El problema de Eurovisi¨®n son las canciones
El festival musical se ha convertido en un perpetuo escaparate de modas pochas
La noticia es la que ya conocen: a Blanca Paloma s¨®lo le han dado cinco puntos en el televoto. Ha cantado muy bien y todo eso, pero no ha gustado. Fin de la aventura hasta el siguiente chasco nacional. Y ahora vayamos a lo importante: las canciones. Si busco una columna en la que se defienda Eurovisi¨®n probablemente no encuentre m¨¢s que a un par de autores recientes muy confundidos sobre c¨®mo es lo de hacerse pasar por joven. Desde que toda canci¨®n pop es un alegato serio a favor de algo, el pop es un tost¨®n. No basta con hacer bailar al personal; hay que aburrirle un poco con fil¨ªpicas sobre cosas a las que gente mucho m¨¢s talentosa les dedic¨® canciones hace m¨¢s de medio siglo. Y, perd¨®nenme, pero para aburrir ya ten¨ªamos, de siempre, la canci¨®n protesta.
El certamen es, desde que existe, un compendio de lo que no mola en absoluto, aunque con el paso del tiempo veamos con buenos ojos las horteradas de anta?o. Hay una diferencia entre, por ejemplo, Mocedades y Loreen: que Mocedades hac¨ªa buenas canciones. Entre flecos, lentejuelas, fuegos artificiales, luces estrobosc¨®picas, plataformas, mallas y gente medio desnuda no se distingue el problema de Eurovisi¨®n, que es la ausencia de buenas canciones. Cuando un pa¨ªs lleva un tema medianamente interesante suele ganar, y el tema suele ser recordado, porque Eurovisi¨®n sigue siendo un buen expositor para la m¨²sica pop. Es lo que ha pasado con Maneskin, Lordi, Salvador Sobral, Verka Serduchka, o Netta. La originalidad y las buenas canciones siguen siendo premiadas. Sin embargo la t¨®nica general sigue siendo enviar la copia de la copia de la copia de lo que estuvo de moda hace tres a?os, porque Eurovisi¨®n, ante todo, es una perfecta medida del peor mainstream, y m¨¢s ahora cuando lo ¨²nico underground es el buen gusto.
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