?rase un pene superlativo

Me puso muy contento que la televisi¨®n danesa estrenase esta semana una serie de stop motion para ni?os de cuatro a ocho a?os sobre un se?or con un pene gigante con el que sufre toda clase de l¨ªos y disparates. Aunque no entend¨ª nada, porque tengo el dan¨¦s muy oxidado, me re¨ª con sus gags. John Dillermand (algo as¨ª como Juan S¨²perpilila) usa su ap¨¦ndice como los gadgetobrazos del Inspector Gadget. En realidad, es una especie de serpentina a rayas blancas y rojas, del mismo color que el ba?ador que lleva puesto, pues Dillermand es un pat¨¢n que va vestido como un ba?ista de la Belle ?poque y lleva un peinado y un bigote de hace cien a?os, lo que subraya su caricatura. Me recuerda mucho a los collages animados del Flying Circus de los Monty Python.

Mi alegr¨ªa decay¨® cuando le¨ª que su creador, Jacob Ley, lo concibi¨® como una forma de normalizar el discurso sobre el cuerpo y de hablar de anatom¨ªa y del pudor sin culpa y sin sexualizaciones. Vaya por Dios: cre¨ªa que el objetivo era divertir a los ni?os, pero tambi¨¦n estos daneses tan brutos quieren educarlos. Resulta que la serie es did¨¢ctica. No vayamos a cometer la aberraci¨®n de dejar que los ni?os se r¨ªan sin inocularles en la risa reflexiones hondas sobre la condici¨®n humana. Hasta ah¨ª pod¨ªamos llegar, no vamos a consentir que vean unos dibujos sin contexto epistemol¨®gico. M¨¢s episteme y menos penes.

Quiero creer que Ley solo se defend¨ªa de las cuarenta toneladas de cr¨ªticas furibundas que ha recibido tanto de la derecha cristiana como de la izquierda laica, hermanadas ambas en el rechazo a cualquier relato que relacione genitales y ni?os. Ojal¨¢ sea una forma de salir del paso y no se lo crea de veras, porque los chistes pierden toda su gracia si llevan moraleja al final.