Una ardua tarea para el androide
Una m¨¢quina ha aprendido a gestionar un conjunto de piezas para derrotar al campe¨®n mundial de ajedrez, pero no parece probable que pueda gestionar con tanto ¨¦xito un equipo de humanos.
Le gustar¨ªa que parte de las decisiones que le afectan en su trabajo las tomara una m¨¢quina? Es poco probable que responda espont¨¢neamente que s¨ª. Pero en esta acelerada revoluci¨®n digital casi todo es cuesti¨®n de matices.
Parece inevitable que algunos avances en inteligencia artificial alcancen a la gesti¨®n del trabajo. Aplicados con sensatez podr¨ªan, parad¨®jicamente, contribuir a humanizar ciertos empleos: eliminar tareas repetitivas o redundantes, detectar disfunciones o repartir de forma m¨¢s equitativa la carga laboral. Llevada al extremo, la instauraci¨®n del jefe-m¨¢quina convertir¨ªa en un infierno la vida en la f¨¢brica o en la oficina. Los androides est¨¢n a¨²n lejos de poder burlar el test Voight-Kampff de la novela de Philip K. Dick y demostrar la empat¨ªa que los har¨ªa indistinguibles de los humanos.
Un argumento para descargar en las m¨¢quinas decisiones que tradicionalmente han tomado los humanos era que se eliminar¨ªan determinados sesgos. Que siendo mejores o peores, resultar¨ªan justas porque no responder¨ªan a man¨ªas ni a prejuicios. Pero los sistemas artificiales pueden estar tan sesgados como los humanos que los programaron. Por ello, algunas tecnol¨®gicas est¨¢n incorporando fil¨®sofos o psic¨®logos junto a sus ingenieros para construir, si no algoritmos emp¨¢ticos, al menos programas con pautas ¨¦ticas.
As¨ª como una m¨¢quina ha aprendido a gestionar un conjunto de piezas para derrotar al campe¨®n mundial de ajedrez, no parece probable que pueda gestionar con tanto ¨¦xito un equipo de humanos. Esos seres con complicados sentimientos y un ¨®rgano en el cr¨¢neo que a¨²n es el artefacto m¨¢s complejo del universo. Quiz¨¢ ser¨ªa el robot el que no nos aguantar¨ªa como empleados.
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