un grave riesgo de guerra nuclear, el trabajo del cient¨ªfico que decid¨ªa dedicarse a este campo pod¨ªa acabar en una bomba soltada sobre alg¨²n pa¨ªs asi¨¢tico. El rol del f¨ªsico era pol¨ªtico y mucha gente decidi¨® no dedicarse a la ciencia porque ve¨ªan c¨®mo esta se hab¨ªa convertido en un instrumento para ese fin. Puede que estemos yendo hacia un mundo en el que la gente que desarrolla programas para la NSA se tenga que enfrentar a los mismos dilemas y presiones ¨¦ticas a los que estos f¨ªsicos tuvieron que hacer frente en su ¨¦poca. Que no quieran crear otra herramienta para espiar a la gente porque no es lo que un ciudadano responsable har¨ªa. Aunque creo que a¨²n no hemos llegado all¨ª.
Estas aplicaciones que promueven la individualizaci¨®n de los problemas son, a mi parecer, muy peligrosas
P. ?Le sorprendi¨® el caso Snowden?
R. No me sorprendi¨®, porque ya hab¨ªa documentado dos a?os antes en mi primer libro las muchas maneras en las que gobiernos como el chino, el ruso o el iran¨ª se hab¨ªan convertido en usuarios activos de este tipo de tecnolog¨ªas [de espionaje]. La novedad del caso Snowden es la extensi¨®n y el hecho de que la ciudadan¨ªa estadounidense, e incluso muchas autoridades, ignoraban estas pr¨¢cticas. Eso fue lo realmente escalofriante.
P. ?Qu¨¦ medidas de privacidad toma usted cuando se conecta?
R. Ninguna en especial¡ Soy una persona at¨ªpica a la cual hacer esa pregunta. Mi carrera se basa en atraer atenci¨®n hacia m¨ª mismo, ya sea a trav¨¦s de ordenadores, la prensa, etc. As¨ª que no estoy exactamente esquivando atenci¨®n. Cuando alguien quiere esconder sus pensamientos, no escribe en los peri¨®dicos de gran tirada. As¨ª que, en mi caso, las medidas son b¨¢sicas. Pero puede que eso tambi¨¦n se deba a que no me escondo de ning¨²n Gobierno¡
P. No cree que la mayor¨ªa de ciudadanos piensa igual¡ ?Por qu¨¦ habr¨ªan de preocuparse entonces?
R. En parte¡ Cada vez aprobamos m¨¢s la idea de que todo debe ser compensaciones: podemos ganar algo si compartimos nuestros datos. Nuestra informaci¨®n privada se ha convertido en una especie de divisa. Hacerse p¨²blico puede derivar en beneficios intangibles. Es una ideolog¨ªa que se extiende en la sociedad, entonces no me sorprende que mucha gente diga: ¡°Bueno, ?qu¨¦ m¨¢s da? No tengo nada que esconder¡±. Pero me pregunto cu¨¢nta exhibici¨®n p¨²blica puede aguantar un sistema democr¨¢tico hasta colapsar.
P. ?Est¨¢ en riesgo la democracia?
R. Puede que lleguemos a un punto en el que mientras m¨¢s informaci¨®n pongamos a disposici¨®n de compa?¨ªas, agencias gubernamentales y toda clase de sistemas burocr¨¢ticos; m¨¢s dif¨ªcil ser¨¢ mantener vivo el esp¨ªritu de la democracia. Y cuando suceda, mi sola decisi¨®n de no intercambiar mis datos o no preocuparme por mi privacidad no bastar¨¢. Porque no todos pensamos en la repercusi¨®n que tienen nuestras decisiones sobre otros.
P. Su ¨²ltimo libro habla del solucionismo y c¨®mo se espera que haya una aplicaci¨®n para resolver cada uno de nuestros problemas. ?Cu¨¢l es la app m¨¢s rid¨ªcula que haya visto?
R. No puedo decirte que sea un ferviente fan¨¢tico de las apps¡ Pero algunas son muy serias. Por ejemplo, las que te permiten monitorizar tu estado f¨ªsico, ejercitan tu responsabilidad en cuanto a temas de salud. Pero no se puede aprobar esa idea de que todo en tu vida te lo has buscado t¨² y que, por eso, lo puedes cambiar con una aplicaci¨®n. Creo que hay problemas que se manifiestan como personales y no lo son. Por ejemplo, puede que el conflicto sea la cantidad de tiempo que tengas para hacer ejercicio o cu¨¢nto dinero puedas gastar en comprar comida sana. No me van a convencer de que eso tambi¨¦n depende de c¨®mo de activo sea yo. Una app que me diga que estoy consumiendo demasiadas calor¨ªas no es suficiente cuando lo que pasa es que no puedo comprar comida saludable. Porque el problema es estructuralmente mayor que la falta de voluntad del individuo: tienes que controlar a las compa?¨ªas de comida, a los bancos y asegurarte de que la gente disponga de unos ingresos b¨¢sicos. No basta con que las personas cambien su conducta. As¨ª que estas aplicaciones que promueven la individualizaci¨®n de los problemas son, a mi parecer, muy peligrosas.
P. Se le critica mucho su pesimismo... ?Ve algo positivo en el futuro?
R. Hay muchas cosas positivas, como la posibilidad de que, con las nuevas herramientas, la gente pueda resolver problemas y hacer cosas que antes no pod¨ªan: pueden comunicarse m¨¢s, denunciar los abusos del poder, monitorizar a la polic¨ªa¡ La pregunta es si queremos que estos beneficios dependan de redes altamente centralizadas como Facebook. Yo no critico a la tecnolog¨ªa, sino a un proyecto econ¨®mico particular que surge de la cesi¨®n a un grupo de compa?¨ªas en Estados Unidos de infraestructuras que deber¨ªan ser p¨²blicas.
La raz¨®n por la que la NSA puede hacer lo que hace es por la moral de negocios de compa?¨ªas como Google. Se puede crear un sistema de correo electr¨®nico con mensajes encriptados que no tengan que almacenarse para siempre. No hay nada inherentemente natural en el deseo de mostrar anuncios cuando revisas tu correo. Esta necesidad que tiene Google de ense?arte publicidad cuando ves tus mensajes es lo que explica por qu¨¦ la NSA puede acceder a tu correspondencia. No tiene nada que ver con protocolo, sino con el servicio construido sobre este. Se podr¨ªan desarrollar diferentes sistemas de correo electr¨®nico financiados por la ciudadan¨ªa, el Estado o la Comisi¨®n Europea que no fueran tan f¨¢ciles de interceptar.
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