El pariente

Hace muchos a?os, tantos que ni en Google hay forma de encontrarlo, una presentadora de televisi¨®n en Francia recibi¨® la herencia de alguien que la ve¨ªa cada d¨ªa en la pantalla. La periodista era su pariente m¨¢s cercano, a dos metros del sill¨®n orejero, hasta donde alcanzaba el haz de luz azul del aparato; le daba compa?¨ªa, le saludaba, le contaba cosas. ?En qui¨¦n si no depositar el agradecimiento? La televisi¨®n teje estrechas relaciones con su audiencia. Fernando Sim¨®n en Espa?a contaba a diario el discurrir v¨ªrico y muchos establecieron con ¨¦l un feliz encuentro en la primera fase. Antes de ser el saco de boxeo de los detractores pol¨ªticos, no falt¨® quien so?ara con una camiseta donde lucir esa imagen de pelambre leonina y persianas enrolladas sobre los ojos azules. Parecido ocurri¨® con Fauci en Estados Unidos, otro ejemplo del busto parlante protector a quien confiarse desde lo m¨¢s ¨ªntimo de la casa. Fauci lo ha tenido m¨¢s f¨¢cil: ya hab¨ªa un flequillo rubio para lanzar los dardos m¨¢s atinados.

En M¨¦xico, el pariente de la tele se llama Hugo L¨®pez-Gatell, un epidemi¨®logo nacido para comunicar. El subsecretario de Salud lleva cerca de seis meses sin ausentarse de la cita diaria con la audiencia, la voz sosegada de estas latitudes, el tono templado, las formas de un buen maestro. No bien apareci¨® el primer d¨ªa, la gente coment¨® que hab¨ªa nacido una estrella que eclipsar¨ªa a su jefe, el secretario (ministro) de Salud, tambi¨¦n reputado inmun¨®logo, l¨¢stima que la c¨¢mara y ¨¦l no sienten nada cuando se miran. Gatell se convirti¨® pronto en el rey de los memes rendidos a sus pies. Despertaba un teleamor que se fue apagando a medida que se le oscurec¨ªan las ojeras.

La pandemia no ha dejado nada en su sitio, pero a pesar de las cr¨ªticas no ser¨ªa de extra?ar que alg¨²n jubilado solitario heredara a estos inesperados comunicadores el sof¨¢ de la salita en recuerdo de la relaci¨®n diaria que sobre esos cojines mantuvo con ellos.