Highsmith
Amo su obra, es mi escritora favorita. Siento adicci¨®n hacia sus imprevisibles tramas, me provoca angustia y miedo, bucea en el fondo de la mente, narra con estilo hipn¨®tico
Veo en Filmin el documental Amando a Highsmith. Eso declaran varias de las novias y amantes de aquella mujer con gesto hura?o, parca en su lenguaje oral, con bolsas en los ojos y expresi¨®n de machaque interno. Yo amo su obra, es mi escritora favorita. Siento adicci¨®n hacia sus imprevisibles tramas, me provoca angustia y miedo, bucea en el fondo de la mente, narra con estilo hipn¨®tico. Y, por supuesto, no me la imagino en la actualidad firmando reivindicativos manifiestos, ni aprovechando convenientes empoderamientos, ni vacuas y oportunistas promociones. Le bastaba con poseer un cerebro tan poderoso como complejo para crear arte.
Su primera novela, Carol, la firm¨® con pseud¨®nimo. Eran tiempos duros y ella se atrev¨ªa a contar un amor entre dos mujeres con final feliz. A partir de ah¨ª, el ¨¦xito ya no la abandon¨® nunca. Sobran y faltan cosas en este documental, pero cuando aparece ella me hipnotiza, aunque hable lo justo de su permanente enigma y casi nada de sus novelas. Vivi¨® su madurez en soledad, en un caser¨®n en el campo, rodeada por sus gatos, su m¨¢quina de escribir e inacabable ginebra. Sospecho que esta dama insigne podr¨ªa solidarizarse con la certidumbre de Borges: ¡°He cometido el peor de los pecados. No he sido feliz¡±. A cambio nos hizo felices con su escritura a mogoll¨®n de lectores. Es tiempo de releerla de principio a fin.
Y termino con admiraci¨®n y conmoci¨®n el segundo volumen de los Diarios de Rafael Chirbes. C¨®mo escribe este hombre de la literatura, de las ciudades, de sus demonios internos y externos, de sus dudas, de su desgarro, de su intemperie, de sus refugios. Chirbes representa la inteligencia, la profundidad, la cultura, la honestidad. Menos mal que en esta ¨¦poca cada vez m¨¢s inh¨®spita, mecanizada y artificiosa todav¨ªa nos quedan los libros. Pero ellos te exigen concentraci¨®n mental. Los zombis pueden engancharse sin hacer el menor esfuerzo a la televisi¨®n.
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