Coronaci¨®n
Al parecer lo esencial para sentirse vivos es poseer fe. En la realeza, en las instituciones, en las religiones, en las ideolog¨ªas, en dioses et¨¦reos, en iglesias y mezquitas, en la ejemplaridad de los suyos y en la maldad de los otros
La noticia m¨¢s transcendente del d¨ªa no es el terror que inunda al personal ante la certeza de que el calor va a ser eterno y les va a derretir el cuerpo, el alma, los nervios, y el cerebro, o su alucinaci¨®n desesperada al constatar el salvaje precio de los alimentos. Para la sequ¨ªa espero que ning¨²n grupo pol¨ªtico garantice que llover¨¢ cantidad si los ciudadanos los votan. Y ante lo segundo imagino que ning¨²n candidato se atrever¨¢ a decirle a su posible clientela lo que aquella guillotinada reina sugiri¨® a su hambriento pueblo: ¡°Pues si no tienen pan, que coman cruas¨¢n¡±. No, el tema m¨¢s apasionante, seg¨²n las prescindibles televisiones, es la coronaci¨®n del rey de Inglaterra, concretada con un lema solemne: ¡°Ungen. Es el deseo de Dios¡±. Y a tirarse el rollo hasta que la palmen. Hay m¨²ltiples colas de admiradoras de la nada, desde d¨ªas antes, para no perderse la fiesta. Menos mal que tambi¨¦n aparecen im¨¢genes de gente probablemente ebria o punki, o solo sensata, que gritan: ¡°Que se metan la coronaci¨®n por el culo¡±.
Al parecer lo esencial para sentirse vivos es poseer fe. En la realeza, en las instituciones, en las religiones, en las ideolog¨ªas, en dioses et¨¦reos, en iglesias y mezquitas, en la ejemplaridad de los suyos y en la maldad de los otros.
Qu¨¦ solitos deben de sentirse los agn¨®sticos, los libertarios, los que no votan o lo hacen en blanco, los que no aspiran a recompensas divinas ni terrenales, los convencidos de que la ¨²nica guerra cotidiana desde el principio de los tiempos es la de los ricos y los pobres. Y que, si alguna vez triunfaron las revoluciones de los segundos, los m¨¢s avispados de ellos se transformaron r¨¢pidamente en una casta tan cruel y desp¨®tica como aquella contra la que combat¨ªan.
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