Vuelve ¡®The Crown¡¯, el gran espect¨¢culo de la historia
La serie, que estrena su cuarta temporada, lleva camino de convertirse en can¨®nica por su manera de hilvanar hechos reales con una ficci¨®n dram¨¢tica c¨®mplice con ellos
The Crown lleva camino de convertirse en una serie can¨®nica por su manera de hilvanar hechos reales con una ficci¨®n dram¨¢tica c¨®mplice con ellos. Con tanto primor como sentido del espect¨¢culo, fluye entre la vida p¨²blica de sus personajes y sus secretos de alcoba sin chirriar en absoluto, como si el combate que se libra en Buckingham Palace entre deber y placer fuese de todos. Un tira y afloja que en la cuarta temporada que se estrena este domingo en Netflix llega a su m¨¢xima expresi¨®n con el aterrizaje de Lady Diana Spencer, su boda con Carlos de Inglaterra y el esc¨¢ndalo de su eterno amor, Camilla Parker Bowles, en ciernes. Un terremoto medi¨¢tico que se fragu¨® durante los 11 a?os del thatcherismo, de los que esta nueva tanda de diez cap¨ªtulos se ocupa.
Isabel II, la Dama de Hierro y la fr¨¢gil nueva Princesa de Gales son los tres pivotes de una temporada que una vez m¨¢s demuestra el talento de su autor, Peter Morgan, para moverse entre el escenario p¨²blico y el privado con una estrategia narrativa que le permite pisar los charcos sin enfangarse. Incisivo pero pudoroso, la lecci¨®n de guion (con algunos cap¨ªtulos, como El favorito, Fagan o Monarqu¨ªa hereditaria, redondos) est¨¢ sustentada en un reparto tan metido en su papel que, sinceramente, ser¨¢ dif¨ªcil ver a Carlos de Inglaterra o a la reina Isabel II sin pensar en los formidables Josh O¡¯Connor y Olivia Colman. La capacidad de Colman para hacer de la inexpresividad una expresi¨®n, de la contenci¨®n una causa y del aburrimiento una fiesta, o la de Connor para defender a uno de los personajes m¨¢s impopulares y delicados de toda la saga, solo se entiende gracias al enorme talento de estos dos int¨¦rpretes superdotados.
No son los ¨²nicos: la princesa Margarita, que encarna Helena Bonham Carter sigue siendo otro de los grandes personajes dram¨¢ticos de la serie, con uno de los mejores cap¨ªtulos, el s¨¦ptimo de esta nueva entrega, en sus manos. Margarita, su hermana Isabel II, la reina madre y la princesa Ana le sirven a Morgan como un coro teatral que informa al espectador de todo lo que sobrevuela el palacio. Las comidas y reuniones entre las cuatro mujeres son un recurso recurrente que le permite al autor no solo introducir elementos nuevos a la trama sino avanzar en los acontecimientos a golpe de taza de t¨¦ y rumores. Entre sus perfectas vajillas y l¨¢mparas de seda, las cuatro guardianas de las esencias se muestran tan graciosas y mordaces que es imposible no frotarse las manos ante cada nuevo men¨² de salm¨®n (al parecer la letan¨ªa palaciega incluye recetas repetitivas y poco sofisticadas) y de chismorreo.
Aunque los platos fuertes de esta nueva temporada son Lady Diana, cuya famosa ca¨ªda de ojos y hombros queda en manos de la joven actriz Emma Corrin, y Margaret Thatcher, en una composici¨®n algo forzada de la actriz estadounidense Gillian Anderson, que no logra liberarse de la m¨¢scara. Dos personajes dispuestos para espect¨¢culos opuestos: el fen¨®meno popular sin precedentes en la familia real que supuso Lady Di, el enjambre de paparazzi que atrajo la nueva royal, se sit¨²a frente a los dur¨ªsimos a?os de las pol¨ªticas ultraliberales de una mujer con la firmeza y determinaci¨®n de un tanque y su reflejo en los diarios matutinos de una d¨¦cada marcada por el terrorismo del IRA, el paro y la guerra de las Malvinas.
The Crown muestra la encerrona f¨ªsica y mental de Lady Di, con sus trastornos alimenticios y sus amantes de turno, como tambi¨¦n lo hace con el rancio clasismo de los Windsor. La visita de Thatcher, en el cap¨ªtulo segundo, a Balmoral est¨¢ centrada en el rosario de maleducados desplantes de la familia real con su invitada y en el desprecio de ella hacia sus privilegios y costumbres. La serie apunta a la falta de qu¨ªmica entre la primera ministra y la reina, cuya incomodidad ante el desmantelamiento de las pol¨ªticas sociales del thatcherismo o la negativa de la Dama de Hierro a imponer sanciones econ¨®micas al r¨¦gimen de Sud¨¢frica las convirti¨® en serias rivales. Pero tal vez sea el quinto cap¨ªtulo, en el que se recoge la historia de Michael Fagan, el irland¨¦s que en 1982 se col¨® en la alcoba de la reina y que, evadiendo todos los controles de seguridad, mantuvo una conversaci¨®n de diez minutos con ella, el que mejor refleja la esencia de esta ficci¨®n hist¨®rica, capaz de ser un espejo humano de los vicios y virtudes de los Windsor.
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