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Los ¡®smartphones¡¯ no van a volver idiotas a tus hijos

Es dif¨ªcil conocer el impacto sobre el cerebro que tiene, a largo plazo, la exposici¨®n a las pantallas, pero los ¨²ltimos estudios indican que, utilizadas correctamente, pueden ser un poderoso est¨ªmulo del aprendizaje

Los expertos est¨¢n estudiando las consecuencias del uso de las nuevas tecnolog¨ªas en el cerebro.Foto: reuters_live | V¨ªdeo: Getty / EL PA?S V?DEO

Los diminutos dedos de Jessica sobrevuelan el iPad, pasando de foto en foto camino a un v¨ªdeo particularmente entretenido: un clip de doce segundos en el que ella misma baila torpemente al ritmo del Single Ladies de Beyonc¨¦. Al darle al?play, esta ni?a de a?o y medio emite un gritito de alegr¨ªa.

Un par de visionados m¨¢s tarde regresa a la p¨¢gina de inicio y lanza el?app de YouTube, para ver un colorido episodio de animaci¨®n de Billy Bam Bam. A mitad de episodio, salta a un juego de "Yo Gabba Gabba!" , en el que ha de despejar el paso de unos frutos antropom¨®rficos hacia el vientre de un personaje. Cuando Sandy, la madre de Jessica, intenta quitarle el iPad, se dispara una rabieta que amenaza con alcanzar dimensiones apocal¨ªpticas: barbilla temblorosa, l¨¢grimas, manitas en pu?os y un grito extremadamente agudo. "Lo hace con frecuencia", dice Sandy. "Parece que prefiere el iPad a cualquier otra cosa. A veces es lo ¨²nico con lo que se queda tranquila", a?ade, mientras agita fren¨¦ticamente un unicornio de peluche rosa, en un intento de apaciguar a su hija.

Como a muchos otros padres, a Sandy le preocupa la obsesi¨®n de su hija con las pantallas. Le gustar¨ªa saber si hay actividades mejores que otras, y cu¨¢nto tiempo frente a la pantalla empieza a ser demasiado. Han pasado seis a?os desde el lanzamiento del iPad, y del subsiguiente renacimiento de los ordenadores en formato?tablet. Los estudios acad¨¦micos no han tenido tiempo de ponerse al d¨ªa, y es dif¨ªcil conocer el impacto sobre el cerebro que tiene, a largo plazo, la exposici¨®n a las tabletas y los tel¨¦fonos inteligentes.

Parece que prefiere el iPad a cualquier otra cosa. A veces es lo ¨²nico con lo que se queda tranquila

Algunos expertos consideran que ciertos tipos de uso podr¨ªan estar alterando de forma negativa el cerebro de los ni?os, y les preocupa que se resienta su capacidad de atenci¨®n, motricidad, aptitud ling¨¹¨ªstica y visual, especialmente en los ni?os menores de 5 a?os, cuyos cerebros se encuentran en pleno desarrollo.

Tanto empresas tecnol¨®gicas como desarrolladores de aplicaciones subvierte el dilema abusando de su talento para el marketing, y tildan sus productos de "educativos" o "e-aprendizaje", a menudo sin base cient¨ªfica alguna. ?Qu¨¦ pueden hacer los padres en esta situaci¨®n?

"J¨®venes impresionables"

Las nuevas tecnolog¨ªas siempre han sido recibidas con aprensi¨®n. Hace casi 2.500 a?os, S¨®crates hizo campa?a contra la difusi¨®n de la lengua escrita, alegando que socavar¨ªa la memoria y la sabidur¨ªa. En el siglo XV la encargada de disparar la alarma social fue la imprenta. Los monjes benedictinos, que obten¨ªan sus ingresos del copiado manual del material de lectura, se movilizaron contra la mecanizaci¨®n de la imprenta arguyendo: "Reproducen sin ning¨²n pudor, y a costes ¨ªnfimos, materiales que, ?ay!, podr¨ªan enardecer a los j¨®venes m¨¢s impresionables".

La llegada de la radio tambi¨¦n fue recibida como amenaza, acusada de distraer a los ni?os de su tarea. Un art¨ªculo en la revista Gramophone, publicado all¨¢ por 1936, denunciaba que la juventud hab¨ªa "tomado por costumbre dividir su atenci¨®n entre la ejecuci¨®n rutinaria de sus deberes escolares y el acuciante est¨ªmulo del altavoz".

Pocas tecnolog¨ªas han logrado, sin embargo, infiltrarse en nuestra vida y la de nuestros hijos de forma tan discreta como lo han hecho los ordenadores port¨¢tiles, especialmente las tabletas y los smartphones. El tama?o de estos dispositivos resulta id¨®neo para las manos m¨¢s peque?as, y sus pantallas t¨¢ctiles pueden ser manipuladas sin problemas aun con los dedos diminutos. Y eso sin tener en cuenta su versatilidad de uso: ver v¨ªdeos, jugar, dibujar o charlar con familiares lejanos.

La Asociaci¨®n Americana de Pediatr¨ªa (AAP) peca de prudente al recomendar que no se haga ning¨²n uso por debajo de los dos a?os, ni m¨¢s de dos horas al d¨ªa en ni?os por encima de esa edad

En 2011, un a?o tras el lanzamiento del iPad, un 10% de los ni?os estadounidenses menores de dos a?os hab¨ªa empezado a utilizar tabletas o smartphones. Para el 2013 la cifra estaba cerca de cuatriplicarse. En 2015, un estudio franc¨¦s revel¨® que el 58% de los menores de dos a?os ya hab¨ªa utilizado tabletas o tel¨¦fonos m¨®viles.

Las consecuencias del uso prolongado de estos dispositivos no est¨¢n claras. La Asociaci¨®n Americana de Pediatr¨ªa (AAP) peca de prudente al recomendar que no se haga ning¨²n uso por debajo de los dos a?os, ni m¨¢s de dos horas al d¨ªa en ni?os por encima de esa edad. Este tipo de restricciones no tienen en cuenta la cantidad de gente que ya ha integrado estos dispositivos en la vida de sus hijos, ni refleja la posibilidad de que ciertos tipos de interacci¨®n s¨ª que podr¨ªan resultar beneficiosos.

"Que tu hijo menor de dos a?os utilice una pantalla no tiene por qu¨¦ ser necesariamente t¨®xico: no se va a volver idiota", afirma Michael Rich, profesor adjunto de pediatr¨ªa en la Facultad de Medicina de Harvard y miembro de la AAP. "S¨ª que existen ciertas desventajas potenciales que todo padre deber¨ªa considerar, como parte de su propio an¨¢lisis de riesgos y beneficios". La AAP est¨¢ en pleno proceso de revisi¨®n de sus directrices, y volver¨¢n a publicarlas a finales de 2016.?

Entonces, ?por qu¨¦ sabemos tan poco sobre de los riesgos que corren los ni?os frente a estas pantallas? Existe un problema de base com¨²n a todas las investigaciones al respecto: ?A qu¨¦ nos referimos exactamente con "tiempo frente a la pantalla"?

Para empezar, ser¨ªa importante diferenciar entre tipos de pantalla: ?nos referimos a la de la tele, la del tablet, la de un smartphone o a la de un lector de libros electr¨®nicos? Despu¨¦s, la naturaleza del contenido tambi¨¦n tiene su peso: ?hablamos de un juego de dibujo interactivo, de un libro electr¨®nico, de una llamada a la abuela v¨ªa Skype, o de un pel¨ªcula infantil en Netflix? Y por ¨²ltimo, tambi¨¦n est¨¢ el contexto: ?est¨¢ el ni?o acompa?ado por un adulto con quien habla mientras interact¨²a con la pantalla, o va por libre?

A d¨ªa de hoy, disponemos de todas las investigaciones sobre exposici¨®n de los ni?os a la televisi¨®n que pudi¨¦ramos desear, pero desconocemos cu¨¢les siguen siendo vigentes a la hora de evaluar el uso de tabletas o tel¨¦fonos inteligentes.

Hay cosas que s¨ª sabemos: la mayor¨ªa de expertos coincide en que la exposici¨®n pasiva a una pantalla podr¨ªa- como se dar¨ªa en el caso del ni?o que se pega una marat¨®n de Peppa Pig - resultar entretenida, pero que jam¨¢s ser¨¢ es una experiencia rica en aprendizaje. En casos como este da igual si est¨¢ frente a la tele o con una tableta: la experiencia es pr¨¢cticamente la misma.

Poner un v¨ªdeo o dejar la tele encendida mientras el ni?o hace cualquier otra cosa puede distraerlo tanto del juego como del aprendizaje, y repercutir negativamente sobre su desarrollo. Tambi¨¦n est¨¢ demostrado que pasar mucho tiempo con la tele de fondo reduce la interacci¨®n entre padres e hijos, y tiene un efecto adverso sobre el desarrollo del lenguaje. Este?desplazamiento resulta particularmente preocupante si se deja a los ni?os en manos de "ni?eras-pantalla", porque entonces no interact¨²an ni con sus cuidadores ni con el mundo f¨ªsico a su alrededor. El d¨ªa tiene un n¨²mero limitado de horas, y el tiempo que pasamos frente a la pantalla se invierte a expensas de otras actividades potencialmente mejores.

Los menores de tres a?os necesitan, ellos en particular, un buen equilibrio de actividades: juegos reglados, exploraci¨®n del entorno, manipulaci¨®n de juguetes f¨ªsicos y relacionarse tanto con adultos como con otros ni?os

Los menores de tres a?os necesitan, ellos en particular, un buen equilibrio de actividades: juegos reglados, exploraci¨®n del entorno, manipulaci¨®n de juguetes f¨ªsicos y relacionarse tanto con adultos como con otros ni?os. El incremento en el uso de pantallas significar¨ªa la usurpaci¨®n de estos espacios. Seg¨²n el pediatra Dimitri Christakis, director del Centro para la Salud, Desarrollo y Comportamiento del Ni?o en el Instituto de Investigaci¨®n Infantil de Seattle: "Los padres tienen que pensar estrat¨¦gicamente. Si tu hijo pasa doce horas despierto e invierte dos horas en comer, ?a qu¨¦ actividades va a dedicar el resto del d¨ªa?"

El problema est¨¢ en que las tabletas resultan igual de atractivas para los adultos como para los ni?os. Su dise?o, versatilidad e interfaz intuitiva, las hacen perfectas para que los ni?os dibujen, resuelvan rompecabezas o se entretengan mientras viajan. Si a todo esto le sumamos el peso a?adido por el marketing de las empresas de medios digitales y los desarrolladores de aplicaciones, cuyo ¨¦xito se mide en base al tiempo que pasamos pegados a ellas, las tabletas se vuelven juguetes tremendamente dif¨ªciles de arrancar de sus diminutas manos.

El dise?o de la mayor¨ªa de aplicaciones est¨¢ basado en el est¨ªmulo de impulsos, gracias a constantes recompensas visuales cada vez que completamos un objetivo. Christakis lo llama el efecto "?lo consegu¨ª!" , responsable de activar el sistema de recompensas del cerebro. "La alegr¨ªa que siente un ni?o al tocar una pantalla y provocar que algo ocurra es tan edificante como potencialmente adictiva", asegura.

Es por razones como esta que las tabletas y los tel¨¦fonos inteligentes se han convertido en el chupete perfecto, especialmente en viajes largos en avi¨®n o en restaurantes. "El propio dispositivo nos resulta agradable y placentero, y es por eso que la mayor¨ªa de padres se deja llevar", admite Christakis.

La herramienta m¨¢s socorrida

"Es muy com¨²n", confirma Jenny Radesky, profesora adjunta de pediatr¨ªa en la Universidad de Michigan. "Se est¨¢ convirtiendo en la herramienta m¨¢s socorrida para los padres". Al margen de su utilidad a corto plazo, los ni?os no dejan de necesitar un espacio en el que desarrollar sus propios mecanismos internos de autocontrol; poco importa si se trata de aprender sin recompensa inmediata, o de ser capaces de sentarse pacientemente sin est¨ªmulo digital constante.

Christakis cuenta, de forma anecd¨®tica, que no es el ¨²nico que est¨¢ observando sujetos cada vez m¨¢s j¨®venes utilizar estos dispositivos de forma compulsiva. "Es l¨®gico pensar, cuando sabemos que hay ni?os mayores y adolescentes que tienen problemas con el uso de Internet, que esto podr¨ªa tambi¨¦n ocurrir con ni?os m¨¢s peque?os". Este es, justamente, el campo de investigaci¨®n actual de Christakis.

En el Centro de Investigaciones Integradoras del Cerebro de Seattle, un montoncito rosa de cr¨ªas diminutas de rat¨®n se arremolina detr¨¢s de su madre. Un recipiente de pl¨¢stico transparente, relleno de virutas, sirve de hogar para esta familia roedora; uno de cientos, apilados en un sistema rotatorio de estanter¨ªas. Christakis, el neurocient¨ªfico Nino Ram¨ªrez, y su equipo, utilizan estos ratones como "grupo de control" en su evaluaci¨®n del hipot¨¦tico impacto del bombardeo medi¨¢tico sobre los cerebros en desarrollo.

Al otro lado del pasillo hay un experimento en marcha. Uno de los contenedores de ratones est¨¢ rodeado de luces brillantes y altavoces. Durante 42 d¨ªas, seis horas al d¨ªa, las cr¨ªas de rat¨®n son sometidas a la banda sonora de alto octanaje de Cartoon Network, acompa?ada de luces intermitentes a juego: azules, rojas y verdes. La idea tras este montaje es averiguar qu¨¦ pasa con el cerebro de los ratones si se les sobreestimula medi¨¢ticamente durante un per¨ªodo cr¨ªtico para su desarrollo.

Los resultados son sorprendentes. "La sobreestimulaci¨®n, cuando todav¨ªa son beb¨¦s, les predispone a la hiperactividad durante el resto de sus vidas", explica Ram¨ªrez. Los ratones sobreestimulados tienden a asumir m¨¢s riesgos y muestran dificultades para aprender y mantenerse atentos. Muestran confusi¨®n, por ejemplo, ante objetos que ya conocen, y les resulta m¨¢s dif¨ªcil orientarse en un laberinto. Cuando se les da la opci¨®n de autoadministrarse coca¨ªna, los ratones sobreestimulados son mucho m¨¢s propensos a la adicci¨®n que los del grupo de control. Esta alteraci¨®n del comportamiento de los ratones viene acompa?ada de cambios en su cerebro.

En teor¨ªa, lo mismo pasar¨ªa con los ni?os: la sobreestimulaci¨®n medi¨¢tica - especialmente hoy, en la era del?streaming incesante de v¨ªdeo, dif¨ªcil de dosificar, y de los vistosos juegos interactivos - podr¨ªa provocar un desequilibrio en los ganglios basales, parte de nuestra corteza cerebral. Es esta parte del cerebro la que nos permite ignorar las distracciones y mantenernos atentos a la ejecuci¨®n de tareas cr¨ªticas. Ese exceso de estimulaci¨®n puede derivar en problemas futuros, especialmente de concentraci¨®n, memoria o impulsividad.

"Al parecer, se puede estimular un cerebro joven de tal forma que la vida cotidiana deje de resultar excitante", confirma Ram¨ªrez.

Antes de sembrar el p¨¢nico sobre una generaci¨®n hiperactiva de post-mileniales cocain¨®manos con d¨¦ficit de atenci¨®n, ser¨ªa importante se?alar que estos experimentos han recibido su buena raci¨®n de criticismo por diversas razones. Seis horas al d¨ªa de cualquier actividad es una ingente cantidad de tiempo, m¨¢s a¨²n en el caso de los ratones, que son mam¨ªferos nocturnos (aunque los investigadores aseguran que no muestran se?ales evidentes de estr¨¦s). Adem¨¢s, Christakis, Ram¨ªrez, y sus colegas no disponen a sus ratones frente a una pantalla real con contenido relevante, sino que utilizan una especie de simulaci¨®n parpadeante.

Incluso cuando las aplicaciones demuestran su valor educativo, los ni?os m¨¢s peque?os aprenden m¨¢s del mundo real que de sus equivalentes bidimensionales en la pantalla

La raz¨®n por la que su estudio se utiliza con tanta frecuencia en la descripci¨®n de las maldades del uso de pantallas es que, el de Seattle, es un estudio ¨²nico en alcance y en enfoque. Si bien los modelos con ratones distan de ser perfectos, no dejan de ser ¨²tiles para el estudio de los mecanismos subyacentes a los procesos cognitivos, bastante similares en todos los mam¨ªferos.

Como la esperanza de vida de un rat¨®n es relativamente breve, podemos observar trayectorias de desarrollo completas en plazos m¨¢s cortos, y obtener as¨ª apreciaciones realistas de lo que ocurre en su cerebro. Esto puede, adem¨¢s, llevarse a cabo en un ambiente controlado, lo que ser¨ªa imposible de replicar con sujetos humanos.

Si, tal y como se sugiere, el desarrollo cognitivo se ve alterado por la exposici¨®n a los medios, entonces este tipo de investigaciones podr¨ªa determinar el tipo de interacci¨®n con pantallas que permitiremos que tengan los ni?os m¨¢s peque?os. ?Deber¨ªan estar los padres preocupados? "Lo que deben estar es atentos, y vigilar la cantidad de tiempo y tipo de contenido al que sus hijos tienen acceso", opina Christakis.

Observaci¨®n en el 'h¨¢bitat'

Llevar a cabo experimentos controlados con beb¨¦s es complicado, pero lo s¨ª que podemos hacer es observar lo que hacen en su "habitat natural". De esta manera pueden establecerse v¨ªnculos posibles entre sus h¨¢bitos y el uso de dispositivos m¨®viles.

En California, Mar¨ªa Liu dirige la Cl¨ªnica de Control de Miop¨ªa en la Escuela UC Berkeley de Optometr¨ªa. Liu, ha observado un fuerte aumento del n¨²mero de ni?os con miop¨ªa. "Esto est¨¢ ocurriendo de forma alarmante en todo el mundo y uno de los factores m¨¢s ampliamente aceptados es la introducci¨®n temprana del uso de dispositivos m¨®viles en ni?os".

Durante los primeros a?os nuestros ojos son tremendamente d¨²ctiles y moldeables, si pasamos mucho tiempo enfocando la vista sobre objetos muy cercanos nos volvemos m¨¢s propensos a la miop¨ªa. "El globo ocular crecer¨¢ para compensar ese esfuerzo prolongado", confirma Liu. Aunque no puede aconsejar, de forma emp¨ªrica, sobre cuales son los l¨ªmites de tiempo recomendados, s¨ª que advierte sobre la importancia de hacer descansos frecuentes.

Los padres deben supervisar el uso que hacen sus hijos de 'smartphones' y tabletas.
Los padres deben supervisar el uso que hacen sus hijos de 'smartphones' y tabletas.Francisco Bonilla

Acostumbramos a mirar las tabletas y los smartphones desde mucho m¨¢s cerca que otros aparatos, como la televisi¨®n o el ordenador de sobremesa. Y aunque los libros tambi¨¦n se leen de cerca, los estudios demuestran que los ni?os los suelen mantener m¨¢s alejados que las pantallas.

Otro de los aspectos preocupantes en el uso de pantallas es la facilidad que parecen mostrar para perturbar el sue?o. La luz azul emitida por estas pantallas "ultra-definidas" es capaz de interferir con los ritmos naturales de nuestro cuerpo, impidiendo la liberaci¨®n de melatonina, una hormona esencial para el sue?o. La ausencia de esta puede provocar trastornos del sue?o tanto en adultos como en ni?os. Sandy asegura que si Jessica utiliza el tablet antes de acostarse se vuelve "notablemente irritable". As¨ª que intenta, en su lugar, ofrecerle libros. La pregunta ser¨ªa entonces, ?por qu¨¦ viene la ¨²ltima versi¨®n de software de Apple para iPads y iPhones con "Night Shift", una aplicaci¨®n que cambia autom¨¢ticamente esa luz azulada por un tono m¨¢s c¨¢lido cuando se acerca la hora de acostarse?

Desarrollo social y cognitivo

Max, de doce meses de edad, est¨¢ sentado en el regazo de su madre, Helen, en un peque?o cuarto a oscuras, en Londres. Lleva una gorra de goma cubierta de electrodos en la cabeza. Estos miden la actividad el¨¦ctrica de su cerebro mientras observa unos objetos f¨ªsicos primero y luego, en un iPad, sus representaciones digitales. Max lleva una especie de?smartwatch en sendos tobillos, uno mide sus movimientos y el otro su ritmo card¨ªaco. La gorra registra la actividad el¨¦ctrica de su cerebro mediante electroencefalograf¨ªas (EEG), para as¨ª analizar si los objetos virtuales y los reales desencadenan el mismo tipo de respuesta cerebral, y ver c¨®mo afecta esto al subsiguiente proceso de aprendizaje.

El experimento es parte del proyecto TABLET del Babylab de Birkbeck, en la Universidad de Londres. Es el primer estudio cient¨ªfico que pretende averiguar c¨®mo utilizan los dispositivos de pantalla t¨¢ctil los ni?os de entre seis meses y tres a?os, y qu¨¦ influencia tienen sobre su desarrollo social, cerebral y cognitivo.

En un segundo experimento, Max est¨¢ el interior de una cabina aislada por cortinas, sentado frente a una pantalla en la que se emite un bucle de v¨ªdeo de quince minutos, con animaciones abstractas y extra?os sonidos. Tambi¨¦n pueden verse fotos fijas y v¨ªdeos protagonizados por estudiantes de doctorado haciendo el papel de presentadores de televisi¨®n para ni?os. Est¨¢ completamente hipnotizado, y sus ojos saltan de un objeto a otro en la pantalla. Las c¨¢maras de seguimiento ocular monitorizan el baile de su mirada. En el exterior, Celeste Chung, la becaria de investigaci¨®n, lleva la cuenta de c¨®mo encaja el movimiento de sus ojos con los objetos en pantalla.

"El ni?o no hace m¨¢s que mirar la pantalla, pero el recorrido de su mirada nos habla de su capacidad de predicci¨®n y aprendizaje", cuenta Tim Smith, el cient¨ªfico cognitivo al frente del Babylab.

La alegr¨ªa que siente un ni?o al tocar una pantalla y provocar que algo ocurra es tan edificante como potencialmente adictiva

El equipo trata de comprender la facilidad con la que Max, y docenas de ni?os como ¨¦l, consiguen bloquear las distracciones y enfocar su atenci¨®n cuando trabajan sobre una rutina espec¨ªfica. Una de las pruebas muestra un objeto en el centro y algo m¨¢s tarde otro, al borde de la pantalla. Para mirar el segundo objeto el ni?o necesita desconectar del objeto central, y esto exige autocontrol. Este es uno de los indicios m¨¢s reveladores de funci¨®n ejecutiva, una especie de "control de tr¨¢fico a¨¦reo" del cerebro, determinante para que el ni?o sea capaz de analizar tareas, desmontarlas en pasos y concentrarse en cada uno de ellos hasta terminarlas, y tambi¨¦n uno lo de los mejores pronosticadores de ¨¦xito futuro.

Igual que a Christakis, a Smith le interesa averiguar si existe realmente una relaci¨®n entre el aprendizaje por recompensa, tan com¨²n en las aplicaciones, y la capacidad de atenci¨®n en los ni?os. "Podr¨ªamos descubrir que si abusan de las tabletas y su aprendizaje por recompensa, y se acostumbran a dejarse guiar por est¨ªmulos externos, los ni?os pueden desarrollar un defecto en su funci¨®n ejecutiva que no les permita hacerse nunca con el control de su propia capacidad de atenci¨®n", explica.

A Smith, el modelo con ratones utilizado por Christakis y Ram¨ªrez en Seattle no le convence del todo, aunque est¨¢ de acuerdo en que sus seis horas de estimulaci¨®n medi¨¢tica al d¨ªa podr¨ªan ser un buen reflejo del entorno dom¨¦stico al que se expone un n¨²mero reducido de ni?os, asediados por m¨²ltiples televisores y dispositivos que contribuir¨ªan a su sobrecarga sensorial. "Algunos de los padres en nuestro estudio dicen que sus hijos pasan unas tres horas al d¨ªa con sus tabletas", confirma Smith. "Es una parte considerable de sus horas de vigilia con la vista fija en una pantalla que no se ci?e a las leyes de realidad f¨ªsica".

En cuanto al efecto sobre el lenguaje o el desarrollo motor, Smith habla del desplazamiento que podr¨ªa estar teniendo lugar. "La tecnolog¨ªa puede hacer las veces de ni?era, en lugar del aprendizaje cara a cara. Los ni?os siempre aprenden mejor de la gente, pero no siempre disponemos del tiempo necesario". Aparatos como los iPad son buenos a la hora de proporcionar est¨ªmulos pero, seg¨²n Smith, carecen de los matices sociales en tiempo real que contribuyen al desarrollo de la capacidad de lenguaje. De igual forma, el uso de tabletas y tel¨¦fonos m¨®viles podr¨ªa convertir a los ni?os en virtuosos del control motor refinado, con tanto deslizar y tocar con la punta de los dedos, pero tambi¨¦n podr¨ªa dejarles sin motivaci¨®n para levantarse y explorar el mundo que les rodea.

Tras una hora de pruebas, la paciencia de Max para el toqueteo de pantallas, el seguimiento ocular, la monitorizaci¨®n cerebral y dem¨¢s distracciones de su ajetreada rutina habitual de ingesti¨®n de colines de pan y correteo aleatorio, empieza a agotarse. Max comienza a revolverse, agitarse y ara?ar la gorra de EEG, echando a perder los datos de actividad cerebral. "Este es el desaf¨ªo m¨¢s interesante de trabajar con ni?os", confiesa Smith. "No hacen nada por ce?irse a las directrices".

?Y qu¨¦ hay del potencial educativo de estos aparatos? Existen miles de aplicaciones, libros electr¨®nicos y v¨ªdeos que presumen de poseer valor educativo para los ni?os, aunque muy pocos pueden apoyar esta afirmaci¨®n con evidencias s¨®lidas.

"El mercado de aplicaciones es un especie de Salvaje Oeste digital", asegura Mike Levine, jefe ejecutivo del Centro Joan Ganz Cooney, en Nueva York, donde se han analizado cientos de aplicaciones de alfabetizaci¨®n a trav¨¦s de una serie de informes. "La mayor¨ªa de las aplicaciones etiquetadas como educativas no facilita ning¨²n consejo o gu¨ªa basada en investigaci¨®n... Menos de un 10% de las aplicaciones estudiadas menciona prueba alguna de su eficacia [en su descripci¨®n en la App Store]".

De forma no intencionada, algunas de las?mejoras anunciadas (tales como animaciones, sonidos y funciones que invitan a los ni?os a interactuar con sus dedos) podr¨ªan, por el contrario, restarles valor educativo global. Estas mejoras pueden, en apariencia, motivar la participaci¨®n de los ni?os, pero de hecho, podr¨ªan estar distray¨¦ndolos del contenido educativo.

Adriana Bus y sus colegas pusieron a prueba este concepto en la Universidad de Leiden, en los Pa¨ªses Bajos, al monitorizar la vista de algunos ni?os mientras le¨ªan libros electr¨®nicos interactivos. All¨ª descubrieron que cuando en la pel¨ªcula hay partes animadas que no est¨¢n directamente relacionadas con la narrativa - como ¨¢rboles al fondo, que se mecen con el viento - los ojos de los ni?os se desv¨ªan hac¨ªa ese movimiento y los distrae de la historia. Las animaciones relevantes, por el contrario, pueden resultar beneficiosas, sobre todo en ni?os con problemas de lenguaje o comprensi¨®n lectora.

Est¨¢n aumentando los casos de miop¨ªa en ni?os. Hay que obligarles a hacer pausas frecuentes

Incluso cuando las aplicaciones demuestran su valor educativo, los ni?os m¨¢s peque?os aprenden m¨¢s del mundo real que de sus equivalentes bidimensionales en la pantalla. Estudios realizados en los Estados Unidos muestran que, en problemas de percepci¨®n visual o espacial, como la b¨²squeda de objetos ocultos o la resoluci¨®n de puzles, los ni?os peque?os (menores de treinta meses) funcionan mucho mejor cuando el problema se les presenta en la vida real y no en pantalla.

"Se cree que la carga cognitiva de la transmisi¨®n de informaci¨®n de dos a tres dimensiones es demasiado grande para los ni?os menores de treinta meses", apuntaron Jenny Radesky y su colega Barry Zuckerman en su estudio sobre juegos digitales. Los ni?os de esa edad todav¨ªa no han terminado de desarrollar su capacidad para elegir a qu¨¦ prestan atenci¨®n y qu¨¦ ignoran, y siguen mostrando problemas para trasladar las representaciones simb¨®licas al mundo real.

Los ni?os en edad preescolar necesitan interactuar con objetos f¨ªsicos reales para desarrollar su corteza parietal. Dicha corteza controla el procesamiento visoespacial y contribuye al desarrollo de las habilidades matem¨¢ticas y cient¨ªficas que necesitar¨¢n m¨¢s adelante en sus vidas. Es por esto que algunos desarrolladores de aplicaciones est¨¢n introduciendo juguetes a juego, que los ni?os pueden manipular al tiempo que utilizan el app.

Todav¨ªa nos cuesta comprender cu¨¢l es el verdadero valor del elemento t¨¢ctil en las pantallas interactivas, algo que exige la coordinaci¨®n entre ojos, dedos y cerebro, y que la visualizaci¨®n pasiva no puede ofrecer. ?Es posible que la manipulaci¨®n de objetos digitales en pantalla mejore el proceso de aprendizaje, facilitando la transferencia de conocimientos al mundo f¨ªsico? ?Podr¨ªa la comprensi¨®n de este mecanismo ayudarnos a desarrollar mejores herramientas de aprendizaje digital?

Estos dispositivos han llegado para quedarse, por mucho prejuicio que alberguemos en su contra. Siendo as¨ª, ?qu¨¦ podemos hacer para exprimir su rendimiento al m¨¢ximo? Cerca de cien a?os de investigaciones sobre la forma en que aprenden los ni?os nos permiten aventurar conjeturas acerca del tipo de interacci¨®n y circunstancia que podr¨ªa resultarnos m¨¢s favorable.

Los hogares con ingresos m¨¢s bajos son los m¨¢s propensos a sentir el efecto de este tipo de dispositivos. El acceso a recursos de apoyo al desarrollo - como clases particulares, de m¨²sica o sencillamente, horas extra de interacci¨®n social - no es tan sencillo en este tipo de hogares, as¨ª que se suele pasar m¨¢s tiempo con medios digitales. Si el contenido fuese de alta calidad, las tabletas y tel¨¦fonos inteligentes podr¨ªan surtir aqu¨ª un verdadero impacto.

La mayor¨ªa de expertos coincide en que la exposici¨®n pasiva a una pantalla podr¨ªa resultar entretenida, pero que jam¨¢s ser¨¢ es una experiencia rica en aprendizaje

Un estudio de la Universidad de Stanford en los Estados Unidos descubri¨®, por ejemplo, que a los dieciocho meses, los ni?os de familias desfavorecidas arrastraban ya varios meses de retraso con respecto a sus compa?eros m¨¢s duchos en el dominio del lenguaje. Si el contenido y el contexto fueran los adecuados, este tipo de dispositivo podr¨ªa contribuir a cerrar esa brecha.

"Negarse en redondo a la tecnolog¨ªa es un tanto paternalista y muy poco realista", dice Levine. "Me preocupa que algunos miren por encima del hombro al resto solo porque no disponen de los privilegios de tiempo y recursos que s¨ª tienen otras familias. Sin la tecnolog¨ªa no vamos a conseguir mejorar el rendimiento acad¨¦mico de los ni?os".

En lugar de prohibir los dispositivos, deber¨ªamos exigir mejores aplicaciones basadas en investigaciones s¨®lidas. Para los ni?os de entre tres y cinco a?os es m¨¢s que probable que un app bien dise?ada contribuya a mejorar su vocabulario y su nivel de matem¨¢ticas b¨¢sicas. "Mi hijo menor tiene un problema del habla, y no tengo duda alguna de que los v¨ªdeos que ve le han ense?ado palabras nuevas", confirma Lisa, madre de un ni?o de cuatro y otro de seis, ambos usuarios habituales de tecnolog¨ªa m¨®vil desde los 18 meses.

Todos los pediatras y especialistas en educaci¨®n y desarrollo infantil con los que hablamos se mostraban de acuerdo en que, para ni?os menores de dos a?os y medio, la interacci¨®n humana no tiene sustituto. ?Por qu¨¦ no desarrollar entonces aplicaciones que medien entre los ni?os y sus cuidadores? BedTime Math es un buen ejemplo. Esta aplicaci¨®n ofrece atractivas historias matem¨¢ticas para ser resueltas por padres e hijos. Es una de las pocas herramientas que puede presumir de hacer m¨¢s inteligentes a los ni?os; los que usan la aplicaci¨®n, incluso una ¨²nica vez a la semana durante un a?o, muestran una mejora en matem¨¢ticas superior a la del grupo de control. Cuando a sus padres no se les dan bien las mates, el impacto es a¨²n m¨¢s notorio.

Atentos como est¨¢n a lo que los ni?os hacen, es f¨¢cil para los padres distraerse del uso que hacen ellos mismos. "La tecnolog¨ªa est¨¢ dise?ada para ser absorbente", afirma Radesky, "y la naturaleza de los productos digitales es promover la m¨¢xima participaci¨®n. Resulta muy dif¨ªcil desconectar y su uso se contagia dentro de una misma familia".

Para los padres, existen m¨¦todos probados que ayudan a mejorar el aprendizaje de los ni?os. Son las herramientas basadas en "empujoncitos". Pueden tratarse de mensajes de texto o correos electr¨®nicos que sirvan de recordatorio a los padres para que le canten a su beb¨¦ o hablen con ¨¦l, y que contribuyan a que todos desconecten de la tecnolog¨ªa y apliquen sus conocimientos al mundo real. LeapFrog, el fabricante de tablets para ni?os, hace algo as¨ª con sus dispositivos LeapPad. Los padres reciben correos electr¨®nicos sobre lo que ha aprendido su hijo, y una serie de ideas de c¨®mo aplicar estos nuevos conocimiento m¨¢s all¨¢ de la pantalla.

"Cuanto m¨¢s enganchados est¨¦n los padres, en formas que perturben su interacci¨®n con el ni?o, mayor ser¨¢ su potencial de impacto", asegura Heather Kirkorian, directora del Laboratorio de Medios y Desarrollo Cognitivo en la Universidad de Wisconsin-Madison. "Si mientras juego con mi hijo consulto el tel¨¦fono cada cinco minutos, ?qu¨¦ lecci¨®n le estoy transmitiendo? El tiempo que pasa un padre hablando o jugando con sus hijos es un buen pronosticador del futuro desarrollo de los ni?os", a?ade.

Mediante un ejercicio de catado de comida para parejas de madres e hijos, Radesky ha estudiado el uso que hacemos de los tel¨¦fonos y tabletas durante las comidas. Fue as¨ª como descubri¨® que las madres que consultaron el m¨®vil durante el ejercicio iniciaban un 20% menos de interacciones verbales con sus hijos, y un 39% menos de interacciones no verbales. Durante el transcurso de otro estudio, con 55 cuidadores que com¨ªan junto a uno o m¨¢s ni?os, observ¨® c¨®mo se convert¨ªan los tel¨¦fonos en fuente de tensi¨®n familiar. Los padres consultaban sus cuentas de correo mientras los ni?os compet¨ªan por llamar su atenci¨®n.

Negarse en redondo a la tecnolog¨ªa es un tanto paternalista y muy poco realista

"Vimos como algunos padres perd¨ªan la calma y levantaban la voz, por lo irritante que resulta intentar concentrarse en algo con un ni?o al lado que va subiendo el volumen de sus peticiones de atenci¨®n", cuenta, y a?ade que algunos padres llegaban a sacudirse de encima las manos de sus hijos. Restringir el uso de dispositivos en momentos familiares cr¨ªticos como las comidas o a la hora de acostarse, ayuda a reducir estas fricciones y da pie a m¨¢s conversaciones cara a cara.

Un ni?o nace programado para observar el rostro de sus padres en un intento de descifrar su mundo. Si sus caras est¨¢n en blanco o no responden, como es habitual cuando se est¨¢ absorto frente al tel¨¦fono, esto podr¨ªa resultarles de lo m¨¢s desconcertante. Radesky cita el "experimento de la cara inexpresiva", del psic¨®logo del desarrollo, Ed Tronick, en la d¨¦cada de los setenta. En ¨¦l, una madre interact¨²a con su hijo de forma natural, para despu¨¦s poner la cara en blanco y no dar referencia social visual alguna. Tal y como puede verse en el v¨ªdeo, el ni?o est¨¢ cada vez m¨¢s angustiado en su intento de captar la atenci¨®n de su madre.

"Los padres no tienen por qu¨¦ estar exquisitamente presentes en todo momento, pero s¨ª tendr¨ªa que haber un equilibrio. Los padres han de estar atentos y dispuestos ante las expresiones, verbales o no, de necesidad emocional del ni?o", explica Radesky.

Todav¨ªa es pronto para comprender el verdadero impacto de esta tecnolog¨ªa en los ni?os, y a¨²n as¨ª el consejo m¨¢s repetido por los expertos consultados es asegurarse de que su uso es solo una parte de entre muchas, en una dieta rica en actividades. Para los ni?os menores de tres a?os, a los que les cuesta m¨¢s sacar provecho de las pantallas, esto es especialmente importante.

Una experiencia creativa interactiva, en pantalla t¨¢ctil, es siempre preferible al visionado pasivo de televisi¨®n. Los padres deber¨ªan tomarse con mucha cautela las afirmaciones de los desarrolladores de apps.

Cuando sea posible, el dispositivo debe servir para mejorar la interacci¨®n con el ni?o, independientemente de si se usa para iniciar una conversaci¨®n ("?Qu¨¦ hace ah¨ª la vaca?" "?Qu¨¦ ruido hace el pato?") o como fuente de inspiraci¨®n para el di¨¢logo a lo largo del d¨ªa, como parece ocurrir con BedTime Math.

Una cantidad considerable de investigadores cita el experimento de la cara inexpresiva de Tronick como prueba de que un padre no deber¨ªa distraerse con el tel¨¦fono en presencia de sus hijos, a pesar de que Tronick no utilizaba pantallas. Hasta cierto punto no deja de ser cierto, pero hasta el propio Tronick matiza su trascendencia: "Se est¨¢ exagerando todo un poco", asegura, y a?ade que la mayor¨ªa de los ni?os realiza a diario un mont¨®n de actividades "sin pantallas".

A ¨¦l le inquieta que toda la preocupaci¨®n por el uso de pantallas surja desde una ideolog¨ªa un tanto opresiva "que exige que los padres est¨¦n siempre interactuando con sus hijos".

"Se trata de una ideolog¨ªa un tanto fantasiosa, muy cauc¨¢sica, muy de clase media alta - la de las mam¨¢s tigre y los padres helic¨®ptero - que defiende que descuidas a tu hijo si no le expones a un m¨ªnimo de 30.000 palabras". Tronick cree que solo porque un ni?o no est¨¦ aprendiendo frente a la pantalla, la experiencia no tiene por qu¨¦ carecer de valor - especialmente si esto les permite a los padres darse una ducha, realizar alguna tarea dom¨¦stica o sencillamente tomarse un descanso de la crianza.

"Muchos padres, especialmente aquellos con pocos ingresos, sufren de preocupaciones y estr¨¦s constantes, porque no disponen del apoyo necesario y encuentran la paternidad tremendamente solitaria. Ah¨ª est¨¢n los verdaderos problemas", asegura.

Para los padres puede tener un gran valor utilizar los dispositivos para charlar con amigos o quitarse trabajo de encima. Podr¨ªan as¨ª sentirse m¨¢s felices, y adem¨¢s disponer de m¨¢s tiempo para pasar con sus hijos. Para Sandy, saber esto, le quita un peso de encima. "A veces estoy al l¨ªmite de mis fuerzas", confiesa, y a?ade que no deber¨ªa sentirse culpable por darle el iPad a su hijo si as¨ª gana algo de tiempo para ella. Muchos padres se pasan de esnobismo con el tema de las pantallas.

"Yo misma, como madre, he puesto a mi beb¨¦ frente a un v¨ªdeo de poes¨ªa para beb¨¦s de la HBO", explica Radesky. "Es bonito, tranquilo y puedo aprovechar para lavar los platos o hacer algo que me sirva de "reseteo"". Este es uno de sus beneficios, pero tampoco es algo con lo que un padre deba enga?arse. El v¨ªdeo no educa a mi hijo. Es un descanso para m¨ª, como padre".

Esta pieza fue encargada conjuntamente por Mosaic y Digg. Gracias a Joy Victory por la idea inicial para la historia. Autora: Olivia Solon Editora: Chrissie Giles Corrector de estilo: Tom Freeman Verificadora de hechos: Francine Almash

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