C¨®mo Putin se hizo el amo
La miniserie ¡®De esp¨ªa a presidente¡¯ perfila al l¨ªder ruso desde sus inicios y busca el rastro de sus rivales desaparecidos
Despu¨¦s de ganar su primera elecci¨®n como presidente de Rusia en 1999, Vlad¨ªmir Putin no atendi¨® la llamada de Boris Yeltsin, su antecesor, que hab¨ªa apostado por ¨¦l. El rostro de Yeltsin ante la c¨¢mara, tras hora y media sin respuesta, es un poema. La escena es una de las joyas de Putin: de esp¨ªa a presidente, la miniserie de la BBC (en Movistar+) que explica c¨®mo se las gasta el l¨ªder ruso.
De familia humilde, Putin era un agente secreto de segunda fila en Dresde, en la RDA, cuando cay¨® el muro de Berl¨ªn. Trep¨® entre los reformistas corruptos, desde el entorno del alcalde de San Petesburgo Anatoli Sobchak, y salt¨® al Kremlin durante el ca¨®tico mandato de Yeltsin hasta quitarle la silla. La ocup¨® dos mandatos, luego puso a un subordinado, Dmitri Medv¨¦dev, y volvi¨®. Ya ha reformado la Constituci¨®n para poder seguir hasta 2036.
En tres cap¨ªtulos, la serie se detiene en c¨®mo han ido cayendo sus rivales: opositores, periodistas, activistas u oligarcas. Unos acabaron en prisi¨®n; muchos m¨¢s, hasta perder la cuenta, fueron asesinados a tiros o envenenados, algunos en el Reino Unido. El documental re¨²ne testimonios de disidentes y recupera la memoria de los fallecidos. Se explica que intoxicar a alguien con polonio o novichok no es la forma m¨¢s eficiente de matarlo, pero sirve de aviso a los dem¨¢s. Al ser preguntado por algunas de esos ataques, Putin niega su implicaci¨®n, pero aprovecha para denigrar a la v¨ªctima (lo ha vuelto a hacer con Alex¨¦i Navalni).
Se retrata tambi¨¦n al l¨ªder al que adora una mayor¨ªa de los rusos, amantes de la mano dura, temerosos del desorden, nost¨¢lgicos del imperio. Lo vemos a caballo, pilotando un caza, jugando al hockey, cantando, pescando a pecho descubierto. Se anexiona Crimea, recupera el control de Siria, se masajea con Trump. Es admirado por populistas de los dos extremos del arco ideol¨®gico en todo el mundo. Rusia se le queda peque?a: ya solo le excita la influencia global. Una inquietante historia de ¨¦xito en la democratura perfecta.
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