¡®Herejes¡¯ en el valle de las maravillas
Qui¨¦n es qui¨¦n en el frente de escritores e intelectuales que intentan desmontar las f¨¢bulas de la nueva ¨¦lite tecnol¨®gica
El mundo de las teor¨ªas acerca de Internet a¨²n est¨¢ esperando a su particular Woody Allen. Eso dice el azotador de pregoneros del para¨ªso digital Evgeny Morozov en La locura del solucionismo tecnol¨®gico. Y es posible que la mordacidad vehiculada a trav¨¦s del humor a¨²n est¨¦ por llegar a Silicon Valley, pero caben pocas dudas acerca de la pujanza de un proceso que est¨¢ en marcha, es imparable y resulta, cuando menos, higi¨¦nico: el cuestionamiento del cuento de hadas elaborado desde California.
Los f¨¢bulas fundacionales de las compa?¨ªas que crean milagrosas apps, el deslumbramiento con esos consejeros delegados veintea?eros que llevan zapatillas deportivas y sudaderas con capucha, la fe ciega en el Dios Internet y dem¨¢s martingalas de la era digital tienen enfrente a una creciente cohorte de intelectuales (y no solo intelectuales) que ya no compran la moto, por muy cibern¨¦tica que esta sea. En estos d¨ªas, al frente de este ilustrado y aguerrido pelot¨®n, uno de los m¨¢s certeros narradores de nuestro tiempo, el rotundo Jonathan Franzen.
¡°Igual que los antiguos politbur¨®s, el nuevo se presentaba como enemigo de las ¨¦lites y amigo de las masas, dedicado a ¡®dar a los consumidores lo que deseaban¡¯, pero a Andreas le parec¨ªa que internet estaba m¨¢s bien dominado por el miedo: miedo a no ser popular, ni suficientemente cool, miedo a perderse algo, miedo a ser criticado¡±. Es un extracto de Pureza, la nueva novela del autor de Las correcciones, en la que establece un paralelismo entre la opresi¨®n de los reg¨ªmenes comunistas y la que ejerce la Red sobre el individuo.
En un reciente art¨ªculo en The New York Times, Franzen celebraba las aportaciones al escepticismo digital de la psic¨®loga cl¨ªnica Sherry Turkle, estudiosa del impacto psicol¨®gico de las nuevas tecnolog¨ªas. Los tel¨¦fonos (presuntamente) inteligentes nos han robado el aburrimiento, factor que permite desarrollar la paciencia y la imaginaci¨®n, apunta Turkle. En Reclaiming Conversation, la profesora del prestigioso MIT (Instituto de Tecnolog¨ªa de Massachussets) argumenta que la tecnolog¨ªa digital est¨¢ atrofiando la empat¨ªa. Si no hablamos cara a cara, no entendemos al otro, ni nos entendemos a nosotros mismos. Turkle reivindica, ante todo, la soledad, esa soledad que se han llevado por delante los omnipresentes e invasivos dispositivos m¨®viles. ¡°Algunas de las conversaciones m¨¢s importantes que uno tiene son consigo mismo. Reduzca la velocidad lo suficiente como para que esto sea posible. Y practique el hacer una sola cosa. Piense que la unitarea es el pr¨®ximo fen¨®meno. Aumentar¨¢ su rendimiento y disminuir¨¢ su estr¨¦s¡±.
Sherry Trurkle: "Algunas de las conversaciones m¨¢s importantes que uno tiene son consigo mismo. Reduzca la velocidad lo suficiente como para que esto sea posible"
En el pelot¨®n de los esc¨¦pticos que en un tiempo fueron creyentes de la verdadera religi¨®n de Internet se encuentra el siempre agudo Evgeny Morozov, fiscalizador de los agujeros negros de la Red que disecciona con pulso de cirujano las tesis de tecnoentusiastas como Jeff Jarvis y Clay Shirky. En La locura del solucionismo tecnol¨®gico, que se publica en Espa?a el 10 de noviembre, Morozov argumenta que Internet se ha convertido en una religi¨®n y acusa a los solucionistas de resolver problemas inexistentes.
S¨ª, siempre hay una app para resolver lo superfluo. Cabe preguntarse, de hecho, si alguien est¨¢ pensando en resolver alguno de los problemas relevantes que acucian al ser humano en estos tiempos convulsos.
Pues bien, Morozov, que se presenta a s¨ª mismo como un ¡°hereje digital¡±, argumenta que el nuevo orden, con empresas tecnol¨®gicas como Uber que se desentienden de la calidad del servicio y de las garant¨ªas de los consumidores, mina fundamentos democr¨¢ticos, recorta conquistas sociales cruciales y hace reposar, cada vez m¨¢s, sobre los individuos responsabilidades que antes correspond¨ªan a las instituciones. En esta misma l¨ªnea, tambi¨¦n apuntada por Franzen ¨C¡°La tecnolog¨ªa digital es el capitalismo a hipervelocidad, inyectando su l¨®gica del consumo y de la promoci¨®n, de la monetizaci¨®n y la eficiencia en cada minuto del d¨ªa¡±¨C, se sit¨²a Byung-Chul Han, fil¨®sofo coreano afincado en Berl¨ªn que observa con afilado esp¨ªritu cr¨ªtico las sinergias entre neoliberalismo y tecnolog¨ªa digital.
Han, que considera que el neoliberalismo ha convertido al trabajador (o emprendedor) en alguien que se explota a s¨ª mismo (dado que no se puede rebelar contra su jefe), reniega de los discursos adanistas de la interconexi¨®n (que no genera una mayor solidaridad real). ¡°Airbnb, el mercado comunitario que convierte cada casa en hotel, rentabiliza incluso la hospitalidad. La ideolog¨ªa de la comunidad o de lo com¨²n realizado en colaboraci¨®n lleva a la capitalizaci¨®n total de la comunidad. Ya no es posible la amabilidad desinteresada (¡). Tambi¨¦n en la econom¨ªa basada en la colaboraci¨®n predomina la dura l¨®gica del capitalismo. De forma parad¨®jica, en este bello compartir nadie da nada voluntariamente¡±. La econom¨ªa del compartir conduce a una mercantilizaci¨®n total de la vida, dice Han, que cita a Dave Eggers, autor de El C¨ªrculo, como otra de las voces que alertan sobre el control en la Red.
S¨ª, siempre hay una app para resolver lo superfluo. Cabe preguntarse, de hecho, si alguien est¨¢ pensando en resolver alguno de los problemas relevantes que acucian al ser humano en estos tiempos convulsos
Las andanadas de Jaron Lanier, c¨¦lebre programador de los 80 que describe Silicon Valley como una secta contracultural habitada por millonarios soci¨®patas en?Qui¨¦n controla el futuro?; los zarpazos de Nicholas Carr que, en Atrapados: c¨®mo las m¨¢quinas se apoderan de nuestras mentes, alerta contra la complacencia automatizada, esa externalizaci¨®n de capacidades que hace que perdamos habilidades, y denuncia la manera en que buscadores, redes sociales y empresas de software captan nuestra atenci¨®n y dirigen nuestro pensamiento; las objeciones de autores como C¨¦sar Rendueles en Sociofobia. El cambio pol¨ªtico en la era de la utop¨ªa digital. Todos ellos pertenecen a un frente de disidentes que no se ci?e a integrar a los cl¨¢sicos resistentes al cambio. El grupo crece, se multiplica. Franzen no est¨¢ solo.
Morozov va a¨²n m¨¢s all¨¢ y, ni corto ni perezoso, llega a decir que la revoluci¨®n digital no es para tanto, que todas las generaciones han cre¨ªdo que estaban al borde de la siguiente revoluci¨®n y est¨¢ por ver que esta sea m¨¢s significativa que la de la imprenta, el tel¨¦grafo o la televisi¨®n. El autor bielorruso recupera una cita del historiador norteamericano Marshall Poe que dice as¨ª: ¡°No es muy exagerado decir que Internet es una oficina de correos, un puesto de peri¨®dicos, una tienda de v¨ªdeos, un centro comercial, una consulta, una tienda de discos, una tienda de libros para adultos y un casino, todo en uno. Seamos honestos, es incre¨ªble. Pero es tan incre¨ªble como un lavaplatos: nos permite hacer con un poco m¨¢s de facilidad algo que siempre hemos hecho¡±.
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