¡®La l¨ªnea invisible¡¯: Cuando naci¨® el terrorismo etarra
Mariano Barroso retrata en su nueva serie a gente que encarna el mal pero evita caricaturizarles
¡°A veces es bueno recordar c¨®mo empieza la tragedia, en qu¨¦ momento nos equivocamos o enloquecimos¡±, se?ala el personaje de Txiki ¡ªtrasunto de Asun Goenaga, militante de la ETA de los a?os sesenta¡ª, al arrancar la serie La l¨ªnea invisible, de Mariano Barroso, que hoy estrena Movistar + y que aborda los or¨ªgenes del terrorismo de ETA. El arranque ya vislumbra que no estamos ante una serie convencional sobre ETA, pues Barroso se ha arriesgado a contar la tragedia desde su interior, basada en hechos y personajes reales, con actores de primera fila que los encarnan atinadamente, sin omitir su contexto: la dictadura franquista en los a?os sesenta.
La serie huye del brochazo f¨¢cil y dibuja unos etarras, con sus dudas y contradicciones, distintos a los sanguinarios de la etapa posdemocr¨¢tica. Txabi Etxebarrieta, l¨ªder de aquella ETA, fue un joven intelectual, de 24 a?os, poeta, admirador de Unamuno, a quien Txiki califica de ¡°brillante, demasiado atrevido y d¨¦bil para cambiar el mundo que nos toc¨® vivir¡±. Le cost¨® la vida. Fue el primer etarra muerto y el primero que mat¨® en junio de 1968. Era la ETA de Mario Onaindia y Eduardo Uriarte, encarcelados pocos meses despu¨¦s de morir Etxebarrieta, condenados a muerte en el proceso de Burgos de 1970 e indultados que, tras su excarcelaci¨®n, acabada la dictadura, defendieron la democracia y se enfrentaron a la generaci¨®n posterior de ETA desbocada en el terrorismo.
La l¨ªnea invisible retrata atinadamente la represi¨®n franquista en los a?os sesenta en Euskadi, el caldo de cultivo en que germin¨® el terrorismo. La prohibici¨®n de derechos elementales, las cargas policiales, las torturas est¨¢n fielmente reflejadas as¨ª como el rechazo popular que generaban. Melit¨®n Manzanas, jefe de la Brigada pol¨ªtico-social de San Sebasti¨¢n, v¨ªctima del primer asesinato premeditado por ETA, encarnado soberbiamente por Antonio de la Torre, dibuja un personaje que exhibe y abusa de su poder como esbirro de la dictadura, como se lo espet¨® a la cara el escritor Luis Martin Santos en una cafeter¨ªa donostiarra. Barroso refuerza su realismo al presentarle como padre ejemplar ¡ªotros empleados de la Gestapo como ¨¦l tambi¨¦n lo fueron¡ª, sabueso sagaz, socarr¨®n, pegado a la tierra y tocado siempre con su boina vasca.
Barroso documenta rigurosamente los hechos ¡ªdesde las muertes del guardia civil Pardines y la de Etxebarrieta al asesinato de Manzanas y a las actividades de ETA¡ª y el caldo de cultivo en que germin¨® el terrorismo, pero sin justificarlo. Su descripci¨®n del debate en la decisiva V Asamblea de ETA, en 1967, entre los defensores de la lucha obrera de masas ¡ª¡°esto no va de vascos contra espa?oles sino de explotados contra explotadores¡±¡ª y los del terrorismo ¡ª¡°esto no va de sindicalismo sino de transmitir un sentimiento, la identidad, gente dispuesta a todo como en Cuba y Argelia¡±¡ª es hist¨®ricamente rigurosa. Vuelca la balanza a favor del terrorismo uno de los fundadores de ETA, El Ingl¨¦s en la pel¨ªcula, encarnado por Asier Etxeandia, posible trasunto de Julen Madariaga.
Manzanas y El Ingl¨¦s encarnan el mal, pero Barroso evita caricaturizarles. Del discurso identitario del Ingl¨¦s emana el desencadenante de la tragedia vasca. ¡°Necesitamos sangre¡±, proclama, para que en Euskadi triunfe un movimiento identitario de liberaci¨®n nacional. Cuando Etxebarrieta muere en un enfrentamiento con la Guardia Civil, no oculta su entusiasmo y descubre su manipulaci¨®n: ¡°Era inevitable, Hay que seguir adelante. Txabi es un m¨¢rtir. Hay que llevar a Euskadi este dolor¡±. Etxebarrieta era un joven fascinado por los movimientos de liberaci¨®n nacional triunfantes en Cuba y Argelia y pretende trasladarlo a Euskadi ¡ª¡°la Cuba de Europa¡±, seg¨²n aquella ETA¡ª, espoleado por su hermano Jos¨¦ Antonio, f¨ªsicamente imposibilitado, y El Ingl¨¦s. La huelga de Bandas en Bizkaia, de seis meses de duraci¨®n y zanjada con el estado de excepci¨®n franquista de 1967, le empuj¨® a apostar, definitivamente, por el terrorismo. Etxebarrieta tiene prisa y asume su compromiso tan a fondo que lleva consigo el estigma de la muerte. Admira a los bonzos vietnamitas que se inmolaban para condenar la intervenci¨®n norteamericana.
Barroso mantiene el equilibrio, que no la equidistancia, hasta el final de la historia. Como conclusi¨®n, trata de trasladar al televidente, y creo que lo consigue, el sentimiento por la frustraci¨®n de las ilusiones y de la vida de dos j¨®venes de la misma generaci¨®n: Etxebarrieta y el guardia civil Jos¨¦ Pardines, dibujado como lo que fue, un sencillo funcionario p¨²blico que tuvo la desgracia de toparse con quien llevaba consigo el sello de la muerte. Fue el comienzo de una tragedia que dej¨® 850 muertos, que ascienden a m¨¢s de un millar si se a?aden los de la propia ETA.
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