Opositores, esp¨ªas y accidentes: las incre¨ªbles tramas de espionaje ruso que a¨²n suceden en 2020
El envenenamiento del opositor Aleks¨¦i Navalny es el ¨²ltimo de una larga lista de accidentes que comenz¨® hace cien a?os y no parece tener fin: los de aquellos que se atreven a cuestionar a Rusia y mueren en extra?as circunstancias
¡°Convertirte en l¨ªder de la oposici¨®n rusa es motivo m¨¢s que suficiente para que cancelen la p¨®liza de tu seguro de vida¡±, escrib¨ªa el pasado 30 de agosto el periodista e historiador canadiense Gwynne Dyer, todo un experto en la Rusia de Vlad¨ªmir Putin. Para Dyer, es cuesti¨®n de tiempo que se identifique la sustancia concreta con la que los servicios secretos rusos trataron de envenenar hace apenas unos d¨ªas al l¨ªder opositor Aleks¨¦i Navalny. Dudar de la implicaci¨®n en los hechos del l¨ªder ruso ser¨ªa ingenuo: ¡°Putin lleva veinte a?os ejecutando extrajudicialmente a sus adversarios, y el veneno suele ser su m¨¦todo preferido. Es cierto que Bor¨ªs Nemtsov fue asesinado a tiros mientras paseaba por los alrededores del Kremlin, hace cinco a?os, y que el propio Navalny se qued¨® parcialmente ciego de un ojo despu¨¦s de que le rociaran con desinfectante en 2017, pero la mayor¨ªa de las represalias y ejecuciones extrajudiciales del r¨¦gimen ruso han sido en los ¨²ltimos a?os por envenenamiento¡±.
Navalny enferm¨® s¨²bitamente el 20 de agosto tras tomarse una taza de t¨¦ durante el vuelo que le llevaba de la ciudad siberiana de Tomsk a Mosc¨². Fue trasladado a un hospital de Berl¨ªn el 21 de agosto y entr¨® en coma inducido tres d¨ªas despu¨¦s. El equipo m¨¦dico que le est¨¢ tratando en la ciudad alemana no duda que se le administr¨® alguna sustancia t¨®xica, muy probablemente alg¨²n agente nervioso. Falta identificar con precisi¨®n el arma del crimen, pero la identidad del instigador ofrece muy pocas dudas.
¡°Putin lleva 20 a?os ejecutando extrajudicialmente a sus adversarios, y el veneno suele ser su m¨¦todo preferido. La mayor¨ªa de las represalias y ejecuciones extrajudiciales del r¨¦gimen ruso han sido en los ¨²ltimos a?os por envenenamiento¡± Gwynne Dyer, periodista e historiador canadiense experto en la Rusia de Vlad¨ªmir Putin
Tirotear, apu?alar y, sobre todo, envenenar a disidentes, desertores, opositores y esp¨ªas ha sido pr¨¢ctica habitual tanto en la Rusia zarista como en la Uni¨®n Sovi¨¦tica o en la Federaci¨®n Rusa de Vlad¨ªmir Putin. El analista internacional Doug Klain lo atribuye a ¡°una cultura de ejercicio del poder que se basa en inspirar miedo a sus rivales y detractores¡±. Para el Kremlin, ¡°es crucial trasladar el mensaje de que actuar¨¢ de manera expeditiva contra sus enemigos, aunque huyan al extranjero. Los perseguir¨¢ y los matar¨¢ est¨¦n donde est¨¦n y sean las que sean las relaciones diplom¨¢ticas entre Rusia y el pa¨ªs que les acoja¡±. Esa tendencia a incurrir una y otra vez en cr¨ªmenes de estado ¡°es una constante en la historia rusa y no ha remitido en los ¨²ltimos a?os¡±. Al contrario: ¡°Hoy resulta m¨¢s inquietante que nunca¡±.
Un pico incrustado en el cr¨¢neo
En sus a?os de plomo, entre el inicio de las purgas masivas, en 1934, y la muerte de Stalin en marzo de 1953, la Uni¨®n Sovi¨¦tica extermin¨® con absoluta impunidad a disidentes, rebeldes y presuntos traidores. No le hizo falta recurrir a elaborados complots ni involucrar a sus servicios secretos. Bast¨® con ajusticiarlos en la plaza p¨²blica o deportarlos al gulag siberiano, a lugares tan espantosos como el campo de trabajo de Solovk¨ª, a orillas del Mar Blanco.
Pese a todo, uno de los cr¨ªmenes de estado clandestinos m¨¢s c¨¦lebres de la era sovi¨¦tica se produjo precisamente en ese periodo. Le¨®n Trotski, h¨¦roe en su d¨ªa de la Revoluci¨®n de Octubre, hab¨ªa sido expulsado de la Uni¨®n Sovi¨¦tica en 1929 tras llegar a un pacto t¨¢cito con Stalin: su supervivencia en el exilio depend¨ªa de que no criticase al nuevo r¨¦gimen revolucionario. Trotski no hizo lo que se esperaba de ¨¦l. Se estableci¨® en M¨¦xico, intent¨® aglutinar a la izquierda disidente en torno a la Cuarta Internacional y se convirti¨® en detractor encarnizado de la dictadura sovi¨¦tica.
Tras 11 a?os en el exilio, acab¨® siendo alcanzado por el pu?o de hierro de un Stalin que, como dec¨ªa Martin Amis en Koba, el temible, actuaba guiado con frecuencia por motivaciones tan humanas como ¡°el rencor, la antipat¨ªa o la envidia¡±. El 20 de agosto de 1940, Trotski fue asesinado por el comunista espa?ol Ram¨®n Mercader, agente del servicio secreto sovi¨¦tico, el temible NKVD. El m¨¦todo de ejecuci¨®n elegido fue francamente cruel: Mercader propin¨® al pol¨ªtico exiliado varios golpes con un piolet hasta incrust¨¢rselo en el cr¨¢neo.
Un a?o antes, la c¨¦lebre actriz teatral Zineida Reich, hab¨ªa sido brutalmente golpeada y apu?alada por agentes de la NKVD en su apartamento de Mosc¨². El asesinato fue atribuido a la delincuencia com¨²n, en uno de los contados casos de cr¨ªmenes pol¨ªticos (Reich hab¨ªa criticado el r¨¦gimen de Stalin) que las autoridades sovi¨¦ticas prefirieron no asumir, tal vez debido a la popularidad de la v¨ªctima.
Una inyecci¨®n de ricina en la pantorrilla
38 a?os despu¨¦s del macabro asesinato de Trotski, en 1978, el disidente b¨²lgaro Georgi Markov fue ejecutado sin estridencias, con frialdad burocr¨¢tica. Bast¨® un pinchazo en la pantorrilla con una pistola de aire comprimido, camuflada, al parecer en la punta de un paraguas, para inyectarle una dosis letal de ricina. Markov paseaba por los alrededores del puente de Waterloo, en el centro de Londres, cuando not¨® un leve contacto en la pierna al que no dio importancia. Acudi¨® como de costumbre a su trabajo en las oficinas del servicio internacional de la BBC. Tres d¨ªas despu¨¦s estaba muerto.
La misma arma, bautizada por la prensa como "el paraguas b¨²lgaro" fue utilizada meses m¨¢s tarde en el metro de Par¨ªs contra el exiliado ruso Vladimir Kostov, que enferm¨® de gravedad, pero sobrevivi¨® al intento de asesinato. En su libro Amas qu¨ªmicas: la ciencia en manos del mal, Ren¨¦ Pita afirma que tambi¨¦n el escritor sovi¨¦tico Alexander Solzhenitsyn, en 1971, y el agente de la CIA Boris Korzack, en 1981, sufrieron intentos de asesinato con inyecciones de ricina, un veneno ¡°discreto, que deja muy poca huella en los fluidos biol¨®gicos y suele provocar un paro card¨ªaco en cuesti¨®n de horas¡±. Como ven, Ian Fleming y John le Carr¨¦ no inventaron nada que no formase parte de la realidad cotidiana de la Guerra Fr¨ªa.
Por entonces, la KGB se hab¨ªa convertido ya en brazo ejecutor preferente de las represalias internacionales de la Uni¨®n Sovi¨¦tica. En abril de 1978 perpetr¨® un magnicidio, la muerte del presidente de Afganist¨¢n, Mohammed Daoud Khan, arrestado por guerrilleros comunistas afganos y ajusticiado por agentes del servicio secreto ruso. Su sucesor, Hafizullah Amin, fue derrocado violentamente y fusilado tras el fracaso de varios intentos de envenenamiento. En el ¨²ltimo de ellos, en diciembre de 1979, le salv¨® la vida un grupo de m¨¦dicos sovi¨¦ticos a los que nadie hab¨ªa informado sobre la decisi¨®n de las altas esferas de liquidar a Amin.
En 1978, el disidente b¨²lgaro Georgi Markov fue ejecutado con frialdad burocr¨¢tica. Bast¨® un pinchazo en la pantorrilla con una pistola de aire comprimido, camuflada, al parecer en la punta de un paraguas, para inyectarle una dosis letal de ricina
Una dosis letal de dioxina
Tras el final de la Guerra Fr¨ªa, la incipiente democracia rusa que presidi¨® Bor¨ªs Yeltsin dej¨® de recurrir de manera sistem¨¢tica a la guerra sucia y los cr¨ªmenes de estado. Hubo excepciones, como la muerte en extra?as circunstancias de los hermanos Ajmadov, se?ores de la guerra chechenos, pero la inveterada costumbre de envenenar a disidentes y opositores qued¨® en barbecho moment¨¢neo. No se recuper¨® hasta la llegada a la presidencia de la Federaci¨®n Rusa de Vlad¨ªmir Putin, antiguo agente de la KGB. La FSB, la nueva agencia de seguridad federal fundada en 1995, tom¨® el relevo homicida borrando del mapa con m¨¦todos muy diversos a emires, guerrilleros y l¨ªderes separatistas chechenos o infiltrados como el agente de la CIA en el C¨¢ucaso Rizvan Chitigov.
En septiembre de 2004, el candidato a la presidencia de Ucrania, Viktor Yushenko, sufri¨® en plena campa?a electoral una pancreatitis aguda, causada seg¨²n los m¨¦dicos por una infecci¨®n viral. En los d¨ªas siguientes, al pol¨ªtico ucraniano se le hinch¨® y deform¨® la cara y se le cuarte¨® la piel tal y como ocurre en casos extremos de ictericia. Un experto en toxicolog¨ªa determin¨® que hab¨ªa sido envenenado con dioxina, una sustancia de la que se le detectaron niveles en sangre hasta 6.000 superiores a lo habitual. Yushenko acus¨® a las autoridades ucranianas de intento de asesinato con la complicidad y la asistencia de los servicios secretos rusos, pero la acusaci¨®n nunca ha podido ser confirmada.
Tambi¨¦n en septiembre de 2004, fue envenenado Roman Tsepov, un hombre de negocios con conexiones mafiosas, amigo y confidente de Putin hasta mediados los 90, pero muy distanciado del jerarca ruso en los ¨²ltimos a?os. A Tsepov se le administr¨® una sustancia radioactiva desconocida y falleci¨® tras sufrir convulsiones violentas, v¨®mitos, diarreas y una brusca ca¨ªda de gl¨®bulos blancos.
T¨¦ t¨®xico o radioactivo
En octubre de 2006, le lleg¨® el turno a la periodista y activista Anna Polit¨®vskaya, c¨¦lebre por su denuncia de las atrocidades cometidas en Chechenia por el ej¨¦rcito ruso. Polit¨®vskaya fue asesinada a tiros en el ascensor de su bloque de apartamentos, en el centro de Mosc¨². Dos a?os antes hab¨ªa sido objeto de un m¨¢s que probable intento de envenenamiento mientras volaba a Osetia del Norte para participar como mediadora en la crisis de los rehenes de la escuela de Besl¨¢n.
En aquella primera ocasi¨®n, la periodista enferm¨® de gravedad tras tomarse un t¨¦ negro en pleno vuelo. Entr¨® en coma horas despu¨¦s, v¨ªctima de una probable intoxicaci¨®n con mercurio, pero los m¨¦dicos consiguieron salvarle la vida. Mientras Polit¨®vskaya sufr¨ªa convulsiones en el hospital, Putin resolv¨ªa la crisis de Besl¨¢n con una expeditiva contundencia que abrum¨® al mundo, ordenando un asalto al recinto que produjo un balance final de 334 muertos, 186 de ellos ni?os.
En noviembre de 2006, un desertor de la FSB refugiado en Londres, Alexander Litvinenko, prob¨® en sus carnes la eficacia letal de un nuevo veneno, el polonio 210. Litvinenko cay¨® enfermo pocas horas despu¨¦s de reunirse en el hotel Millenium con los exagentes de la KGB Dimitri Kotvun y Andr¨¦i Lugov¨®i, dos viejos camaradas que hab¨ªan asumido, al parecer, la tarea emponzo?ar su taza de t¨¦ con la sustancia t¨®xica. Distintas circunstancias, id¨¦nticos m¨¦todos.
Litvinenko sufri¨® una penosa agon¨ªa de varias semanas en el University College Hospital de Londres. Antes de morir, el 3 de diciembre, tuvo tiempo de atar cabos y, seg¨²n publicaba Luke Harding en The Guardian, ¡°hacer conjeturas cruciales y resolver su propio asesinato¡±. La escritora brit¨¢nica Agatha Christie dec¨ªa que el cianuro hay que administrarlo con t¨¦, para disimular as¨ª su peculiar sabor a naranjas amargas. La FSB parece dispuesta a seguir el consejo de Christie incluso cuando se trata de intoxicar a sus v¨ªctimas con sustancias letales pero ins¨ªpidas, como el mercurio o el polonio.
Un banco rociado de gas nervioso
En septiembre de 2004 fue envenenado Roman Tsepov, un hombre de negocios con conexiones mafiosas, confidente de Putin hasta mediados los 90, pero muy distanciado del jerarca ruso en los ¨²ltimos a?os. A Tsepov se le administr¨® una sustancia radioactiva y falleci¨® tras sufrir convulsiones, v¨®mitos, diarreas y una brusca ca¨ªda de gl¨®bulos blancos
La lista sigue, e incluye (adem¨¢s del ya mencionado tiroteo en que muri¨® Bor¨ªs Nemtsov el 27 de febrero de 2015) cr¨ªmenes de atribuci¨®n algo m¨¢s dudosa pero en los que muchos analistas han cre¨ªdo ver la alargada sombra del Kremlin. La conexi¨®n chechena se cobr¨® otra v¨ªctima inocente en 2009. Natalia Estem¨ªrova, periodista y activista, colaboradora en su d¨ªa de Anna Polit¨®vskaya, fue secuestrada en su casa de Grozni la tarde del 15 de julio. Horas despu¨¦s, su cuerpo aparec¨ªa a pocos metros de una carretera secundaria de la rep¨²blica aut¨®noma de Ingusetia con heridas mortales de bala en cabeza y t¨®rax.
El crimen, m¨¢s parecido a una ejecuci¨®n mafiosa que a un sofisticado trabajo de los servicios secretos, fue condenado en esta ocasi¨®n por el entonces presidente ruso, Dmitri Medv¨¦dev e investigado por una comisi¨®n parlamentaria. Pero asociaciones de defensa de los derechos civiles como Memorial califican la muerte de Ester¨ªmova de ejecuci¨®n extrajudicial y consideran que su probable instigador fue el presidente checheno Ramzan Khad¨ªrov, firme aliado de Putin en el avispero del C¨¢ucaso.
Entre los casos recientes, pocos resultan tan truculentos como el intento de intoxicaci¨®n letal sufrido por el agente doble Sergei Skripal y su hija Yulia. El 4 de marzo de 2018, padre e hija se sentaron en el banco de un parque en Salisbury, localidad del sur de Inglaterra. Instantes despu¨¦s, se desplomaron, v¨ªctimas de la acci¨®n fulminante del Novichok, un arma qu¨ªmica desarrollada por la Uni¨®n Sovi¨¦tica en 1971 y empleada con frecuencia por su ej¨¦rcito y sus servicios secretos hasta mediados de los noventa.
Seg¨²n explicaba la BBC, este agente nervioso resulta ¡°m¨¢s peligroso, eficaz y dif¨ªcil de identificar que el gas sar¨ªn¡±. Puede almacenarse con facilidad y distribuirse por cualquier superficie ¡°como una capa de polvo muy fina que apenas llama la atenci¨®n¡±. Su efecto al contacto con la piel resulta casi instant¨¢neo. Provoca un colapso temporal de las funciones del organismo que, en algunos casos, puede conducir al coma o la muerte por asfixia. Yulia Skripal tard¨® 35 d¨ªas en salir del estado cr¨ªtico. Su padre, un jubilado de 67 a?os que se instal¨® en el Reino Unido en 2010, tras a?os ejerciendo de infiltrado en territorio ruso para el servicio secreto brit¨¢nico, sufri¨® una intoxicaci¨®n muy severa y no recibi¨® el alta hasta mediados de mayo, dos meses y medio despu¨¦s de que el agente nervioso rozase su piel.
Pocos casos tan truculentos como el intento de intoxicaci¨®n sufrido por el agente doble Sergei Skripal y su hija. En marzo de 2018, padre e hija se sentaron en el banco e instantes despu¨¦s se desplomaron, v¨ªctimas de la acci¨®n fulminante del Novichok
En un art¨ªculo en The Atlantic, Jeffrey E. Stern analiza tambi¨¦n el caso de Alexander Perepilichny, antiguo oligarca ruso que se exili¨® en 2009 y falleci¨® en Londres en 2012, mientras hac¨ªa ejercicio en la exclusiva zona londinense de Golder¡¯s Green, muy cerca de un grupo de fastuosas mansiones que pertenecieron en su d¨ªa a Elton John, Kate Winslet, John Lennon o Ringo Starr. Perepilichny, un hombre de 44 a?os y complexi¨®n atl¨¦tica, se desplom¨® a los pocos segundos de echar a correr por las calles en compa?¨ªa de su guardaespaldas. Sufri¨® un infarto agudo y muri¨® pocos minutos despu¨¦s, mientras le trasladaban al hospital en ambulancia.
Stern atribuye su muerte a ¡°alguno de los siniestros venenos de acci¨®n invisible desarrollados tras la revoluci¨®n rusa en la C¨¢mara, el laboratorio de armas biol¨®gicas que cre¨® Lenin¡±. El periodista asegura que tanto la Uni¨®n Sovi¨¦tica como la Federaci¨®n Rusa llevan d¨¦cadas haciendo uso de ese completo arsenal de sustancias letales, del talio a los compuestos de cianuro pasando por las modernas dioxinas e is¨®topos radiactivos: ¡°Algunos de esos cr¨ªmenes ser¨¢n siempre considerados muertes accidentales. Ya en los a?os 50, un desertor de la KGB presum¨ªa de haber asesinado a un c¨¦lebre escritor roci¨¢ndole al pasar a su lado con una m¨ªnima dosis de veneno escondida entre las p¨¢ginas de un diario¡±.
Stern se recrea describiendo lo mucho que los expertos en toxicolog¨ªa rusos aprendieron de los Tupi, una tribu india de la ribera del Amazonas que lleva siglos emponzo?ando a sus enemigos. Sus disc¨ªpulos sovi¨¦ticos llegaron a sentirse herederos de una tradici¨®n ancestral, un estilo implacable y refinado de administrar la muerte. Es muy probable que la sustancia que puso en peligro la vida de Navalny forme parte del cat¨¢logo secreto de la C¨¢mara. Y que haya sido inspirada por el ejemplo de los indios Tupi.
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