Espabilar a los dem¨®cratas
El ogro populista ha echado ra¨ªces y los dem¨®cratas (los del partido hom¨®nimo y todos los dem¨¢s) no sabemos ni por d¨®nde empezar a desalojarlo
Escribo a ciegas, pues, a la entrega de esta columna, Estados Unidos a¨²n no tiene presidente electo. A ciegas y un poco ebrio por el chute de espect¨¢culo de un recuento que parece una final de Roland Garros con Rafa Nadal. En mi presente, Biden toca la victoria con los dedos. En el presente del lector, quiz¨¢ eso suene a un pasado ingenuo y casi nost¨¢lgico. Sea cual sea el resultado y hagan lo que hagan los abogados para impugnarlo en los tribunales, lo ¨²nico tangible que comparten su presente y el m¨ªo es un mundo en el que el ogro populista ha echado ra¨ªces y los dem¨®cratas (los del partido hom¨®nimo y todos los dem¨¢s) no sabemos ni por d¨®nde empezar a desalojarlo.
El anciano y dizque apocado Joe Biden es la encarnaci¨®n perfecta del trauma. Como bien expresaba Bret Easton Ellis en su ensayo Blanco, la reacci¨®n de las ¨¦lites progresistas (y ricas) a Trump ha sido melodram¨¢tica, rid¨ªcula y alucinada. Desde 2016 no han hecho otra cosa que mirar por la ventana con la boca abierta, sin hacer la cama ni fregar los platos. La tele lo ha contado muy bien. La ¨²ltima temporada de The Good Fight es un retrato magistral del desconcierto tarumba que les ha paralizado como si estuviesen bajo los efectos de una toxina nerviosa. Diane Lockhart sufre tanto con Trump que se tira a las drogas y tiene alucinaciones (una de ellas, que Hillary gana). Otras ficciones han sido m¨¢s cursis: La ley de Comey, por ejemplo, narra una sonrojante noche electoral de 2016 en que una madre espeta a su marido (y director del FBI): ¡°?Qu¨¦ va a ser de nuestras hijas? ?C¨®mo vamos a explic¨¢rselo?¡±. Las hijas lloran en los cuartos de su mansi¨®n, y al espectador le cuesta entender c¨®mo carajo se va a ennegrecer la vida de unas ni?as ricas con media docena de iPhones cada una. Muchos de los plantos por la victoria de Trump parecen darle la raz¨®n: ?qu¨¦ satisfacci¨®n puede haber para un trumpista mayor que ver llorar a los hijos del establishment?
Espabilar a una progres¨ªa que no se ha recuperado a¨²n del susto es una misi¨®n que excede la hechura de hombros de un se?or fr¨¢gil con un pie ya en el estribo, pero ?qui¨¦n sabe?
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