Vida virtual tras la muerte
Las nuevas tecnolog¨ªas y la ciencia est¨¢ transformando el modo en que nos enfrentamos a nuestro final y al de nuestros seres queridos
Cualquiera que sea la forma de inmortalidad que nos depare el futuro ¡ªholograma o avatar, curaci¨®n o clonaci¨®n¡ª, hay una de la que ya disponemos hoy, en este mism¨ªsimo D¨ªa de Todos los Santos: la permanencia en las redes sociales, una forma de vida virtual despu¨¦s de la muerte que seguramente deje al muerto tan fr¨ªo como estaba, pero de alg¨²n modo deposita una copia suya en la nube para consuelo de sus allegados, o al menos de sus amigos en Facebook. Nos guste o no, esta es la manera de morirse en los albores del tercer milenio, y faltar a ella empieza a parecer tan desconsiderado como ponerse una corbata roja en un entierro.
Por mentira que parezca, Facebook todav¨ªa no ha cumplido un decenio, pero ya se le han muerto 30 millones de usuarios, siguiendo esa fat¨ªdica costumbre que tenemos todas las cosas biol¨®gicas en este valle de l¨¢grimas. Ese es por tanto el n¨²mero de almas que andan penando por el lado oscuro de la red social de Mark Zuckerberg. Es como un Shangh¨¢i y medio de espectros digitales fotando por el hiperespacio ¡ªla ciudad m¨¢s poblada del otro mundo¡ª, y sus efectos se est¨¢n dejando notar en este.
No es infrecuente, por ejemplo, que te llegue una petici¨®n de amistad de un muerto, lo que te puede dejar en un estado de ¨¢nimo filos¨®fico, por llamarlo de alguna forma. Facebook, de hecho, ofrece la posibilidad de crear una cuenta conmemorativa de los usuarios que nos han dejado, y hay sitios como Duelia.org que est¨¢n dedicados exclusivamente a ese tipo de cosa. Otras empresas, como el Grupo M¨¦mora, permiten recopilar el legado digital del finado, lo cual puede resultar pavoroso, al menos en ciertos casos. Por fortuna, hay otras firmas, como Postumer.com, que se centran en todo lo contrario: eliminar las cuentas del muerto y borrar su paso por este mundo para empezar de cero en el otro. La gente se muere y para la mayor¨ªa parece trivial qu¨¦ va a pasar con todos sus me gusta y sus tuits. Pero el legado digital crece sin medida: cerca de 55 millones de fotos se publican en Flickr cada mes, Youtube da alojamiento a cientos de miles de v¨ªdeos a diario y uno de cada cinco habitantes del mundo tienen una cuenta en Facebook.
No es infrecuente que llegue una petici¨®n de amistad de un muerto, lo que deja un estado de ¨¢nimo filos¨®fico
Pese a todo lo anterior, los entierros, incineraciones y funerales siguen siendo tan reales como antes de que se inventara el transistor, aunque no por ello permanecen inmunes al empuje tecnol¨®gico. Un tercio de los asistentes a los entierros, por ejemplo, se hacen selfies en el cementerio, y muchos de ellos cuelgan la foto en Instagram sin haber esperado ni al soterramiento de la caja, seg¨²n un estudio con 2.700 encuestados encargado por la funeraria brit¨¢nica Perfect Choice Funerals. La raz¨®n por la que la funeraria encarg¨® ese estudio no est¨¢ del todo clara; tal vez piensen alquilar palos de selfie a la llegada de la comitiva mortuoria: en esos tristes momentos siempre hay quien lo olvida en casa.
S¨ª, puede parecer escandaloso, irritante, de mal gusto, pero recordemos esos funerales de Nueva Orleans que todos hemos envidiado en secreto, cuando, una vez la carne mortal se ha dejado en el hoyo, la orquesta vuelve al bollo con brillante bronce y achispada s¨ªncopa. ?Qu¨¦ importa un selfie al lado de todo eso?
O, ampliando el foco de la pregunta: ?qu¨¦ hay de realmente nuevo en el duelo en el mundo contempor¨¢neo?, ?nos otorgan la ciencia y la tecnolog¨ªa alguna forma nueva, siquiera metaf¨®rica, de inmortalidad? Y si no lo hacen ahora, ?lo llegar¨¢n a hacer?
Respecto a la primera pregunta, relativa a la situaci¨®n presente, Facebook, los blogs y las dem¨¢s webs dedicadas al duelo y la memoria est¨¢n extendiendo a la poblaci¨®n general lo que hasta ahora era el privilegio de los grandes escritores, los memorialistas y otras celebrities: la forma de inmortalidad que otorga la obra. Pero este asunto ya lo zanj¨® hace tiempo Woody Allen, que no quer¨ªa ser inmortal en su obra si no a trav¨¦s de no morirse. Exacto. Y ah¨ª est¨¢ el problema.
Internet est¨¢ extendiendo a la poblaci¨®n general lo que hasta ahora era el privilegio de los grandes escritores
El problema es que, por m¨¢s que digan los curas, los metaf¨ªsicos y los libros de autoayuda, la muerte no es un asunto religioso, metaf¨ªsico ni psicoanal¨ªtico, sino tan material como la vida misma, que est¨¢ hecha de cosas que se deterioran, degeneran y se desintegran. Pocos principios habr¨¢ tan generales como ¨¦se. Todos entendemos perfectamente la muerte, siempre que sea la muerte de los otros. Nuestra incapacidad para aceptar la nuestra, y de vivir tranquilamente hasta que llegue, no es m¨¢s que una consecuencia de lo d¨ªficil que resulta entender la idea de no ser. Pero tambi¨¦n es dif¨ªcil entender el bos¨®n de Higgs, y ah¨ª lo tienen fotografiado en Ginebra.
?Nos har¨¢ inmortales la clonaci¨®n? No, por el amor de Dios. Un clon no es m¨¢s que un hermano gemelo, solo que vive m¨¢s tarde. Y, viendo a una pareja de gemelos, a nadie se le ocurre que, si se muere uno, el muerto vaya a sobrevivir en el otro. Son dos personas, todo lo parecidas que se quiera, pero dos. Entonces, ?no ser¨¢ posible descargar la estructura cerebral de uno, incluidas todas sus experiencias y sus recuerdos, en alg¨²n tipo de soporte f¨ªsico o l¨®gico? Pues seguro que s¨ª, pero el resultado no ser¨¢s t¨², sino otra cosa que se parecer¨¢ a ti todo lo que quieras, pero ser¨¢ otra cosa. Lo mejor ser¨¢ que nos olvidemos de ser inmortales. Si cada uno dejamos una p¨¢gina de Facebook, no habr¨¢ nadie para leerlas y seguiremos solos e ignorados durante una eternidad de silicio, un infinito interminable, una nada como cualquier otra, un aburrimiento.
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