Los piratas atacaban donde hoy ponemos la toalla
La serie de Canal Historia sobre la pirater¨ªa en las Baleares ofrece mucha informaci¨®n, pero adolece de falta de espectacularidad y exceso de expertos ante la c¨¢mara
Muchos de los que hoy escogen las playas de las Baleares para tenderse al sol en vacaciones se sorprender¨¢n de saber que las doradas y envidiables arenas, y las bonitas calas han sido hist¨®ricamente un lugar muy peligroso. All¨ª te pod¨ªan robar, masacrar, raptar y esclavizar en un plis plas. Vamos, que un d¨ªa estabas en Cala Turqueta y al poco te vend¨ªan al peso o por tus ojos bonitos en un mercado de Argel o Estambul, o te pon¨ªan a remar en una galera el resto de la temporada. De hecho, durante siglos los habitantes de las islas evitaban en lo posible las hoy tan valoradas costas y tend¨ªan a vivir lo m¨¢s al interior posible (lo que explicar¨ªa que todav¨ªa hoy haya gente que prefiera en Formentera la Mola a Migjorn). La causa: los piratas y corsarios, especialmente musulmanes, que habitualmente depredaban las Baleares, dejando una estela de miedo at¨¢vico y psicosis de invasi¨®n, leyendas, tradiciones populares, canciones y hasta reflejo en el lenguaje (¡°febreret el curt, pitjor que el turc¡±, febrerito el corto, peor que el turco), la toponimia (Cap de Barbaria, Rac¨® des Moro), la arquitectura (las torres de defensa) y las fiestas.
A explicar el fen¨®meno de la pirater¨ªa y su influencia en las islas, su historia, su cultura y su idiosincrasia est¨¢ dedicada la serie documental de Canal Historia Piratas en Baleares, coproducida con IB3 Televisi¨® y realizada por Mapa Films (y disponible bajo demanda). Son cuatro episodios en los que, de la mano de un plantel realmente abundante y omnipresente de estudiosos y expertos de la m¨¢s variada ¨ªndole, y mediante el uso de v¨ªvidas recreaciones hist¨®ricas, se repasan las acciones de los piratas y corsarios en aguas baleares y la huella que dejaron.
La serie, dirigida por Javier Rold¨¢n, se abona al discurso hoy dominante de dejarse de romanticismos y ver al pirata como un depredador marino oportunista que aplicaba un r¨¦gimen de terror desde el mar, lejos de las im¨¢genes pintorescas y hasta simp¨¢ticas de los piratas del Caribe, Barbanegra, Morgan y habituales de Port Royal e Isla Tortuga. Se recuerda adem¨¢s, tambi¨¦n en la l¨ªnea m¨¢s actual, que la pirater¨ªa tuvo (y tiene) muchos escenarios aparte de aquel mar americano y que el Mediterr¨¢neo posee una historia de pirater¨ªa de aqu¨ª te espero. Se subraya que en nuestras aguas, menos abiertas a la iniciativa individual de acci¨®n (vamos, que era raro ir por libre), tuvo especial presencia el corso, cuya l¨ªnea de divisi¨®n con la pirater¨ªa es muy fina.
El corso es una actividad m¨¢s legislada e institucionalizada, al servicio de Estados, unos contra otros, pero en realidad en las Baleares si te topabas con corsarios o piratas echabas a correr igual. Jeireddin Barbarroja, por ejemplo, recuerda la serie, era corsario al servicio de la Sublime Puerta, el imperio turco, pero eso no imped¨ªa que en las islas se le tuviera por algo as¨ª como ¡°el hombre del saco¡± y nadie esperara a pedirle los papeles. La pirater¨ªa y el corso se practicaban en las dos direcciones: los cristianos, genoveses, pisanos, franceses, catalanes, valencianos o mallorquines tambi¨¦n depredaban a su vez. Las Baleares, calificadas en la serie como ¡°un bar de carretera en medio del Mediterr¨¢neo occidental¡±, se encontraban en una posici¨®n geogr¨¢fica que las hac¨ªa especialmente propensas a ser atacadas. Su topograf¨ªa las convert¨ªa en ideales refugios de piratas y perfectas para montar emboscadas. Eran a la vez v¨ªctimas de los piratas y ellas mismas ¡°islas piratas¡±.
La serie, con bonitas im¨¢genes de las islas, a ojo de p¨¢jaro o de dron, ofrece un mont¨®n de datos interesantes, aunque est¨¢ quiz¨¢ algo lastrada, como suele suceder en los documentales de nuestro pa¨ªs, por un exceso de didactismo y un cierto barullo dada la cantidad de especialistas ¡ªm¨¢s de 25¡ª que aparecen, no siempre con un relato homog¨¦neo y coincidente. El plantel de invitados es en verdad extens¨ªsimo y podr¨ªa llenar un bajel pirata entero, de tripulaci¨®n variopinta. Figuran, con la doctora en historia medieval Victoria A. Burguera, asesora y verdadero rostro de la producci¨®n, a la cabeza, desde acad¨¦micos (medievalistas, historiadores de la econom¨ªa, arque¨®logos) hasta un jesuita y el patr¨®n de un pesquero, pasando por un entusiasta oficial de la Armada, un novelista, folcloristas, un experto en patrimonio naval o un profesor de psicolog¨ªa criminal. Aparte de que intervenciones tan variadas (¡°pluridisciplinares¡±) desnortan un poco el discurso global, el recurso continuado a la imagen de una persona hablando, habitualmente est¨¢tica, enfr¨ªa la narraci¨®n y le resta impacto.
Tampoco es que las im¨¢genes de recreaciones hist¨®ricas, vendidas como ¡°espectaculares¡±, sean para tirar cohetes. Adolecen de cierta pobreza material y se repiten demasiado. Tambi¨¦n es verdad que la mayor¨ªa de acciones de pirater¨ªa en las Baleares eran razzias de poca gente, combates sucios y de escaso lucimiento, generalmente contra poblaci¨®n civil. A destacar, sin embargo, el bonito plano del ni?o que est¨¢ jugando, se queda pasmado mirando al horizonte y cuando con la c¨¢mara seguimos su mirada vemos el mar cubierto de velas piratas. Un plano que recuerda al del inicio de la serie El ¨²ltimo reino, cuando el ni?o saj¨®n Uhtred observa aproximarse a Bebbanburg los drakar de los piratas vikingos, con las m¨¢s aviesas intenciones. En Baleares se gritaba al ver aparecer una amenaza ¡°Via fora!¡±, algo as¨ª como ¡°todos a la calle¡±, a luchar o a esconderse.
Otra notable secuencia recreada de Piratas en Baleares es la del desembarco nocturno de los corsarios de Dragut (s¨ª, el del Amarrado al duro banco de G¨®ngora): las siluetas amenazadoras de los sarracenos armados de hachas y alfanjes dan el pego y representan muy bien lo que deb¨ªan ser esas incursiones temibles. El ataque que se muestra de Turgut Reis, el almirante Turgut, Dragut (que fue ¨¦l mismo, como el forzado del poema, hecho preso y puesto a remar durante cuatro a?os hasta que pagaron su rescate: as¨ª de azarosa era la vida de los capitanes de la ¨¦poca), fue contra Pollensa, la noche del 30 al 31 de mayo de 1550. Lleg¨® con 27 barcos y 1.500 feroces corsarios. En la localidad mallorquina, nos recuerda la serie, solo hab¨ªa unos 400 defensores, pues parte de la poblaci¨®n estaba de siega. Pero consiguieron darle un disgusto al turco, que hubo de retirarse tras una ¨¢spera lucha callejera ¡ªlas im¨¢genes muestran a un hombre y una mujer ahogando a un pirata en una fuente¡ª, dejando 40 de sus guerreros sobre el terreno.
Lo explica en la serie, con h¨¢lito ¨¦pico y acento mallorqu¨ªn digno de un Andreu Manresa, el mit¨®logo Felip Minar i Munar, un hallazgo, en un simp¨¢tico contrapunto a los historiadores m¨¢s contenidos que participan. El l¨ªder local Joan Mas, explica con entusiasmo Minar, lanz¨® el grito ¡°que eriza a¨²n los pelos de los pollensinos¡±: ¡°Mare de D¨¦u dels ?ngels, assistiu-mos, Pollencins, al?ar-vos, que els moros son aqu¨ª!¡±. Los hechos (m¨¢s o menos sublimados: parece que Dragut en realidad se march¨® con un buen bot¨ªn) se reproducen en el famoso simulacro de Pollensa, una de las numerosas fiestas de moros y cristianos de las Baleares.
En relaci¨®n con ¡°la batalla de Pollensa¡± y la consagraci¨®n en su iglesia por Joan Mas de la bandera arrebatada a Dragut, se muestra la famosa foto de los marines izando la bandera estadounidense en el monte Suribachi de Iwo Jima¡ Una opci¨®n desconcertante, como lo es el uso de otras im¨¢genes tan extempor¨¢neas al asunto del corsarismo balear, parecer¨ªa, como las de una explosi¨®n nuclear, una sirena pintada por Waterhouse o el monstruo del lago Ness.
Tambi¨¦n se recrea otro ataque c¨¦lebre, el del comandante pirata Ochiali Reis, Uluj Al¨ª (que combati¨® en Lepanto), en mayo de 1561 contra S¨®ller. Como Dragut, hubo de salir por piernas y el combate (¡°sollerics, honor i gl¨°ria!¡±) ha dado lugar tambi¨¦n a unas fiestas de moros y cristianos que se centran en el episodio del uso de una tranca de puerta como arma por parte de dos mujeres (las valentes dones) para matar a los corsarios que entraron en su casa.
Piratas en Baleares presenta los perfiles de algunos personajes notables. Como el mallorqu¨ªn Antonio Barcel¨® (1717-1797), capit¨¢n Toni, que defendi¨® las Baleares de los piratas berberiscos y de los corsarios brit¨¢nicos. O el teniente de fragata ibicenco Antoni Riquer i Arabi, que captur¨® en 1806 con su muy inferior jabeque Sant Antoni i Santa Elisabet, el barco corsario ingl¨¦s Felicity. Como se dice en la serie, barriendo para casa, ¡°los atacantes extranjeros son una fuente inagotable de villanos, y el acto de hacerles frente, un prol¨ªfico surtidor de h¨¦roes¡±.
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