¡®Los Borbones¡¯: una imagen descarnada pero humanizada de la Familia Real
La mayor¨ªa de las im¨¢genes que aparecen en el documental de Ana Pastor y Aitor Gabilondo ya las hab¨ªamos visto, pero ahora las miramos con otros ojos
La visita que hace dos semanas hizo el rey em¨¦rito a Sanxenxo (Galicia), tras 22 meses expatriado en Abu Dabi, dej¨® en evidencia que pocos asuntos dividen tanto a la sociedad espa?ola como la Monarqu¨ªa. Mientras el l¨ªder del PP, Alberto N¨²?ez Feij¨°o, dio la bienvenida a Juan Carlos I y acus¨® a quienes le criticaban de pretender ¡°erosionar la Constituci¨®n¡±, el portavoz de ERC en el Congreso, Gabriel Rufi¨¢n, compar¨® su llegada al aeropuerto de Peinador (Vigo) a bordo de un jet privado con la del narco colombiano Pablo Escobar. El primero obviaba que el antiguo monarca, al presentar dos regularizaciones ante Hacienda, hab¨ªa reconocido la comisi¨®n de varios delitos de fraude fiscal; y el segundo, que lo que diferencia la Monarqu¨ªa de la Rep¨²blica no es la honradez del jefe del Estado, sino su m¨¦todo de elecci¨®n (aunque tambi¨¦n hay rep¨²blicas hereditarias, como Corea del Norte y Siria).
M¨¢s de la mitad de la poblaci¨®n espa?ola naci¨® tras la muerte de Franco y, para ella, la transici¨®n a la democracia o el golpe de Estado del 23-F forman parte, en el mejor de los casos, del decorado borroso de su infancia. Por eso tiene enorme inter¨¦s, incluso pedag¨®gico, que una serie documental, como Los Borbones. Una familia real, de Ana Pastor y Aitor Gabilondo, rescate episodios tan dram¨¢ticos como la muerte del infante Alfonso de Borb¨®n, de 14 a?os, por un disparo accidental de su hermano mayor, Juan Carlos, de 18; o el enfrentamiento entre el futuro Rey y su padre, el conde de Barcelona, cuando el primero acept¨® suceder al dictador salt¨¢ndose la l¨ªnea din¨¢stica. Hechos ocurridos en pleno franquismo que se ocultaron a los espa?oles contempor¨¢neos.
Y a¨²n tiene m¨¢s valor que el relato se presente sin prejuicios, limit¨¢ndose a exponer los hechos desnudos, aderezados solo con comentarios y opiniones tanto de mon¨¢rquicos confesos (Luis Mar¨ªa Ans¨®n o Jos¨¦ Manuel Garc¨ªa-Margallo) como de presumibles republicanos. Porque el tema del que trata la serie es la historia m¨¢s reciente de Espa?a, a¨²n fresca en el coraz¨®n y la memoria de sus protagonistas. E inacabada.
Tanto que su corolario podr¨ªa haber sido la imagen del almuerzo que el pasado 23 de mayo celebr¨® el rey em¨¦rito en La Zarzuela, camino de regreso a Abu Dabi, con un reducido grupo de comensales. Entre ellos, su hijo el Rey, con quien no se hab¨ªa visto en 22 meses; su esposa do?a Sof¨ªa, a la que la covid oblig¨® oportunamente a sentarse a una prudente distancia, menor en todo caso que el alejamiento sentimental del matrimonio; o su nuera, a la que Juan Carlos I nunca trag¨® y que ahora se hab¨ªa convertido en reina de la que un d¨ªa fue su casa. Retrato de una familia desestructurada, como dice en la serie la periodista Carmen Enr¨ªquez, cronista de La Zarzuela durante a?os.
A falta de esa imagen, que la Casa del Rey no ha querido difundir, la mayor¨ªa de las que aparecen en el documental ya las hab¨ªamos visto, pero ahora las miramos con otros ojos. Por ejemplo, el rostro grave de los Reyes y la infanta Elena en la boda del entonces pr¨ªncipe Felipe con la periodista Letizia Ortiz; o la risa de Juan Carlos I al preguntarle en 1992 la reportera brit¨¢nica Selina Scott si el Rey de Espa?a pagaba sus impuestos.
Seguramente sobran opiniones de periodistas (I?aki Gabilondo, Jos¨¦ Antonio Zarzalejos, Jos¨¦ Garc¨ªa Abad, Pilar Urbano y un largo etc¨¦tera) y faltan testimonios de personas que han estado vinculadas a Juan Carlos I y pueden contar de primera mano c¨®mo era en privado. Pero eso no es culpa de los autores de la obra. Todav¨ªa hoy, quienes han trabajado en La Zarzuela se sienten ligados por un nudo de silencio que no es f¨¢cil romper, y menos a¨²n ante una c¨¢mara. La Casa Real, por su parte, no ha querido colaborar en el proyecto. Y eso que, aunque hace un retrato descarnado de la avaricia de Juan Carlos I y su larga lista de amantes (de B¨¢rbara Rey a Corinna Larsen) y refleja el inmenso desencanto provocado en la sociedad espa?ola por el conocimiento p¨²blico de sus desmanes, la serie salva la figura de Felipe VI y humaniza incluso a su padre, al explicar las circunstancias que han modelado su car¨¢cter. Lo que hace posible sentir empat¨ªa por ¨¦l y hasta perdonarlo. Aunque para eso har¨ªa falta que pidiese disculpas. Y eso ya es otra pel¨ªcula.
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